Por Marta Perruca
Esta semana he pulsado el botón.
Es agotador permanecer las 24 horas del día en un estado de constante crispación, mirando por el catalejo del desempleo un futuro que ya no sé si existe, maldiciendo lo injusto porque es injusto y me atrevería a decir que irreparable, mientras los telediarios no hacen otra cosa que escupir casos de corrupción. Y todo parece estar podrido y entonces me pregunto ¿dónde está la salida?
Así que decidí apretar ese botón que dice “desconectar” –off en inglés- y los efectos fueron inmediatos.
Esta semana me he exiliado del mundo. He hecho las maletas y me he plantado en mi pueblo, Molina de Aragón, ese lugar donde parece que el tiempo se ha detenido para siempre, donde todo permanece igual por mucho que el reloj de la torre se empeñe en marcar cada uno de los minutos en su esfera iluminada.
Aquí la vida transcurre despacio y en silencio, y esas sensaciones que enmascara el vertiginoso día a día de la ciudad, emergen por doquier, se palpan a cada instante, con cada paso.
Desde aquí los problemas se divisan como diminutas hormigas que bien puedo aplastar entre mis dedos u ocuparme de ellos en otro momento, cuando decida volver.
Mientras contemplaba cómo el cielo se desprendía sobre esos enormes rascacielos rojizos del barranco de la Hoz, dejando sobre ellos una cobertura de nata, no existía nada más. El agua se escurría de los riscos en forma de carámbanos y el viento tallaba las rocas con un silbido a su paso, y yo no era más que un ser diminuto e insignificante en medio de la nada.
He visto cómo el agua tropezaba con virulencia en las rocas calizas del parque natural del Alto Tajo, en el gran salto de Poveda donde canta canciones de una lejana tempestad; canciones que son susurros en la Fuente de la Toba. Allí las rocas dibujan pliegues, se levantan como cuchillos, se muestran abriendo ojos o se hunden en cavidades, pasadizos o cuevas donde aletargan nuestros sueños por siempre jamás.
A veces todo es cuestión de perspectiva y hasta el ser más diminuto puede gobernarlo todo cuando se alza sobre una gran altura, que le permite aprehender la tierra hasta sus confines, dominar y admirar de un vistazo todo el Parque Natural en lo alto de una sima en forma de mirador.
Y me he sentido realmente privilegiada porque efectivamente tenía ante mis ojos los más bellos paisajes sólo para mí, como si la naturaleza estuviera en ese estado y en ese preciso momento únicamente para que yo pudiera disfrutarla.
También tuve la sensación de que algo estaba cambiando durante la IV Feria de la Trufa, al comprobar cómo a pesar de que contó con menos apoyo económico que en ediciones pasadas, y de que el temporal de nieve frustró la participación de algunos productores sorianos, cada año se nutre más con la participación de establecimientos locales y restaurantes, que aportan su granito de arena elaborando platos, tapas, embutidos, carnes y demás productos con este manjar gastronómico. Sentí que las personas también pueden ser grandiosas, como la naturaleza, cuando se trata de voluntad.
Esa sensación se manifestó, de la misma manera, mientras vagaba por el Museo de Molina, surgido de una iniciativa particular, de un conjunto de vecinos que un día decidieron que esta comarca merecía tener un museo y pusieron a disposición del mismo sus fondos personales. Con el paso de los años se han multiplicados sus fondos, sus inquietudes y sus aspiraciones y hoy quieren que toda la comarca reciba el marchamo de calidad de la UNESCO y sea declarada Geoparque.
Y entusiasmado se acerca uno de los responsables con buenas noticias. Él también tiene sensaciones y parece que esta vez –a la tercera va la vencida- hay verdadera voluntad de evaluar los parabienes de esta zona.
La Diputación Provincial daba el visto bueno, por unanimidad, a una declaración institucional de apoyo al Geoparque, al mismo tiempo que se recaba el apoyo de las corporaciones locales de la zona. Estos trámites podrían parecer anecdóticos, pero van mucho más allá de una mera declaración de intenciones por parte de las administraciones competentes. Se trata de un requerimiento de UNESCO España para emitir una carta de adhesión al proyecto a petición de la Red Europea de Geoparques, quien a la postre, de cara a la primavera, tendría que mandar una comisión evaluativa a la comarca, cuyo veredicto se conocerá en la XII Conferencia de Geoparques Europeos, que se celebrará en septiembre de 2013 en el Geoparque de Cilento e Vallo di Tiano (Italia).
Se trata de un marchamo de calidad que pondrá a Molina, Guadalajara e incluso a Castilla-La Mancha en el mapa, no solo desde el punto de vista de la comunidad científica, sino también en lo que se refiere al turismo en general. El Geoparque es una oportunidad de futuro para una tierra de escasos horizontes, un importante nicho de negocio, pero ante todo, una necesidad. Pues bien, ahora estamos más cerca que nunca de que sea una realidad.
El de Molina sería el único Geoparque al que se le ha exigido esta prueba de adhesión, lo que desde mi punto de vista pone en evidencia dos cuestiones importantes: La primera, que UNESCO España no ha valorado suficiente la adhesión de los distintos organismos implicados en el proyecto molinés, una de los aspectos que tiene muy en cuenta la Red Europea, que no solo repara en la riqueza geológica de una zona, sino también en su infraestructura turística y en la implicación de sus gentes en el mismo; la segunda y , en mi opinión, la más importante es que, en esta ocasión existe una verdadera intención de evaluar la candidatura molinesa, algo que no llegó a ocurrir en los dos ejercicios anteriores.
Ya expliqué en otra ocasión que esta comarca cuenta con casi todos los ingredientes para ser Geoparque, solo faltamos nosotros, un último esfuerzo para llegar a la línea de meta…
Esta semana he apretado el botón de «desconectar» y del silencio han emergido a raudales sensaciones y sentimientos que vagaban desorientados en medio de esta vorágine cotidiana de acontecimientos de difícil signo. Y me he sentido diminuta e insignificante y he aprehendido la grandeza y ahora pienso, por qué no, que todo es posible.