Por Óscar Cuevas
Cuando, hace cuatro años, Cospedal tomó las riendas del Gobierno castellano-manchego, quiso vender públicamente como una cierta «despolitización» de la Administración Regional el hecho de que desaparecieran las figuras de los «delegados provinciales» de las distintas consejerías; algo que ya había anunciado que haría en el año 2009. Si lo recuerdan, sustituyó a aquellos delegados por unos «coordinadores» de área, cuya única diferencia es que se elegían, eso sí, entre los funcionarios de la Junta de cada provincia.
Ahora que culmina la legislatura, cabe reconocer que es cierto que esos «coordinadores» han tenido, efectivamente, una mínima presencia pública o mediática. En ese sentido, no parecían políticos. De hecho, en este tiempo han atendido órdenes expresas de alejarse de los focos. Y han rehuido en todo momento (hasta extremos ridículos y grotescos) de rendir cuentas públicas, o hacer valoraciones de aspectos que afectaban directamente a su trabajo cuando se encontraban ante la prensa. Cualquier cuestión sobre la que se quisiese saber o preguntar había que dirigirla directamente al delegado provincial de la Junta; ese hombre que siempre (y como es lógico) «sabía demasiado poco», en certera definición de Rubén Madrid.
Efectivamente, los «coordinadores provinciales» no han querido «ejercer» de políticos. Pero lo que no han podido ocultar es que su trabajo sí ha sido político. ¡Claro que lo ha sido! Porque nunca fue cierto que su condición de funcionarios fuera a despolitizar su manera de actuar. Y no lo fue, porque también han sido cargos elegidos a dedo, con criterios de selección tan partidistas -o más- que los que servían para escoger a los «delegados» que había en los tiempos de Bono o Barreda. La verdad verdadera es que el resultado de la gestión de cada uno, su capacidad de trabajo, de negociación, su cercanía o lejanía con el administrado, ha dependido más de su talante personal y de su eficacia como gestores, que del hecho de ser o no trabajadores de la casa.
Un ejemplo de «coordinadora de área» muy marcada políticamente en su manera de actuar lo hemos tenido en Guadalajara en la -todavía- responsable provincial de Educación y Cultura, Violeta Miguel. Una señora que esta semana ha vuelto a saltar a la palestra por otra de sus decisiones, terriblemente sectaria. Me refiero al golpe de mano que la mujer ha tenido a bien ejecutar en la recta final de su responsabilidad (sabiendo que le quedan dos telediarios en el cargo) al utilizar su posición para recolocar a dedo como directores de varios centros de enseñanza a quienes han sido sus estrechos asesores políticos, saltándose a la torera las decisiones democráticas de las distintas comunidades educativas afectadas.
Ha ocurrido así, por ejemplo, en el Instituto San Isidro de Azuqueca, un centro de educación secundaria donde ejercía de directora Carmen Barra con el respaldo de todo el claustro de docentes, de la Asociación de Padres y del colectivo estudiantil. Carmen era -es- una directora avalada por todos, reconocida en su trabajo, que ha obtenido excelentes resultados profesionales, y que fue elegida por los procedimientos establecidos al efecto. Pero de la noche a la mañana tiene que dejar su puesto únicamente porque la señora De Miguel quiere colocar en su lugar a una persona de su confianza política, antes de que la llegada de García-Page a Fuensalida le haga a ella salir parachutada de su despacho de la plaza del Jardinillo.

Protesta de la comunidad educativa del IES San Isidro por el nombramiento de nuevo director // Foto: Podemos Azuqueca de Henares
Violeta Miguel trata de imponer su voluntad política aprovechando un defecto de forma a la hora de renovar la solicitud de dirección. En lugar de subsanarlo, ha preferido darle la dirección del centro a una persona que quizá pueda ser también válida para el cargo, pero que lo cierto es que, en su día, ya fue rechazado como director por el propio Consejo Escolar del instituto donde tiene su plaza (el IES Arcipreste de Hita).
Algo parecido a lo que pasa con el San Isidro azudense está ocurriendo también en la capital, en el Colegio Cardenal Mendoza, donde otro asesor político del PP también va a ser colocado como director, contra el criterio del claustro, que ha pedido que el puesto sea para un docente del centro. ¡Qué petición tan descabellada! ¡Que el director de un colegio sea docente de ese colegio!
Para habérnosla vendido como un cargo «técnico», lo cierto es que en estos cuatro años la señora Miguel no ha podido desarrollar más sectarismo político. No se recuerda cosa igual.
La señora Miguel es la misma que se ha negado reiteradamente a negociar con los sindicatos docentes los brutales recortes y despidos de profesorado interino. Es la misma que inició la famosa caza de brujas contra aquel maestro de Cabanillas al que expedientó por realizar un ejercicio tan sano y tan democrático como explicar a los padres de sus alumnos por qué iba a secundar una huelga. Es la misma que ha amenazado miserablemente a los docentes que se atrevían a levantar la voz y a criticar cualquier aspecto de su gestión, y que puso en pie de guerra a 6 directores de instituto de la capital, que pidieron su dimisión. Es Violeta Miguel la misma persona, finalmente, que tuvo el cuajo de, siendo coordinadora provincial de Educación, presentarse a una oposición a inspectora, convocada por su propia consejería. Obviamente, «ganó» la plaza. ¿Esperaban otra cosa?
Tras cuatro años negros para la Educación Pública de la provincia, donde las ratios se han incrementado, se han cerrado colegios rurales, se ha despedido a cientos de profesores, se han suprimido apoyos necesarios para niños con necesidades, o se ha dejado de la mano de Dios el mantenimiento de los centros de enseñanza, la señora Miguel da sus estertores políticos dejando claro que quiere morir matando.
Yo confío en que no se lo permitan. Y en cualquier caso, me pregunto: ¿No se da cuenta el PP de Cospedal de que son precisamente estas actitudes las que más han contribuido a desalojarle del Gobierno?
de tales lodos estos barros y lo que queda donde esta el meteoritoooooooooo
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