Orgullosos de un patrimonio escondido

Por Luis Carcavilla

Luis Carcavilla, en el glaciar de Fox (Nueva Zelanda).

Luis Carcavilla, en el glaciar de Fox (Nueva Zelanda).

Recuerdo que un día, en el colegio, el profesor de inglés nos estaba explicando algunas diferencias entre la forma de vivir de los españoles y los anglosajones. Para mostrarnos la movilidad que ellos tienen, nos preguntó: ¿Cuántos de vosotros habéis vivido en más de un pueblo o ciudad? Levantaron la mano 5 ó 6 compañeros. ¿Y cuantos en más de dos? Y entonces, sólo yo levanté la mano. ¡Vaya!, dijo, ¿en cuántos exactamente? En seis, le respondí. Pues eso sí que es raro para un español -dijo- ¡Incluso para un norteamericano!

Quizá haya sido esa movilidad de mi infancia la que haya provocado que no tenga mucho arraigo por ningún lugar en concreto. Aunque como decía Serrat, nací en el Mediterráneo, en Aragón tenía un pueblecito (esto también lo decía Serrat), aunque reconozco que últimamente sólo lo visito para acudir a funerales y entierros. Puede parecer triste eso de no tener un pueblo o una casa familiar: un lugar de referencia al que siempre se puede acudir y que sirve de “kilómetro cero” en nuestras vidas, pero de pequeño me enseñaron a intentar hacer de las debilidades, fortalezas.  También cuando era niño mi madre me inculcó su pasión por viajar y conocer otros lugares, otras gentes y otras culturas. Así que, quizá como un mecanismo de supervivencia, o porque no me quedaba más remedio, me pareció que eso de mudarme de una ciudad a otra era una manera de poner en práctica mi afición.

Con los años, viajar y conocer otros territorios se convirtió en parte importante de mi trabajo como geólogo y en una constante en mi afición por escalar montañas. De manera que, pensándolo bien, se podría decir que he estado toda mi vida moviéndome de un sitio a otro, ya sea por obligación, por placer o por trabajo. Pero también veo que, casi sin darme cuenta, a lo largo del tiempo he ido arraigándome a diversos territorios con los que no me une un vínculo familiar, sino sólo emocional y uno de ellos es la Comarca de Molina de Aragón y el Alto Tajo.

Castillo de Alpetea (Parque Natural del Alto Tajo). // Foto: M.P.

Castillo de Alpetea (Parque Natural del Alto Tajo). // Foto: M.P.

Soy consciente de que mi formación como geólogo no sólo marca mi profesión, sino también mi forma de ver el mundo. Es verdad, los paisajes del Alto Tajo me inspiran sentimientos de admiración, pero hay un aspecto natural de este territorio con el que tengo especial conexión. Estos bellos paisajes se configuran sobre un sustrato geológico que, a veces de manera evidente y otras mucho más sutilmente, esconden un valioso patrimonio. Al igual que un resto arqueológico puede aportar información suficiente como para revelar el modo de vida de aquellos que lo crearon, las rocas nos proporcionan información sobre cómo era el planeta cuando se formaron.

Hay lugares en los que las rocas nos cuentan, de manera excepcional, historias sorprendentes del pasado de la Tierra. Gracias a este tipo de espacios podemos saber que en su día, lo que hoy es la provincia de Guadalajara, estuvo sumergida bajo un gélido mar en el que flotaban icebergs o que, por el contrario, en otra época estuvo cubierta por un cálido mar tropical lleno de vida y plagado de corales; que terribles oleadas ardientes provenientes de erupciones volcánicas abrasaron su superficie; que los dinosaurios caminaron por estas tierras o que la tranquila sedimentación en un profundo mar generó considerables cantidades de petróleo. También nos desvelan que hubo un tiempo en el que Guadalajara era una gran salina natural, o que formó parte de una enorme cordillera, de la que hoy sólo se conservan sus cimientos, aunque fue tan alta como el Himalaya.

Lo cierto es que muchos de estos lugares sólo se comprenden si un especialista nos los explica: si algún experto en este tema nos revela su valor. Pero lo mismo ocurre, por ejemplo, con las pinturas y grabados rupestres, de los que precisamente la Comarca de Molina y el Alto Tajo tiene excepcionales ejemplos, incluso declarados Patrimonio de la Humanidad: el verdadero valor se lo damos cuando entendemos lo que significaba para nuestros remotos antepasados grabar, hace decenas de miles de años, la silueta de un animal, por muy tosco que nos parezca el trazo visto desde nuestra perspectiva artística actual. Su valor no reside sólo en el grabado en sí, sino también en lo que nos cuenta y revela.

Árbol en posición de vida del Bosque Fósil de la Sierra de Aragoncillo. // Foto: M.P.

Árbol en posición de vida del Bosque Fósil de la Sierra de Aragoncillo. // Foto: M.P.

Leer sobre las rocas y poder descifrar esta información me parece apasionante y es una parte importante de lo que me conecta con este territorio. Por ello pienso que, al igual que yo puedo “arraigarme” a un territorio por la admiración de su patrimonio geológico, los “ya arraigados” pueden encontrar en la geología un argumento más para sentirse orgullosos de su tierra y, desde luego, la provincia de Guadalajara tiene argumentos geológicos para sentirse orgullosa.

¿Sabíais que se han encontrado en Guadalajara minerales que se formaron hace más de 2.000 millones de años? Basta con pararse un momento a pensar lo que son 2.000 millones de años… ¿Y que hay manuales técnicos leídos por geólogos de todo el mundo que tienen en su portada la Sierra de Caldereros? ¿Sabíais que existen ejemplares de minerales procedentes de Hiendelancina en los mejores museos del mundo; que cerca de Checa está uno de los yacimientos más importantes del planeta de fósiles de unos organismos hoy extinguidos llamados graptolitos o que se descubrieron en Guadalajara dos nuevos minerales y que, por error a la hora de ubicar su origen, llevan el nombre de andalucita y aragonito y así se les llama en todo el mundo?

Casi con toda seguridad, la mayor parte de los lectores responderían a estas preguntas de manera negativa y la verdad es que no se les puede culpar de falta de interés o desconocimiento. El problema está en que, probablemente, nadie se lo había contado hasta ahora.

El estratotipo de Fuentelsaz es el mejor ejemplo y referencia a nivel mundial para conocer el tránsito del Jurásico inferior, al medio. // Foto: José Antonio Martínez

El estratotipo de Fuentelsaz es el mejor ejemplo y referencia a nivel mundial para conocer el tránsito del Jurásico inferior, al medio. // Foto: José Antonio Martínez

En Fuentelsaz se encuentra uno de los principales hitos de la geología de España. Cualquier geólogo del mundo que trabaje con rocas del Jurásico medio tiene que hacer mención a este municipio, porque allí está la referencia mundial para ese periodo. Fueron necesarios más de 20 años para que los geólogos determinaran que ese era el mejor lugar del mundo, pero permanece en el olvido de las administraciones. Hasta hace unos años era el único lugar de España que tenía esta categoría, por lo que, desde hace más de 15 años, estamos intentado que se proteja, que se divulgue y que se haga a la población partícipe de ese tesoro. En los últimos años se han identificado en España otros tres lugares con esta característica: ser el referente mundial para un determinado periodo de tiempo, demostrando la enorme riqueza geológica de España. En cada uno de ellos su descubrimiento fue portada de todos los periódicos autonómicos y su declaración fue anunciada por las más altas instituciones políticas. Pero Fuentelsaz sigue en el olvido. Sus habitantes podrían estar orgullosos de saber que, a escasos metros de sus casas, hay un lugar único: un patrimonio de valor mundial que hace que citar el nombre de su pueblo sea habitual en determinados círculos científicos y que, paradójicamente, investigadores de todo el mundo sepan dónde está, mientras que muchos de los vecinos de su provincia no serían capaces de ubicarlo en un mapa.

Cascada del Campillo (Parque Natural del Alto Tajo). // Foto: M.P.

Cascada del Campillo (Parque Natural del Alto Tajo). // Foto: M.P.

Volviendo a la reflexión del principio, sí, reconozco que mi falta de referencia geográfico-emotiva es una carencia importante. Por eso siempre he mirado con cierta envidia y con mucha admiración a las personas que tienen una fuerte implicación con su territorio, que se identifican con él y que luchan por hacerlo cada vez mejor. Tan cierto como que Guadalajara posee un patrimonio geológico excepcional, y tan cierto como que este sufre un importante abandono por parte de las administraciones, es que en los últimos años ha surgido un rayo de luz que hace que también esta provincia pueda ser ejemplo de cómo aprovechar esta riqueza. La declaración del Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo, uno de los diez existentes en España bajo los auspicios de la UNESCO, hace que la conservación y utilización del patrimonio geológico como recurso turístico, didáctico y cultural tenga una oportunidad. Y esto lo ha logrado gente orgullosa de su tierra. Gente que, en muchos casos, no llega a entender totalmente el significado geológico de estos afloramientos, pero que sabe valorar que son importantes y que, en parte, les representan. Personas para las que conocer la riqueza natural de su tierra es tan importante como conservarla;  que en una época como en la que vivimos, en la que se valora lo común, pero también lo que nos hace distintos y singulares, han entendido que el patrimonio geológico es uno más de los argumentos y han convencido a las administraciones para que vuelquen en el proyecto del Geoparque sus esfuerzos (humanos y económicos), como ellos hacen altruistamente y por convicción propia.  Personas normales y corrientes, pero capaces de contagiar el amor por su tierra a sus vecinos, o incluso a desarraigados como yo.

Por todo ello esta tierra es para mí un lugar especial y por eso tengo aquí uno de mis “kilómetros cero”. Quizá por sus paisajes, quizá por su geología, quizá por las miles de horas de campo que he pasado en esta comarca pero, con toda seguridad, porque aquí he conocido personas orgullosas de un patrimonio escondido, dispuestas a darlo a conocer como una parte más de su propia identidad.

* Luis Carcavilla Urquí (Castellón de la Plana, 1973) es Doctor en Geología y Científico Titular del Instituto Geológico y Minero de España (IGME). Sus líneas de trabajo son la geoconservación y la divulgación de la geología. En estas materias es autor de seis libros y ha participado en otros 15. Ha mantenido una intensa actividad profesional en la provincia de Guadalajara, participando en la redacción de los informes geológicos para la declaración de muchos de sus espacios naturales protegidos. Hace diez años inició sus trabajos en el Parque Natural del Alto Tajo, donde diseñó la red de geo-rutas y escribió la guía geológica, galardonada con el Premio Ciencia en Acción como la mejor publicación iberoamericana de divulgación científica del año 2009. Actualmente está implicado en el proyecto del Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo, del que es Coordinador de su Comité científico.

 

Rebelión en las aulas

Los principales problemas de conflictividad en las aulas se producen en Secundaria //Foto: www.juanvaldes.es

Los principales problemas de conflictividad en las aulas se producen en Secundaria //Foto: http://www.juanvaldes.es

Por Ana María Ruiz

Hace dos años y medio entró en vigor en Castilla-La Mancha la Ley de Autoridad del Profesorado, un documento que convirtió a la región en la primera Comunidad Autónoma del país en reconocer la figura de autoridad pública para los docentes y estableció las condiciones básicas para su ejercicio profesional. Una autoridad que, hoy por hoy, ya está recogida en la LOMCE.

Con esta normativa, se pretende “reforzar la autoridad del profesor como pieza esencial en el proceso de enseñanza-aprendizaje en el que debe darse un buen clima de trabajo mutuo entre todos los miembros de la comunidad educativa”. Es decir, se trata de una herramienta para favorecer un clima de convivencia positivo en los centros educativos y poner en valor la figura del profesor. Para reforzar esta Ley, la Consejería de Educación creó en 2013 la Unidad de Apoyo al Profesorado, un servicio administrativo encargado de proteger, ayudar y apoyar a los docentes en caso de situaciones problemáticas generadas en los centros.

Aunque es cierto que estos mecanismos han supuesto una ligera mejora en las condiciones de trabajo de los docentes con respecto a años anteriores, los resultados de la Memoria del Defensor del Profesor presentada la pasada semana por el sindicato ANPE– mayoritario en el sector de la enseñanza pública en la región- pone de manifiesto que todavía queda mucho camino por andar. “El problema de convivencia en las aulas sigue siendo una asignatura pendiente en el sistema educativo español, que no se resolverá fácilmente sin un apoyo político, social y familiar”, afirma Inmaculada Suárez Valdés, redactora del informe.

Así, en el año académico 2013/2014 aumentaron respecto al curso anterior los problemas para dar clase, los insultos al profesorado, los conflictos derivados del uso de las nuevas tecnologías y, lo que es peor, el acoso y las amenazas de los padres, especialmente en los ciclos de Infantil y Primaria. Sí, como lo leen. El 28% de las denuncias recibidas en el servicio de Defensor del Profesor están motivadas por la actitud de los progenitores de los niños y adolescentes, es decir, precisamente por quienes deberían ser los principales responsables de la educación de sus hijos. Los profesores denuncian sentirse cuestionados por muchos padres que no aceptan las normas que se aplican en clase, defienden a sus cachorros con uñas y dientes aún cuando no llevan ninguna razón, son recriminados delante de los niños y, en definitiva, pretenden imponer al maestro su propio criterio de cómo se ha de educar a sus hijos sin importarles si se pisotean los derechos de los demás alumnos. Incluso llegan a acceder a las aulas en actitud amenazante, presentan denuncias falsas ante la Inspección educativa, exigen el cambio de notas de exámenes y, en algunos casos, se llega a la agresión física. Ante la actitud de estos padres, es lógico que sus retoños se sientan respaldados, lo que refuerza sus comportamientos incívicos en clase: insultan al profesor, ponen los pies encima de la mesa, rompen el material o el mobiliario escolar, interrumpen las clases e impiden que la mayoría de sus compañeros pueda seguirlas con normalidad. Y todo ello con la impunidad que les da saber que no van a recibir ningún castigo por su total falta de respeto, ya que se limitan a reproducir los comportamientos de sus padres. Sin duda esto debería hacernos reflexionar. ¿A qué mandamos a nuestros hijos al cole o al instituto? ¿A recibir una formación adecuada para su futuro o a pasar el rato? Pónganse ustedes por un minuto en la piel de esos profesores y piensen cómo deben sentirse al finalizar la jornada.

Cartel del servicio del Defensor del Profesor, puesto en marcha por ANPE en 2005//Foto: ANPE

Cartel del servicio del Defensor del Profesor, puesto en marcha por ANPE en 2005//Foto: ANPE

Los alumnos. Por detrás de la actitud de los padres se sitúan en la Memoria de ANPE las quejas relacionadas con el mal comportamiento de los alumnos: faltas de respeto (un 27% del total), problemas para dar clase (25%), acoso y amenazas (16%), insultos (14%), conductas agresivas (14%), utilización del móvil para realizar grabaciones o fotos en clase, uso de las redes sociales para acosar, amenazar e incluso suplantar la personalidad del profesor (7%) y provocar daños a propiedades o pertenencias (6%). Como ven, se trata de un panorama bastante desolador. ¿Creen ustedes que este es el ambiente más idóneo para impartir o recibir clase? Y no se vayan a pensar que ocurre sólo en la enseñanza pública, ya que los mismos comportamientos se repiten en la concertada.

Según se afirma desde ANPE, parte de la problemática viene generada por los recortes presupuestarios en Educación que se han traducido en la falta de profesorado y la masificación de las aulas, que genera una gran frustración entre el profesorado, al que le faltan apoyos para atender a los alumnos con necesidades especiales y para poder hacerse con las riendas y el control de la clase. No obstante, la mayoría de los problemas están generados por la existencia de alumnos conflictivos, nada motivados para el estudio, que impiden el normal desarrollo de las clases, lo que dificulta el trabajo y el aprendizaje de sus compañeros. Estos jóvenes y adolescentes mantienen una actitud de continuo enfrentamiento hacia sus profesores: les retan, les insultan, les faltan al respeto, intentan boicotear las clases, no realizan las tareas que se mandan para casa, se jactan de su falta de interés, les amenazan e incluso llegan a la agresión física y moral (rotura de cristales de vehículos, pintadas en sus domicilios, lanzamiento de objetos en clase, etc.) Estos “estudiantes modelo” también suelen dirigir su ira hacia otros compañeros, los más débiles, que terminan siendo objeto de acoso y tienen miedo incluso de asistir a clase. Y todo ello, de nuevo, ante la pasividad de unos padres que, o bien les defienden, o bien les han dejado por imposibles y eluden cualquier responsabilidad en su educación creyendo que ésta recae únicamente en manos de sus profesores.

No vayan a pensar ustedes que los colegios e institutos de Guadalajara son poco menos que el Bronx y que todos los padres y madres tienen una actitud de total permisividad hacia sus hijos. Estos especímenes constituyen una minoría pero son precisamente los que impiden que exista un clima de convivencia escolar en el que prime el esfuerzo, el trabajo y el interés por aprender. Los alumnos conflictivos son niños y adolescentes que han crecido sin conocer los límites. Pequeños dictadores a los que hay que poner freno. Y esa labor, no lo olvidemos, comienza en casa.

Ansiedad y depresión. Ante esta situación, no es de extrañar que el 10% del total de los 3.345 docentes de toda España que se han dirigido al Defensor del Profesor se plantee dejar la profesión y que los estados anímicos más habituales del colectivo sean la depresión o la ansiedad. Los profesores ven cómo su trabajo diario, que es el de transmitir conocimientos e inculcar a nuestros hijos el interés por el estudio, está cada vez más desprestigiado por lo que cada día que pasa se sienten más desprotegidos, desamparados e indefensos ante determinadas conductas que impiden el desarrollo normal del trabajo en las aulas y crean un clima de hostilidad que en nada beneficia a nuestro sistema educativo.

Y aquí entra en juego el papel de la Administración educativa, que si bien les reconoce como autoridad y pone a su disposición servicios de apoyo y asesoramiento jurídico, les da la espalda en demasiadas ocasiones. Desde ANPE se viene denunciando que los docentes se sienten ninguneados por un Ministerio y una Consejería que les abandonan a su suerte, especialmente cuando se producen casos de denuncias falsas, en las que se da mayor credibilidad al padre o alumno ante situaciones en las que después queda demostrado judicialmente que el profesor llevaba razón. O aplicando continuos recortes en materia educativa que fomentan un malestar entre profesorado y alumnado que en nada contribuye a crear el clima necesario para que se pueda cumplir el doble objetivo de recibir una educación de calidad y ejercer la docencia con un mínimo de garantías.

Algo está fallando. Administración, profesores, padres y alumnos debemos caminar de la mano para atajar el problema de la conflictividad en los centros educativos, para crear escuelas e institutos en los que sea una realidad el derecho a la educación recogido en el artículo 27 de la Constitución: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”. Es necesario contar con alumnos y profesores motivados, padres dispuestos a colaborar en el proyecto educativo de sus hijos y administraciones que pongan a la Educación en el primer puesto de su lista de prioridades. De otra forma el sistema educativo español está abocado al fracaso, por muchas reformas educativas que se quieran introducir.

Por la vereda del medio

Ermita de los Remedios

Imagen de la Ermita de los Remedios, antes de su demolición // Foto: Pastrana Villa Ducal

Por Óscar Cuevas

La historia que ayer por la tardé salió a la luz pública es uno de esos caramelos periodísticos que se dan muy de cuando en vez; una auténtica bicoca informativa que combina lo insólito con lo sentimental, ungido todo ello de gotas de esperpento y actitud contestataria. No sé si les ha dado tiempo de informarse, pero la cosa se resume en que un vecino de Pastrana que tenía licencia de obra para arreglarse una vieja vivienda en ruinas de la calle de la Castellana, ha ido un «pelín» más allá de lo esperado, y no ha dudado en demoler por su cuenta y riesgo una pequeña ermita, erigida en los años 50, que tenía adosada a su casa. Un pequeño edificio de culto que, colocado junto a su pared, y en medio de la calle, se ve que le molestaba un poco bastante. Se llama Jacinto Vereda, el señor en cuestión, y la verdad es que acaba de liarla parda. Pardísima.

O mucho me falla el olfato, o esta será una de esas noticias que se pueden convertir en «virales» -como dicen los modernos- en las próximas horas. No me extrañaría que este viernes, o a lo largo del fin de semana, las calles de Pastrana se llenaran de cadenas nacionales de televisión para contar la historia de un hombre que destruye ermitas, y que visto lo visto, parece que «los tiene cuadraos».

En el Ayuntamiento de Pastrana están que no se lo creen, claro. Y en un comunicado emitido desde el consistorio han anunciado que se decreta la paralización de las obras de la vivienda del señor en cuestión; que se le abre un expediente sancionador, y se anuncia una batalla en los tribunales a la que también parece que se sumará el Obispado, propietario a la sazón de la Ermita de los Remedios, que ese es -era- su nombre.

El caso es que el señor Vereda no dudó. Y al tiempo que derribaba las ruinas de la vieja casa que heredaba, encargaba a una empresa especializada tirar también el pequeño templo. Así, a lo bestia. Todo sucedió a primera hora de la mañana de ayer, y tan repentina fue la cosa, que cuando al lugar llegaron los del Ayuntamiento y la propia Guardia Civil, de la ermita no quedaba ni el amén. «Lo hizo de forma alevosa», clama el alcalde pastranero, Ignacio Ranera, que tacha lo ocurrido de «atentado al patrimonio histórico, cultural y religioso de la villa», y que ha recordado que la citada ermita es -era- un «Bien Especialmente Protegido».

De lo sucedido inicialmente y de la versión municipal han dado cuenta casi todos los medios de comunicación de la provincia. Pero les aseguro que lo más interesante de lo publicado ayer es lo que escribía la periodista cabanillera Patricia Biosca en la sección provincial de ABC: La justificación del «vecino demoledor».

Y es que el señor Vereda dice, y no se corta un pelo, que lo que tendría que hacer el alcalde, lejos de denunciarle, es «darle las gracias». Afirma de hecho que él ha procedido conforme a la Ley, y cita el Artículo 68 de la Ley de Bases de Régimen Local, que contempla la posibilidad de ejercer una cosa que se llama «acción vecinal sustitutoria», y que viene a ser algo así como que los ciudadanos pueden defender por sus medios el bien común, si las administraciones no lo hacen por su cuenta.

Les transcribo el citado artículo, porque Vereda no da puntada sin hilo:

Artículo 68

1.- Las entidades locales tienen la obligación de ejercer las acciones necesarias para la defensa de sus bienes y derechos.

2.- Cualquier vecino que se hallare en pleno goce de sus derechos civiles y políticos podrá requerir su ejercicio a la Entidad interesada Este requerimiento, del que se dará conocimiento a quienes pudiese resultar afectados por las correspondientes acciones, suspenderá e plazo para el ejercicio de las mismas por un término de treinta días hábiles.

3.- Si en el plazo de esos treinta días la entidad no acordara el ejercicio de las acciones solicitadas, los vecinos podrán ejercitar dicha acción en nombre e interés de la entidad local.

4.- De prosperar la acción, el actor tendrá derecho a ser reembolsado por la Entidad de las costas procesales y a la indemnización de cuantos daños y perjuicios se le hubieran seguido.

La tesis del protagonista de nuestra historia es que fue el Obispado el que ya construyó en los años 50 la ermita de modo ilegal, al colocarla en medio de la calle, ocupando un dominio público por el que debería pelear el Ayuntamiento, y además, tapando las luces de la fachada de la vivienda que él pretende rehabilitar.

También asegura este señor que lleva remitiendo escritos al consistorio, reclamando por la situación, desde hace años; y que el pasado 4 de abril avisó de su intención de derribar la ermita. Y afirma que está amparado para actuar ante el silencio administrativo. Niega además haber actuado ayer de forma alevosa, porque anunció de nuevo su decisión el día anterior. Y finalmente completa su explicación asegurando que la ermita carece de valor arquitectónico, que no hay informes que lo sustenten, y que la protección municipal a la que se alude es arbitraria.

Nos encontramos pues ante un curioso conflicto donde, como les decía, los tribunales van a tener que dirimir entre los derechos que asegura este hombre que le estaban siendo conculcados, el valor patrimonial del inmueble, y aspectos más sentimentales, como el lícito dolor que tienen los miembros de esa Hermandad que velaba por la ermita y sus imágenes (que afortunadamente fueron sacadas del edificio antes de destruirlo). Un dolor que no le ha importado mucho a don Jacinto, porque asegura que los fieles son apenas una quincena de hermanos que van allí «un día al año», mientras que él padecería la presencia del edificio frente a sus narices los otros 364.

Y dicho todo lo anterior, caben algunas reflexiones. La primera es que la actitud del vecino se me antoja poco justificable, por cuanto se toma la justicia por su mano. No creo que pueda haber tribunal que avale su actuación. Y aunque no dudo de que quizá tenga algún fondo de razón legal en su argumentación, en todo caso el camino que debió haber recorrido es el contrario: Pleitear en los tribunales primero, y si le dan la razón, demoler después. Nunca al revés.

La segunda consideración que quiero hacer es que esta historia tiene más de llamativo que de grave, al menos en términos patrimoniales. Vistas las fotos del edificio, cualquiera puede juzgar que no se ha destruido un inmueble de valor precisamente incalculable. Sí es irreparable, por contra, el daño moral que ha infringido el señor Vereda a muchos de sus convecinos.

Una tercera consideración que me viene a la cabeza es respecto al alcalde. Si el «vecino demoledor» dice la verdad respecto a los anuncios, avisos y plazos que advirtió, se me antoja que Ignacio Ranera -y quizá también el obispo, no lo sé- han cometido una imperdonable dejación de funciones. Debieron haber actuado antes, debieron haber negociado, o al menos instado a un juez a que parase los pies y bajase los humos al señor de la piqueta.

Acudir al Juzgado ahora no está de más, porque allí se verán todos las caras y se solventará el asunto. Pero lo único cierto es que los «remedios» había que haberlos puesto a tiempo. Antes de que Jacinto tirara por la vereda del medio. ¿No les parece?

Historias sin voz

Por Marta Perruca

Creo que no éramos conscientes de que aquello, además de un modo de protestar por nuestra situación laboral, acabaría convirtiéndose en una profecía que se haría realidad. El periódico en el que trabajábamos daba sus últimos estertores y nosotros, en nuestra séptima jornada de huelga, nos adueñábamos de un pequeño rincón de la Plaza Santo Domingo, para colocar dos modestos murales con algunos de los recortes de prensa que costaron tantas y tantas horas de trabajo en aquella redacción del periódico EL DÍA de Guadalajara, situada en la cuesta del Matadero. El propósito de aquella acción era hacer partícipes a los guadalajareños de las noticias que no habrían visto la luz si no existiera aquel periódico y sin profesionales del Periodismo en activo, en un momento en el que era más que evidente el próximo cerrojazo de un diario, ya casi olvidado, y mientras contemplábamos, impotentes, la debacle de la prensa provincial.

Sinceramente, siempre he tenido la sensación de que aquello no importó demasiado a los vecinos de Guadalajara. El año pasado paré a tomar un café, por casualidad, en Cuenca y, en aquel bar, todavía se lamentaban del cierre del periódico “EL DÍA”. Pero claro, aquel era su diario de referencia, con una larga trayectoria histórica, y los conquenses estaban acostumbrados a que comprar el pan y el periódico fuera un mismo gesto.

Alguien podría decir, con razón, que en Guadalajara también tenemos un periódico de referencia con un largo recorrido, como es el caso del bisemanario “Nueva Alcarria”, cuyo primer número se publicaba el 15 de julio de 1939, pero hay que recordar que como diario su carrera no fue tan dilatada, sino más bien lo contrario. Paradójicamente, a pesar de la gran proliferación de periódicos de tirada diaria durante los tiempos de burbuja inmobiliaria, las convocatorias de prensa se seguían concentrando los jueves, porque la mayoría de los guadalajareños seguían acostumbrados a comprar el periódico los viernes. Lo decíamos entonces con bastante asiduidad: Guadalajara no es una provincia lectora de diarios, a pesar de haber sido cuna de un número considerable de periodistas, muchos de los cuales ahora han tenido que reinventarse profesionalmente o pasar a engrosan las listas del paro.

En aquellos días, al menos yo, no percibí que los vecinos de esta provincia sintieran ni un atisbo de indignación ante esta situación, como tampoco creo que entiendan lesionado su derecho a la información. Si acaso, sí, determinados colectivos, para los que el periodismo provincial era el principal altavoz a sus reivindicaciones y, supongo, que al menos políticos y gobernantes percibieron el notable descenso de cámaras y grabadoras en las convocatorias de prensa.

No en vano, el alcalde presentaba una suerte de periódico municipal,  “30 Días”, como una alternativa al vacío que habían dejado los medios de comunicación y no por ello se ha notado especialmente un revuelo ciudadano ante el hecho de que se financie con dinero público lo que, a todas luces, más que un medio de información, se reduce a propaganda política. Tampoco creo que a nadie, más allá de los circuitos periodísticos, le parezca inmoral que este panfleto, que se publica con dinero de todos y que llega a todos los hogares, entre a competir con otros medios de comunicación independientes y con menores recursos de difusión, en el mercado publicitario.

También hemos visto como otras tendencias políticas de la oposición ponían en circulación sus propias publicaciones de tirada gratuita para salvar este vacío, como es el caso del periódico “La Calle”.

La crisis nos dejó una provincia sin diarios en papel -una vez cerró sus puertas «ELDIA de Guadalajara» y «Nueva Alcarria» tuvo que retroceder a su tradicional periodicidad bisemal- ; unos medios de comunicación  “independientes” secuestrados, puesto que en gran medida su supervivencia depende de la publicidad institucional, y una serie de publicaciones interesadas, que deberíamos leer con cierta prudencia, pero para el grueso de la población, esto no importa demasiado, puesto que Nueva Alcarria sigue estando los lunes y los viernes en el quiosco de prensa y, además, puntualmente llega a su casa el “periódico” del Ayuntamiento “30 Días” y Guadanews.

De alguna manera, cuando dentro de nuestro programa de reivindicaciones decidíamos salir a la calle con aquellos recortes de prensa, nos anticipábamos a lo que iba a ocurrir. Puede que muchos vecinos no hayan notado la diferencia, pero yo echo de menos tener entre mis dedos, cada día, aquellos pliegos de papel gris, con olor a tinta y portada a todo color, que recogían la crónica de actualidad de la vida diaria de esta provincia. Añoro esos artículos a toda página con los que se trataba de pulsar la opinión de los vecinos sobre diversos temas de actualidad. Personalmente, me hubiera encantada tomar el café esta mañana leyendo una noticia sobre, por ejemplo, la opinión de los guadalajareños sobre el proceso independentista de Cataluña o sobre la aparición de Román en el programa “El Objetivo” de la Sexta, por hacer mención al fantástico artículo de ayer de mi compañero Rubén Madrid; profundizar en las historias de esas personas desheredadas por la crisis, que cada mañana ocupan las puertas de las iglesias y supermercados y casi todos los rincones de las calles más céntricas de la ciudad; leer las reivindicaciones de algunos de los colectivos de la provincia sin el filtro del comunicado de prensa, porque alguien se ha dignado a ponerles un micrófono o una grabadora; o que el periodismo regresase a los barrios de la capital o a los pueblos de la provincia, sin necesidad de que un político se haya dignado a hacer una visita con la intención de publicitar las obras que ha ejecutado allí su equipo de Gobierno o hacerse la foto de turno.

A menudo pienso en el testimonio social que darán las hemerotecas de estos años de quiebra del periodismo en nuestra provincia, en los que el análisis y la investigación  brillan por su ausencia y en todas aquellas historias que se han quedado sin contar.

Aquel día, quisimos que los Guadalajara fuera consciente de las noticias que jamás hubieran visto la luz si aquel periódico, a punto de expirar, no hubiera existido. Ahora no hay siquiera quien se lamente de las historias que se han quedado sin voz.

Super Román y el ‘clan de los romanones’

Ilustración incluida en el vídeo de La Sexta que abordaba los privilegios de los diputados y que aludía directamente al alcalde de Guadalajara.

Ilustración incluida en el vídeo de La Sexta que abordaba los privilegios de los diputados y que aludía directamente al alcalde de Guadalajara.

Por Rubén Madrid

Qué manera de animarnos el debate municipal tuvo el domingo por la noche La Sexta al recordarnos –nada nuevo, por otra parte– que el alcalde de Guadalajara, Antonio Román, cobra por tener tres ocupaciones. El surtidor de notas de prensa del Ayuntamiento estuvo el lunes que echaba humo dispensando buenas noticias, seguramente para ahuyentar la mala sombra de Ana Pastor. Al alcalde nos lo presentaron en El Objetivo de La Sexta como un “superhombre” capaz de compatibilizar el bastón de mando con el escaño en Madrid y con la bata de médico en la clínica Sanz Vázquez. Una ironía para mostrarle como el campeón de los diputados privilegiados, una elípsis para no mencionar directamente a la casta.

En el reparto de la parrilla de La Sexta a Román le cayó el papel de villano de la noche. Nuestro alcalde apareció en la pequeña pantalla justo después que el exsecretario general del PCE e IU, Gerardo Iglesias, al que Jordi Evole visitó en Salvados como ejemplo de honradez en política: este picador asturiano volvió a la mina después de su temporal estancia política en los despachos de Madrid. En el retrato expresionista de Román que nos mostró El Objetivo, no ahorraron las artimañas marca de la casa. Y como Ana Pastor nos invitaba a sacar nuestras propias conclusiones, aquí van algunas notas.

  • El alcalde no se escondió y dio la cara ante las cámaras de La Sexta. Quienes vemos habitualmente el programa –con su encantadora sección de las pruebas de verificación– estamos acostumbrados a observar la negativa de muchos dirigentes de todo el país a dar explicaciones sobre aquellos asuntos feos por los que son señalados. Román hizo lo que debía, pero en estos tiempos resulta todo un gesto.
  • La anécdota: hasta en dos ocasiones se nos dijo que Guadalajara es la segunda ciudad de La Mancha… Tan aplicados cada domingo por la noche en impartir lecciones de Educación para la Ciudadanía, El Objetivo suspende en Geografía: Guadalajara no está en La Mancha, ni falta que hace, como Salamanca no es León por más que pertenezca a Castilla y León. El asunto solivianta a muchos y nos incomoda a otros. El programa no supo, pudo o quiso corregir a pesar de las advertencias de los alcarreños en las redes sociales desde días antes. Tampoco me consta ninguna nota disculpatoria. Adolece así de lo que a menudo censura. Erró el dato (somos la segunda capital o tercera ciudad de la región en población) y ahonda en la falta de credibilidad en la que ya incurrió cuando se aproximó a Valdeluz para grabar unos planos y tomar unas declaraciones del alcalde de Yebes, que luego manipuló a su antojo para obtener la pieza a la carta que buscaba de antemano: ya entonces cualquier parecido con la realidad fue mera coincidencia.
  • No por constituir la política local una escala instuticional menor (en lo territorial, demográfico y presupuestario) debe rebajar el compromiso moral de sus representantes. En este caso, no parece lo más idóneo que un alcalde de una capital de provincia sea también diputado, por mucho que la proximidad a Madrid o las nuevas tecnologías ahorren tiempo y esfuerzos. Pero Román no es por eso un corrupto -lo digo por si alguien ha tenido la tentación de llevar el asunto tan lejos- ni tampoco debe ser tratado como tal. Buen favor le haríamos a los corruptos si lo metiésemos en el mismo saco. Más que a un afán de enriquecimiento personal, me parece que su presencia en el Congreso responde a otras causas (cálculos electorales, razones de partido, proceso de transición en su ámbito de servicio público). Aun así, no sé qué demonios pinta el alcalde en el Congreso ni qué necesidad hay de ello. Y no vale lo de tener voz en Madrid para atraer inversiones de los PGE para nuestra provincia: a los resultados me remito.
  • El alcalde, flanqueado por los tenientes de alcalde De las Heras y Carnicero. // Foto: Ayto. de Guadalajara.

    El alcalde, flanqueado por los tenientes de alcalde De las Heras y Carnicero. // Foto: Ayto. de Guadalajara.

    No creo que el programa del domingo haya dañado la imagen de Román ante su electorado. Airear esta ‘triplicidad’ de cargos públicos indigna un poco más a quienes en su día no le votaron, pero dudo que añada indignación en quienes sí le votaron, que tanto en las municipales como en las generales lo hicieron de forma mayoritaria. Dudo que ninguno de los votantes del PP encogiese la mano en las urnas por la incompatibilidad, o que ésta pesase más que su voluntad de echar a los socialistas de La Moncloa. De modo que tampoco cuela el argumento de que lo de los tres trabajos del alcalde sea menos feo porque esté avalado en las urnas. Estas lecturas serán válidas el día en que haya listas abiertas: quienes no compartan estas estrategias individuales podrán privar a un alcalde de su escaño en Madrid.

  • Estoy de acuerdo con quienes opinan que a un primer edil nunca le puede sobrar ni un minuto para atender las necesidades de su municipio, más aún si afronta retos tan importantes como combatir el desempleo que castiga a tantos de sus vecinos. Y abro paréntesis: el desempleo. La principal inmoralidad que se desprende de los cálculos de los tres salarios de Román como diputado (unos 5.000 euros al mes), alcalde –una cantidad muy inferior, sólo dietas por plenos y comisiones– y doctor en la clínica -por lo que declara casi 29.000 euros anuales, pese a la dedicación marginal- radica en la enorme suma que se embolsa por estas tres actividades en una ciudad en la que hay más de 7.500 parados. Admito que el argumento roza la demagogia, pero es que Román también es alcalde de esos más de 7.500 parados y su principal reclamo en campaña fue, precisamente, combatir el paro, una asignatura que sigue pendiente.
  • ¿Y la clínica privada? No me parece un escándalo que trabaje unas horas a la semana en la clínica Sanz Vázquez. Me convence su argumentación de seguir activo para “estar preparado para volver a tu profesión” al entender que el paso por la política es transitorio. Tampoco creo que cuatro horas semanales afecten en exceso a su dedicación en Alcaldía, porque seguramente se las quita a su familia o a sus aficiones o vicios, si los tuviera. Preferiría, eso sí, que el dinero que recibe por estas ‘ñapas’ lo donara a una organización social, pero este punto lo desconozco. Dicho todo esto, también es cierto que a Román la argumentación se le está rompiendo por la base: ¿es su dedicación política temporal? Lleva en cargos públicos desde que en 1995 empezó como concejal y cada vez acapara más responsabilidades. Cualquiera puede pensar, con mucha razón, que Román está lejos de poner fin a esta etapa transitoria. Más ahora que está dispuesto a ser reelegido alcalde faltando a la promesa de permanecer sólo dos mandatos.
  • ¿Alguien se ha quejado hasta ahora de que Román desatienda a la ciudad por estar en Madrid? No había oído hasta el domingo que nuestro primer edil, que corre el riesgo de escuchar hasta mayo la cantinela de que es “nuestro alcalde a tiempo parcial”, haya desatendido sus obligaciones en Guadalajara. He asistido a plenos en otras ciudades españolas como Oviedo, donde les aseguro que al presidente de la Corporación no se le veía ni en pintura, y la presencia de Román viene siendo razonable, al menos en la esfera pública: ofrece ruedas de prensa, realiza recepciones en el Ayuntamiento, está en inauguraciones y eventos sociales, culturales o deportivos… Tal vez disimule bien, pero parece cualquier cosa menos un alcalde desaparecido. Si acaso, y eso lo tendrán que decir los cronistas parlamentarios, su labor a medio gas será la del Congreso, donde precisamente cobra un sueldo por su dedicación absoluta. El balance es pobre: diez intervenciones y nueve iniciativas en tres años.

    Vista general del Pleno del Ayuntamiento. // Foto: Jesús Ropero (Ayto. de Guadalajara).

    Vista general del Pleno del Ayuntamiento. // Foto: Jesús Ropero (Ayto. de Guadalajara).

  • El alcalde reconoció ante las cámaras que su compatibilidad de cargos es posible por el enorme número de liberados que hay en el equipo de gobierno, algunos de ellos también por sus ocupaciones en Madrid, caso de Encarnación Jiménez (su compañera en el Congreso) o Juan Antonio de las Heras (en el Senado). Román coordina, nos dijo. Pero no cuela. Aquí es peor el remedio que la enfermedad: que el alcalde justifique que puede estar en misa y repicando porque se dedica a coordinar un equipo de profesionales de la política parece un peaje excesivo. Antes que a los concejales número 15 y 16, los ciudadanos le escogieron a él. Por no hablar de algunos casos concretos, como el teniente de alcalde De las Heras, capaz de compatibilizar su discretísima gestión municipal con el escaño en el Senado y la banqueta en la terraza del Dublin House.
  • Desconozco qué intereses hicieron posible que se destapasen la Gürtel, el caso de los ERES o el Watergate, pero las sinvergonzonerías son explosivas por sí mismas, con independencia de qué mano encienda la mecha para hacerlas estallar. No voy a apuntarme yo aquí a la teoría del linchamiento, que igual vale para justificar las pequeñas inmoralidades de Errejón en la universidad que para ahuyentar las explicaciones sobre los vuelos a Canarias de Monago el santo. No. Huyo de las teorías del miedo, del caos, de la conspiración… De lo que se trata es de tener las cuentas claras y de ofrecer explicaciones convincentes. Ni sé ni me importa la razón por la que El Objetivo se fijó en Román y no en otro (quizá nadie tenía tan buen cartel: diputado, alcalde y médico) pero desde diciembre de 2011 Román trabaja para todos los españoles en el Congreso y no hay nada de malo en que el resto del país conozca lo que aquí ya sabíamos: sus tres trabajos. Eso sí, prefiriendo siempre un alcalde a dedicación completa y con una retribución en conjunto más acorde con la realidad salarial de sus vecinos, no me voy a poner estupendo diciendo que es el peor de los males que nos acechan.
  • Más que la compatibilidad de Alcaldía y escaño (que ocurre en el 10% de nuestros parlamentarios en Madrid, por cierto) me preocupan las políticas que se llevan a cabo en la ciudad: que Román no haya cumplido su promesa electoral de dar trabajo a cambio del voto –eso sí fue populismo, aunque fuese ibérico en vez de bolivariano–, las facilidades que da este gobierno local a las empresas privadas como la que tiene ahora mismo un expositor permanente en
    Román, que es vicepresidente de la comisión de Sanidad del Congreso, en una rueda de prensa de la ministra Mato. // Foto: Efe.

    Román, que es vicepresidente de la comisión de Sanidad del Congreso, en una rueda de prensa de la ministra Mato. // Foto: Efe.

    la plaza de Santo Domingo, las zancadillas que en cambio pone a tantas asociaciones sin ánimo de lucro, la subida de tasas a lo largo de toda la legislatura (y no sólo la bajada para el año electoral) y el sobrepeso de la carga por el IBI, el incremento del precio del agua desde que la gestión fue privatizada, la falta de reflejos desde la Plaza Mayor ante los desplantes de consejeros como Marín o Echániz a lo largo de la legislatura, el sindiós en que se ha convertido el servicio de autobuses urbanos con un brutal descenso de pasajeros, la imputación del ‘vicealcalde’ por el supuesto uso de recursos públicos de Aguas del Sorbe para otros fines, la proliferación de solares en el casco antiguo, la apuesta por el cemento visto para los proyectos de plazas en el centro, el cerrojazo a los mecanismos de participación ciudadana, el gasto empleado para erigir una estatua del Papa Juan Pablo II y un busto de bronce del expresidente Adolfo Suárez, el rechazo a recordar como se merece a los fusilados de la Guerra Civil que yacen en la fosa común del cementerio, los impagos de más de 350.000 euros de varias concesiones municipales de establecimientos de hostelería y aparcamientos, la negativa a propuestas ciudadanas como la del Rincón Lento para poner en marcha huertos urbanos, la cesión de espacios como la iglesia del Fuerte al Obispado, la invención de grandes proyectos a mitad de legislatura -como el megacontrato frustrado- que no figuran en los programas electorales, la filtración de espíritu religioso en las Ferias y Fiestas o la supresión del festival de teatro callejero Titiriguada. Este equipo municipal ha hecho algunas cosas bien y muchas mal, y son sobre todo estos desatinos los que me preocupan. Y, puestos a hablar de transparencia, me inquieta la falta de información sobre los asesores del PP en cargos públicos (y a qué dedican realmente su tiempo) o la más que sospechosa inclinación de esta Corporación para acabar confiando la realización de proyectos malogrados o ineficaces a una constructora de la que nunca se han acabado de aclarar los intereses que en ella puedan tener algunos dirigentes del PP. A mí, a diferencia de lo que le ocurre al Españolisto, mucho más que los tres salarios de Román, lo que me preocupa es lo que hace el ‘clan de los romanones’.

Llega el convenio, sigue la frontera

Los consejeros de Sanidad de Madrid y Castilla-La Mancha, en la imagen del acuerdo remitida a los medios por la Junta de Comunidades.

Los consejeros de Sanidad de Madrid y Castilla-La Mancha, en la imagen del acuerdo remitida a los medios por la Junta de Comunidades.

Por Concha Balenzategui

No sería justo que hoy no dedicara mi artículo a la noticia sobre el convenio sanitario con Madrid que viene servida desde el viernes por el Gabinete de Prensa de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Y no sería justo -quienes me siguen lo saben- porque anteriormente he denunciado en varios artículos la falta de un acuerdo que acabara con el vergonzoso peregrinaje sanitario de los pacientes de Guadalajara a centros de Ciudad Real, Toledo o Albacete, más alejados que los de la capital de España.

Mis alusiones a este problema han sido constantes, porque lo considero un asunto de verdadera magnitud, uno de esos temas clave para medir la capacidad y eficacia de un Gobierno. Pero mucho más aún: porque el convenio sanitario es paradigma del sano y cabal funcionamiento del engranaje autonómico, uno de los índices básicos para medir la satisfacción con un mapa de comunidades con el que Guadalajara, ustedes lo saben, tuvo serias reticencias en su gestación, y las sigue teniendo cuando asuntos como este pasan al primer plano.

No sería justo tampoco que hoy no celebrara el acuerdo. Porque lo fundamental es que los enfermos puedan ser trasladados a los hospitales que están a poco más de media hora (en el caso de los habitantes del Corredor) y no pasarse el día de viaje por la Mancha. Es lo que a todos nos importa: reducir el calvario que la falta de acuerdo ocasionaba. Acabar con el despropósito de que no se cumpliera el principio de igualdad de acceso a los servicios de asistencias sanitaria con independencia del lugar de residencia.

Pero tampoco sería justo que hoy no leyera todo el prospecto, como se recomienda antes de cualquier tratamiento. Y en esta noticia hay mucha letra pequeña por escudriñar, incluso cuando me hago el propósito de no empañar la alegría que me produce. Por eso no voy a centrarme en el tiempo de retraso con el que llega el convenio (más de tres años y medio desde que María Dolores de Cospedal, siendo candidata, aseguró literalmente que «ya lo tenía acordado» con la Comunidad de Madrid y Esperanza Aguirre). Prefiero fijarme en la fecha de entrada el vigor. Porque si la primera evidencia de la noticia es que hay un acuerdo, la segunda evidencia es que se trata más bien de un «principio de acuerdo». En realidad tenemos poco más que la foto de un abrazo entre el consejero de Castilla-La Mancha, José Ignacio Echániz, y su homólogo en la Comunidad de Madrid, el ignominioso Javier Rodríguez, cuya imagen no podemos desligar de las recientes declaraciones en las que menospreciaba a los enfermos castellano-manchegos, y más sonado, cuando puso en duda la profesionalidad de Teresa Romero.

Evidentemente, además de la imagen -remitida por Gabinete de Prensa en lugar de a través de una comparecencia en la que se explicaran los detalles del acuerdo, y abierta a preguntas que ayudaran a dejar claros todos sus extremos- sabemos algunos puntos del preacuerdo. Fundamentalmente conocemos las patologías y pruebas diagnósticas que serán atendidas, los centros en los que se asistirá a los pacientes, y los vecinos a los que afecta el acuerdo, que además de una parte del norte de Toledo, son todos los de nuestra provincia. Pero hay que saber que este principio de acuerdo ahora debe ser debatido y aprobado por los parlamentos de las dos comunidades, y publicado en sus diarios oficiales antes de entrar en vigor. Nos quedan aún por delante algunos viajes más a la Mancha, es difícil especificar cuántos, pero tengan por seguro que la puesta en marcha no puede demorarse más allá del mes de mayo.

Hospital del Sescam en Toledo. // Foto: lainformacion.com

Hospital del Sescam en Toledo. // Foto: lainformacion.com

Conocemos también la fecha de caducidad, marcada por los cinco años de vigencia, que parece un buen colchón para dar seguridad y estabilidad a un convenio, incluso con el tiempo de renovarlo, ajustarlo o actualizarlo si, después de una legislatura de funcionamiento, cambiaran los gobernantes en uno u otro lado. Y esto, que el acuerdo tenga una durabilidad, me importa más que el hecho de que se alcance en la antesala de las elecciones autonómicas. Me mantengo en la convicción de que los ciudadanos son lo suficientemente maduros como para valorar el conjunto de la legislatura antes que los cantos de sirena de los últimos tres meses previos a las urnas.

El PP se ha dedicado a presumir del acuerdo, como hizo la presidenta de Castilla-La Mancha el pasado sábado en Sigüenza. Pero en su autobombo ha llegado a negar la evidencia; esto es, que existiera un convenio sanitario antes, en tiempos en que la comunidad la gobernaban los socialistas. Es un ejercicio de desmemoria imposible, porque fue el propio Echániz, entonces consejero de Sanidad de Madrid, el que lo firmó por la otra parte.

El PSOE se ha centrado en denunciar que el convenio nos cuesta un dinero que antes no costaba. La explicación es la siguiente: Antes, el traslado de pacientes a Madrid venía soportado por el Fondo de Cohesión Sanitaria, mientras que ahora Castilla-La Mancha tendrá que pagar por cada acto médico, por cada prueba diagnóstica, por cada ingreso hospitalario. En lo tocante al ciudadano, al guadalajareño en concreto le va a costar a priori lo mismo, porque el sistema sigue siendo gratuito; no tendrá que sacar la cartera en la consulta. Tampoco va a tener que pagar más impuestos porque ahora haya un convenio que le incluya la atención en Madrid que antes no tenía. Y eso es importante, quede claro. Lo que el secretario provincial de los socialistas viene a decir es que si antes la Junta no tenía que abonar ese gasto, ahora lo tendrá que asumir, por lo que se restará de otras inversiones.

Para mí, la cuestión fundamental es que un PET, una de las pruebas diagnósticas más habituales del peregrinaje de los guadalajareños al corazón de la Mancha, cuesta una media de 804 euros (según datos actualizados del Fondo de Cohesión Sanitaria, que sigue existiendo). Y será un precio muy similar (en reactivos, uso del aparato, salario de los profesionales…) en Madrid que en Ciudad Real, digo yo. Es el mismo gasto del erario público el que se produce. Por eso no tenía ningún sentido pagar, además de por la prueba, por el gasto extra ocasionado por la ambulancia, su conductor y la gasolina, mucho más alto si se practica en Ciudad Real que en Madrid. Por eso no tiene ninguna justificación que la Junta de Comunidades tenga que pagar porque a unos les operen, les diagnostiquen o les traten más cerca de su casa, con mayor calidad, rapidez y comodidad. Si me apuran, en ocasiones de salud delicada, con mayor seguridad.

Lo lógico es que el ciudadano sea atendido donde están los recursos más cercanos, y que exista una bolsa estatal que compense los desequilibrios que se producen, porque no podemos instalar una unidad de medicina nuclear en cada hospital. Tenemos el mismo derecho a ponernos malos en Meco que en Azuqueca. ¿Qué sentido tiene, de lo contrario, un Sistema Nacional de Salud Pública? ¿Para qué un Ministerio de Sanidad, si ya hay 17 consejerías que pueden jugar al trueque con la salud de sus habitantes? “Todos somos españoles y aquí no hay fronteras, sino que hay comunidades autónomas y podemos compartir servicios para mejorar el bienestar de los ciudadanos”, decía Cospedal en campaña. Pero a la luz del nuevo convenio, no se trata ya de compartir, sino más bien de alquilar.

Por eso insisto en que bienvenido sea el acuerdo. Pero de lo que no pueden convencerme es de que sea justo. Porque sigue marcando un trato desigual entre habitantes del mismo país. Esa frontera no se ha derribado.

Reminiscencias terracistas

Toledo anota el primer gol ante el Amorebieta. Foto: Mariano Viejo (Luis Polo).

Toledo anota el primer gol ante el Amorebieta. Foto: Mariano Viejo (Luis Polo).

Por Ana G. Hernández

Exactamente 480 días después, dos pretemporadas mediante, una campaña en el Grupo IV siendo quinto; 14 jornadas en el Grupo II, 11 de ellas en play-off, y no se cuantos dimes y diretes con la justicia, el Deportivo Guadalajara todavía conserva la filosofía que implantó Carlos Terrazas al comienzo de esta última década. Prácticamente en tres temporadas, el entrenador vasco dejó su sello de identidad en el club morado a base de trabajo, esfuerzo y mucho carácter. Fruto de ello llegó el ascenso a Segunda División y dos años de permanencia en la élite del deporte rey en España. Una obra de autor reconocida y reconocible aún en el Depor de Carlos Pérez Salvachúa. “Si las cosas funcionan, ¿por qué cambiarlas?”, pensará el técnico madrileño.

No en vano, el que fuera segundo de Terrazas conserva su idea de pivote único en la medular, que impuso con fe de hierro el bilbaíno. Y es que, a pesar de que el sistema ha tenido que variar impeninablemente por el cambio de cartas sobre el verde, la figura del mediocentro defensivo anclando el sistema del equipo es inamovible. Pérez Salvachúa no solo mantiene esta característica típica de la “Era Terrazas” también pequeños detalles como que los laterales tienen prohibido sacar de banda más allá de la línea de tres cuartos rival, que se lo digan a Abel Molinero o Javi López expertos en estas lides desde hace tiempo, o la forma de comenzar las mitades de los partidos desde el centro del campo: pitido del árbitro, balón hacia el central de turno que la pone arriba hacia la banda izquierda. Huelga decir, que pocas veces vi que la jugada saliera bien. Pero como decía un compañero: “De alguna forma hay que comenzar los partidos”.

Los morados celebran el tanto de Molinero. Foto: Mariano Viejo (Luis Polo).

Los morados celebran el tanto de Molinero. Foto: Mariano Viejo (Luis Polo).

Los tres años con Terrazas al frente, además de por todo lo anterior, se caracterizaban por la solidez defensiva y la seriedad con la que se planteaban los partidos. De hecho, el míster se quejaba, constantemente, de que muchos de los equipos a los que se enfrentaban resultaba que hacían el peor partido contra el Guadalajara y que por eso el Guadalajara puntuaba. Y añadía que quizá era el Guadalajara el que provocaba que su rival hiciera el peor partido de la temporada contra ellos. Y es que, el “Terrazas’ Team” estaba perfectamente engrasado para que su rival fuera incapaz de hacer lo que sabía. Una habilidad que Pérez Salvachúa no fue capaz de conservar tras la marcha del vasco. Es más, me remito a los 20 goles que ha encajado el Depor en las 14 jornadas disputadas. De hecho, solo hay cuatro equipos más goleados que los alcarreños en la categoría. Unos datos reveladores, sobre todo si se tiene en cuenta que los morados están luchando jornada sí y jornada también por el liderato del Grupo II.

Además de todos estos matices del fútbol, Carlos Terrazas implantó un nuevo modelo ser club en Guadalajara. Se puede decir que junto a él, la cantera se profesionalizó, por llamarlo de alguna manera, para intentar convertirse poco a poco en una cantera respetable. Por aquella época, el bilbaíno era el entrenador del primer equipo, el director de fútbol base y el secretario técnico, en otras palabras, el mánager general del Deportivo Guadalajara. Un nuevo modelo de gestión deportiva, que, tras su marcha, perdió sentido.

Por último, señalar que incluso en rueda de prensa Terrazas marcó escuela en Guadalajara. Todos recordarán el mítico “con la gorra” o las aspiraciones de ascender a Primera, incluso alguna cita filosófica trasnochada, pero lo que no saben o quizá intuyan es que para el técnico vasco la prensa era un rival más contra el que había que defenderse. Una idea que puede ser válida o no y que persiste aún en este renacido Deportivo Guadalajara.

Sudamericanizarse o morir

Magro, posando en un paisaje de sus viajes profesionales a América Latina

Magro, posando en un paisaje de sus viajes profesionales a América

Por Gloria Magro Esteban*

En los últimos años Guadalajara ha perdido varios miles de habitantes. En algunos casos es la búsqueda de nuevos y mejores horizontes económicos, educativos o laborales de jóvenes con aspiraciones que no pueden satisfacer ni aquí, ni en el resto de España. En otros casos se trata de emigrantes económicos que emprenden el camino de vuelta a sus países de origen. Pueden ser retornos temporales, a la espera de que la economía repunte, como los europeos del Este, que después de aquí intentan probar suerte en Italia o Alemania. Pero en otros, si hablamos de los latinoamericanos que vuelven a cruzar el Atlántico, tal vez se trate de un viaje sin retorno. Y la realidad que les espera, en muchos casos, no es ni mucho menos tan halagüeña como las cifras económicas que los periódicos parecen sugerir.

Junto al bullicio y el aparente caos que parece calcado de unos países a otros, cada vez que aterrizo en un aeropuerto latinoamericano, y eso es algo que hago varias veces al mes desde hace ya unos años, no deja de sorprenderme la enorme distancia entre lo que desde aquí se denominan con asombro e incluso envidia economías que repuntan, con unos datos de crecimiento asombrosos en comparación con los nuestros, y lo que allí se ve a pie de tierra, sin que medien cifras de por medio. La realidad cotidiana del viajero, por poco perspicaz que sea, desmiente mitos o al menos los aligera en gran parte. Y si en vez de un viajero ocasional se es un expatriado económico en busca de mejores horizontes profesionales, la perspectiva en un primer momento tiene que ser, como poco, alarmante.

Bogotá

Vista de Bogotá // Foto: Jorge Díaz (Wikipedia cc)

Podemos referirnos a Bogotá, Santiago de Chile, Río de Janeiro o Lima. Sus economías funcionan, los datos avalan las gestiones de sus gobiernos, y para muchos españoles esos países son un nuevo «El Dorado», dispuesto a recibirlos con los brazos abiertos. Sin embargo, no hay que rascar mucho bajo la superficie para darse cuenta de que no se está en una tierra de promisión y de que el milagro del crecimiento económico en el que se les supone inmersos no es desde luego perceptible, o al menos no alcanza a la mayoría de la población.

Sin haber salido aún del aeropuerto, la realidad de estos países asalta al viajero en toda su crudeza, con su miseria, economía informal, deficiencias de infraestructuras y sobre todo, las vertiginosas diferencias de clase. Las cosas no mejoran según te vas acercando a las grandes ciudades. Y no es por la sensación subjetiva, en muchos casos, de que si el taxi tiene un pinchazo el atraco y posible asesinato es seguro, sino por la indignación creciente de por qué es posible que en países tan ricos y con esas cacareadas economías de crecimiento exponencial, la mayoría de la población viva en esas condiciones de decrepitud. Después, cuando se dejan atrás esos barrios inmensos de techos de hojalata -o ni eso- en muchos casos las vigas de hormigón con las varillas elevándose hacia el cielo es todo lo que hay. Al fin se llega al confort de un hotel lujosísimo en una zona segura, pudiente y bien fortificada, y se respira con alivio. Pero la inquietud ahí sigue. Los europeos no estamos acostumbrados a considerar a la mitad de la población de nuestros países como inferiores, social ni racialmente, ni a excluirlos de ese milagro económico que aquí nos venden en contraposición con la situación que nosotros arrastramos.

Pobreza

Las políticas económicas expansivas y el crecimiento exponencial han reducido los índices de pobreza en países como Brasil, pero las desigualdades continúan

Es cierto que en los últimos años, por toda América, gobiernos corruptos y despolitizados han dado paso a nuevas formas de enfrentarse a la pobreza y a la desigualdad, con el apoyo de una población que por fin parece darse cuenta de su poder en las urnas y de que es posible cambiar su presente y su futuro. Pero, o no es suficiente, o los cambios van demasiado despacio.

Siempre pensé, seguramente con mis escasas dotes para la clarividencia sociopolítica, que el progreso era imparable y que lógicamente los países de Centro y Sudamérica acabarían alcanzando niveles de desarrollo e igualdad semejantes a los logrados por Europa. O que al menos iniciarían ese camino. Pero nunca se me ocurrió, y a tenor de nuestra realidad hoy creo que a nadie más tampoco, que seríamos nosotros los que nos «sudamericanizaríamos», en el peor sentido del término.

Favelas en una gigantesca barriada de Caracas // Foto: Olga Rodríguez

Favelas en una gigantesca barriada de Caracas // Foto: Olga Rodríguez

Para quien todavía no lo capte, el significado del término es sencillo de explicar a grandes rasgos, dentro de su complejidad. Sin Educación universal de calidad, sin Sanidad pública de ningún tipo, en la mayor parte del continente americano parece imperar la ley del más fuerte, que no del más inteligente o talentoso, como muchas veces se piensa. Así, la pobreza es endémica al sur del Río Grande. Los pobres son hijos de pobres y padres de pobres, en un círculo difícil de romper. Y donde se ha roto, como en Venezuela, el escándalo internacional y el rechazo por las prácticas neocomunistas está servido. En muchos casos, los países latinoamericanos han seguido históricamente las recetas económicas y los dictados de su vecino del norte, prisioneros de sus multinacionales y vendidos por su propia élite. Con una población despolitizada, entregada a partidos políticos colorados o blancos, vacíos de contenidos y de programas pero dedicados sin ningún pudor a llenarse los bolsillos, y con una aristocracia local cuyo único interés es irse de compras a Miami, las oportunidades quedan acotadas a los que viven en sus jaulas de oro, dejando fuera a la mayoría de la población. Sin embargo, de un tiempo a esta parte muchos de estos países han dado giros copernicanos en sus gobiernos y sus políticas, intentando revertir su destino con medidas que, si bien sobre el papel están dando resultado, de momento no parece que mejoren las condiciones de la mayoría de la población.

Masiva manifestacion en Guadalajara contra los recortes sociales, en julio de 2012 // Foto: Nacho Izquierdo

Masiva manifestacion en Guadalajara contra los recortes sociales, en julio de 2012 // Foto: Nacho Izquierdo

Todo eso, explicado en un país como el nuestro, donde el empleado de la gasolinera puede ser vecino de rellano de un profesor universitario o de un ejecutivo de banca, grosso modo parece irreal. Pero poco a poco nosotros también vamos dando pasos en esa dirección. No creo que sea irremediable aún, pero las prácticas sudamericanizantes de viejo cuño empiezan a implementarse en España, justamente cuando esos países han abandonado ese camino. Las últimas elecciones fueron buena prueba de ello. Se mintió con los programas, se impusieron por la fuerza de una mayoría engañosa unos recortes que van a ser muy difíciles de levantar, y el empobrecimiento de la mayoría de la población hoy es patente. Pero no para todos: los ricos son más ricos que nunca, y con la crisis se han vuelto más ricos aún. Y ahí está ya la cuña de la pobreza, de las diferencias sociales, de la ley del más fuerte, como si España también estuviera al sur del Río Grande.

Dentro de unos meses tendremos Elecciones Municipales y Autonómicas, un ensayo de las Generales. Tenemos la oportunidad de empezar a revertir el proceso. O no.

magropeq* Originaria de Jadraque, Gloria Magro Esteban es periodista, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, y además tiene estudios universitarios de Antropología Social y Cultural. Como profesional de la comunicación trabajó en varios medios de prensa, radio y televisión de la provincia de Guadalajara, antes de dar un salto profesional, y vivir en primera persona los últimos años de vida del extinto periódico nacional «Diario 16». Tras el cierre de esta cabecera cambió de profesión, y se recicló como auxiliar de vuelo. En la actualidad vive a caballo entre su casa de Guadalajara y cualquier país del continente americano, porque hace rutas transoceánicas unas tres veces al mes.

 

¿Más racismo?

Por Ana María Ruiz

La Federación de Enseñanza de UGT, con la colaboración del Departamento de Migraciones del Sindicado y la financiación del Fondo Europeo para la Integración Social de los Inmigrantes, ha puesto en marcha la campaña “Stop Racismo: educar para encontrarnos, educar sin exclusión”, que se va a desarrollar en los centros de Primaria y Secundaria de Guadalajara a lo largo de los próximos meses. El objetivo es promover la educación intercultural sensibilizando a los alumnos para la construcción de escuelas inclusivas y evitar el rechazo a los que vienen de fuera en busca de una vida mejor.

Ésta no es la única actividad que se lleva cabo en la provincia para fomentar el respeto mutuo entre ciudadanos de distintas nacionalidades, ya que existen numerosos programas de integración desarrollados por otras organizaciones sociales, pero me sirve como excusa para abordar un tema delicado, políticamente incómodo, en el que suele primar la hipocresía y del que se ha hablado hasta la saciedad: el racismo.

Imagen de uno de los programas de atención lleva a cabo Cáritas en la provincia. //Foto: Cáritas

Imagen de uno de los programas de atención lleva a cabo Cáritas en la provincia. //Foto: Cáritas

En los últimos meses, me ha llamado la atención que cada vez nos da menos miedo decir lo que realmente pensamos del fenómeno de la inmigración. No sé ustedes, pero yo cada vez oigo a más personas que en conversaciones de colegio, barra de bar o de calle afirman: “Cada vez me estoy haciendo más racista”. Comentarios como “nos están quitando el trabajo”, “se quedan con todas las ayudas”, “se las saben todas para pedir” y “que se vayan”, van tomando mayor fuerza conforme avanza la crisis y este país y esta provincia no ven salida al grave problema económico que padecen cientos de familias.

Desde las organizaciones que tratan directamente con los inmigrantes se viene llamando la atención sobre el creciente rechazo que la sociedad española tiene hacia este colectivo. Incluso la ONU, en las conclusiones del décimo aniversario de la Declaración de Durban (Conferencia Mundial contra el Racismo celebrada en septiembre de 2011 en Nueva York) reconoce que “la xenofobia en sus diferentes manifestaciones es una de las principales fuentes y formas contemporáneas de discriminación y conflicto y para combatirla los estados y la comunidad internacional tienen que prestarle urgente atención y adoptar rápidamente medidas”.

Por ello, cobran más importancia campañas como la que está llevando a cabo FETE-UGT, aunque soy de la opinión de que son precisamente los niños los menos excluyentes, fundamentalmente porque conviven a diario con compañeros extranjeros en las aulas con toda normalidad, juegan con ellos en el recreo o en el parque y no dan más importancia a su lugar de procedencia, a sus creencias o al color de su piel porque su trato con ellos viene desde las edades más tempranas, por lo que todavía no están “contaminados” de los prejuicios de los adultos.

Rechazo. Personalmente no creo que todos los que se consideran cada vez más xenófobos o racistas lo sean en el sentido estricto de la palabra. Me inclino a pensar que lo que sienten es rechazo, miedo e incertidumbre ante las nuevas realidades que se imponen en un mundo cada vez más globalizado en el que la interculturalidad es un hecho. Por ello es necesario cambiar el chip y abordar esta nueva realidad desde otra perspectiva diferente a la de considerarnos los dueños del cortijo, porque nosotros también nos estamos convirtiendo en inmigrantes, especialmente nuestros jóvenes, obligados a marcharse de un país que no les ofrece ninguna posibilidad de futuro. Y nos gustaría que estos jóvenes fuesen tratados como iguales en los países que los acogen.

El proceso de adaptación debe ser mutuo. Los autóctonos debemos dejar de creer que este país nos pertenece en exclusiva y los inmigrantes no pueden pensar que llegan a España únicamente para beneficiarse de los múltiples recursos sociales a los que tienen acceso, sino que deben saber que esta nación además de proporcionar derechos, también está dotada de normas y leyes de obligado cumplimiento para todos, vengan de donde vengan y sean cuales sean sus circunstancias personales.

Sé que lo que voy a decir me va a granjear no pocas críticas, pero trataré de ser sincera. Para mí existen dos tipos de inmigración. La primera es la que aglutina a los extranjeros que vienen a trabajar y a convivir pacíficamente con nosotros. Estudian, trabajan, participan de la vida de la comunidad, se integran, son emprendedores, se forman, se interesan por conocer mínimamente el idioma, respetan las normas y contribuyen con sus impuestos al desarrollo de este país y de esta provincia. Bienvenidos sean. Pero también está la “otra inmigración”, la que no se integra, la que vive a costa de ayudas oficiales o parroquiales sin ninguna motivación ni ganas de trabajar, la que encuentra en la delincuencia su modo de vida, la que no tiene ningún interés ni ninguna intención de convivir con los autóctonos, la que crea sus propios guetos en los barrios, la que no se preocupa por conocer las costumbres ni el idioma, la que no participa en acciones formativas, la que no paga alquileres ni créditos y tan sólo consume recursos que hoy en día son escasos para todos. Esta inmigración es la que no queremos. Al menos yo no.

También creo que existen varios perfiles de ciudadanos autóctonos según su respuesta al fenómeno migratorio. Están los tolerantes: los que acogen al extranjero, le ayudan, le consideran como igual, se relacionan con total normalidad y conviven pacíficamente con ellos en pueblos y ciudades. Y están los intolerantes: los de “los españoles primero”, los que no soportan la presencia de los inmigrantes, les desprecian, no quieren que sus hijos acudan a los mismos colegios que “los de fuera”, fomentan la economía sumergida dándoles trabajo sin ningún tipo de relación contractual, los que les explotan en el ámbito laboral y, en definitiva, quisieran verles de vuelta a sus países de origen.

Propaganda electoral de la formación España 2000, que cuenta con un concejal en la vecina localidad de Alcalá de Henares.//Foto: www.alcalainos.es

Propaganda electoral de la formación España 2000, que cuenta con un concejal en la vecina localidad de Alcalá de Henares

Yo, sinceramente, no sé en qué bando me encuentro. Porque a veces soy tolerante, pero reconozco que otras muchas, dependiendo de las circunstancias, me vuelvo muy intolerante.

Los datos. Según los datos de la Secretaría General de Inmigración y Emigración del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, a 31 de diciembre de 2013 el número de extranjeros residentes en España con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor, es decir, con papeles, ascendía a más de 4,9 millones de personas, el 11,7% de la población total. De ellos, 206.748 viven en Castilla-La Mancha y 35.181 en Guadalajara. La provincia se sitúa por encima de la media regional en porcentaje de población inmigrante, que representa un 15,5% del total, con especial presencia en la capital, Sigüenza, la zona de Molina y en municipios del Corredor del Henares, situándose Azuqueca a la cabeza con un 22,7% de extranjeros. Por nacionalidades, la mayor parte son rumanos, seguidos de los marroquíes, colombianos, ecuatorianos y peruanos. Como curiosidad, en los últimos dos años se ha producido un incremento de llegadas de ciudadanos procedentes de Asia, especialmente de China, Pakistán y Bangladesh.

A estos números hay sumar el dato de los inmigrantes irregulares. La cifra no está contabilizada pero las ONG estiman que existen entre 15.000 y 20.000 personas sin papeles en la provincia.

En cuanto a su situación socioeconómica, tomo como referencia el último estudio del Observatorio Permanente de la Inmigración de Guadalajara (OPEGU) referentes al año 2012, a lo largo del cual se atendió a más de 3.000 personas, en su mayoría de entre 25 y 34 años, con hijos a su cargo, procedentes de Iberoamérica (35%), Asia (22%) y Marruecos (21%). Cabe destacar que el 73% entró en España de forma irregular. Sólo el 50% de los atendidos tenía regularizada su situación. En prácticamente la mitad de los inmigrantes atendidos, los únicos recursos de que disponía su unidad familiar provenían de prestaciones o subsidios o no tenían recursos. Según los datos del INE existen en la provincia 6.286 demandantes de empleo extranjeros y 2.881 perciben algún tipo de subsidio por desempleo o cobran la Renta Activa de Inserción. El 53% vivía en situación precaria de alquiler o realquiler en habitaciones o pisos en los llegan a hacinarse hasta tres y cuatro familias, detectándose una importante rotación de vivienda. Casi la mitad estaba en situación de desempleo o inactivos y el resto con ingresos derivados de alguna actividad relacionada con la economía sumergida en los sectores del servicio doméstico, la hostelería y el turismo. Dos de cada diez no tenía tarjeta sanitaria y habían perdido el derecho a tenerla por no poder renovar el permiso de trabajo, por lo que la mayoría acude a los servicios de Urgencias cuando padece algún problema de salud. Y destaca que un 88% de la totalidad de extranjeros objeto del estudio afirma no participar en el tejido asociativo de la ciudad o municipio donde reside pero sí toma parte en actividades religiosas o deportivas de su comunidad de pertenencia.

Condenados a entendernos. Lo cierto y verdad es que esa Guadalajara que hace años acogía con los brazos abiertos a los extranjeros se está volviendo poco a poco más intolerante. Los propios inmigrantes no contribuyen a su propia integración ya que apenas participan en la vida comunitaria de su lugar de acogida. Así, cada día es más notoria la división y la falta de espacios comunes de relación social. Existen zonas de “acceso único” y “reservadas” para los españoles, hay parques de Guadalajara literalmente tomados por latinoamericanos, colegios que se han convertido en reductos de musulmanes y calles comerciales plagadas de negocios asiáticos. Y esta división puede llegar a ser muy peligrosa porque fomenta el rechazo mutuo. Nos guste o no estamos condenados a entendernos. Si no ponemos todos de nuestra parte estaremos desandando un camino que hace años parecía muy prometedor por los enormes beneficios y en enriquecimiento cultural, social y económico que se generan en una sociedad multicultural, plural y globalizada.

El saqueo del cadáver

Panorámica de la Torre Caja Guadalajara,  en tiempos de su apertura // Foto: David Utrilla (Archivo El Decano)

Panorámica de la Torre Caja Guadalajara, en tiempos de su apertura // Foto: David Utrilla (Archivo El Decano)

Por Óscar Cuevas

Dicen que el Cid ganaba batallas incluso muerto. Su antítesis pudiera ser Caja de Guadalajara. La pobre ganó muchas peleas en vida, pero las está perdiendo todas siendo cadáver. No exagero. A «la nuestra» le roban en su tumba. Le hurtan lo que se le debe. Incluso alguien que no es su dueño tiene por algún lugar escondido un rico patrimonio cultural y artístico, ajeno, que pagó en su día la sociedad guadalajareña, y que ahora no sabemos si está en un guardamuebles, en los sótanos de una torre que se alquila por trozos, en un almacén de Sevilla, o en un contenedor del Puerto de Barcelona, guardado en una «caixa». Triste epílogo para quien vivió 46 años cumpliendo una necesaria función económica (aun solventando sisas esporádicas de los mangantes de turno), pero a la que tras su deceso se la está sometiendo a un auténtico saqueo. A lo bestia.

No sé dónde estará «espiritualmente» enterrada la «ex nuestra». Pero donde quiera que se encuentre debiera tener una lápida, con un epitafio que diga: «Aquí yace Caja de Guadalajara: 1964-2010. Nació con el desarrollismo tardofranquista. Murió arrastrada por los lodos de la hecatombe económica de España. Y no descansa ni muerta».

José Luis Ros

José Luis Ros, en su despacho de la última planta de la Torre Caja Guadalajara, el día de su estreno // Foto: David Utrilla (Archivo El Decano)

La prueba de toda esta profanación nos la ha desvelado esta última semana una información de «El Confidencial», que da cuenta de que el último presidente de la entidad, el socialista José Luis Ros, realizó en diciembre del año pasado una reclamación formal a la Junta de Andalucía. Señalaba Ros en su escrito que el otro «semi cadáver», Cajasol (o más bien la fundación que de ella ha quedado tras su sucesiva disolución en Banca Cívica y Caixa Bank) no ha cumplido la parte de ese trato que se fraguó en 2009 y se cerró en 2010; aquella fusión primigenia y a la postre mortal para nuestros intereses. Un pacto con el que se suponía que se iba a crear la «Fundación Caja de Guadalajara», esa que nos vendieron como cosa preciosísima para sustituir a la vieja Obra Social. Pero nada se ha hecho, y a la sociedad guadalajareña, a los más necesitados en buena medida, se les han hurtado millones de euros.

Pero tampoco ha debido cogerle muy de sorpresa a «la ex nuestra», en adelante «la muerta». Ahora todo es más cantoso porque huele peor. Pero el manoseo viene de lejos. Sí, hombre. A la Caja la manosearon prebostes del Franquismo para intereses particulares. La manosearon, mucho, durante más de 20 años, los dirigentes de la derecha provincial, con operaciones constructivas que más de una vez la dejaron al borde del síncope. Y la manosearon también sus últimos gestores socialistas.

La nonata fundación debía llevar años cumpliendo el papel social que hacía Caja Guadalajara // Foto: Archivo El Decano

La nonata fundación debía llevar años cumpliendo el papel social que hacía Caja Guadalajara // Foto: Archivo El Decano

Cierto es que con la Caja en vida la cosa iba pasando, porque al menos cumplía su misión: Daba crédito a emprendedores, concedía préstamos e hipotecas, generaba moderados beneficios, daba servicio al mundo rural, y además tenía una amplia Obra Social, cercana y útil, que trabajaba el ámbito benéfico, deportivo, cultural o de la cooperación al desarrollo. En definitiva, que la de Guadalajara fue en vida una pequeña caja de provincias más, como tantas, que funcionó con la pulcritud que lograron implementar sus responsables técnicos, superando las pobredumbres que en ocasiones le procuraban los dirigentes políticos, fueran estos aldanas, nuevos, secos, ortegas o roses.

Ros y Pulido

Ros y Pulido, en junio de 2010, cerrando detalles de la absorción // Foto: Archivo El Decano

No les negaré que me ha llamado la atención la posición indignada de Ros, que se muestra en su escrito -probablemente con razón- algo así como timado. Y culpa a Antonio Pulido, presidente de Cajasol (hoy imputado en varios procedimientos), con quien antes se daba abrazos, pero al que ahora acusa de haberse «pulido» el dinero.

Yo creo que está bien que Ros alertara en diciembre a las autoridades andaluzas de los incumplimientos de la Fundación Cajasol para con la nonata Fundación Caja Guadalajara. Pero pienso también que hubiera sido mejor que hace mucho, pero mucho tiempo, hubiera salido el turolense a dar la cara ante sus convecinos. Para denunciar lo que considere, claro, pero también para explicarse y pedir disculpas. Porque no podemos olvidar que, en los meses en los que se gestaba la fusión era Ros quien sacaba pecho. Era él quien vendía el acuerdo a Guadalajara como una obra maestra de la negociación; quien aseguraba que la operación suponía adelantarse a la realidad del proceso de fusiones español.

La Torre ahora se alquila por metros y ha quedado vacía // Foto: lacronica.net

La Torre ahora se alquila por metros y ha quedado vacía // Foto: lacronica.net

Fue también él quien prometió con insistencia que la Caja sería la última en salir de los pueblos; «la que apagaría la luz», decía. Y fue Ros quien se puso el mundo por montera para, con sus visionarios poderes económico-urbanísticos, impulsar la mega operación de salir del centro de la ciudad para construirse una torre junto a El Corte Inglés. Una torre que pagamos todos a escote en virtud de que la Junta de Comunidades se la financió, al comprarle la sede anterior. Pero ya saben cómo ha acabado la torre.

José Luis Ros era, qué demonios, el garante personal de todos esos acuerdos, decisiones, cambios y saltos al vacío. Así que quizá se sienta hoy legítimamente engañado; pero debiera percatarse de que buena parte de la sociedad provincial le puede ver a él como el engañador.

Aunque sólo sea por todo lo que ha sido en el ámbito político, Ros debe reaccionar, abierta y públicamente. Debe dar la cara ante sus convecinos. Aquí nos conocemos todos, y todos sabemos que Ros, profesor de Historia y habilidoso fontanero político, fue enchufado a la Presidencia de la Caja en virtud de ningún talento económico. Y que se guardó para sí la baza de ser vicepresidente quinto de Cajasol. Y que también se guardó la de ser presidente de la ilusoria Fundación. Y que todo eso lo hizo, como dicen en el sur, «llevándoselo muy calentito». Pero mucho, durante mucho tiempo. ¿Por qué durante 4 años Ros ha sido una tumba? ¿Por qué ha rehusado tropecientas peticiones de entrevistas a medios de comunicación? ¿Por qué nadie sabe si sigue cobrando de Cajasol? ¿Por qué vendió en mil ruedas y notas de prensa la fusión inicial, pero luego las otras dos subsiguientes absorciones jamás se explicaron a los guadalajareños?

Asamblea

Momento en el que la Asamblea de Caja Guadalajara votaba la fusión en Cajasol // Foto: Archivo El Decano

Ros, Pulido y Román

Ros, Pulido y los gobiernos andaluces y castellano-manchego pactaron la operación con el PP // Foto: D.Utrilla (Archivo El Decano)

Pero no sólo se trata de Ros. También deberían explicarse públicamente quienes políticamente le acompañaron en las decisionies. Porque a nadie se le olvide que la fusión se votó por unanimidad en el Consejo de Administración, y por cuasi unanimidad en la Asamblea. Y que todo fue pactado con el PP guadalajareño y regional, reparto de cargos en el Consejo de Administración sevillano incluido. Uno de ellos, por ejemplo, fue para el gerente (caray con los gerentes) del PP provincial.

He leído, por fin, unas breves declaraciones de Ros en las que sugiere que la Diputación, como impulsora de la Caja, debiera liderar las necesarias acciones legales; que la entidad no puede hacerlo «per sé», porque no existe; y que hay una «obligación moral». Estoy de acuerdo; pero quizá el primero que deba acudir al Juzgado sea el propio Ros. No parece que las tasas judiciales le puedan suponer mucho quebranto a su alto nivel de vida. Que denuncie, ya; solo, o en compañía de otros. Pero que lo haga. Hay obligación moral.