Una buena obra para el peatón

Una familia pasea cómodamente por una de las amplias aceras de la calle Ramón y Cajal. // Foto: ANP

Una familia pasea cómodamente por una de las amplias aceras de la calle Ramón y Cajal. // Foto: ANP

Por Álvaro Nuño Plaza*

Confieso que el resultado de las obras llevadas a cabo en el denominado por el Ayuntamiento “Eje Cultural” me ha gustado. Con el móvil en silencio e intentando abstraerme de los meses de obras, visitas, opiniones a favor y en contra y de la propaganda municipal, me fui a dar un paseo desde la Plaza de Los Caídos hasta la Puerta de Bejanque con la única compañía de mi cámara de fotos y de una libreta para apuntar algún detalle. ¿Pero si solo se puede bajar, dirán los conductores de esta ciudad? Pues no, yo soy de esa especie llamada peatón y subí la calle Ingeniero Mariño y Ramón y Cajal en dirección ascendente porque puedo hacerlo.

Y el cambio de estas calles para el viandante ha sido realmente positivo. Como peatón, siempre soy partidario de que las personas vayan ganando terreno a los coches. Pero es que, además, viví en la calle Ingeniero Mariño durante tres años y sufrí sus estrecheces en primera persona. Nadie me tiene que contar con un tenebroso vídeo en blanco y negro la incomodidad de unas maltrechas y estrechas aceras en las que cruzarse con otra persona suponía obligatoriamente invadir la calzada a uno o a otro. Nunca pude pasear con mi mujer de la mano (siempre en fila india) y, por supuesto, llevar a mi hijo en el cochecito de bebé era un suplicio y un peligro si el autobús o uno de los muchos camiones que circulaban desde la Nacional al Polígono pasaba en ese momento (y si llovía, la sopa de barro estaba asegurada gracias a los numerosos baches y charcos de la calzada).

Felizmente, ese esperpento vial propio de la posguerra ya es parte del pasado y el Ayuntamiento ha conseguido los fines que se proponía en su proyecto, “una reordenación del tráfico rodado y una mejora de la fluidez del mismo. El peatón ganará espacio y seguridad”. Enhorabuena por ello. El paseo por las aceras es agradable e incluso más cómodo que por otras calles de la ciudad. No sé si las he idealizado demasiado, pero esas baldosas sonrosadas y lisas, además de cumplir las normas de accesibilidad y de tragarse la polución (“catalíticas” se llaman) son muy suaves a la pisada, mucho más que el modelo “corrugado” que extendió el alcalde Bris por toda la ciudad en los años noventa (me imagino que la ciencia también habrá avanzado en este sentido).

Y otro de los muchos cambios que he notado en la antigua travesía de la carretera de Zaragoza (que es como antes se conocía el ahora “Eje Cultural”) es que los decibelios han bajado a niveles aceptables en una calle con ese tráfico. No sé si al haber pasado a un sólo sentido, la circulación ha disminuido a la mitad (incluidos los pitidos de los vehículos que se cruzaban y no cabían), o porque ya no pasan camiones (se desvían por la Ronda Norte), o porque los autobuses de gas son nuevos y silenciosos, o porque el aglomerado de la calzada es reciclado de neumáticos y amortigua el ruido de los coches al pasar (además de estar recién echado y ser ahora una alfombra uniforme que ha terminado con ese rosario de baches interminable), o seguramente es por todas esas circunstancias juntas. El caso es que era una calle infernal para los oídos (me vuelvo a remitir a mi condición de ex vecino) y ahora no es que sea silenciosa, pero no hay que gritar para hablar con tu compañero de acera. Y si el sentido del oído ha ganado mucho, también lo ha hecho el olfato. Ya no hay que tragarse tampoco el humo de los tubos de escape pegados a escasos centímetros de las aceras, justo a la altura de las naricitas de nuestros hijos.

¿Todo es perfecto en el Eje Cultural? Pues no. Nada es perfecto en esta vida, y en el resultado de esta obra que ha costado 3,2 millones de euros tampoco. Aclaro aquí que en mi paseo no he visto, por supuesto, las renovadas redes de saneamiento, abastecimiento, alumbrado, etcétera (me dejé el equipo de espeleología en casa), ni tampoco me he ido por las ramas, es decir, la decena de bocacalles que van a dar a las dos principales y que también han sido remodeladas.

Lo primero que no me gusta es su seudónimo. Denominar “Eje Cultural” a una de las arterias de la ciudad me parece un tanto pomposo. Que yo sepa, salvo las procesiones de Semana Santa y algunas escenas del Tenorio Mendocino, mucha cultura no han albergado hasta ahora Ingeniero Mariño y Ramón y Cajal (en Google Maps y en las placas de las calles se siguen llamando así; en el Callejero Municipal no lo sé porque, como tal, no lo he encontrado). ¿”Eje Monumental” podría haberle denominado el Ayuntamiento? Insisten en incluir todos los monumentos que estas dos calles comunican, pero si se reproduce mi paseo solo verán Las Carmelitas, el Palacio de La Cotilla, Santa María y la Puerta de Bejanque. El infantado y el Fuerte (inicio y destino) se divisan pero no se han tocado, y El Alcázar, El Torreón y el puente del Alamín ni se atisban desde estas vías.

 La remodelada plaza de Santa María -punto central del llamado “Eje Cultural”- luciendo su nuevo aspecto. // Foto: ANP

La remodelada plaza de Santa María -punto central del llamado “Eje Cultural”- luciendo su nuevo aspecto. // Foto: ANP

Tampoco termina de convencerme del todo la nueva plaza de Santa María -punto central de esta actuación-. No cabe duda de que ha quedado una plaza amplia, muy al estilo de la “era Román”: modelo monocromo predominantemente gris, cuadrado, plano y diáfano como la Plaza Mayor, la del Jardinilllo o la de Diputación, a base de piedra pelada y algún elemento urbano moderno (en este caso, unas farolas en mi opinión anacrónicas con el templo). Salva el desnivel con respecto a la calle con una suerte de rampas y escalones (también grises) que no sé yo si propiciarán algún tropezón. Confieso aquí que echo de menos el tradicional adoquín y la farola fernandina, quizás por pura morriña o porque queda mejor como atrezo del retablo renacentista del Tenorio Mendocino, aún reconociendo su incomodidad a la hora de pisar o de alumbrar menos eficientemente. Y puede ser una utopía inalcanzable (por su coste, que desconozco), pero pienso que se ha perdido una ocasión histórica para negociar con los dueños de las ruinas de la gasolinera Diges y de un tapial de comestibles y congelados, adquirir sus parcelas, tirar los inmuebles y comunicar visualmente la capilla de Luis de Lucena con la plaza de la Concatedral.

Tampoco he logrado admirar los restos protegidos de las antiguas caballerizas del desaparecido Palacio de Los Mendoza que anunciaba el proyecto. Yo sólo vi allí una superficie de grava rodeada por una barandilla que separa Santa María de la nueva zona verde (que no es un parque sino un parking de pago, al 30 por ciento de ocupación cuando yo pasé).

Y por último, una nota para el concejal de Transportes hablando de tráfico, en ninguna de las dos paradas que existen en el “Eje Cultural” y que entraron en servicio el 10 de marzo, funcionan esas pantallas que iban a avisar de cuándo viene el autobús. Pero el caos general del transporte urbano municipal daría ya para otro, sin duda, extenso artículo.

Álvaro Nuño Plaza, periodista.

Álvaro Nuño Plaza, periodista.

*Álvaro Nuño Plaza (1970) se considera un GTV (de Guadalajara de Toda la Vida). Periodista de vocación y profesión, comenzó a trabajar en 1991 en el semanario El Decano como redactor, fotógrafo, viñetista y redactor jefe hasta 1999, y fue director del semanario gratuito Noticias de Guadalajara desde 2006 hasta su cierre en 2011. Entre tanto, trabajó en el Gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Azuqueca de Henares. Colaborador del canal de TDT local C19 2.0 hasta 2013, es voluntario de prensa de Oxfam Intermón en Guadalajara y realiza un programa en Radio Arrebato.

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2 comentarios en “Una buena obra para el peatón

  1. Me ha gustado mucho. Como tú dices, hemos perdido la ocasión de ver nuestra ciudad un poco más verde (esas plazas amplias grises). A ver si en la siguiente obra se acuerdan de plantar algún árbol (además de embellecer, purifican el aire, y buena falta nos hace esto en nuestra ciudad).

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  2. Pingback: Trábalos |

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