Por Concha Balenzategui
Dentro de unos días, el 28 y 29 de agosto, se celebra una nueva edición, la décimo novena, de la Fiesta Ganchera que cada año se celebra en el Alto Tajo. Se realiza esta vez en Peñalén, siguiendo el turno rotatorio establecido entre los municipios que impulsan esta fiesta, que además del anfitrión, son Taravilla, Poveda, Peralejos de las Truchas y Zaorejas.
Leía hace unas semanas uno de esos listados tan extendidos como a menudo vacíos de contenido y rigor, que el evento está considerado como una de las cinco fiestas más originales de España. Pues aceptamos el cumplido, con tal de que se promocione una de nuestras celebraciones más interesantes y también esta preciosa comarca. No obstante, creo que la Fiesta Ganchera podría ser considerada muchas cosas antes que original.
Original es, por ejemplo y sin salir de la zona, organizar un tributo a Bruce Springsteen en Peralejos de las Truchas, y juntar a cientos de personas en una plaza sin ningún santo al que sacar en procesión ni un toro al que recortar. Claro que, una vez que este pueblo declaró hijo adoptivo a un cantante que nunca ha pisado el lugar, sin importarle los miles de kilómetros que lo separan de su Nueva Jersey natal, nada puede extrañarnos. Bien por la ocurrencia y por el resultado.
Original es, también, reunir a otros cientos de vecinos y visitantes con un parche en el ojo para celebrar el 450 aniversario del nacimiento y el bautizo de la princesa de Éboli, como hizo Cifuentes hace ahora ya un mes. Original y benéfico, puesto que la curiosa quedada, además de promocionar un ciclo cultural con conferencias y otras actividades de contenido relevante, tenía como fin recaudar dinero para la asociación Nipace. Otro aplauso por tanto.
La fiesta de los gancheros, como decía, no es muy original, si tenemos en cuenta que hay celebraciones similares, cada una con sus particularidades, en otros puntos de la geografía española, como los nabateros del río Cinca, en el Pirineo; las Jornadas Gancheras en el Escabas, en Priego (Cuenca); o la maderada del río Cabriel, en Cofrentes (Valencia). Ni siquiera es la más antigua de estas fiestas que rememoran la tarea de transportar los troncos por los cursos fluviales, puesto que la primera de cuenta con más de 30 años frente a los 19 años que cumplirá la fiesta guadalajareña, más veterana no obstante que las otras mencionadas. Pero no se trata de sembrar competitividad entre unos y otros colectivos amigos de esta tradición, que según me cuentan guardan buena sintonía entre ellos.
Lo que es innegable es que la Fiesta Ganchera del Alto Tajo es una celebración curiosa y auténtica. Goza de todos los ingredientes para ser uno de nuestros referentes culturales. Bebe directamente de la tradición y tiene vocación de investigar y divulgar todo lo referente a este duro oficio. Es espectacular en su puesta en escena y en el escenario en que se desarrolla. Es participativa y no faltan ingredientes propios de la fiesta, como la comida compartida y la música tradicional.
Pero por encima de todo, los gancheros del Alto Tajo han contado con el privilegio de que su quehacer fuera novelado por el gran José Luis Sampedro, lo que convirtió sus figuras en legendarias y sus avatares en épicos en esa maravillosa novela que es El río que nos lleva. Por eso merecen estar en un lugar muy destacado en nuestro calendario festivo, independientemente de que la agencia de viajes Rumbo haya posado sus ojos en ella y la haya promocionado este año.
Como siempre, ha sido un placer leer a Concha Balenzategui. Me va a ser imposible asistir este año, pero apunto en mi agenda este evento, muy similar al Día de la almadía, en la localidad roncalesa de Burgui.
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