La luz de los pesebres

El alcalde de Azuqueca y el edil Escudero, ayer en el juzgado. // Foto: Nacho Izquierdo.

El alcalde de Azuqueca y el edil Escudero, ayer en el juzgado. // Foto: Nacho Izquierdo.

Por Rubén Madrid

La Navidad está llena de gestos. Cada regalo, cada aguinaldo, cada
reunión familiar, cada lucecita, cada árbol, cada reencuentro largamente esperado o cada belén montado en familia constituyen por sí mismos signos de ese mensaje generalizado de desprendimiento, tregua y alegría que cunde por estas fechas. El espíritu navideño, con su envoltorio de celofán del que cuelgan papás noeles, estrellitas y moñas doradas, impone sus códigos cargados de significados y hay que tener la piel muy dura para escapar de todos ellos.

Hay en este espíritu navideño una indudable carga comercial asociada al derroche de generosidad, porque nos ponemos espléndidos, pero está también el juego de las presencias y las ausencias familiares. Está la navidad de los niños, otro golpe bajo en nuestras nostalgias. Y, por supuesto, pervive en algunas gentes una expresión de honda religiosidad, con el aplomo que da saberse vividor de una ‘navidad auténtica’. Pero para todos, incluso para los más descreídos, las navidades son un tiempo sobrecargado de significados. Quienes se ocupan de nuestros abuelos de Atapuerca saben que la inclinación por el simbolismo está escrita en nuestro código genético.

También el portal de Belén tiene sus significados. No sólo su representación más cristiana, que sitúa el pesebre en el corazón mismo de la Navidad, sino sus connotaciones más terrenales, por cuanto esta morada de José y María lo es de una familia trabajadora, tremendamente humilde, que tiende su propio lecho sobre la misma paja de la que se alimentan las bestias del campo.

Aquí en los finiesterres del imperio romano y ahora, más de 2000 años después del nacimiento que esta noche representamos, esta Nochebuena llega para 15.000 familias guadalajareñas en momentos de tremenda dificultad para calentar sus casas.

Ayer conocíamos que el Ayuntamiento de Azuqueca se ha convertido en el primero de España en impulsar una demanda colectiva, en representación de 179 familias, contra las cláusulas suelo en los contratos hipotecarios de once entidades financieras, después de que estos bancos, algunos de ellos rescatados con fondos públicos, hayan impedido un acuerdo en las mediaciones llevadas a cabo en los últimos tiempos. Apenas una treintena de familias ha logrado liberarse de las cláusulas abusivas durante el periodo en que una oficina municipal les ha ayudado a negociarlo. El propio alcalde, Pablo Bellido, que en enero anunció una iniciativa en el Congreso en el mismo sentido, se personó ayer en el juzgado número 4 de Guadalajara y reivindicó una obviedad: que un ayuntamiento debe “cumplir con el deber moral de las administraciones de servir a los ciudadanos”.

No todo el mundo piensa lo mismo. La Diputación, por ejemplo, ha rechazado poner en marcha una oficina para extender esta iniciativa por toda la provincia. Seguramente habrá también quien vea en la demanda colectiva del Ayuntamiento de Azuqueca un gesto electoralista. Qué quieren que les diga, será la conmoción de las fechas, pero a mí me parece una magnífica forma de honrar al espíritu navideño, de volver la mirada, sin necesidad de angelitos ni guirnaldas, sobre los hogares de los carpinteros.

Están muy bien las limosnas por Navidad, pero el gesto que ayer llevaba a cabo el equipo municipal azudense se sitúa por fin en un lugar a medio camino entre las palabras y los hechos. Si finalmente prospera, tal vez sirva para que el próximo invierno alguna de estas familias pueda encender la luz de los pesebres.

Feliz Navidad.

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