
Pedro Sánchez, flanqueado por Valerio y Bellido en la presentación de su candidatura para secretario general. // Foto: GuadalajaraDiario.
Por Rubén Madrid
Recordarán aquella broma macabra de Cospedal cuando, todavía en la oposición, dijo aquello de que el PP era el partido de los trabajadores, o tal vez el Partido de los Trabajadores. Ahora sabemos, como ya sospechamos, que cualquier parecido con la realidad ha sido mera coincidencia. El PSOE (recordamos: Partido Socialista Obrero Español) no ha cometido aún el error de rebautizarse con marcas chiripitifláuticas, pero venimos observando que, del mismo modo que el PP se presentaba como lo que no era, también el PSOE se muestra, en su acción política, como lo que jamás creíamos que llegaría a ser: el partido conservador. El partido conservador, eso sí, del estado del bienestar.
En los últimos años, sobre todo a raíz de la impotente respuesta socialista a la crisis económica, se ha debatido mucho sobre el proyecto (o su falta) de la socialdemocracia española. Y basta con prestar atención a sus discursos para reconocer que, a pesar de tantos titubeos, su línea mejor definida pasa por proteger, defender y preservar el Estado del Bienestar Social…
Pareciera de cajón decir que un partido socialdemócrata defienda el bienestar social, la sanidad pública, la educación pública, las ayudas a la dependencia, la defensa de los derechos de las minorías… Resulta tan obvio… Pero es precisamente este carácter conservacionista, en un contexto de virulenta ofensiva neoliberal, lo que mejor define el proyecto. El problema, y tal vez de ahí deriven muchos de sus males, es que es un programa pobre de ambición.
El PSOE mantiene unos planteamientos reaccionarios (de reacción ante las reformas neoliberales), un ideario desprovisto de utopías y una estrategia de luces cortas para unos tiempos en que estamos asistiendo en ámbitos globales y locales a unas enormes transformaciones sociales (ya saben: globalización, degeneración democrática, revolución tecnológica, etc). Si faltaban evidencias en los últimos tiempos, lo ha confirmado con sangre, sudor y lágrimas esta crisis financiera, que ha sido también económica, que está siendo también institucional, que está resultando también política y que está tirando a la basura centenares de proyectos vitales aquí (en Guadalajara) y ahora en que brotan tantas raíces vigorosas.
¿Cuál es el discurso del PSOE en medio de todo ésto? ¿Qué propone? En este contexto de empobrecimiento real de los curritos y ante el insaciable recorte de derechos sociales, el PSOE actúa más bien como una organziación sin ánimo de lucro o como una agrupación de voluntarios en plena situación de emergencias. Quizá sea una percepción muy personal, pero veo que en el sempiterno debate entre movilizarse por la justicia social o por la caridad, los socialistas (o al menos los que llevan la voz cantante) se han posicionado como un partido defensor de la beneficiencia antes que optar por un proyecto revolucionario.
Frente a un PP que mantiene unos objetivos definidos y que los defiende con coherencia ideológica, y frente a los nuevos proyectos de la izquierda transformadora impulsados por la reacción de la calle de mayo de 2011, el PSOE opta por ocupar un centro equidistante entre ambas partes, por considerar que sigue valiendo la pose acomodada de los partidos ‘atrapa-todo’ que confían en rascar a diestra y siniestra a la espera de que la derecha vuelta a enfangarse en sus decretazos, sus guerras preventivas y sus vacas locas. El PSOE, lo dijo ayer su líder, proclama lo que no quiere ser, pero sigue sin definirse en positivo y con verdadera ambición por cambiar las cosas. Dicho en términos balompédicos: ante la ofensiva de la derecha, el PSOE se repliega a defender el empeate a cero, mientras la izquierda alternativa ya está jugando al contragolpe.
De modo que, aunque sea como partido conservador de lo que queda del estado del bienestar, el PSOE tiene su proyecto y tiene ahora, además, su líder.
Donde el liderazgo resulta incierto es en Guadalajara. A ocho meses de las elecciones, el principal partido de la oposición no cuenta con candidato para recuperar la Alcaldía. Se avecinan primarias porque hay, de momento, un único militante que ha dado un paso al frente, el veterano abogado Nacho Andarias, cuyo nombre sale a relucir, tarde o temprano, cada vez que hay fiesta en la Agrupación Local. Suponemos que habrá primarias porque no creo que sea el único aspirante: no parece del gusto de las direcciones local y provincial, es decir, que sea el hombre de Bellido, secretario provincial, y de Valerio, número uno del PSOE arriacense mientras no se demuestre lo contrario.
La situación de Valerio, por cierto, resulta del todo inaudita. En el momento en que creíamos más fuera de juego que nunca a la todavía portavoz municipal del PSOE, cuando ya había renunciado a la carrera por la Alcaldía, de pronto la escuchamos en la nueva temporada del debate radiofónico de la SER de cada lunes con Angels Barceló y advertimos su foto en todos los periódicos como nueva secretaria general adjunta del PSOE en el Congreso.
Sabíamos que había sido una de las figuras próximas al nuevo secretario general, que pensó en ella incluso para ser portavoz en la cámara, y finalmente vemos que la mantiene en sus equipos de confianza. En una ciudad acostumbrada a ver pocos ministros, secretarios generales, vicesecretarios y cargos de peso en Madrid, ser tertuliana en la SER y vicesecretaria general no está del todo mal. Pero lo realmente llamativo pasa, desde luego, por la oportunidad de este renacimiento, justo en el momento en que todo el mundo daba su carrera política por amortizada. Resulta que no estaba muerta y que estaba de parranda.
Merece la pena repasar las declaraciones con las que precisamente Valerio apoyaba al que finalmente resultó ganador del Congreso del PSOE, Pedro Sánchez, en la campaña anterior al Congreso de primavera. «Me gusta mucho las ideas que va a defender [Pedro Sánchez], son las ideas de la socialdemocracia, un estado del Bienestar fuerte, un control de ciertos aspectos económicos que no han funcionado en los últimos tiempos, sanidad, educación, servicios sociales y que estos estén vinculados a la Constitución». Puro partido conservador del estado del bienestar… ningún paso atrás, pero tampoco ningún paso al frente.
A partir del 20 de septiembre se darán los banderazos de salida a los procesos de primarias en la región. Por supuesto que interesan las quinielas para conocer el candidato del PSOE porque, aunque parta con una enorme situación de desventaja por los resultados de 2011, siempre será un nombre alcaldable. Pero a estas alturas interesa todavía más la definición de una vez por todas del proyecto para Guadalajara, y creo que no está claro.
Los mensajes que circulan adheridos a la marca PSOE siguen resultando un auténtico galimatías que impide visualizar con nitidez qué proyecto político y de ciudad defenderían si retomaran el gobierno regional o si lograsen una más que hipotética mayoría en Guadalajara: al ciudadano le llegan consignas de un socialismo descafeinado desde Toledo, música de unos nuevos valores que encarnaría Bellido desde Azuqueca, los ecos del hasta ahora último gobierno municipal del PSOE con Alique y sus ladrillos y, ahora más que nunca, esa estrategia de partido conservador desde Ferraz, con Valerio como renovada voz cantante desde Guadalajara.
Esta vez el debate sobre el nombre del candidato resulta más ligado que nunca a la búsqueda de un discurso potente y definido. Lo que queda por dilucidar en el PSOE de Guadalajara, en definitiva, es trasladar a la opinión pública y a sus bases si está buscando a un Pedro Sánchez, varón o fémina, a poder ser con sonrisa profident, que defienda el empate a cero de la política municipal, o si el socialismo alcarreño, casi ya contracorriente de Madrid, se va a inclinar por un líder con un proyecto de izquierda real dispuesto a defender, también desde lo más próximo, la política como herramienta para transformar la ciudad en que la vivimos, más allá de oponerse a una tala de árboles, de proponer un museo de la Semana Santa o de mantener los pocos recursos públicos que aún quedan. Y si de veras hay intención de impulsar una candidatura que juegue al ataque, entonces será el momento de hacer la pregunta oportuna entre los aspirantes: ¿hay algún socialista en la sala?