
Lorenzo Robisco, portavoz adjunto del PP en las Cortes Regionales, en rueda de prensa. // Foto: PP CLM
Por Concha Balenzategui
Lorenzo Robisco, diputado regional del PP, acusaba hace unos días al Ejecutivo Regional de García-Page de inacción y desgobierno. Quizá sea por efecto de las vacaciones, estas que nos hemos tomado en El Hexágono por primera vez en tres años, que mi percepción es distinta. El tiempo pasa despacio en un pueblo en agosto, al ritmo de pequeños paseos por el Alto Tajo y conversaciones intrascendentes regadas con botellines, mientras de la tele y los digitales siguen manando noticias. Así, mientras mi atención fundamental estaba centrada en las pequeñas cosas y en los placeres sutiles, no ha pasado por alto un buen montón de asuntos dignos de análisis surgidos en las últimas semanas.
Robisco, como sabemos bien los periodistas que hemos seguido su carrera en el Ayuntamiento de Guadalajara y en la Diputación Provincial, y como pronto averiguarán los compañeros de Toledo si el cargo de portavoz adjunto en las Cortes no le mantiene demasiado tiempo en el banquillo, es un político capaz de sostener un argumento y el contrario en la misma rueda de prensa. Incluso en la misma frase, si se enreda con dos o tres subordinadas, como suele encadenar. Por eso, tras comenzar su comparecencia denunciando que no hay acción gubernativa donde hincar el diente de su oposición, salvo la propia ausencia de decisiones, acaba repasando unos cuantos temas al alcance de sus críticas: gratuidad de libros de texto, Elcogás, trasvases…
Al contrario que a Robisco, me llaman la atención los asuntos que en este arranque de legislatura están avanzando demasiado rápido, probablemente (ya lo he advertido) por esa percepción del tiempo alterada desde mi posición de “vacacionante”. Pero el tiempo, que no deja de ser una mera convención ajena a nuestras subjetividades, es una de las máximas más importantes en la política. Y mi impresión es que tanto el relevo al frente de Radio Televisión Castilla-La Mancha como la batalla contra el Almacén Temporal Centralizado de Villar de Cañas están impregnadas de precipitación.
No hay engaño posible. Sabíamos, por las constantes quejas formuladas por los socialistas durante la pasada legislatura, que Nacho Villa era el enemigo público número uno para el nuevo gobierno. Cargárselo era una necesidad imperiosa. Del mismo modo, impedir que la provincia de Cuenca albergue sine die los residuos de alta radiactividad generados en toda España es un objetivo de envergadura, una cuestión “de estado” podríamos decir, ya que la decisión podría tener sus consecuencias más allá de las fronteras autonómicas. A nadie le puede coger de sorpresa, por tanto, que Fuensalida tome cartas en estos dos asuntos en el sentido que lo ha hecho.
Sin embargo, ni en uno ni en otro se han respetado los cauces establecidos. García-Page, sorprendido por las circunstancias que han envuelto a ambos asuntos, ha reaccionado con improvisación. Ha optado por tomar atajos.
En la televisión pública, ha sido el Consejo de Gobierno, y no el Consejo de Administración del ente, el que ha destituido al director, Ignacio Villa, y el que ha nombrado a su sucesora, Carmen Amores. Dos decisiones por decreto, y en un Consejo de Gobierno de carácter extraordinario, después de cambiar las reglas para estos nombramientos.
Hay unas razones de fondo, claro está. Que Nacho Villa ha llevado a RTVCM a unas cotas de manipulación inauditas, y estando el listón de sus predecesores bien alto, es una evidencia. Hay sentencias que corroboran la falta de respeto por la verdad y por las condiciones de los trabajadores. Incluso suscribo la afirmación de Guadalupe Martín, diputada socialista por Toledo, que define su etapa en el ente: “Que tanta paz lleve como descanso deja”.
Ignacio Villa, que debía haber cesado al terminar el mandado político de Cospedal, se marcó un “Don Tancredo”. Se aferró al cargo aprovechando que los resquicios de la normativa se lo permitían, sin contar con el respaldo del apoyo político ni ciudadano, con la misma falta de respeto a los espectadores que ha demostrado durante cuatro años. Lo que debía haber sido un relevo natural, se había bloqueado, al negarse el Consejo de Administración del ente a tratar el asunto, y al no constituirse un nuevo Consejo hasta que las Cortes Regionales inicien un nuevo periodo de sesiones y nombren a sus representantes.
Así que García-Page decide cortar por lo sano: una destitución por decreto, y un nombramiento transitorio. No es forma de abrir un nuevo tiempo. No es un buen comienzo para una etapa que debería estar marcada por la transparencia y el rigor. No es una buena carta de presentación para la que pretende ser una dirección plural y objetiva.
A las técnicas torticeras y a los bloqueos absurdos se debe responder con legalidad, transparencia y cuidadosa observación de las leyes. Y esta máxima la aplico también a la batalla contra el ATC. Partimos de la base de que no es de recibo que el Consejo de Seguridad Nuclear dé por bueno este emplazamiento habiendo tantas cuestiones por resolver. Precisamente el Gobierno de García-Page debería haberse empleado a fondo en desarticular, una por una, cada una de las de las zonas oscuras de esta decisión, poniendo el acento en todos los peros que penden sobre la idoneidad del lugar. En su lugar, y en 24 horas, toma una decisión que carece de respaldo técnico: declarar una zona de protección sin el suficiente fundamento medioambiental.
La ZEPA protegida, la Laguna del Hito, tenía 1.000 hectáreas de superficie protegida. Su declaración es muy reciente*, de principios de este año, pero fruto de los expedientes y del proceso llevado a cabo durante meses, por los cauces que marca la normativa de la Red Natura. Parece por tanto una auténtica burla extender la protección, de un plumazo, a 25.000 hectáreas, sin justificar el cambio repentino en el valor de esos territorios y de las grullas que los sobrevuelan. Es todo un desprecio a los criterios medioambientales. Demasiado burdo.
A la maniobra se le ve a la legua la intención de bloqueo para ganar tiempo contra el ATC. Pero también el ansia por declarar la guerra a una instalación que García-Page ve como unas nuevas Hoces del Cabriel, un nuevo Cabañeros, que tantos réditos dio a Bono. Esta vez, la Junta se opone a las decisiones del Estado con un Gobierno de distinto signo, lo que facilita el enfrentamiento y no menoscaba las opciones de García-Page de alzarse como figura nacional en el PSOE si Pedro Sánchez no alcanza el objetivo de la Moncloa.
Demasiado burdo, a pesar de que el objetivo sea aceptable. Al igual que en RTVCM, se ha dado por sentado que el fin justifica los medios y se han despreciado pasos imprescindibles a los que debería haberse prestado atención. En definitiva, dos atajos, que, lejos de demostrar la inacción que denuncia Robisco, traslucen demasiadas prisas por dar golpes de efectos. Así caza la perrita, y a algunos no nos termina de convencer.
*Hay que precisar que la Laguna del Hito está declarada ZEPA desde 1989. A principios de año se declaró ZEC (Zona Especial de Conservación) y se aprobó su plan de gestión.