Por Ana G. Hernández

Toledo tuvo en sus botas en el empate, pero su remate solo encontró la madera. Foto: Mariano Viejo (Luis Polo).
Pérez Salvachúa apostó por el equipo que sumaba cuatro partidos sin encajar en su visita a Tudela, dejando en el banquillo y en plenas facultades a Gonzalo Verdú, el que hasta que cayó lesionado era el central más fiable del cuadro morado. Sin embargo, la fiabilidad no lo es todo y, en este caso, la mala fortuna le jugó una mala pasada al murciano, que ahora desde la caseta ve a una defensa que tiempo atrás lideró. Ya se sabe, pensará Pérez Salvachúa e incluso el propio zaguero: cuando algo funciona, ¿para qué cambiarlo?
Y es que ayer la línea defensiva volvió a funcionar, a pesar de que por primera vez desde el partido contra el Castilla, los morados perdieron su imbatibilidad. Lejos de arrugarse por encajar un tanto en apenas diez minutos, el Depor supo sufrir y sacar un punto de tierras navarras, después de que, precisamente, un defensa hiciera lo que Toledo no pudo conseguir en varias ocasiones, un gol. El ex capitán o segundo capitán o Moyano, como prefieran, igualó la contienda.
Un tanto que significa que los alcarreños acumulan siete jornadas sin caer derrotados. Concretamente desde aquella derrota por la mínima en Barakaldo. Así, se trata de una racha que les condujo a la zona alta de la clasificación. Una gran racha que, de mantenerla, llevará aparejada la consecución del play-off. Una racha provechosa que, a su vez, se verá truncada en algún momento de la segunda vuelta, porque ningún equipo es invencible o si no que se lo pregunten al Chelsea de Mourinho en la FA Cup o al Real Madrid de Carletto asfixiado en el Arcángel por un Córdoba que apenas tres temporadas atrás había ganado en ese mismo lugar por la mínima al Guadalajara. Una racha positiva de la que no debe descolgarse el equipo de Pérez Salvachúa. Una racha efectiva que, al fin y al cabo, se debe al rigor defensivo que durante toda la primera vuelta se echó en falta sobre todo lejos del Pedro Escartín.
Además de Gonzalo Verdú, el otro gran sacrificado de este renacido Deportivo Guadalajara es Chema Mato, otrora cerebro del equipo y, actualmente, sentado junto al defensa en la bancada de suplentes. Y es que, ahora que Pérez Salvachúa encontró el equilibrio, mejor no tocar nada por si se rompe el encantamiento.
Debilidad defensiva
Después de que sobrevolaran varios fantasmas sobre La Solana en las jornadas pasadas, ayer terminaron por aterrizar en el césped artificial del anexo. Unos espíritus que se manifestaron durante el comienzo de la temporada gallarda, pero que se alejaron a base de buen juego y olfato goleador. Unos espectros que llevaban varias semanas incidiendo de nuevo en el devenir del Marchamalo y que, finalmente, salieron a relucir en tromba en el partido de ayer frente a La Gineta. Estas sombras no son otras que una debilidad defensiva constante en los balones aéreos y una portería inestable e insegura, que apenas ofrece garantías a la zaga, especialmente, en las pelotas colgadas al área. Dos cocos que han hecho perder muchos puntos, aunque aún no demasiados como para no conseguir algo grande en esta campaña de regreso a la máxima categoría del fútbol castellano-manchego.
Así las cosas y si Nito Alonso no reconduce la situación, como bien lo hizo en la primera vuelta, el Marchamalo convertirá en anécdota lo que podía haber sido historia. Una historia que aún está al alcance de su mano si regresan a la esencia que maravilló al Grupo XVIII de Tercera División durante semanas. Y es que, la permanencia no debe ser para este Marchamalo. Este Marchamalo debe aspirar a mucho más que sumar los 45 puntos obligados. Este Marchamalo merece estar entre los mejores.