Tristeza de cementerio

La tradición marca visitar el cementerio en Día de Todos los Santos. // Foto: El Día de Guadalajara/ Nacho Izquierdo

La tradición marca visitar el cementerio en Día de Todos los Santos. // Foto: El Día de Guadalajara/ Nacho Izquierdo

Por Marta Perruca

Recuerdo esas mañanas frías de mi infancia cuando, al llegar el 1 de noviembre, subíamos al cementerio, atendiendo a esa curiosidad infantil que en aquella temprana edad despertaba la muerte. Entonces la muerte era una realidad tan lejana que no nos pertenecía, como si estuviéramos predestinados a ese estado de inmadurez pueril eternamente.

En esos días, recorríamos todas las tumbas y panteones, desentrañando algunas de las historias que un día nos contaron o que quizá, simplemente, inventamos evocadas por una fotografía de lápida, una fecha o un epitafio. Historias de personas que un día palpitaron y que ya no estaban. Y es que los camposantos siempre me han producido esa sensación. Es la tristeza de cementerio, de melancolías que se instalan en el pecho y dificultan algo tan corriente como respirar.

Con la festividad de Todos los Santos las flores rebosan las aceras a las puertas las floristerías y los escaparates de las pastelerías lucen repletos de “huesos de santo” y buñuelos; la DGT alerta sobre el incremento en el número de desplazamientos –este año se calculan en torno a los 130.000 por las carreteras guadalajareñas-. Ya se sabe, que estos días son jornadas de desplazamientos cortos a los cementerios de los pueblos, pero también de aquellos que, aprovechando el puente, hacen unas maletas de escapada. Y eso, leía en Twitter, nos recuerda que Guadalajara sigue buscando su marca turística, que tiene cien mil encantos que todavía no han aprendido a venderse, pero ésta es harina de otro costal.

Ahora, en la capital, pero también cada vez más en los pueblos, aparecen bandadas de brujas, calabazas naranjas y personajes monstruosos de película de miedo. Los comercios y establecimientos hosteleros se disfrazan de Halloween, porque a las tradiciones propias se nos suman las ajenas en un momento en el que se desdibujan las fronteras, al menos culturales.

También son días de Juan Tenorio, que en la capital se vuelve mendocino por los parajes más representativos de la nobleza arriacense de otra época, que todavía se mantienen en pie.

Pero a mí estos días me dejan tristeza de cementerio, cuando el 1 de noviembre nos recuerda esa frase lapidaria: “Polvo somos y en polvo nos convertiremos” y recuerdo esa niñez, que parecía eterna y que cada vez se divisa más lejana, y me envuelve la melancolía de los que un día pasearon por las calles con su traje de carne y hueso pero, como todos haremos algún día, se marcharon.

Y es que, a menudo, con el frenesí de la vida cotidiana nos olvidamos de que estamos vivos, quizá porque nunca ha sido de otra manera. Y como decía José Luis Sampedro, la vida no es solo un derecho, sino una obligación. Tenemos la obligación de vivir y de hacerlo lo mejor posible. Esa es otra cuestión que solemos guardar en un bolsillo roto: Tenemos que hacerlo lo mejor posible, porque esto de vivir no es más que una carrera de relevos y somos los responsables de ese testigo que dejaremos a los que vengan después.

Los cementerios están repletos de historias, de los que anduvieron por este camino antes. Algunas todavía se cuentan a lo largo de los siglos; otras son pasto de las llamas del olvido y las hay que se siguen escribiendo, porque existen plumas inmortales.

Desde hace tiempo me obsesiona esa idea en la que insisto tantas y tantas veces en este foro… Estamos en un momento decisivo, en el que, más que nunca, tendremos que dar cuenta en un futuro de las decisiones que tomemos. Y nos damos cuenta ahora, cuando se nos ha pasado la hora y podría decirse que ya es demasiado tarde, porque en otros días nos dormimos en los laureles y soñamos el engaño mismo de esta vida: creímos que iba a estar ahí siempre porque no conocemos otra cosa. Así nos tragamos el cuento de que se habían terminado los ciclos en la economía y no habría más crisis, y ya está.

Pero al margen de que los vientos sean o no favorables, tenemos la obligación de vivir y de hacerlo lo mejor posible, porque “cada paso que se da deja una huella, que lejos de borrarse se incorpora, a tu saco tan lleno de recuerdos, que cuando menos se imagina aflora”, cantaba Pablo Milanés.

La crisis en mi pueblo, en Molina de Aragón, ha puesto en pie de guerra a un grupo de ciudadanos que están convencidos de que otra realidad es posible y que se juntan cada quince días para soñar oportunidades en una zona en la que nos dijeron que no existían. Y descubren que imaginar un sueño es el primer paso para hacerlo realidad y, de esta manera, estos encuentros han puesto en contacto a personas en sintonía que han logrado poner en marcha una idea de negocio. El grupo “Comarca de Molina” ha impulsado iniciativas constructivas, que a su vez han inspirado otras, como la web “Exportando talentos”; organizan, por ejemplo, cuadrillas de limpieza para concienciar a la población de la importancia de mantener limpia esta ciudad; han creado un foro en Facebook, de una gran participación, donde se discuten temas de interés, se comparten ofertas de trabajo y se publican experiencias enriquecedoras. En definitiva, son personas a las que el desempleo les ha dado otro punto de vista, no tan negro.

Y no sé a vosotros, pero a mí la tristeza de cementerio me evoca estas sensaciones de melancolía. Entonces pienso que no estaremos aquí para siempre y, aunque sea paradójico, me doy cuenta de que estoy viva y de que tengo la obligación de vivir y de hacerlo lo mejor posible.

Aunque corran tiempos difíciles hay una cosa que no podemos pasar por alto: No estamos muertos y todavía podemos hacer que se escuche nuestro latido.

Los puñeteros amos

Por Rubén Madrid

El escritor Pérez Reverte, en el programa 'Salvados' de La Sexta.

El escritor Pérez Reverte, en el programa ‘Salvados’ de La Sexta.

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Ha causado cierto revuelo entre algunas mentes inquietas el artículo rescatado en la pequeña pantalla por el programa ‘Salvados’ y que firmaba hace ya un porrón de años (en noviembre de 1998) el escritor cartagenero Pérez Reverte. Aludía en él y con enorme anticipo a la que se nos ha caído encima y pareciera que lo veía todo a través de una bola de cristal. Dice a lo largo de este texto muchísimas cosas, todas premonitorias, pero rescato dos: «nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena»; y «mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda».

No deja de resultar curioso que el artículo llevase por título ‘Los amos del mundo’, casi el mismo que pusiera el pensador Jean Ziegler a un ensayo tremendo que hace también más de una década alertaba sobre el injusto orden mundial que estábamos fabricando y consintiendo, y que no sólo tenía la inhumana costumbre de matar de hambre a la mitad de nuestra especie, sino que estaba diseñando un reglamento de juego bastante temerario para nuestro mejor de los mundos posibles.

Acudan, si es posible, a las bibliotecas o las librerías para hacerse con un ejemplar de este ‘Los nuevos amos del mundo’. Su lúcido análisis del capitalismo actual no sólo retrata a los mercados que dominan la política mundial y local, en un sentido similar al de otras firmas clásicas como Noam Chomsky, Naomi Klein o Ignacio Ramonet, sino que se adelanta con pasmosa clarividencia a los hechos que estamos viviendo. Algunas de sus frases resultan escalofriantes por su vigencia.

Cuando Ziegler describe los chantajes del FMI» desde Washington hacia los estados de Argentina o Nigeria y recuerda que se hacían en nombre de la colaboración con la pobreza, pero imponiendo condiciones imposibles de cumplir, en realidad se adelantaba a describir lo que está sucediendo con la extensión de estas prácticas y modales con Bruselas hacia los países pobres (de Europa). Estos países mediterráneos en los que el mediático profesor de Economía Gonzalo Bernardos ya ve el nuevo sureste asiático: somos, dice, la nueva Indonesia.

Cambiemos a los hombres de negro y a la troika por los «los mercenarios del FMI», como los llama Ziegler, y veremos un antecedente directo en las exigencias que imponían desde Washington a los países pobres, que a cambio de los préstamos tenían que firmar una carta de intenciones con «una lista de reformas interiores, reducciones presupuestarias, ajustes fiscales, etc» que en su conjunto componían «un plan de ajuste estructural». Seguro que les suena.

Hay más reflexiones sorprendentes, como que «un hombre que es presa constante del miedo de perder su empleo, su salario y sus derechos, no es ya un hombre libre». Y todo esto no lo dice el secretario general de ningún partido comunista, ni siquiera un profesor de filosofía en una asamblea de perroflautas. Es la reflexión de un pensador liberal que trabaja en la ONU y que ha visto cómo los amos del mundo se salen con la suya, pisoteando, si hace falta, a los agricultores y pastores del África negra.

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Todo esto tiene también mucho que ver con lo que ocurre en nuestro entorno más próximo. Los amos del mundo son, también, los amos de este rincón del mundo. De nuestra pequeña ciudad. Amos porque tienen la capacidad, como ya avisaba Pérez Reverte, de enviar a un don nadie -pongamos por caso un señor de Manantiales o una señora de Azuqueca- al paro «en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro». Y amos porque tienen, cada vez más, la propiedad de lo que antes nos pertenecía a todos. Y privatizar es privar de algo al que no pueda ‘repagarlo’.

La privatización de un servicio es una opción admisible en algunas circunstancias. Uno puede entender que una administración admita que ante la necesidad de ofrecer a sus ciudadanos un servicio necesario, inaplazable, urgente, pueda poner la tarea en manos de una empresa que a cambio de realizar la inversión necesaria acabe por sacarle el margen de beneficios que le permita amortizar y, más tarde, rentabilizar el esfuerzo. Compran un suelo,un edificio y levantan un negocio. Nada que objetar.

privatizacion chistePero no es eso lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Día sí y día también, vemos cómo las administraciones ponen en manos de empresas privadas no sólo futuros proyectos, sino servicios que tenían un funcionamiento aceptable e instalaciones muy costosas que habían sido pagadas con el dinero de todos. Les ceden instalaciones públicas para que cobren entrada o directamente les dejan la gestión en sus manos garantizándoles que se derivarán los necesarios fondos públicos a través de las partidas presupuestarias.

Cuando el polideportivo, el hospital, el centro de salud del barrio, el consultorio del pueblo, las ambulancias, la guardería, el colegio, el instituto, la facultad, el agua del grifo, el transporte público, la información, el envío de cartas, las telecomunicaciones, las pensiones, el zoo, el teatro, la sala de conciertos, el centro cultural, el asilo para mayores, las plazas de aparcamiento, la limpieza de las calles, el centro de día, las piscinas, las ludotecas, la limpieza de los bosques, la jardinería de los parques, la teleasistencia, los servicios de emergencias, las carreteras y hasta el suelo que pisamos… acaben por estar en manos privadas y los ciudadanos que pagamos los impuestos terminemos por tener que pedir permiso para su uso y disfrute, el espacio público será un lugar regido por la única ley del máximo beneficio. Los amos del mundo (los putos amos, que diría Pep Guardiola) lo serán de veras.

Algo hay de tendencioso, de perverso o al menos de incómodo en toda privatización, cuando quienes la defienden suelen intentar pasar de puntillas sobre el asunto, sin afrontarlas con suficiente transparencia cuando el periodista pregunta, sin responder con concrecciones en los foros institucionales, ocultándola directamente en los medios descaradamente comprados desde los despachos oficiales. Ni siquiera los eufemismos inventados para evitar el sarpullido, como externalización, cesión de la gestión, proyecto de financiación público-privada o licitación, consiguen que el hecho, y no sólo la palabra, sea casi un tabú, como sí, qué ironías, fuese un asunto privado del que no cabe pronunciarse.

La crisis está abriendo camino. Pero no saldremos refortalecidos de ella como ciudad ni como país, sino más pobres, más tocados, peor preparados para la próxima sacudida. El cataclismo en las torres de los señores del mundo replica sin sentido en el empobrecimiento de nuestros colegios públicos, en el cierre de teatros, en la privatización de festivales de títeres o de servicios básicos… Y ocurre con la tentación de hacer megacontratos que dejan en muy pocas manos muchos servicios y con plazos muy superiores a las expectativas de vida de la mayoría de los ciudadanos que votaron en las últimas elecciones. El mensaje es evidente: ámbito público, que es el de todos, está en subasta.

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Dice también Ziegler que «la privatización del estado destruye la libertad del hombre, aniquila la ciudadanía». Por eso conviene abrir espacios, en vez de cerrarlos para dejar nuestras vidas en manos de quienes se reservarán el derecho de admisión conforme a cómo vistamos o el dinero que tengamos. Y hay quien va aprendiendo la lección de esta crisis, entendiendo que a veces no queda más remedio que echar abajo ciertas puertas para abrir ventanas y ventilar una sociedad en la que huele a cerrado.

Hospital Universitario de Guadalajara. // Foto: http://www.clm24.es.

Hospital Universitario de Guadalajara. // Foto: http://www.clm24.es.

Como el pez que se queda sin agua, el ciudadano se asfixia si pierde la calle. Como el tigre al que se le estrecha la jaula, el contribuyente acaba por volverse loco con su andar nervioso en espiral, perseguido por el látigo de los impuestos pero privado de su espacio vital. Y así andamos: hinchando esa burbuja de indignación que, todos lo saben, también explotará. Quien no lo note en nuestros corrillos de la Alcarria es que anda bastante alejado de los pocos espacios públicos que nos siguen quedando. No creo que haga falta que venga Pérez Reverte a avisar de lo que ya es obvio: estamos sobreviviendo por encima de nuestras posibilidades.

Ilusionante expectación

Bimbo ampliará sus instalaciones en Azuqueca de cara a 2015. // Foto: eldigitalcastillalamancha.es

Bimbo ampliará sus instalaciones en Azuqueca de cara a 2015. // Foto: eldigitalcastillalamancha.es

Por Abraham Sanz

La semana comienza en Guadalajara con un pequeño halo de luz positiva. Un nuevo anuncio de los que resuenan y además gozan de trascendencia dentro del mercado laboral: Bimbo ampliará sus instalaciones en Azuqueca así como seguirá incrementando sus líneas de producción. Noticias como estas son las que, y nunca mejor dicho, llegan con un pan bajo el brazo puesto que puede suponer un importante alivio para muchas familias que siguen luchando por encontrar un empleo en una época en la que el ministro de Economía, Cristóbal Montoro, se frota las manos porque la economía española presentó el primer aumento en su actividad desde 2011, eso sí, un aumento del 0,1%.

Cierto es que de unos meses  a esta parte, el runrún circulaba por la localidad azudense de que en esta fábrica precisaban más gente para ampliar sus líneas de producción y esta noticia, pone de manifiesto que aquellos rumores tenían mucho de cierto y que por tanto puede dar un nuevo aliento a un polígono cuya actividad era de lo más desalentadora en las últimas fechas. Si bien se mantenían las grandes empresas que han poblado el polígono de Miralcampo desde fechas lejanas, cierto es que el trasiego de vehículos, camiones y demás, no era el de tiempo atrás y que, no sólo en esta zona industrial, sino que en todo el Corredor, cada vez era más común leer letreros de “Se alquila”; que ver grandes filas de vehículos encaminándose hacia estas zonas de producción.

Aunque todavía no ha trascendido la cantidad de empleo que se genera con esta ampliación de planta, sin duda, dará aliento a la hundida zona del Corredor, otrora el gran impulsor del desarrollo provincial. No estará operativa hasta 2015, puesto que la intención de la empresa es iniciar las obras a mediados del año próximo, un momento en el que también se prevé que entre en funcionamiento otro de los grandes proyectos generadores de empleo anunciados tiempo atrás y cuyas obras deberían culminar en unos meses. Se trata de la puesta en marcha de la plataforma logística de la firma Inditex en Cabanillas del Campo y que permitiría dar empleo a cerca de medio millar de personas. El anuncio, tiempo atrás, ya saturó las dependencias del Ayuntamiento cabanillero de solicitudes para formar parte del equipo que inaugure estas instalaciones que el año que viene, podrían dotar de un empleo a un buen número de vecinos de este municipio.

Noticias ilusionantes sin duda de creación de empleo, pero no dejan de ser pequeñas gotas de positividad dentro de un negro panorama donde, hace un mes vimos como las cifras del paro en Guadalajara siguen superando las 23.000 personas desempleadas. Todo un drama, pese a que estudios de ciertas ETT desvelan que para la campaña de Navidad se crearán cerca de 7.000 empleos estacionales en la provincia que, supondrían un parche para algunas personas pero no les aportaría la estabilidad que muchos anhelan con la consecución de un trabajo.

También supuso un pequeño parche para 188 familias poder acogerse al Plan de Empleo que el propio Consistorio azudense promovió durante este verano y que esta misma semana finalizará. Una experiencia, sin duda, valiente de un Ayuntamiento que ha querido dar la cara frente a la crisis, desembolsando una notable cantidad económica –cerca de medio millón de euros- para poder desarrollar este programa que proporcionará un empleo durante unos meses a cerca de dos centenas de vecinos realizando actividades en beneficio del municipio. No sólo se ha de aplaudir la osadía de su alcalde, Pablo Bellido, sino también su sensibilidad hacia el colectivo de parados que pudo volver a sentirse activo y reinsertado en el mercado laboral. Sin duda, volverían a llevar a cabo una segunda edición de este plan desde el Ayuntamiento y así lo ha manifestado el regidor municipal en los medios, pero ahora existen más trabas legales debido a la reforma de la Ley de Bases de Régimen Local dado que el empleo no es competencia directa de las Administraciones locales. Sí lo es de las regionales, quienes siguen haciendo caso omiso a recuperar este tipo de planes o a incentivar la actividad de las escuelas taller o talleres de empleo en la provincia y en la propia capital.

Maravillosos trabajos de este  tipo de iniciativas han adecentado la ciudad, además de prestar una notable formación a muchos jóvenes y en el tintero quedó un gran proyecto del alcalde Antonio Román, que buscaba ser realizado a través de esta vía. Hablo del ‘Parque de los Cuentos’, del que nunca más se supo y que quería ser todo un recorrido por algo que es el alma de nuestra ciudad: las lecturas infantiles. Sería interesante desempolvar viejos proyectos que se enterraron junto con el hacha de guerra hacia el anterior Ejecutivo socialista, así como antiguos programas de creación de empleo alentado desde la Administración Pública, para que de la mano de la empresa privada, podamos regresar a la senda de un crecimiento pleno y verdadero que permita a muchos volver a ver la vida con una sonrisa.

El traje de líder no le sienta bien al Depor

Por Ana G. Hernández

Los morados, ayer de naranja, no fueron capaces de abrir la lata del Lucena. Foto: Lucena Club de Fútbol

Los moradosno fueron capaces de abrir la lata del Lucena. // Foto: Lucena CF

El Depor perdió el liderato en Lucena ante un equipo que dio muestras de que estará arriba. Y es que, no es la primera vez que el equipo cordobés acaba con el líder de la categoría. Lo hizo con el Cádiz en la jornada 6 y también este domingo con el Depor. No es casualidad y tampoco es casualidad que lo entrene un ex del Guadalajara.

Ayer se reencontraron los dos hombres que condujeron al equipo morado en sus inicios en Segunda B, Rafael Carrillo «Falete», como primer entrenador, y Carlos Pérez Salvachúa, como su segundo. Si el míster andaluz tenía alguna cuenta pendiente con su ex equipo, lo que está claro, es que la saldó.

Todos los días no se puede estar acertado de cara al gol y ayer fue uno de ellos. No fue el día de Quique, que fue sustituído, ni de Toledo. Ambos gozaron de ocasiones, pero fueron incapaces de abrir la lata. Todo ello a pesar de que se dispuso de toda la segunda mitad para recobrarse y rehacer el «error», si se le puede llamar así, de Espín. Esa es la parte negativa de la jornada: la derrota, el no ser capaz de sobreponerse. Sin embargo, el Depor demostró en Ciudad Deportiva porqué era el líder y porqué va a estar arriba.

Ahora toca pensar en el Sevilla Atlético del miércoles. Un rival asequible y al que no se le puede perdonar si se pretende estar arriba. Una cosa es el Lucena y otra bien distinta ceder puntos contra el equipo sevillano.

Presenta sus credenciales de grandeza

El sábado disfruté como una enana en el David Santamaría. El BM Guadalajara hizo uno de esos partidos que crean afición y venció a uno de los “grandes” de esta Liga Asobal más que descafeinada por las circunstancias. El equipo prometió contra el Villa de Aranda, pero certificó su nivelazo ante el Naturhouse La Rioja. Y es que, por momentos, los morados realizan un balonmano perfecto. En defensa muy sólidos y en ataque brillantes. Todavía me dura el asombro por la cantidad de goles y la calidad de los mismos. Respondieron todos, hasta la grada que estuvo cuando tuvo que estar.

Corro del BM Guadalajara durante el partido. // Foto: Guadaqué (Óscar de Marcos)

El reto ahora es que Mateo Garralda sea capaz de mantener este estado de ánimo el máximo tiempo posible. No en vano es el gran hándicap de éste equipo. El BM Guadalajara es ese ciclista con muy buenas piernas que empieza su particular Tourmalet en cabeza, atacando, liderando la prueba sin dificultad hasta que mediado el puerto los fantasmas aparecen en forma de pájara monumental. Una pájara que se debe más a un factor psicológico que físico y que le obliga a ceder, a descolgarse del grupo de cabeza y ver cómo otro cruza primero la línea de meta. No pierde muchos segundos, pero, en definitiva, pierde. Sin embargo, el ciclista que el sábado compareció en el David Santamaría fue aquel que se lleva la etapa y que, si cree en sí mismo, puede hacerse con el maillot de la montaña. El amarillo del líder se lo dejamos al Barcelona por respeto.

Lo que toca ahora es cuajar un partido así lejos de Guadalajara y la primera oportunidad para solventar esta asignatura pendiente es, nada menos, que ante el Granollers en la jornada 10. En la intensidad estará la clave para que los alcarreños saquen algo positivo de feudo ajeno y eliminen de raíz todas las dudas de ese ciclista que promete y que tiene un futuro brillante esperándole a vuelta de la esquina. Los puntos rojos sobre fondo blanco siempre sientan bien.

Un viaje con Gentes de Guadalajara

Abigail Tomey 02Por Abigail Tomey *

Aficionados con carrera e inexpertos; estudiantes, funcionarios, comerciales, parados, maestros, trabajadores por turnos…; guapos y feos; jóvenes que cuidan hijos pequeños y mayores que cuidan ya a sus padres; dicharacheros y discretos; con talento en cantidad mucha o poca; conocidos, desconocidos y amigos de amigos… gente de buen vivir… se reúnen cada primer martes después de las fiestas de septiembre, a las ocho de la tarde, en el Palacio de Don Antonio de Mendoza, más conocido como Instituto Liceo Caracense de Guadalajara. ¡A las ocho mendocinas! Que traducido a horario local, serán las ocho pero sin prisas.

Y entre abrazos, besos y risas, ese encuentro anual, habitualmente ya vestido de otoño, da la campanada de entrada a un periodo de sus vidas en el que conviven todas las tardes de manera intensa para preparar el Tenorio Mendocino.

De ese grupo de gente tan variopinta saldrá un cuerpo de baile, intérpretes para encarnar personajes de la obra, figuración, voluntarios para equipos técnicos y responsables de grupo. Y tras seis semanas estará todo dispuesto para ser presentado en público el acontecimiento teatral, sin duda, más importante de nuestra ciudad: la representación del texto de José Zorrilla Don Juan Tenorio, utilizando como escenarios los monumentos que dejó en Guadalajara la familia Mendoza. La que presta su apellido al famoso galán para que deambule la noche de Todos los Santos por las calles del casco histórico de nuestra ciudad.

Durante esas semanas se conforma una pequeña sociedad. Y como en lo pequeño cabe el mundo entero, en esos días la convivencia en torno al ensayo de la obra de teatro, se convierte en concentrada vivencia de una vida. Y el trabajador, el generoso, el alegre, el intuitivo da rienda suelta a sus virtudes, y el torpe, el tímido, el discreto,… se diluye y pierde pudores. Y allí hay primeros amores, y rupturas, y se ganan amigos y se pierden enemigos.

Sí. Tiene cierto halo de romanticismo con toques cursis. Lo sé. Esto forma parte intrínseca del espíritu, que el propio grupo llama, mendocino. ¡Ay si el cardenal levantara la cabeza!

Si el teatro es más que espectáculo, el Tenorio Mendocino es más que teatro de calle; porque todos los que participan en él componen durante unas semanas un tejido social en el que además involucran a familiares y amigos, convirtiéndolo en un proyecto que tiene valor más allá del artístico.

Cumple también así una función social, fundamental en el papel de las expresiones culturales populares: la de aglutinar voluntades, la de hacerte sentir que, como individuo, formas parte de algo más grande que traspasa tus intereses personales, y que de forma íntima te une a personas en apariencia muy diferentes a ti. Y te demuestra y demuestra al mundo que los proyectos grandes pueden salir adelante con pocos medios si hay ilusión, trabajo y responsabilidad. Y que los protagonismos han de difuminarse para que el conjunto brille con más fuerza, y que a su vez las acciones individuales son fundamentales para que así sea.

Por eso este Tenorio Mendocino es importante. Porque nacido de la amistad de unos pocos, se ha conformado finalmente como una actividad de la comunidad que se mantiene gracias a su propio impulso, sin duda apuntalado también por las administraciones públicas que le aportan los recursos necesarios, pero fundamentalmente porque todas esas manos, corazones y cabezas empujan hacia un mismo objetivo.

Es lindo por eso. Pero si esto se mantiene vivo es porque además es muy divertido y enriquecedor. En el teatro se exploran sentimientos, se trabajada con tu propia materia, con tu cuerpo, voz y gesto, te descubre cualidades, te enfrenta a tus limitaciones y te demuestra que dentro tienes las herramientas para superarlas, te invita al diálogo, y ayuda a conocerse y conocer. Ayuda a comprender.

No es el momento de hablar de las bondades que el teatro tiene para la psicología y el aprendizaje. Pero los participantes del Tenorio Mendocino se sumergen durante semanas en este mundo y confío en que aprenden de sí mismos y de otros; y, por tanto, del mundo. Y juntos ponen en valor el Arte en Vivo acercando a los espectadores y aún a los propios participantes, la que a lo mejor es su única experiencia teatral del año. Y, de cualquier manera, permiten las vivencias en carne y hueso a todos ellos, distanciándoles y distanciándonos durante horas de las relaciones digitales a distancia.

Para los participantes esas semanas de preparación y ensayo son ya el Tenorio Mendocino. Les escribo desde la previa al estreno y despedida -que de tan juntos que están, contienen en apenas treinta horas la esencia del trabajo de semanas- y ya estoy representando este Tenorio Mendocino.

Foto del equipo tras un ensayo de esta semana del Tenorio Mendocino.

Foto del equipo tras un ensayo de esta semana del Tenorio Mendocino.

Los chicos nerviosos ya piensan en el disfrute de la representación, pero a mí me gusta pensar que el destino es el propio viaje, como nos dejó escrito Cavafis y les invito a recordar:

«Cuando emprendas tu viaje a Itaca/ pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias…. Ten siempre a Itaca en tu mente./ Llegar allí es tu destino./ Mas no apresures nunca el viaje./ Mejor que dure muchos años/ y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste en el camino / sin aguardar a que Itaca te enriquezca. …Itaca te brindó tan hermoso viaje./ Sin ella no habrías emprendido el camino».

Olvidando la lírica, dado que la función es al aire libre, por supuesto que yo preferiría que ese día no lloviera ¡no lo duden ni un momento! ¡Que el camino ha estado muy bien pero el destino es la bomba! No hay nada más estimulante que poder actuar en directo o ver a tus compañeros triunfar; se lo aseguro.

Espero que amigos, habitantes de la ciudad y visitantes, que cada año se acercan en mayor número para disfrutar de la representación, pasen una noche especial, disfruten de este trabajo en grupo, de los versos de Zorrilla, de la ternura del amateur, de la calidad de los detalles y de los rincones de la ciudad. Por nuestra parte intentaremos trabajar como siempre: Estilo y Sigilo.

 * Abigail Tomey Senso es actriz y directora de teatro guadalajareña. Su relación con el Tenorio Mendocino, que organiza la Asociación Gentes de Guadalajara, se remonta a comienzos de los años noventa, casi en el nacimiento de la iniciativa, Fiesta de Interés Turístico Regional. Su carrera profesional sobre los escenarios comienza en 1999: llegó a ser primera actriz del Teatro Español de Madrid hasta 2006 y formó parte luego de otras compañías, con una labor en la capital que no pudo compatibilizar con su trabajo aficionado en el proyecto alcarreño. Hace un lustro regresó y en las últimas ediciones ha dirigido las dos funciones itinerantes de cada año, que esta vez arrancan en la Plaza de Luis de Lucena a las nueve de la noche de los días 1 y 2 de noviembre.

La piel del casco

El concejal Mariano del Castillo. // Foto: Ayuntamiento de Guadalajara

El concejal Mariano del Castillo. // Foto: Ayuntamiento de Guadalajara

Por Concha Balenzategui

El Ayuntamiento de Guadalajara ha promovido una nueva nueva ordenanza reguladora de la publicidad en la ciudad, con especial atención al casco histórico. Ayer mismo se aprobaba en el pleno esta normativa que pretende mantener a raya los rótulos luminosos, los caballetes o las pancartas, entre otros elementos presentes en nuestras calles. El concejal Mariano del Castillo ha venido a defender su necesidad por la falta de una legislación en la que apoyarse para mantener y cuidar estéticamente la ciudad. Dice el edil que hasta ahora, las normas se limitaban apenas a un artículo del Plan de Ordenación Municipal, concretamente el 83, que regulaba únicamente los aspectos relativos a la colocación de rótulos y banderolas.

He repasado el contenido de ese artículo, algunas de cuyas normas son sobradamente conocidas por todos, para reiterarme en mi convicción de que lleva años siendo flagrantemente incumplido, especialmente en el centro histórico, donde los requisitos son más exigentes. Y una vez más llego a la conclusión de que en este país nos encanta dictar normas y regular hasta el más mínimo detalle de la convivencia, para a continuación hacer la vista gorda.

Soy favorable a que se haga una ordenanza más prolija de todos los aspectos que afean nuestras calles, pero creo que si realmente había una voluntad de meterle mano al asunto, podían haber empezado por hacer cumplir las cuatro normas que ya teníamos.
El mismo ejemplo que ponía el propio concejal en la rueda de prensa, el edificio de la calle Miguel Fluiters con esquina a la plaza de los Caídos, es la imagen más patente de las pocas ganas de velar por la normativa. Porque esta fachada del antiguo Rodríguez Coronado, colindante -lo que es más sangrante- con el palacio del Infantado, es precisamente un ejemplo de incumplimiento del artículo 83, que prohíbe entre otras cuestiones los rótulos publicitarios más allá de la planta baja de los edificios.

Pero es sólo un botón de una variada muestra de despropósitos que salpican las fachadas de aparatos de aire acondicionado, anuncios y marquesinas invasoras. Una vez que este limitado artículo 83 es pisoteado a cada paso que demos por la calle Mayor, ¿quién va a creer que la nueva ordenanza no haya nacido muerta?

Otro de los motivos que me hacen pensar en que el relajamiento con la norma seguirá campando a sus anchas, es la propia prescripción de la nueva legislación que da a los comerciantes y establecimientos hosteleros un plazo de 24 meses para adaptarse. Largo me lo fían. El menos avispado ve que aquí no se mueve un caballete -esos que siguen permitidos, al menos uno por negocio- hasta pasadas las próximas elecciones municipales. Y probablemente el plazo contribuya a esa sensación de que incumplir la norma sale gratis, porque todos lo hacen.

El mural de Bosch ha desaparecido al derruirse el edificio.

Imagen de archivo de la calle Mayor de Guadalajara.

En Guadalajara llueve sobre mojado en esta cuestión. No podemos olvidar que bajo el mandato de Alique se redactó un Plan Especial del Casco Histórico que el PP tiró a la papelera, escudándose en que no gozaba del favor de los ciudadanos. Ciertamente, el número de alegaciones, en especial de hosteleros y comerciantes, había sido numeroso, y el Consistorio optó por no seguir adelante con las restricciones previstas. Un argumento, el del descontento vecinal, que no ha tenido efecto en ocasiones bien recientes, como la marea de quejas que ha levantado la reforma de las líneas de autobús.

Recuerdo que la responsable de aquel malogrado Plan, María Luisa Cerrillos, hablaba en sus exposiciones públicas de los valores del casco histórico de Guadalajara. La arquitecta aseguraba que, a pesar de algunos evidentes “puntos negros” urbanísticos, tenía muchas virtudes: algunos edificios singulares, un entramado de pequeñas placitas muy acogedoras, profusión de arbolado, cercanía de grandes parques… Pero pensaba que lo que se había descuidado era “la piel del casco”. La verdad es que después de una de las conferencias de Cerrillos para divulgar aquel plan, uno empezaba a mirar las fachadas con otros ojos, y llegaba a la conclusión de que ese rostro, probablemente no tan agraciado ni tan joven, estaría mejor sin esa capa de maquillaje estridente que suponen los elementos superpuestos, los escaparates alterados, los rótulos inadecuados… La directora del PECH invitaba a redescubrir con cariño la ciudad que había debajo de aquella «piel», a devolverle la estética y armonía perdida.

Cerrillos se preguntaba por qué Guadalajara se había rendido en la batalla por convertirse en una ciudad más guapa, porqué se había abandonado de esa manera. Por eso pienso que si la nueva ordenanza supone una vuelta a poner coto a los desmanes, bienvenida sea. Pero me gustaría que al Ayuntamiento no le temblara la mano para hacerla efectiva.

Sé que no es fácil, entre otras cosas porque es necesario enfrentarse con los gremios que mantienen algo de vida en estas calles. Pero hay que hacer un poco de pedagogía. Convencerles de que una marquesina más estridente que la de su vecino no les ayudará a vender más, sino que si cuidamos entre todos la estética, este podría ser un lugar agradable para pasear, ver escaparates o tapear, por vacíos que estén los bolsillos.

Y plantearse de una vez por todas cuáles son las razones de un casco moribundo, sin victimismos y con acciones. Pueden ser ambiciosas, como por ejemplo desempolvar otro olvidado proyecto, el del Centro Comercial Abierto, que en algunas ciudades españolas ha dado sus buenos frutos, o pequeñas reformas en la normativa como la que han permitido que vuelvan a abrirse bares y restaurantes en el centro.

Si no es la norma, quizá se pueda rescatar aún el espíritu de aquel plan del casco histórico. Pero mirando con cariño, debajo de la piel.

Hace falta un giro de guión

Por Yago López

Manifestación de ayer de la Marea Verde frente a la Subdelegación de Gobierno de Guadalajara. // Foto: guadaque.com

Manifestación de ayer de la Marea Verde frente a la Subdelegación de Gobierno de Guadalajara. // Foto: guadaque.com

Resulta desagradable, incluso diría estomagante, afirmar sin pudor que manifestarse en la calle de manera pacífica apoyando masivamente una causa no resuelve absolutamente nada en la práctica, al menos en los últimos años. Sin embargo, y aunque duela reconocerlo lo cierto es que así es y a los hechos me remito. He perdido ya la cuenta de las multitudinarias concentraciones que se han producido frente a las distintas administraciones donde un clamor popular, en muchos casos hablamos de miles de personas, ha solicitado al Gobierno un cambio en su gestión en materias tan sensibles como la Sanidad o la Educación. Una demanda tangible que no solo no ha sido tenida en cuenta sino que directamente su relevancia ha sido negada utilizando distintos mecanismos.

Dentro de esta estrategia de negación encontramos diferentes tácticas. Una de ellas es el manejo de las cifras oficiales. En Guadalajara, por ejemplo, mientras que los sindicatos aseguran que 3.000 personas se manifestaron ayer en la capital alcarreña contra la puesta en marcha de la nueva Ley de Educación, la LOMCE, desde Subdelegación de Gobierno comunican oficialmente que fueron la mitad. No les mentiré, en esta ocasión no estuve en la ciudad y haciendo un repaso a los medios de comunicación de la provincia no he encontrado uno solo que se moje. Todos los que he leído mencionan las dos cifras y así no hay fallo posible. Bien es cierto, que es un error subsanable con un periodismo de calidad sobre el terreno -aquí estamos de acuerdo-, ¿pero que ocurre cuando la cifra no puede observarse de manera directa?

¿Qué credibilidad tienen realmente las administraciones a la hora de ofrecer un dato al que solo ellas tienen acceso? Pues depende de la buena fe del responsable político en cuestión. Si todos hemos comprobado de primera mano en muchas concentraciones que las cifras de manifestantes no se corresponden ni por asomo a las oficiales y quedan a años luz del margen de error que pudiera considerar el más flexible de los informadores, qué nos hace pensar que en datos que no podemos contrastar de manera empírica los encargados de ofrecérnoslos, que son parte más que interesada en el asunto, van a ser rigurosamente escrupulosos.

Es lógico pensar que cunda cuanto menos el escepticismo cuando la mentira por parte de responsables políticos es habitual, evidente y no tiene consecuencia alguna, ni jurídica -que sería al menos cuestionable- ni siquiera política. A pesar del clima de desconfianza generalizado el poder de los números está ahí y si la Consejería de Educación dice que la convocatoria de huelga de ayer por parte de los docentes de Guadalajara fue un fracaso porque apenas superó el 20% resta valor a la calificación de éxito rotundo de los sindicatos que la sitúan por encima del 60% ( del 70% incluso en el caso de secundaria). Una brecha que provoca que el ciudadano de a pie no crea ni a uno ni a otro, o simplemente se aferre al dato que quiere oír.

Otra táctica, por no decir ocurrencia, para negar la evidencia, ésta de nueva creación, es el argumento de la mayoría silenciosa. Poco importa que 3.000 personas salgan a la calle en Guadalajara a manifestar su rechazo a una Ley, porque otras decenas de miles se quedan en sus casas satisfechas con las decisiones del Gobierno. Este argumento parece broma pero ha sido esgrimido en varias ocasiones por distintos dirigentes de peso. Con razonamientos así dan ganas de tirar la toalla o de levantar barricadas, dependiendo del ánimo de cada cual.

Yo les confieso por todo esto una ulcerante frustración que me lleva a pensar que el camino seguido hasta ahora para mostrar el rechazo mayoritario de la ciudadanía a determinadas decisiones del Gobierno, que carecen además de legitimidad alguna porque contradicen de facto lo recogido en su programa electoral, no es ni de lejos el adecuado, al menos en el sentido pragmático del problema. No quiero hacer con esto una apología a la movilización drástica y activa de la población para defender sus derechos más esenciales que están siendo directamente ultrajados sin derecho a réplica alguna. Aunque, bien es cierto, que si esperan que haga lo contrario pueden esperar sentados.

Los rostros de la realidad de Guadalajara

Imagen de los restos del Monasterio de Óvila en Trillo. // Foto: partidocastellano.org

Imagen de los restos del Monasterio de Óvila en Trillo. // Foto: partidocastellano.org

Por Marta Perruca

La realidad tiene mil caras, dicen. En la provincia de Guadalajara ésta es algo más que una afirmación metafísica: Aquí, muchas de las facetas de la realidad son de carne y hueso e incluso tienen nombre y apellidos. De esta manera, si hablamos de promoción de la lectura, de cuentos o bibliotecas, se nos viene a la cabeza Blanca Calvo o Estrella Ortiz; si se trata de ecología o medioambiente alguien podría pensar en Alberto Mayor, portavoz de Ecologistas en Acción; si nos referimos a Etnografía y tradiciones, se nos podría dibujar en la mente el rostro de José Antonio Alonso o José Ramón López de los Mozos; si pronunciamos la palabra teatro, muchos visualizarán a Javier Borobia o  Buero Vallejo y así un largo etcétera.

Existen personas que hacen de su pasión bandera, que viajan siempre con una causa en la mochila: Una especie de brújula que dirige sus pasos a lo largo de este largo camino. Y ese camino acaba perteneciéndoles y en él dejan su huella imborrable: graban su nombre con letras de fuego.

Podrían hablarme de defensa del patrimonio y, sin lugar a dudas, se me vendría a la cabeza un nombre: José Luis García de Paz. Esta semana se marchaba repentinamente y a mí me ha dado por pensar qué ocurre con esas causas cuando el que las llevaba en la mochila, el que les ha puesto un rostro y les ha dado un nombre y apellidos se va: Si en esta vida levantamos castillos de naipes que se desploman cuando desaparecemos o alguien toma la baraja y sigue apilando pirámides en el mismo punto donde nosotros las dejamos.

Supongo que existen personas que dejan una huella imborrable e imagino que ese camino jamás volverá a ser el mismo: Sus caminantes jamás podrán ser los mismos, aunque este profesor que se admitía químico cuántico, pero apasionado de la historia y el patrimonio de Guadalajara, nos haya dejado.

Y he pensado que hay causas en esta provincia que tienen un rostro de carne y hueso con nombre y apellidos y me he preguntado qué ocurre con esos castillos que vamos levantando a lo largo de nuestra vida cuando desaparecemos. Por eso creo que hoy esta entrada merece un recuerdo a este defensor del patrimonio y a su causa.

Coincidí con él a finales de 2010 durante la presentación de su libro “Patrimonio desaparecido en la provincia de Guadalajara” ¿Sabíais que hasta el siglo XVII la provincia conservaba prácticamente intacto todo su patrimonio? Y muchos podrían pensar -diría el profesor- que en estos algo más de tres siglos hemos sufrido guerras, incendios, saqueos, invasiones y desamortizaciones que se han cebado con los restos de nuestra historia, pero lo cierto es que, según García de Paz, “se destruyó mucho más en tiempos de paz, que de guerra”.

Y ahí va la lección del profesor a los alumnos de su provincia: La peor enfermedad que ha sufrido el patrimonio de Guadalajara a lo largo de su historia es la ignorancia: “Se rompen muchas cosas porque se desprecian”, me comentaba hace tres años.

Quizá el ejemplo más flagrante sea el monasterio cisterciense de Santa María de Óvila (Trillo), vendido al magnate de la prensa amarilla americana William Randolph Hearst en 1929 por 85.000 dólares, desmembrado y olvidado ahora al otro lado del Atlántico.

La provincia, recordaba García de Paz, cuenta con el primer ejemplo de edificio civil y el primero religioso del Renacimiento: El Palacio de los duques de Medinaceli en Cogolludo y el monasterio franciscano de San Antonio en Mondéjar, este último en completa ruina y con difícil suerte, al encontrarse en manos privadas: Quedó sin uso y deshabitado en 1836, siendo desmontados sus retablos, artesonados y enseres. No se salvó por ser declarado Monumento Nacional en 1923 y buena parte de su masa pétrea se empleó para construir la Plaza de Toros de Mondéjar.

También se perdieron los II Fueros de la Ciudad de Guadalajara, otorgados por Fernando III en 1219, cuya copia se conservaba en el Ayuntamiento capitalino hasta 1921, año en que fue vendido por Melchor García a la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.

Y existen otros edificios que padecen la enfermedad de la que hablaba el profesor, como la iglesia de Villaescusa de Palositos o el Monasterio de Bonaval; ejemplos de la arquitectura industrial como la fábrica de la Hispano en Guadalajara, la real fábrica de Paños de Brihuega o la Isabela de Sacedón, hoy bajo las aguas del pantano; o proyectos que pretendían rescatar algunos complejos de valor patrimonial de nuestra provincia y que se han visto afectados por la crisis, como el poblado de Villaflores (Guadalajara) donde estaba previsto construir un hotel de alto standing o el monasterio de Sopetrán, que pretendía convertirse en un centro de formación.

Y las horas pasarían raudas hablando de patrimonio con el profesor que puso rostro a su defensa. Nos hablaría del patrimonio perdido y encontrado; de las consecuencias de los continuos expolios y robos. Pero García de Paz no era preso de una actitud derrotista, ni se complacía añorando las viejas glorias del pasado. Él miraba al futuro con esperanza, consciente de la riqueza patrimonial que todavía atesora esta provincia, porque como repetía él una y otra vez “quien tuvo retuvo”.

Gracias por haber abierto el camino que otros tendremos que recorrer.

La escritora, el terruño y el Planeta

Clara Sánchez, con González-Sinde, ganadora y finalista del Planeta. // Foto: Editorial Planeta.

Clara Sánchez, con González-Sinde, ganadora y finalista del Planeta. // Foto: Editorial Planeta.

Por Rubén Madrid

Tres cosas han quedado al descubierto con el Premio Planeta que la semana pasada fue concedido a nuestra paisana Clara Sánchez: en primer lugar, lo necesitados de reconocimientos que andamos en esta tierra, donde hemos celebrado con vítores y multitudinarias adhesiones este galardón para una novela que todavía no hemos leído; en segundo lugar, la elevación a los altares de la historia de la literatura a una escritora que de momento no tiene ninguno de los grandes premios literarios, aunque sí tres de los más destacados de la industria editorial; y, por último, la incultura que siguen mostrando voces y portavoces de muchas zonas del país con lo de que una guadalajareña sea manchega.

De lo último hay poco que añadir, salvo reivindicar una vez más el derecho a la pataleta que nos asiste por un asunto que, sin resultar de hecho trascendental, molesta por la reiteración en este (suponemos) ejercicio de la ignorancia. Para quienes piensen que es igual, simplemente recordar que Clara Sánchez no es manchega porque tampoco Cervantes escribió Don Quijote de Castilla ni Delibes, castellano viejo, fue un escritor leonés, como sí lo es, en cambio, Julio Llamazares.

Más interesante parece el debate exclusivamente literario sobre Clara Sánchez. Lo decíamos al empezar: sorprende el modo en que el Premio Planeta ha sido identificado con un logro alcarreño por haber sido obtenido por una paisana. Que en Guadalajara andamos faltos de cariño es obvio. Que no estamos acostumbrados a ganar ni en el Grand Prix, también. Sin jugadores de fútbol de Primera, sin apenas deportistas de elite, sin premios Príncipe de Asturias, sin actores de relumbrón, con un Nobel adoptivo, sin ministros en La Moncloa ni cardenales en Roma… supone una pequeña dosis de autoestima, digna de celebración, que una escritora nacida en esta misma tierra, aunque crecida en Valencia y afincada en Madrid, ligue el nombre del terruño al de todo un Planeta. Será una magnífica noticia para la editorial, para la narradora y para el ministro Montoro (sin necesidad de subir el IVA) que cuantos se han alegrado públicamente del galardón compren estas navidades la novela. Y ojalá logren arañar tiempo al Facebook para leerla.

Tal vez mi impresión hubiese sido otra si hubiese leído o escuchado más comentarios (los ha habido, pero eran minoría) del tipo «me alegro mucho por el premio Planeta a Clara Sánchez: me he leído todos sus libros [o los tres últimos, o los dos últimos, o el último] y me han encantado», o «Clara Sánchez se lo merecía porque es una escritora como la copa de un pino»… No ha sido así y queda la sospecha de que muchos paisanos de Clara Sánchez apenas conozcan de su trayectoria la primera línea, esa en la que, entre paréntesis, indica que nació en Guadalajara en 1955.

Hay también otro aspecto observado que tal vez esté llevando a engaño. Que la escritora descendiente de Galápagos tenga el Alfaguara por la interesantísima ‘Últimas noticias del paraíso’ y el Nadal por la trepidante ‘Lo que esconde tu nombre’, y ahora también el Planeta con ‘El cielo ha vuelto’, debe ser valorado en su justa medida. El Planeta es el Planeta por el enorme cheque que va pegado a la estatuilla, más de 600.000 euros. Los otros dos, sin llegar tan lejos, son también dos premios ligados a otras dos de las más importantes editoriales del país. Ahora bien, no conviene confundir valor y precio. Esto lo tienen claro los franceses, cuyo premio literario más prestigioso, el Goncourt, está dotado con sólo diez euros.

Los que ya tiene la alcarreña Sánchez son premios comerciales, y no sabemos tampoco quién ha decidido que tenga más peso el de la editorial Alfaguara que el de la editorial Tusquets, el Primavera o el Herralde. Merecidos, pues, pero comerciales. Dicho de otro modo: no son los prestigiosos Nacional de Narrativa ni, todavía menos, el Cervantes (por algo llamado el Nobel de la literatura en castellano) o el Príncipe de Asturias de las Letras. Y no se trae a colación por aguar fiestas ni por desmerecer, sino simplemente por calibrar.

Hechos todos los matices, un servidor se alegra de que también la editorial Planeta haya premiado a una escritora a la que merece la pena no perderle el rastro, no sólo porque su lectura deja la mayoría de las veces un buen sabor de boca, sino porque resulta atractivo su andar sencillo por la vida, sin postureos culturetas ni sobredosis de vanidad. O eso me lo ha parecido siempre que he tenido oportunidad de entrevistarla o asistir a alguno de los actos en que ha participado.

La escritora guadalajareña, con el Nadal, hace tres años.

La escritora guadalajareña, con el Nadal, hace tres años.

Hay también cierta alegría por ver que las cosas le van bien a una mujer que no se ha escondido cuando el compromiso social la ha reclamado, no sólo en numerosos actos en Madrid sino aquí mismo, en Guadalajara. Resulta imposible no recordar su lectura con Teresa Viejo del manifiesto al final de la multitudinaria manifestación contra el cementerio nuclear en Yebra.

Pero lo que más quisiera destacar es la profundidad de la obra de Clara Sánchez aun cuando suele servirse con un envoltorio generalmente sencillo. Las suyas son propuestas a veces muy próximas a la novela más comercial y de acceso a todos los públicos. Y, de hecho, el éxito en las librerías de ‘Lo que esconde tu nombre’ aproxima su libro a un fenómeno de superventas. Tiene tal vez por eso aún más mérito que en sus mejores novelas, pero también en otras menos comentadas como ‘Un millón de luces’, haya siempre un poso de reflexión que invitamos a no dejar pasar a todos los lectores que, estamos seguros, ahora le surgirán a la escritora alcarreña. Hay en su forma de jugar con las situaciones y los personajes una interesante interpretación sobre el tiempo en que vivimos.

Su retrato de la vida en la ciudad horizontal de las urbanizaciones o las relaciones laborales en una torre de cristal, el modo en que los personajes suelen vivir atrapados por un entorno cada vez más asfixiante y la pérdida de la inocencia que casi siempre ocurre a sus protagonistas femeninas refleja un universo particular que sobrepasa la trama de turno y la indiscutible capacidad de la escritora para dibujar personajes. No sólo hay oficio, sino una mirada inteligente y crítica hacia el mundo cotidiano que no necesita, para explicarse, de latinajos ni de barroquismos y que huye de todo dogmatismo.

Por eso, y no sólo porque sea paisana y lo proclame a menudo (lo que nos gusta), uno se alegra de que Clara Sánchez haya recibido otro reconocimiento. Porque esperamos encontrar en su nueva novela no sólo una lectura agradable sino esa voz de alarma al describirnos como unos indefensos pajarillos encerrados en nuestras jaulas de barrotes transparentes. Sin posibilidad de levantar el vuelo, que es tal vez la expresión más elemental de la vida en libertad.

PD – Vaya desde aquí el cariño hacia la familia del profesor García de Paz, un sabio admirable en su afán por dedicar su tiempo libre a investigar y contar tan bien lo que es esta provincia y lo que jamás debió desaparecer de ella. Dicen que, en su humildad y su afán por no apropiarse indebidamente de otros títulos, no le gustaba ser nombrado como historiador, pero lo cierto es que se lo ganó con todas las letras. Descanse en paz en el panteón de los alcarreños ilustres, donde se merecía estar, pero no tan pronto.

Casco histórico: un moribundo con mejor imagen

El casco histórico sigue mejorando su imagen, pero sigue perdiendo vida. // Foto: lacronica.net

El casco histórico sigue mejorando su imagen, pero sigue perdiendo vida. // Foto: lacronica.net

Por Abraham Sanz

El centro de la ciudad sigue en el punto de mira del actual equipo de Gobierno. Durante el presente mandato parece que el objetivo principal del mismo es lograr dotarle de ese lustre que nunca debió perder bien con obras bien con nuevas normas que buscan acercarle a otros cascos históricos de poblaciones cercanas, pero aún el contenido del mismo está por definir. Les está quedando un envase mejor a los dirigentes municipales, todo hay que decirlo, pero a este paso, el corazón de la ciudad va a quedar aparcado como ese jarrón tan delicado y fino que compraste y que al final, por no saber darle utilidad, queda arrinconado en una estantería o en un armario.

Ahora la nueva iniciativa que pretende sacar adelante el PP en el próximo pleno no es algo que no se haya pedido a gritos desde hace tiempo en aras a mejorar la estética urbana tanto de la calle Mayor como del núcleo de calles aledañas que configuran el centro de Guadalajara; sino que supone recoger el guante de una añeja reivindicación. Se trata de regular los carteles y rótulos publicitarios de los establecimientos comerciales del entorno así como la instalación de publicidad. Una idea que quizá llega tarde, pero que no deja de ser necesaria puesto que este espacio precisa de una uniformidad que trate de proteger la estética de esta zona, donde, no obstante, bastantes ataques contra la misma se han producido como es el hecho de que día a día, el antiguo palacio de los Condes de Coruña –del siglo XVI junto con la iglesia de san Nicolás y el edificio del Banco de España –señas de identidad de una arquitectura propia de este espacio-, tenga que amanecer con mamotretos de hierro y vidrio, como el antiguo edificio de la Caja o el de una constructora, que no dejan de ser más que construcciones ostentosas que no hacen más que romper con la cuidada estética que esta ciudad, cuna de la nobleza en otra época, tuvo.

Bien por el equipo de Gobierno por lanzarse a llevar a cabo esta medida que permita asemejarnos a otras ciudades en este ámbito y al menos,  lograr dotar al centro de su propia imagen y erradicar la mezcolanza de cartelerías, colores y demás artificios que adornan de un modo artificial el paseo por la calle Mayor o algunos de los emblemas de la ciudad como el Palacio del Infantado que ve, como una de sus fachadas linda con un notable elenco de carteles que no hacen más que deslucir su belleza. Tratar de integrar a estos de un modo uniforme es ahora el reto tanto de Ayuntamiento como de comerciantes y ciudadanos. Sin duda, la mejor forma de comenzar a abordar esta cuestión pasa por reunir a todos los agentes sociales implicados y las asociaciones existentes del casco histórico para configurar esa imagen del centro que queremos para nuestra ciudad y que queremos mostrar a quienes decidan visitarnos. Con consenso y trabajo, lograremos al menos que el continente luzca y brille.

Ahora bien, el problema de fondo, como decía al inicio del artículo, se basa en dotar de contenido a una zona que pierde vida cada día que pasa. Si bien desde que tengo uso de razón, el centro de Guadalajara nunca se ha caracterizado por ser un lugar de reunión, bullicioso y con mucho ambiente; si es cierto que tiempo atrás gozaba de cierta actividad. Contaba con un eje cultural basado en el cine Imperio, Teatro Moderno y Coliseo Luengo, que a muchos cuando éramos niños, servía para que nuestros padres nos inculcaran el gusto por el cine o las representaciones teatral. Ahora ya, no existe ninguno e incluso, los últimos resquicios que quedaban de uno de ellos, están siendo demolidos. Ya en mi juventud, recuerdo una calle Bardales y Horno de San Gil, rebosantes de jóvenes que vivíamos la noche de la ciudad en los múltiples bares y pubs de la zona. Ahora muchos de ellos han cerrado y son muchos los que hablan de una zona ya muerta y con poca chispa.

Pasear viendo escaparates tampoco es una actividad a la que invite este entorno, pues además de los grandes clásicos del comercio alcarreño que resisten contra viento y marea, el único atractivo que existe actualmente es ver cuál es el próximo negocio de corte oriental que se sitúa en el casco histórico. Salvo el trajín mañanero que trae consigo esta calle por ser la sede múltiples organismos oficiales, lo cierto es que al casco histórico año tras año, le están robando la vida. Y sí, desde el Ayuntamiento se han ofrecido ayudas a empresarios y emprendedores para tratar de fomentar que la actividad vuelva a la ciudad; pero lo cierto es que es una zona que ha perdido el carisma o el afecto que cada vecino tiene al lugar donde se contemplan las raíces de una ciudad.

El abandono afectivo que padece, se tradujo durante años en un abandono sistemático del mismo. Ahora, con la llegada del PP, se trabaja por embellecer esta zona en la que se han invertido un buen puñado de millones para remozar su imagen. Trabajo que aún continua con la reforma del tan manido Eje Cultural y, supongo que como guinda del pastel, el concejal de Obras, Jaime Carnicero, nos traerá la expectante reforma de la plaza de Dávalos y Miguel Fluiters. Obras sin duda necesarias para esta zona de la ciudad como mejora de su trama urbana, pero no dejan de ser eso obras. Ahora es necesario desarrollar un plan integral que recoja iniciativas prolongadas en el tiempo que permitan devolver al corazón de la ciudad el latir que nunca debió perder, el afecto por pasear por sus calles que nunca debimos dejar caer en el olvido y, como no, el gusto por volver a vivir en el centro de tu ciudad. Retos que aún quedan lejos y para los que ni este Gobierno ni anteriores, encontraron ni la receta ni la fórmula.

Falta imaginación y hay veces que es mejor parar las máquinas un periodo, porque sin el ruido de la piqueta se piensa mejor.