
La presidenta de Amigos del Moderno, Susana Martínez, con el público de una de las sesiones del ciclo reivindicativo ‘En la puñetera calle’. // Foto: R.M.
Por Rubén Madrid
Durante mucho tiempo imaginé que la ‘superinauguración’ del Teatro Moderno consistiría en un festival de muchas horas ininterrumpidas de teatro, música, danza, títeres, magos y payasos guadalajareños, una suerte de maratón de artistas alcarreños para recuperar el tiempo perdido durante estos últimos 32 meses en que el teatro ha estado cerrado. Mi gozo en un pozo. La reapertura va por otros derroteros, un acto que según se aproxima adopta más tintes políticos y que va a dejar fuera a la mayor parte del público que más ganas tenía de verlo abierto. A estas alturas tengo claro que habrá más gorrones que amigos del Moderno.
¿Quién se moja? Una de las cosas dignas de estudio en Ciencias Políticas pasa por saber qué demonios mueve a algunas personas a dedicar sus esfuerzos para lograr mejoras para el conjunto de la comunidad. Los politólogos y sociólogos examinan a esos tipos que forman parte de los movimientos sociales, que ante una injusticia o un problema común que no es atendido por la clase dirigente denuncian, proponen y luchan, en vez de quedarse en casa de brazos cruzados, lo que en realidad les ocasionaría menos problemas. A los expertos les llama la atención, de hecho, que haya gente capaz de hacer algo así, porque desde un punto de vista estrictamente egoísta resultaría mejor estarse quietos y callados. Es lo que pensaba uno de estos estudiosos, Mancur Olson, que desarrolló a mediados de los sesenta una explicación sobre el tema, la teoría de la acción colectiva, y acuñó un sugerente término, el de los ‘free riders’, traducido como gorrones, para referirse a esos muchos que suelen preferir quedarse de brazos cruzados.

La presidenta de AAM pone una chapa de la asociación al actor Pepe Viyuela, tras su actuación ‘en la puñetera calle’. // Foto: Mausba Foto.
A grandes rasgos, Olson viene a decirnos que cuando alguien piensa si debe involucrarse en la lucha por una causa común que considera justa –pongamos que hablo de la reapertura del Teatro Moderno de Guadalajara–, calcula los riesgos y costes que deberá asumir para llevar adelante su acción: probablemente haya que sacrificar tiempo libre, confort, dinero, un posible empleo… Es así como advierte que tiene mucho que perder cuando, en realidad, lo que está en juego lo puede obtener gracias al compromiso de otros. Dicho de otro modo: si actuamos exclusivamente de manera egoísta, lo aconsejable es no mojarse, dejar que sean otros los que hagan el trabajo sucio. Lo inteligente es ser un gorrón.
Lo que Olson dijo ha sido muy rebatido (no todo el mundo pasa por la vida haciendo un cálculo de costes y beneficios), pero lo que aquí nos interesa es su retrato de los gorrones, de estos arriacenses -pongamos, de nuevo, que hablo del Moderno- que a partir del día 3 de marzo se beneficiarán por diversas causas de que tengamos abierto un teatro por el que se han peleado, en realidad, otros pocos.
Público, artistas, políticos y periodistas. Porque, en efecto, el martes que viene abrirá sus puertas el Teatro Moderno, según anunció el viernes el alcalde en rueda de prensa. Los antecedentes seguro que se los saben: casi tres años de cierre, desde el verano de 2012, en que una plataforma de artistas y ciudadanos se reunieron para reaccionar ante esta mala noticia decretada desde Toledo. De aquellas asambleas callejeras surgió un movimiento social en toda regla, la Asociación de Amigos del Moderno, con más de 400 socios y una programación estable para reivindicar la reapertura con acciones generalmente muy creativas. Estos amigos del teatro fueron los que arriesgaron, los que pusieron los beneficios de la causa común por encima de sus costes personales.

Palabras escritas por asistentes al acto reivindicativo ‘Da la cara por el Moderno’, en octubre de 2013. // Foto: R.M.
Gracias a la batalla de Amigos del Moderno, el Ayuntamiento acabó por hacer lo que siempre debió hacer desde el día siguiente del cierre: ofrecer una solución, en vez de excusar a la Junta por una decisión injustificable. Gracias a la batalla de Amigos del Moderno, a sus más de 400 socios, a sus brindis a las puertas del Moderno, a sus actuaciones a las puertas del Moderno, a sus proyecciones de cine a las puertas del Moderno, a sus cartas de amor por San Valentín y a sus peticiones a los Reyes Magos de Oriente, pero también a su tesón en los despachos, el Consistorio acabó por hacer suya la demanda ciudadana y reabre ahora el teatro. No voy a perder más tiempo en decir lo que cualquier testigo informado sabe: si la Asociación de Amigos del Moderno no hubiese existido, el alcalde no estaría ahora anunciando ninguna apertura.
Sabemos perfectamente quiénes han sido los amigos del Moderno. Pero ¿quiénes son los gorrones? A partir de ahora, desde este 3 de marzo en adelante, podremos ponerles cara. Por ejemplo entre el patio de butacas: los espectadores disfrutarán por igual de los espectáculos, tanto aquellos que ya venían acudiendo a las citas reivindicativas en ‘La puñutera calle’ como quienes no lo hicieron o quienes, dando un paso más al frente, se hicieron socios de Amigos del Moderno. Sobra decir que a esto se refería Olson.
También a partir del día 3 habrá muchos artistas que se beneficiarán de la reapertura del teatro, subiéndose a las tablas para recibir el aplauso del público y la retribución correspondiente por su actuación. Lo harán aunque muchos de ellos en dos años y medio no hayan mostrado interés por la batalla de sus colegas integrados en Amigos del Moderno, aunque no hayan estado tampoco respaldando como público a quienes sí daban la cara, aunque ni siquiera hayan sumado su voz o su rúbrica en contra de un cierre rodeado de una maraña de mentiras. En términos de Olson, no cabe duda de que también estos artistas son gorrones, como esas asociaciones que prefirieron no arriesgar (por comodidad, por lo que pueda pasar con las subvenciones…) aunque ahora se beneficien de que haya otro espacio de la ciudad a su disposición.
Pero hay más gorrones. Durante meses, medios de comunicación locales subvencionados por la Junta o por el Patronato nunca estuvieron donde se producía la noticia, a las puertas del Moderno. Es más fácil ahora celebrar la reapertura que arriesgarse entonces a contar lo que pasaba, a desmentir los plazos del consejero, a contradecir con documentos oficiales las palabras del delegado, a dar voz a todas las partes implicadas. Ahora el Teatro Moderno dejará de ser un tabú en su agenda porque ya no hay nada que perder. Su disciplina en todo este tiempo ha estado convenientemente premiada. Pero también se han comportado, en términos de Olson, como verdaderos ‘free riders’.
Pero si hay un gorrón de libro en esta historia es el consejero Marcial Marín. Mantiene abierto un espacio de su propiedad sin que le cueste un duro. Es cierto que la Junta ha acometido reformas, pero obligada por la inspección técnica de edificios, no por su voluntad de reabrir el teatro. A la Junta le vuelven a sacar las castañas del fuego otras administraciones (ya lo hicieron la Diputación y el Ayuntamiento de Zorita en Recópolis) y sólo cabe esperar que Cospedal, Marín o el delegado Condado no aparezcan el día 3 para robar una foto: en ese caso el término gorrón se les quedaría muy corto.
Entre quienes también intentarán extraer el máximo beneficio del ‘trabajo sucio’ que han hecho otros estarán quienes aprovechen la reapertura (de un espacio público, con fondos públicos, después de una larga batalla pública) para hacerse una foto interesada, de tinte electoral. Por cierto, el Ayuntamiento se ha reservado la mitad de las entradas del día de la reapertura, con un concierto de Ara Malikian, para invitaciones. Por momentos la ‘superinauguración’ que en su día se prometió se perfila más como un acto político. Veremos de las cien butacas ocupadas por la cara cuántos rostros podremos identificar con autoridades o ciudadanos comprometidos con la apertura que ese día se celebrará.
Un ajuste de cuentas. Con todo lo dicho hasta ahora no quiero decir que sólo tengan derecho a disfrutar de esta esperada reapertura sólo quienes de veras lucharon por que se consiguiera. Ahora bien, creo que es a ellos a quienes precisamente habría que dirigir el primer aplauso, quienes deberían estar dentro del teatro el próximo martes, quienes -si tuviésemos un alcalde elegante- compartirían con él la foto de rigor.
Parece, en cambio, que ha llegado el momento en que a los arriacenses combativos en esta causa se les pase factura, que llega la hora de demostrar que, en efecto, el compromiso tiene sus costes. Comentábamos al principio la extrañeza de que en la programación de primavera no haya artistas guadalajareños. El Ayuntamiento ni siquiera ha consultado a Amigos del Moderno para diseñarla, a pesar de las reiteradas ofertas de colaboración de quienes más quisieron ver abiertas estas puertas. En la nueva programación diseñada por el Patronato que dirige Nogueroles sí hay, en cambio, cine en versión original el mismo día y a la misma hora en que programa el Cineclub, una de las asociaciones más combativas durante estos dos años y medio, en lo que sin duda es el más claro ejemplo de ‘contraprogramación’ que jamás habrá hecho el Moderno con otra oferta de la ciudad. No se ha dicho tampoco palabra sobre el Festival de Narración Oral del Maratón de Cuentos, que se hacía cada junio en el Moderno y cuya vuelta allí no ha sido anunciada, aun cuando a los narradores orales habría que ofrecerles un trato preferente porque hasta en dos ocasiones actuaron desinteresadamente a las puertas del teatro para pedir su reapertura, con las sesiones corales tituladas ‘Ábrete Moderno’.
¿Qué está sucediendo que no sólo no se da las gracias a quienes han luchado por el Moderno, sino que se les trata con desprecio? Es el modo en que nuestras autoridades envían un aviso para navegantes, su manera de proteger a los ‘free riders’ de las batallas que están por venir.
El Patronato sólo ha programado hasta mayo, en que hay elecciones. A partir de entonces se abrirá un nuevo periodo para la gestión de todos los asuntos de la ciudad. Se ha hecho un apaño preelectoral con una amalgama de actos culturales. Ojalá a partir de esa fecha los gestores, quienes sean, culminen todo el embrollo del Teatro Moderno con una ‘superapertura’ verdadera, una programación coherente, una política de puertas abiertas para las asociaciones y una apertura del teatro para todos: para los gorrones, por supuesto, pero también para los amigos.
me quedo sin palabras, has clavado las sensaciones que tengo….solo añadiria que en este caso los gorrones del moderno coinciden con los gorrones de la fiestecilla privada en el infantado, poniendo a prueba una vez mas la paciencia y el aguante de los vecinos, que se esta demostrando infinito..
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muy bien como siempre has dado en el clavo
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como siempre fantástico el análisis, se puede decir más alto pero no más claro.
Tu fan nº uno.
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Enhorabuena¡ De acuerdo en todo especialmente con lo de la prensa alcarreña
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Gracias por ser siempre tan valiente, Rubén!
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Durante unos cuantos años, mi hija y yo éramos fijas las tardes de domingo en las funciones del Teatro Moderno. Es muy importante, como he oído decir estos días, crear ciertos hábitos con una programación constante. Nosotras los teníamos. Vimos montajes de gran calidad, mucho más allá de unos títeres para entretener a los pequeños: espectáculos cuidados en el montaje, en el lenguaje escénico, en la música, en el vestuario… Tenía la sensación de que estaba cultivando en mi hija una educación como espectadora crítica y conocedora. Lo mismo ocurría con las sesiones de cine de la Linterna Mágica. Cuando el Moderno cerró, consideré una obligación acudir a las sesiones a su puerta y a otras reivindicaciones, siempre que pude. Pero con los ciclos en la puñetera calle, los espectáculos esporádicos en el Buero Vallejo o en el Ateneo Arriaca de Marchamalo no se ha cubierto el vacío que para nosotras dejaba el Moderno. Ni mucho menos con el cine comercial de las multisalas. En el momento de la reapertura (me niego a llamarlo inauguración) estoy contenta. Pero no puedo dejar de lamentarme por el «tiempo perdido» que mencionas, Rubén. Mi hija tiene tres años más. Ya es demasiado «mayor» para las funciones infantiles que programen a partir de ahora. Espero que nunca sea tarde para reengancharse al teatro.
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En lo único que no estoy de acuerdo es en que se abre gracias a los amigos del Moderno. Se abre gracias a que hay elecciones, a pesar de los amigos del Moderno. Y digo esto porque a los que decidieron cerrarlo les da igual lo que haya pasado allí estos tres años. No es una victoria social, más bien lo contrario. Es un desprecio aL asociacionismo, un aquí estan mis cojones «cierro cuando quiero, y abro cuando quiero», y los demás no tenemos nada que decir. Sólo nos queda agradecer a los amigos del Moderno esa mágica programación durante este tiempo.
Entre tanto, alguien sabe quien va a trabajar allí? Con que condiciones laborales?…..
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Comparto casi todo lo que pones, excepto que creo que hay excepciones varias. Por ejemplo conozco un artista que se ha ofrecido en varias ocasiones para actuar en la puñetera calle y no le habeis llamado. Cuando actúe en el moderno también va a ser un gorrón?
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Obviamente no, Laura. Supongo que ese artista habrá sumado como público, socio de AAM, firmando contra el cierre o de tantas maneras que explico en el artículo y que lo convertirán, en los términos de Olson, en un ‘amigo’ y no un ‘gorrón’. Y soy testigo de que la asociación (no yo, que no programo, soy periodista) ha agradecido muchas veces las propuestas de artistas que no han podido actuar en la calle porque había demasiadas.
Rubén Madrid.
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Muy buen artículo Rubén, has resumido lo que siento y sufrimos en carne propia cada día y nunca tan de acuerdo con la Teoría de Olson. Y Agarremonos los calzones con la privatización de la Gestíón a partir de Mayo. Ojalá me equivoque Ojala , si cambian los tiempos dejen a los amigos del Moderno la Gestión.
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Desprecian a Amigos del Moderno, ignoran a los artistas, ningunean a las Asociaciones Culturales y contraprograman al Cine Club,… Este es el modelo de gestión de la cultura que impera en el maravilloso mundo de Román/Nogueroles del que tenemos tanto que presumir en Guadalajara.
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Es una lástima que las autoridades políticas involucradas de esta reapertura no hayan aprovechado este momento para echar pelillos a la mar, acercar posturas y tratar de mostrar un atisbo de humanidad, senstatez, sensibilidad, inteligencia emocional, responsabilidad, humildad y hasta diría que estrategia política. Para ellos, la sutileza no existe, y actúan de la forma más burda:
– Aprovechan la campaña electoral para reabrir el Moderno, lo que es bastante cantoso.
– Encabronan a quienes llevan años involucrados en la lucha para su reapertura, dejándoles de lado en la reapertura de este espacio.
– Desprecian la oferta lanzada desde Amigos del Moderno, dejando clara su prepotencia y su distanciamiento con la ciudadanía.
– Hacen de este momento una especie de fiesta privada, un acto político para ponerse sus medallas.
– Ponen un precio a las entradas que garantiza que la programación del Moderno no sea apta para todos los bolsillos, lo que también nos da una idea de su visión elitista de la cultura.
En fin, sutileza cero, arrogancia diez. Como siempre, aquellos que se sienten incómodos cuando se les llama casta, haciendo todo lo posible para seguir siendo casta.
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