Por Yago López
El pasado sábado 25 de junio un ciclista falleció en las carreteras de Guadalajara al ser atropellado por un turismo cuando circulaba por una vía del término municipal de Alhóndiga. No es el primer accidente de este tipo -ni muchísimo menos- que ocurre en las carreteras regionales de este país y, sin embargo, los esfuerzos de los distintos organismos en labores de educación vial, enfocadas a respetar al ciclista como una parte más de la circulación, continúan dejando mucho que desear.
Todos aquellos que hemos cogido la bicicleta por las carreteras de la provincia sabemos bien de lo que hablamos. No creo que ningún usuario habitual no haya tenido más de una experiencia negativa con algún vehículo al que ha visto pasar demasiado cerca. Muchos han decidido abandonar las carreteras y otros tantos directamente la bicicleta debido al poco civismo de algunos conductores. Sin embargo, poco o nada se habla de esto fuera de los círculos de los aficionados a este deporte.
Eso sí, como a la Dirección General de Tráfico le preocupa tanto la seguridad de los ciclistas ha decidido que es una insensatez conducir la bicicleta sin llevar casco aunque el recorrido discurra por la ciudad. Una medida que aunque aún no ha entrado en vigor pretende incluir en la nueva Ley de Tráfico. De esta forma, si uno pretende desplazarse en este medio, por ejemplo para ir a trabajar, no debe olvidar proteger su cabeza si no quiere enfrentarse a una buena multa.
Lo último que pretendo es entrar en el enrevesado debate sobre la libertad personal versus la seguridad general de la población. No es mi intención divagar sobre si uno es libre de jugarse la vida no llevando casco o no poniéndose el cinturón o es la sociedad, y más concretamente sus normas, las que deben imponer una práctica en post del interés general de los ciudadanos. Este asunto tiene demasiadas aristas y exigiría un análisis filosófico que no me sale a cuenta ni a mí ni a los lectores.
A lo que voy con este artículo es simplemente a pedir a las instituciones –el Ayuntamiento de Madrid ya ha realizado una declaración institucional oponiéndose al uso obligatorio del casco en la ciudad- un poco de sentido común. La probabilidad de que alguien se mate por una caída en bicicleta cuando circula por la ciudad, máxime si su objetivo es trasladarse de un punto a otro utilizando la bici como un medio más de transporte y no participando en ninguna clase de carrera suicida, es prácticamente idéntica a aquel que se desplaza andando. Podría comprender de alguna forma la medida si hubiera una alarmante estadística de accidentes graves de este tipo entre el colectivo ciclista, pero lo cierto que aunque habrá algún caso, son muchos más por ejemplo los atropellos sufridos por peatones –cierto es que su número también es bastante mayor- y a nadie en su sano juicio se le ocurre proponer que los viandantes salgan a la calle portando una chichonera.
Llegado a este punto no me queda más remedio que calificar la medida que pretende imponer la DGT como una ocurrencia sin sentido ninguno que, lejos de llegar para solucionar alguna clase de incidencia, lo único que provocará, como ya ha sucedido en los lugares donde se ha aplicado este tipo de normativa, es una severa reducción del número de personas que conciben la bicicleta como una alternativa en su movilidad urbana. Se verán más cascos por la ciudad, de eso no hay duda, pero también muchos menos ciclistas.
Pero aún en el caso de pasar por el aro, y aceptar el casco como un elemento obligatorio en la circulación en bicicleta, sea en el espacio que sea, ¿no hay otros aspectos mucho más prioritarios y preocupantes en esta materia?, ¿no es un poco absurdo extremar hasta ese punto la seguridad personal de los ciclistas y no regular el estado de carriles bici como el de Guadalajara, plagado de puntos negros e intermitencias en el recorrido que obligan a sus usuarios a incumplir las normas más básicas de circulación si no quieren bajarse de la bicicleta una y otra vez? y ¿no parece más sensato buscar una solución a los atropellos a los ciclistas por parte de turismos y camiones en las vías regionales y comarcales –que son los más habituales- y dejarse de marear la perdiz con el uso del casco en ciudad donde se cuentan con los dedos de una mano los accidentes graves?
Se trata sólo de razonar y no de recaudar y hacer desaparecer el único medio de transporte no contaminante de una ciudad. Es pura lógica, aunque parece que en estos tiempos el raciocinio está en cuarentena.