Por Óscar Cuevas
A estas altura de la semana ya sé que los lectores de «El Hexágono» -que son gentes bien informadas y de mucho cultivar el sentido crítico- ya tienen una muy bien creada opinión sobre todo lo acontecido con el tema del aborto: La decisión del Gobierno de aparcar la reforma de la Ley, y la dimisión del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. La secuencia de los hechos, telegráficamente, la veo del siguiente modo:
1º.- El Partido Popular lanza una promesa (bastante abierta, no muy concreta), en su programa electoral de 2011, para reformar la Ley de interrupción del embarazo que se había aprobado en 2010, con Zapatero de presidente del Gobierno.
2º.- El PP gana las elecciones, y el Gobierno inicia una lentísima elaboración de un Proyecto de Ley que, insólitamente, se encarga al Ministerio de Justicia, en lugar de a Sanidad.
3º.- La ley que impulsa Alberto Ruiz-Gallardón, y cuyo anteproyecto aprueba el Gobierno en pleno, básicamente supone regresar a la regulación del aborto de 1985, pero con mayores limitaciones que aquella. Se modifica el sistema basado en plazos de la «Ley Aído», y se cambia por un antiguo sistema de supuestos, aunque aún más restrictivos.
4º.- En cuanto se conoce el texto del Gobierno, las encuestas y estudios de opinión manifiestan por doquier un mayoritario rechazo social a la medida. Mayoritario, incluso, entre los votantes del PP.
5º.- El sector más abierto (o menos conservador, llámenlo equis) de los populares, encabezado por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, presiona para que se produzca una suerte de «coitus interruptus». El gurú de la sociología popular, Pedro Arriola, pone las cartas sobre la mesa de Rajoy: Se encaminan a un suicidio electoral.
6º.- Rajoy cede a esas presiones, aparca sus principios para no causarse un perjuicio electoral, y deja al ministro Gallardón como Cagancho en Almagro al anunciar su decisión poco antes de volar a China.
7º.- Gallardón, en un gesto de dignidad personal, dimite como ministro, y anuncia el abandono de toda responsabilidad política. (Y hasta aquí puedo leer…)
El caso es que no pensaba yo profundizar hoy en el asunto de fondo, suficientemente debatido en sus casas y en todas partes. Pero sí dejaré patente, en todo caso, que estoy de acuerdo con la llamada «Ley Aído», y que la reforma que planteaba el Gobierno me parecía una barrabasada. Por tanto, creo que Rajoy ha acertado rectificando. Y dicho lo anterior, de lo que sí venía hoy a hablarles era de «valentías y cobardías» políticas. Y lo haré en el ámbito local, que es lo que corresponde a esta bitácora.
Porque, si algo me ha sorprendido de las horas posteriores a la marcha atrás de Rajoy, ha sido el atronador silencio de quienes, dentro del PP de Guadalajara, más se habían significado como «defensores de la vida». Estos antiabortistas de cabecera han sido históricamente un puñado de dirigentes, encabezados, en orden de importancia, por el propio alcalde de la capital, ex presidente del partido, y diputado nacional, Antonio Román Jasanada. Él, que tantas fotos con colectivos «provida» se ha hecho, que a tantas manifestaciones ha acudido, que tantas veces ha manifestado su oposición al aborto «en cualquier supuesto»… ha guardado sin embargo el más absoluto de los silencios desde el pasado miércoles hasta la fecha. No busquen una reacción suya en sus perfiles de redes sociales, ni en los medios de comunicación. No la hay. Y es extraño este mutis romanesco, porque hasta hace bien poco él era una de las cabezas visibles, incluso, de la plataforma antiabortista creada en el Congreso y el Senado, a la que también pertenece otra senadora alcarreña: Ana González.
Pero González también es de las que ha callado. Tan activa en Twitter habitualmente, el día de los hechos se limitó a «retuitear» a algún correligionario… pero no con los mensajes críticos hacia su Gobierno, sino únicamente con los que se limitaban a alabar el adiós de Gallardón. Un cambio radical, porque días atrás, la misma González inundaba su perfil personal de mensajes contra el aborto. Luego calló.
Pero Román&González no son los únicos. Hay otros reconocidos «provida» del PP local a quienes tampoco les he visto salir a la palestra. Hablo de gentes influyentes, como el director general de Nuevas Tecnologías, Daniel Martínez Batanero; o como la concejala de Parques y Jardines de la capital, mi amiga Ana Manzano; o el edil de Urbanismo, Juan Antonio de las Heras...
Y es que, en todo este silencio del PP, sólo se han escuchado con nitidez un par de voces discrepantes. Por un lado, la de un militante sin trascendencia política, pero muy relevante en los ambientes culturales, como es Serrano Belinchón (que ha abandonado el partido). Pero sobre todo, la voz que más valor político tiene: La del cuarto teniente de alcalde de la capital y alcalde pedáneo de Iriépal, Luis García.
García, que es fiel ejemplo de la sensibilidad más tradicionalista y conservadora del Partido Popular, ha sido esta vez un ejemplo de honestidad personal. Porque lo primero que hizo al saltar la noticia fue escribir en su perfil de Twitter: «Mal, muy mal. #SíALaVida». Y a continuación, inundó literalmente su «Time Line» con réplicas de mensajes críticos con el Gobierno. Incluso «retuiteó» alguno con la etiqueta -«hashtag», se dice- #YoRompoConRajoy.
La coherencia de Luis García me hizo alabar su honestidad personal en las redes sociales desde el primer minuto. Y si tengo ocasión, se lo diré en persona. Porque yo estoy a años luz de su pensamiento, en este asunto y en la mayoría, pero al igual que digo de Gallardón, creo que el «bubillo» ha mostrado valor al decir lo que piensa, sin ambages, en un partido donde quien discrepa suele ser laminado.
Luego, con el paso de las horas, también me dio por recordar que, de los principales cabezas visibles del movimiento «provida» del PP provincial, García es también el único que no está «liberado», que no cobra su sueldo de la dedicación política (al contrario que los citados Román, De las Heras, González o Manzano). Igual es que lo mío es de pura maldad, pero me vino enseguida a la mente el dicho: «Quien paga al flautista elige la melodía».
Y, como decía el abuelo de Majaelrayo sobre Franco, también me pregunté: «¿Y Cospedal, qué opina de esto?» Pues nada, oiga. La secretaria general del PP, que en 2009 no dudaba en acudir a manifestaciones al lado de los obispos, ya no opina nada. Ni un día antes de que Rajoy confirmara lo que confirmó, cuando apareció haciéndose la despistada en Génova, ni tampoco un día después. Digamos que quizá Cospedal, no es la que elije la melodía, sino que directamente ella es el flautista de Hamelin, y quien presumiblemente ha ordenado que se aborten las opiniones.
Así las cosas, les aconsejo, amigos, que abran bien los ojos a lo que se va a cocer en nuestra ciudad en estos días, con la celebración en Guadalajara ni más ni menos que de la «Reunión Interpalamentaria del PP», a la que acudirá toda la plana mayor popular, y en la que han de volar los cuchillos. Una reunión que, para más retorcer la situación, se celebrará en vísperas de una parada y una «jura de bandera civil» que reunirá a lo más granado de la derecha local. E igual ese día, el 5 de octubre, es cuando algunos les dirán a «los suyos», a aquellos que votaron, que les mola más la música militar, y que van a cambiar de flautista.
Del aborto y las adolescentes.- No quería terminar este artículo sin una pequeña coda referida al único asunto que Rajoy ha confirmado que sí se modificará en la vigente Ley del Aborto, eliminando la prerrogativa que tienen las menores de 18 y mayores de 16 años de interrumpir su gestación, sin necesidad de permiso paterno. El PP cometerá un error si lo hace.
Lo cierto es que ese supuesto no se explicó bien en su día, por lo que se ataca muy demagógicamente. Se trataba de dar una especie de «mayoría de edad excepcional» a las chicas, ante una decisión que trasciende su minoría de edad coyuntural. No significa necesariamente que se «permita a las niñas abortar sin que lo sepan los padres», como algunos airean. Porque en el 90% de los casos, las adolescentes y sus padres hablan del tema, y adoptan posiciones consensuadas, como es normal. Pero lo cierto es que hay casos, pocos, en los que se pueden producir conflictos. Y el supuesto lo único que hace es primar la voluntad de la mujer que va a ser madre para toda una vida, sobre la de sus padres. Además, convendría explicar que la prerrogativa para las menores también permite a una chica de 16 años seguir con su embarazo, aunque sus padres presionen para que aborte. Algo que, por cierto, es mucho más habitual que lo contrario.
En el artículo podías citar también a Echániz, ya sabeis, el consejero de Sanidad de la Junta. El fue uno de los 50 diputados (junto a Bañez y otros) que firmó el recurso al Constitucional sobre la anterior Ley del Aborto. Y ahora, ¿qué opinará? ¿Tampoco tiene nada que contarnos?
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Bien visto. No me percaté de ello. Añadido queda por ti. Gracias.
Óscar
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