Sueños y desvelos de un futuro rural

Cartel del Día de la Tradición Serrana. // Foto: Asociación Serranía de Guadalajara

Cartel del Día de la Tradición Serrana. // Foto: Asociación Serranía de Guadalajara

Por Marta Perruca

Quién lo habría dicho. Yo no, desde luego. El caso es que hace unos días nos mostrábamos incrédulos cuando recibíamos una foto por el “Whatsapp” de nuestro compañero de los viernes, Yago López, tocado con un gorro de paja y mostrándonos orgulloso sus espinacas, guisantes, cebollas, lechugas y demás hortalizas. Y es que, acuciado por la crisis, se ha embarcado en una cooperativa de agricultores ecológicos, de esos que cultivan, labran la tierra y recogen la cosecha como lo hacían nuestros abuelos, sin productos químicos ni mierdas varias. Así que, aprovechando una de nuestras asiduas citas hexagonales,  le encargamos la cesta de la compra y, desde la semana pasada, todos nos hemos dado a una dieta un poco más saludable.

Precisamente, también me comentaban que, como  fruto de la inquietud que está sembrando un grupo molinés, del que hablaba hace algunas semanas, y que apuesta por el trabajo cooperativo como motor de desarrollo en el medio rural, ha surgido una iniciativa que pretende sacar adelante la cría de gallinas de campo en el Alto Tajo. Y ya no sé si es fruto de la casualidad o de que tengo los sentidos en estado de alerta en relación a este tipo de iniciativas, pero mi amigo Sergio me contaba además, que un amigo en común, pasto de los recortes de Geacam, ha regresado al pueblo de sus padres para resinar los pinos de la Sierra Norte.

Y es que mi médico, fiel seguidor de este blog y al que mando un cordial saludo, me instaba a hablar esta semana del “Día de la Tradición Serrana”, que se celebrará este sábado, 22 de junio, en la localidad de Robleluengo a iniciativa de la Asociación Serranía de Guadalajara. “Podrías hablar –sugería- de los usos tradicionales ganaderos y agrícolas que se han ido perdiendo y que pueden ser entendidos como oportunidades de futuro en estos tiempos de crisis”. Me decía que se podrían ir recuperando las cabañas ganaderas propias de nuestras sierras, que ahora son casi anecdóticas,  y apostar por la producción tradicional, que paulatinamente está siendo sustituida por semillas tratadas genéticamente, provenientes del extranjero y cultivos extensivos intoxicados de productos químicos donde prima sobre todo la producción sobre la calidad. En definitiva, me hablaba de una idea sobre la que insistimos a menudo en este espacio: primar los valores rurales cuando las administraciones parece que están empecinadas en recortarnos servicios y en poner fecha de caducidad a aquellos pequeños asentamientos de la provincia en los que todavía resisten, a duras penas, algunos tozudos pobladores.

Justo una semana más tarde, el 29 de junio, y en la misma línea, El Pobo de Dueñas, en la comarca del Señorío de Molina, celebrará una feria de alimentos, artesanía y servicios con la que  pretende promocionar el tejido productivo existente en la zona.

Y, ¿por qué no? Puede que el próximo sábado, cuando los vecinos de Robleluengo, Valverde de los Arroyos, Majaelrayo o Campillo de Ranas muestren a los visitantes los métodos tradicionales de esquilar ovejas y la manera en la que se trata y se teje la lana, a alguien se le pueda ocurrir, por ejemplo, establecer una pequeña industria lanera en alguna de estas localidades serranas, o que la muestra de El Pobo inspire el nacimiento de otros modelos de negocio tradicionales y artesanos basados, quizá, en los productos de la tierra y en los distintos talentos de sus gentes.

Puede que los trabajos de resinación inspiren la  reapertura de puertas de aquellas antiguas industrias resineras localizadas en nuestros pueblos, con el fin de hacer más rentable la extracción de la resina, que ahora se vende a Soria o a Segovia o, qué sé yo, tal vez alguien entienda que afianzar las explotaciones ecológicas en la huerta del Henares con una marca de calidad pueda ser una oportunidad de negocio para el sector agrícola de la provincia.

Una de las cosas que he aprendido desde que se ha avivado en mí la llama de la fe en el Geoparque de la comarca de Molina de Aragón y el Alto Tajo es que la particular orografía de cada territorio es determinante de su propio entramado socioeconómico y que, por tanto, no solo condiciona el carácter más abierto o cerrado de sus gentes, sino que además perfila su sistema económico y productivo.

Desde mi punto de vista, siempre personal e intransferible y llevado al extremo,  puede ser que en las últimas décadas hayamos sido víctimas de un burdo engaño. Que nos dijeran que los tiempos habían cambiado y que los usos tradicionales y las pequeñas industrias que habían puesto un plato sobre la mesa de nuestros abuelos, bisabuelos y varias generaciones atrás, se habían quedado obsoletos y que en los pueblos solo vivían los paletos. Entonces teníamos que hacer el petate, dejar atrás nuestros municipios tiritando de frío y perdidos en un eco ausente del bullicio de sus gentes, para apelotonarnos en las fábricas con jornadas intensivas de trabajo y condiciones cuestionables.

También debíamos estudiar una carrera, pero no para aprender a pensar y formarnos profesionalmente en algo con lo que contribuir a nuestra sociedad rural sin oportunidades, sino para marcharnos y formar parte de ese frenético nuevo orden productivo de autómatas descerebrados. Nos lo creímos a pies juntillas cegados por el resplandor de “un progreso” que estaba de moda, cuando ya habíamos perdido por completo el horizonte, cuando nos olvidamos de que el progreso solo es positivo cuando sirve al interés general.

Y conste que yo no firmo por volver a la estufa de leña, aunque ahora las hay muy prácticas y funcionales, solo que lo llaman biomasa; a las arduas labores del campo o a viajar en un coche tirado por mulas, pero creo que perdimos mucho cuando nos embarcamos en una revolución industrial atroz y a trompicones, como se hacen las cosas en este país, sin atender a una lógica productiva e imponiendo un modelo absurdo que aglutina a una cantidad ingente de personas en centros urbanos relativamente  pequeños en comparación con el vasto territorio rural que dejamos abandonado a nuestras espaldas. Pueblos que antes estaban llenos de vida y por los que ahora vagan los fantasmas.

A menudo me pierdo en mis pensamientos y entonces contemplo un campo de batalla en el que se debaten mis sueños con mis peores pesadillas. Un escenario onírico donde pugnan un modelo en el que el medio rural tire del carro para salir de la crisis, rescatando tradiciones sostenibles que apuesten por la calidad, alimentadas por las técnicas novedosas que hemos aprendido con las luces del progreso; con otro de oscuras intenciones, en el que los recortes y las reformas que nos desposeen día tras día de nuestros derechos, no esconden otra cosa que el rearme silencioso de un capitalismo más cruel y atroz, si cabe, que solo busque una clase obrera más vulnerable, atontada –por nefastos planes educativos- y desesperada por el hambre, que no cuestione sus prácticas y se ponga a su servicio sin rechistar. Pero vamos, no es más que otra de mis visiones personalísima, intransferible y, como decía, llevada al extremo ¿O no?

1 comentario en “Sueños y desvelos de un futuro rural

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.