Por Rubén Madrid
Para reír. Dice el consejero de Sanidad, José Ignacio Echániz, que este verano se cerrarán plantas en el Hospital porque hay que adaptar la demanda a la oferta. La lista de espera sigue siendo desesperante, pero el titular alcarreño de la cosa médica considera que habrá menos necesidad de atención porque nos vamos a la playa y a la montaña.
Dice el cómico Berto Romero en el documental ‘El culo del mundo’ de Buenafuente que la risa es buena, tan adictiva como una droga, y que después de una descarga de endorfinas uno se siente mucho mejor. Y yo creo que se refiere a un tipo de humor muy fino, como el que destilan las declaraciones de esta semana del consejero Echániz.
El Hospital de Guadalajara cerrará plantas, un verano más, porque ahora con el PP nos ponemos menos enfermos. Con Barreda, como en la Edad Media, la población estaba amenazada por multitud de epidemias, cuyas consecuencias quedaban agravadas por la desnutrición y la carencia de las más elementales medidas higiénico-sanitarias. Ahora con Cospedal la gente es feliz. La mejor prueba de la recuperación económica en esta región con 14.000 parados más en lo que va de año será el éxodo de familias al Caribe: Echániz está tranquilo porque sabe que allá están bien abastecidos de médicos cubanos. Y para aquellos a los que, a pesar de sus esfuerzos, la recuperación les viene tardando, su destino más próximo, los pueblos, mantienen las urgencias que quiso cerrar hace dos años.
Echániz, que gestiona y no derrocha, plantea una ecuación racional: como en verano hay menos demanda sanitaria, ajustamos la oferta de recursos. Igualito que en las empresas serias. Si nos piden cien tornillos, ¿para qué vamos a hacer doscientos?
Ahora bien, su razonamiento descansa sobre la premisa de que cae de verdad la demanda. ¿Somos más los que nos vamos que los que vienen? Es cierto que de las ciudades huye mucha población en verano durante un par de semanas, incluso un mes, pero también muchos municipios duplican y triplican población y para ellos el Hospital que ‘ajusta’ sigue siendo el de referencia. De momento no hay hospital en Cantalojas ni en Milmarcos.
También se puede aprovechar para ajustar de otro modo: si hay menos demanda de ingresos, ¿por qué no aprovechan para rebajar la lista de espera? Hay alcarreños esperando operación desde mucho más de los 90 días que marca la propia normativa. Ayer enviaron una nota de prensa con datos de la rebaja en la lista de espera en la que (¡caramba qué cosas!) no señalaban cuántos alcarreños figuran en la susodicha lista. Y tampoco parece que a ningún medio que las haya publicado le haya interesado el dato.
Pero lo divertido no es esto, sino la justificación que nos regala el consejero: alega que se cierran plantas porque en invierno “hay más patologías relacionadas con el aparato respiratorio o cardiacas”. Es decir, en julio y agosto hay menos ingresos por neumonía. Le ha faltado decir que hay menos nacimientos porque en invierno, nueve meses antes, da más pereza quedarse en cueros. Aplicando el mismo sentido común que nos emplea el consejero, se nos ocurren otras razones por las que en verano hacen falta más camas de hospital y no menos:
- hay más probabilidad de ahogarse (salvo en Entrepeñas, que no hay agua),
- aumentan los casos de intoxicación porque es peor el vino de las sangrías en las fiestas de los pueblos,
- se puede ser víctima de una cornada en un encierro,
- tenemos encuentros imprevistos con petardos y petardas,
- hay más opciones de caer despeñado subiendo el Ocejón,
- sufrimos más cortes de digestión,
- las chanclas son un calzado que triplica el riesgo de accidente,
- hay más atragantados con los palos de los helados,
- se multiplican los casos de daños en peleas domésticas por el mayor contacto con los suegros y los cuñados
- y, para colmo, aumenta el riesgo de infarto con el Mundial.
O sea, que demanda hay.
Dice Echániz que se trata de “un ajuste inteligente y responsable”. Hay en su forma de argumentar una mirada por encima del hombro, a la población a la que se debe, que transmite una inmensa soberbia o, al menos, un paternalismo del que muchos no necesitamos.
Para llorar. El pasado fin de semana un periódico digital no pudo informar a sus lectores de la tradicional corrida de primavera de Brihuega. Al parecer, y confiamos en sus explicaciones, la empresa Campo Bravo Alcarreño-Fomencam S.L. no estaba satisfecha con la previa, porque esta previa decía ni más ni menos que lo que quedaba a la vista –que la meteorología no acompañaba– y lo que parecía obvio y confirmaban en taquillas, que la entrada iba a ser floja. Respuesta: impedimento al cronista de este medio para cumplir con su cometido. Eso se llama facilitar la cobertura informativa por la puerta grande.
Similar situación ha ocurrido con el digital Cultura En Guada al que Multicines acaba de retirar los pases para poder entrar a las salas de proyección y realizar críticas de las películas. Será que estas salas están sobradas de espectadores y, por tanto, de estímulos para ir al cine. El año pasado, nada más ofrecer esta acreditación (como ocurre en las salas de teatro, de arte, etc… de todo el país), Multicines de Guadalajara intentó que el mismo medio ofreciese merchandising gratuito de alguna película. Confundieron, seguramente como Campo Bravo Alcarreño-Fomencam, información y publicidad y el derecho de admisión con el derecho de información.
Estos casos no son tan diferentes a los de las instituciones que dificultan la maniobra al periodista durante algunos actos de políticos. Lo hemos dicho en el gremio mil veces a propósito de ruedas de prensa sin preguntas o con preguntas limitadas o pactadas. La Casa Real lo ha hecho siempre –y todos lo admitimos mansamente y sin rechistar: no había oposición para criticarlo–, el PP lo ha generalizado y muchos otros partidos (o clubes de fútbol, por sumar otro ejemplo) lo están adoptando sin que los periodistas hagamos poco más que quejarnos por los pasillos de los congresos, de los hoteles y en nuestras cuentas de Twitter. En campaña electoral volverán a repetirse las señales de televisión controladas y las comparecencias de prensa acotadas.
El asunto es preocupante, pero no se solucionará mientras siga pareciendo un capricho del informador y no una violación al ciudadano. Pero en un panorama de prensa en el que los lectores no pagan y los informadores no informan, hay que empezar a encajar la derrota. Muerto el mensajero, se están ustedes condenando a un mundo en el que tendrán que asumir por sí mismos el papel de rebuscar entre montañas de propaganda institucional, comunicación corporativa, tuits, mensajes de Facebook, dossieres en pdf, vídeos digitales, trípticos, folletos y mensajes de ‘spam’ aquello que les pueda ofrecer pistas ‘reales’ del mundo en el que viven.
El pronóstico no es aventurado: está ya aquí y acabamos de vivir un ejemplo muy claro. Acaba de salir a la calle un periódico que nadie sabe quién dirige, con noticias que nadie firma, pero que se ha hecho una cuenta de Twitter en la que se expone como un medio más hasta el punto de que se abre a la publicidad privada pese a editarse sin transparencia. Leo el editorial y asegura que nace al mundo como un antídoto definitivo contra el control institucional de la prensa y, aún es más, que no comparten «el pensamiento único porque empobrece a la sociedad»; y veo varios tuits de cargos del PSOE que –para mi asombro– saludan el rotativo como un ejemplo de calidad y pluralidad, en vez de dejarlo simplemente en una herramienta de propaganda a su medida.
Para quienes no están en el gremio les traduzco todo esto: LaCalle es el periódico que los cargos públicos del PSOE estaban esperando después de meses recibiendo un maltrato informativo sin escrúpulos por parte de los medios apadrinados directa o indirectamente por el PP provincial. La aparición de este periódico de visión absolutamente sesgada viene a cubrir su vacío, que no el del conjunto de la población. Para cualquier lector con sentido crítico, el mensaje es rotundo: ahora ya sabemos que la pluralidad era esto, pensamiento único de un lado para contrastar con el pensamiento único del otro. El surgimiento de periódicos como este o como el ’30Días Guadalajara’ -que subvencionamos entre todos los arriacenses- mientras cierran o naufragan otros proyectos periodísticos de la ciudad deberían inspirar una profunda reflexión en el gremio.
De modo que Echániz dirá lo que quiera, pero yo creo que habría que dejar abiertas las puertas del Hospital de par en par, porque cada vez somos más los que nos ponemos enfermos. Y enfermos de atar.