Hablaré de nosotros mismos, aunque sólo sea por un día. Había dudado entre abordar en mi artículo de hoy el efecto psicológico que necesariamente tendrá en Guadalajara la lluvia de millones a apenas diez minutos de aquí, con El Gordo en Alcalá de Henares; sobre la razón todavía incomprensible por la que las gentes de la cultura no han sido invitadas a un evento de primera magnitud como ha sido el X aniversario del Buero Vallejo (el enfado está corriendo entre bastidores) o si hacer un análisis serio (¿sería posible?) de ese vídeo navideño que algunos llaman ya «el teletienda de Cospedal».
Pese a todo, este compás de espera que han supuesto las últimas horas con el fin de semana, Nochebuena y Navidad, me ha decantado, por una vez y sin que sirva de precedente, por ofrecer algunas ideas que me andan rondando en la cabeza sobre el panorama periodístico, aprovechando que casi se puede decir que el artículo de esta semana me sitúa en el límite de la cesión de los honores del premio Libertad de Expresión a la compañera y amiga Beatriz Pariente.
Repasando la nómina de los últimos premios Libertad de Expresión, me ha llamado poderosamente la atención el nombre de algunos de los compañeros allí presentes y el destino trágico de muchos de sus medios. Que se han cerrado a marchas forzadas periódicos no es ninguna novedad. Que no siempre han sobrevivido los mejores medios ni los mejores periodistas, también. Y que dos de las ganadoras como Concha Balenzategui o Paz Ruiz Utrilla no estén ejerciendo a pleno rendimiento en una redacción… resulta sencillamente una privación tremenda e incomprensible para el periodismo de esta ciudad.
Resultan notables estos hechos, como también que ninguno de los seis galardonados sigamos en los medios donde escribíamos cuando fuimos premiados y que los cuatro últimos hayamos pertenecido a periódicos de papel que ya han desaparecido: La Tribuna cerró en esta provincia; Guadalajara Dos Mil desapareció dejando atrás treinta años de historia; El Día se ha reconvertido en un mal periódico regional; y Nueva Alcarria, de nuevo bisemanario, ha reculado y ya no acude cada día a los quioscos.
Este año 2012 resultará bochornoso porque ha dejado las hemerotecas tiritando, de modo que los historiadores del mañana, si siguen acudiendo a los papeles que amarillean en los archivos, se sorprenderán de la pobreza cultural de una provincia que en pleno siglo XXI no tenía ningún diario provincial. He dicho en multitud de ocasiones que el recurso a los digitales que ahora proliferan, en el mejor de los casos con plantillas escasísimas de personal que intentan cubrir la agenda como buenamente pueden, sólo es un parche, porque lo deseable serían redacciones amplias con periodistas siguiendo a fondo temas o parcelas de nuestra realidad. Por no hablar de otras cabeceras que nunca pisan la calle y cuyo mérito periodístico radica en que un señor posicione las noticias en Google y espere a que la información institucional le llegue al correo para colgar unas piezas con apariencia de noticias y pasar la factura a las instituciones, encantadas de su libertad de expresión en estas plataformas.
Me alegra, pese a todo, que el periodismo que gana premios sea, como ha vuelto a ocurrir, fruto de un laborioso trabajo de contraste de fuentes y seguimiento de temas, un modo de hacer que resulta incómodo cuando se hace bien. Los mejores periodistas que he conocido me han enseñado que algo marcha bien cuando nuestro trabajo da calambre y no deja indiferente a quienes detentan el mando de turno. Al fin y al cabo, es tremendamente normal que un periodista tenga algo de detective, algo de inspector y otro algo más de ‘métomentodo’.
Pese a todo, y como ha escrito Gabilondo en su muy recomendable libro de periodismo ‘El fin de una era’, los tiempos que corren aprietan la mordaza, todavía más en la prensa local. Recientemente han pasado por nuestras administraciones los manifiestos de la federación de asociaciones de periodistas (FAPE) recordando que «sin periodismo no hay democracia». Siempre me ha parecido un lema tan ambiguo como incompleto, porque, a decir verdad, tampoco el periodismo garantiza la democracia, si por periodismo tenemos los medios comprados por tipos como Aguirre o Bono; y por democracia, a estos dos iconos del poder político autonómico que, eso sí, arrasaban en las urnas.
Si a esto le añadimos otras prácticas tan comunes hoy por hoy como las amenazas y las llamadas al orden tras publicar una información, los impagos de las administraciones, los cambios de sección o despidos sugeridos desde los despachos, las negativas a facilitar información a la prensa, las ruedas de prensa sin preguntas (Cospedal volvió a hacerlo en el aniversario del Buero Vallejo) o las maniobras para dar publicidad a la carta… tenemos que, en realidad, el lema más atinado sería «sin democracia no hay periodismo».
Por eso, quienes aprietan la mordaza, aquellos que respaldan estas prácticas (y lo saben) harían bien en ser coherentes, no aprobar con su voto manifiestos que dicen lo contrario ni ocupar su asiento en los actos sobre libertad de expresión. También deberían no convocar premios que encarnen los valores de, por poner el caso más próximo, Manu Leguineche, premio que surgió de una presidencia que no predicaba precisamente con el ejemplo. O, al menos, cabría esperar que nos evitasen tener que escuchar la moralina de la libertad de expresión en sus discursos y en las felicitaciones al premiado. Al final, más pronto que tarde, acabamos por vernos las caras. Y no son las palabras, sino los hechos, los que nos retratan.
[Aprovecho para felicitar a la compañera Bea Pariente por su premio Libertad de Expresión. Si un galardón con el peso del nombre que este tiene sirve para reconocer algo más que un reportaje, y me gustaría pensar que sí, en su caso resulta del todo merecido: no es fácil encontrar a un compañero que reúna tantas condiciones profesionales y humanas, que haya construido una carrera periodística tan sólida e intachable sin armar ningún ruido y que tenga tan presente el compromiso con el señor que cada día (ahora, dos veces por semana) acude al quiosco para saber qué fue lo que pasó. Enhorabuena, Bea; y a ustedes, lectores, feliz Navidad y feliz 2013].
Gran artículo como siempre, compañero. Como no podía ser de otro modo, me uno a las reivindicaciones expuestas y, por supuesto, a la felicitación por el reconocimiento a esa gran profesional que es Bea Pariente. Ahora, una vez más, debo hacer gremio y subrayar de nuevo que el periodismo no son (sois) sólo los periodistas: que en cada redacción, emisora de radio, estudio de TV, etc, hay grandísimo profesionales (técnicos, fotógrafos, editores, realizadores, cámaras, etc) que llevan (llevamos) toda la vida siendo los parias de esta profesión, sin un colegio o asociación o similar que nos ampare o defienda ante algunos atropellos que, seguro, más de uno no se creería. Espero que algún día alguien dedique unos minutos y unas líneas a quienes desde la trastienda hemos hecho mucho más de lo que nuestros contratos nos exigían sin más recompensa que la indiferencia de antes y, en estos tiempos oscuros, el despido indiscriminado amparado por la Ley. ¡Salud, amigo!
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Toda la razón. Los gráficos, maquetadores y demás compañeros que han trabajado conmigo saben que siempre les he tratado como a iguales, pero no está de más que lo subrayemos, porque es cierto. ¡Gracias! Rubén
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Amén, Rubén…. y casi que te quedas corto.
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Creo que lo verdaderamente triste para los periodistas de Guadalajara es pensar que han desaparecido todos esos medios y sin embargo la vida sigue igual. Es decir, que eran perfectamente prescindibles. Aunque solo fuera por una vez no estaría mal hacer algo de autocrítica y dejar de echar la culpa de su propio fracaso a los editores a los políticos y al sursum corda.
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Eso sería totalmente coherente si nos creyésemos que en Guadalajara la singularidad de no tener un diario resulta del convencimiento de que sus profesionales son peores que los de Zamora, Murcia o Jaén (y no lo creo) o si los medios que hubiesen caído aquí hubiesen sido precisamente los que tenían peores periodistas y no absolutamente todos los diarios. La autocrítica es buena (y la hacemos más de un día) pero, francamente, creo que el motivo por el que a la mayoría nos pusieron de patitas en la calle tiene mucho más que ver, en efecto, con los editores, los políticos y con el sursum corda. Rubén.
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Rubén!!!!! Madre mía con lo que me he encontrado, pero si le habéis puesto hasta foto!! jiu jiu!! Ni premio ni nada, lo mejor de todo esto han sido los mimos que me han regalado amigos como tú. En estos tiempos tan difíciles leer unas palabras escritas con tanto cariño es algo muy importante para mí, te lo digo de corazón.
Ese apañero de la exdiagonal, seguidor del Profesor Wilson, sabe que el aprecio es mutuo desde que nos conocimos, hace nueve años!!! Recuerdo esos vermús plagados de cacahuetes… y esa mirada soñadora, inconformista, sincera e inteligente…
Gracias, Rubén, por algo tan bonito…
Al resto de El Hexágono un abrazo grande por crear un espacio para la reflexión diferente. ^^
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