Al rescate del balonmano

El equipo español, en el podio después de proclamarse campeón del mundo de  balonmano. // Foto: www.as.com

El equipo español, en el podio después de proclamarse campeón del mundo de balonmano. // Foto: http://www.as.com

Por Roberto del Barrio

Permítanme la licencia. Voy a aprovechar el título mundial de la Selección para hablar de balonmano. De ése y del más cercano, el de la Guadalajara que un día vibró -allá por los 90 del siglo pasado- y ahora disfruta de su particular revival en la Liga Asobal. Vivimos en un país futbolero, extremadamente futbolero, que todo lo reduce y lo enfoca al mítico balompié, gigante de masas y dueño de todos los focos. Es evidente que la convivencia con ese monstruo mediático convierte la lucha en algo muy desigual, tanto como que las grandes gestas enganchan y enamoran. En la vida y en el deporte, no cabe duda.

La del equipo nacional en el Campeonato del Mundo ha reavivado el fuego abierto hace ocho años. España tiene un doble título mundial (2005-2013) y eso le ha devuelto a la primera línea de interés este fin de semana, con un reguero de bombardeos en las redes sociales y en las audiencias televisivas equiparables al máximo nivel. Muchos de los hombres de Valero Rivera pedían en sus eufóricas declaraciones, nada más colgarse el oro, un mayor respaldo, difusión y respeto a este deporte, de alguna forma ese empujón definitivo que no acabó de producirse después del primer título en Túnez.

Coincido en la petición, pero trato de analizar el panorama reinante para llegar a algunas conclusiones. En cierto modo, el caso del balonmano me recuerda al del baloncesto. Deportes apasionantes y repletos de alicientes y éxitos apabullantes a nivel internacional, pero encorsetados por las circusntancias. En ambos casos me inclino por una teoría casi demográfica. Más allá de la Selección -a todos nos gusta ponernos la camiseta en las semifinales del torneo de turno-, la Asobal se construye sobre las desiguadades y se solapa en sus referentes con el papá fútbol. Barcelona y Atlético de Madrid dictan su ley jugándose el título en los duelos directos y con un potencial inalcanzable para sus rivales, casi todos venidos a menos por las dificultades económicas. A ese déficit de alicientes competitivos -es difícil vender una historia de la que ya se conoce el final- hay que sumarle que otras capitales potentes y potenciales de audiencia e interés (se me ocurren Bilbao, Málaga o Valencia) no tienen protagonismo en la Liga.

Si a la aplastante superioridad de los dos grandes se le suma la crisis de patrocinios en los humildes y la poca oposición de ciudades-aficiones con un arrastre lo suficientemente numeroso como para asegurar audiencia, el escenario se reduce. Y algo así sucede en la Liga ACB de baloncesto, durante décadas mal vendida a los medios, y también eclipsada por la maquinaria del fútbol. En ella se reproduce el duelo Madrid-Barcelona y las alternativas, salvo la siempre entregada Vitoria (Baskonia), son precisamente esas grandes ciudades a las que me refería antes. En el baloncesto sí tienen representación en la élite (Bilbao, Málaga, Valencia), pero evidentemente se trata de capitales muy volcadas históricamente con el fútbol. La manta no cubre todo y, obviamente, siempre se acaban descubriendo los pies de los deportes minoritarios. El fútbol arrincona al baloncesto; el fútbol y el baloncesto minimizan el mercado del balonmano en las taquillas y en las televisiones… Y así sucesivamente.

Valero Rivera, que jugó en el Quabit BM en la 2008-2009, alcanzó ayer la cima mundial. // Foto: www.as.com

Valero Rivera, que jugó en el Quabit BM en la 2008-2009, alcanzó ayer la cima mundial. // Foto: http://www.as.com

España suma 25 Copas de Europa de clubes entre baloncesto y balonmano (11 y 14) y sus respectivas seleciones han conseguido recientemente proclamarse campeonas del Mundo, además de estar instaladas en las élites europea y olímpica. Pero es palpable que eso no alcanza para «enganchar» del todo a aficionados, instituciones y medios de comunicación, sin querer eximir de responsabilidad a estos últimos, que quede claro. Los tediosos sistemas de competición (los torneos coperos sí lucen) y la tradición que marca la longevidad del fútbol seguramente también influyan, como la menor accesibilidad a estos deportes -al fin y al cabo los niños crecen con un balón de fútbol y apenas necesitan dos mochilas o una puerta trasera para creerse el ídolo de moda y practicar-.

Guadalajara y su trocito de Mundial. Pero no quiero convertir estas líneas en un artículo pesimista. Este segundo Mundial debe ser un trampolín, la forma en la que el balonmano se rescate de las mazmorras. Y todo lo anterior puede extrapolarse a Guadalajara. Esta ciudad se volcó en los 90 con el deporte del 40×20, hasta aquella fatídica desaparición que ha hecho que toda una generación desconozca su belleza y su identidad. El renacimiento del Balonmano Guadalajara en el 2007 puso de nuevo en ruta todo aquello, pero el camino requiere de paciencia y tiempo. De un trabajo de campo que siembre el germen en los colegios y que haga despertar a una masa social más amplia (eso sí, la fidelidad de la hinchada del Quabit es absoluta, otra seña clara del balonmano). Guadalajara responde al perfil de ciudad pequeña en la que suele arraigar ese sentimiento, aunque también es un hecho que a la afición alcarreña, quizá por la falta de historia en la élite de sus equipos, le cuesta identificarse, crecer y asentarse.

El tiempo dirá si el balonmano está a tiempo de crecer en España y en Guadalajara, de hacerse un hueco de mayor privilegio en el panorama deportivo y mediático del país. Desde luego, Guadalajara tiene motivos más que suficientes para intentarlo, fundamentalmente un club estable asentado en la Asobal y su particular trocito de Mundial, un impulso más. Además de la Copa Presidente, Valero Rivera, el hombre del laurel por excelencia, colaboró con la entidad alcarreña en sus primeros años de vida, mientras su hijo, flamante campeón del mundo con actuación estelar incluso en la final, dejó su inmensa calidad en el San José en aquella temporada 2008-2009 en la que ya se rozó el ascenso (fue el máximo goleador de la División de Honor B). El balonmano vive y vuelve a llamar a la puerta. Abrámosla y disfrutemos.

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