
La III Muestra Internacional de Timelapses «El Castillo» cubrió aforo en sus dos sesiones. // Foto: http://muestratimelapses.socumo.es/
Por Marta Perruca
El estío empieza a marcharse sigilosamente de los pueblos del Señorío de Molina, cuando agosto llega a sus últimos estertores. Quizá ahora no nos demos cuenta, pero dentro de unos días empezaremos a notar el silencio que ha dejado tras de sí: el mismo con el que decidió marcharse. Es el silencio de los fantasmas que desaparecen de las puertas de la carnicería, la frutería, la pescadería o las cajas de los supermercados; de las sillas de las terrazas de los bares y las mesas de los restaurantes; de las calles y plazas y los aparcamientos vacíos.
Este verano, me atrevería a decir, se precipitó con euforia agosteña, después de un mes de julio tímido y sin demasiados sobresaltos, como si el intenso calor hubiese reprimido a los vecinos estacionales y visitantes de mi tierra. Se podría decir que, a un mes de julio atípico, le ha sucedido el siguiente, “haciendo el agosto” como no lo hacía desde antes de la crisis, con ganas de salir y no entrar, de comer o cenar fuera, disfrutar del vermú, la tarde o las copas nocturnas en la terraza de algún bar. Se volvía a perfilar el ambiente festivo, que otros años tenía cierto gesto de abatimiento o culpabilidad de bolsillo vacío..

Homenaje a la académica molinesa, Aurora Egido. // Foto: http://www.guadaque.com
Agosto también aparecía tomando impulso para apurar, al máximo, el calendario, con el fin de dar cabida a todo tipo de citas culturales, festivas e incluso de carácter religioso, que no han dejado ni un resquicio para el aburrimiento. A las tradicionales fiestas patronales de estas fechas, se han sumado, este año, una concentración nacional de fans de Bruce Springsteen, en Peralejos de las Truchas, de la que ya hablaba la semana pasada; una cita científica, con motivo de las I Jornadas sobre el Estratotipo GSSP de Fuentelsaz, que congregó a más de 200 personas; ferias de artesanía; exposiciones varias; recitales poéticos; conciertos de tango, música clásica, tradicional, popular y rock and roll, en los rincones más insospechados; conferencias y presentaciones arqueológicas, paleontológicas y sobre medio ambiente y biodiversidad. Sólo en la última semana hemos disfrutado de la inauguración del
Museo Paleontológico de Maranchón; la coronación de la Virgen del Carmen con un dilatado programa de actos; la III Muestra Internacional de Timelapses “El Castillo”, que colgó el cartel de aforo completo en sus dos sesiones y el homenaje a la académica molinesa, Aurora Egido, que ahora da nombre a la Biblioteca Municipal y todavía queda pendiente la Fiesta de los Gancheros, que este año se celebra en Peñalén, entre mañana y el sábado y las fiestas de septiembre de Molina de Aragón.
El verano llega a su fin, pero a su paso nos ha dejado grabadas varias instantáneas en la retina. Algunas de ellas, como no podría ser de otra manera, han salido de los pueblos para disfrutar de la naturaleza con esas tardes de chapuzón en las múltiples áreas recreativas del río Tajo. Las más famosas se encuentran a la largo de la senda que discurre paralela al mismo, desde el puente de San Pedro, al Salto de Poveda. Se trata de lugares de espectacular belleza, donde las aguas río discurren cristalinas y dan forma a sitios casi inmejorables para el baño.
Cabría esperar, de esas tardes, instantáneas increíbles de cañones, cortados y aguas de color turquesa y, desde luego, basta con darse un paseo por el Parque Natural para amontonar una gran cantidad de imágenes de gran belleza. De verdad que es increíble, como me suelen recordar, el poder disfrutar de un paisaje natural tan continuo, con escasas o nulas interferencias por acción del hombre, como el que se divisa desde muchos de sus miradores. Por eso me parece tan detestable la estampa que ofrecen muchas de estas áreas recreativas, diseñadas, precisamente, para que el ser humano pueda disfrutar del día en este entorno natural tan hermoso. Sin embargo, la recompensa que reciben, estos espacios, por tantos momentos de incalculable placer y diversión no es más que montones de basura.
Y es que acabamos asumiendo que aquellos espacios que se dejan para el disfrute del hombre acaban llenos de porquería, irremediablemente, cuando no debería ser así.
En el Parque Natural, además, coinciden dos factores: Por un lado, una serie de “cerdos” que van dejando su reguero de mierda allá a donde van y, por otro, que desde que llegó la crisis, tampoco se limpia, ni existe un mantenimiento de estas zonas.
//platform.twitter.com/widgets.js
Entraba al trapo en una conversación de Twitter a raíz de las indignantes fotografías que subía nuestro compañero, Antonio Herraiz, del paraje conocido como la Fuente de la Falaguera. Los contenedores, que se distribuyen por las distintas áreas recreativas del Parque, están llenos hasta rebosar, de tal manera que la basura ya se encuentra esparcida por el suelo, a pesar de que un cartel avisa de que ya no existe servicio de recogida.
La crisis económica no debería servir de excusa. Desde mi punto de vista, más bien, se trata de una muestra de desidia y dejadez, porque si el problema es de liquidez, se pueden impulsar otro tipo de medidas y soluciones, antes de dejar que nuestro magnífico entorno, de un gran valor ecológico y natural, empiece a deteriorarse.
En esta conversación twittera proponía como alternativa la fijación de una cuota por vehículo, una cantidad simbólica de dos euros, que podrían servir, no sólo para garantizar la limpieza y el mantenimiento de estas áreas, sino también para generar puestos de trabajo, reabrir centros de interpretación o retomar los programas de actividades que cesaron, debido a lo que yo considero más excusa, que otra cosa.
No digo que se hayan inventado una crisis para despreocuparse del mantenimiento y gestión de espacios naturales de Castilla-La Mancha, pero se supone que elegimos a nuestros representantes y consentimos pagarles muy por encima del salario mínimo interprofesional, para que adopten soluciones, no para que permanezcan resignados en una esquina con cara de pena.
Entonces me respondieron en la red social que establecer una cuota significa que paguen justos por pecadores y que la solución pasa porque la gente que no sea capaz de comportarse con civismo en el monte, se quede en casa. Claro, yo tampoco puedo comprender ese tipo de conductas porque creo que yo no sería capaz de abandonar un lugar habiéndolo dejado peor de lo que me lo encontré y más siendo consciente de que nadie vendrá a recoger mi mierda.
Lástima que entre las estampas deliciosas de esta verano me tenga que llevar este año una tan lamentable.
No querría terminar este artículo sin plantear una cuestión: ¿Y vosotros, cuál creéis que podría ser la solución?