Por Míriam Pindado
Estas semanas se está hablando mucho sobre Educación y es que se acercan las elecciones y, ya saben ustedes, que este es uno de los platos fuertes del menú electoral de unos y otros partidos. A nuestros chefs políticos les encanta llenarse la boca hablando de educación y lanzando propuestas que, la mayor parte de las veces, se quedan en pan para hoy y hambre para mañana.
Y es que la política educativa en este país no es seria. Nuestros gobernantes son incapaces de sentarse para consensuar lo que puede ser mejor o peor para el futuro de los españoles. Prefieren mirarse el ombligo y hacer demagogia de algo tan serio como es la educación, como es el progreso de una sociedad y como es el futuro de un país. Todos, unos y otros, han convertido la educación es un arma política para el posicionamiento político de sus electores que muchas veces muerden el anzuelo. Pero otras veces no.
En los últimos meses se han desempolvado polémicas trasnochadas sobre las que ya no hay mucho más que opinar y que siguen protagonizando las portadas de nuestros noticiarios como ocurre desde hace décadas. Véase el ejemplo de religión sí-religión no en las aulas o el de la convivencia entre escuela pública, escuela privada y escuela concertada. A estos clásicos se han ido sumando, trending topics como un nuevo Título de Tauromaquia en FP, que se sumaría a otros no menos singulares como el de Actividades domésticas o el de Disc Jockey. Ocurrencias como esta han dado paso a cuestiones más trascendentales como la eliminación de asignaturas tan importantes para el desarrollo humano y ciudadano de nuestros jóvenes como la Filosofía, asunto que ya trató la semana pasada en el El Hexágono mi compañera Marta Perruca. Estas propuestas pueden ser o no ser de su agrado y puede que cubran algunas de sus expectativas en materia educativa pero, en mi opinión, no están a la altura del problema que lleva demasiado tiempo enquistado en este país. En 35 años se ha pasado de la Ley General de Educación de 1970 a la polémica LOMCE actual. Entre medias, un auténtico vaivén de propuestas de todos los colores y sabores que siempre ha estado rodeado de arduos debates –la mayor parte de las veces ideológicos-, protestas en las calles y decepciones. Esta inestabilidad ha sido interpretada por muchos expertos como una de las causas del gran problema del sistema educativo español que, lejos de solucionarse, sigue esperando ese gran pacto de Estado por la estabilidad educativa de este país.
España carece de una estructura de Gobierno eficaz (al menos) en Educación. Ya en septiembre la OCDE consideró que nuestro país no contaba (ni cuenta) con un sistema de gobernanza horizontal y vertical eficaz, haciendo referencia a nuestra “forma de gobierno tan descentralizada”. “En muchos casos, en un área política tiene responsabilidades más de un nivel gubernamental. A menudo (aunque no siempre), esto implica que el gobierno estatal es responsable de la concepción y el desarrollo de las políticas y los gobiernos regionales y locales, de su aplicación”. Por ejemplo, muchas Comunidades Autónomas han dado la espalda a la LOMCE quedando esta en un limbo en el que permanecerá (mínimo) hasta el próximo 20 de diciembre. Ahora todo está en el aire. Y mientras nuestros políticos se pierden en sus vuelos estratosféricos diseñando programas electorales de última hora y preparando campañas, los ciudadanos nos quedamos en standby.
Los docentes, en el punto de mira
Última hora: «La educación está desconectada del mundo real y su mayor problema es la falta de calidad del profesorado». Estas son las principales conclusiones de la encuesta de la Cumbre Mundial de Educación de Qatar publicada ayer y analizada en un artículo del periódico El Mundo. Las soluciones a este problema pasarían entonces por «fortalecer la profesión de la enseñanza» y «reforzar la colaboración entre universidades y empresas». Unas soluciones curiosas en un país como España donde nunca se ha puesto mucho empeño en regular la formación de los docentes y donde los universitarios siguen sin encontrar trabajo.
Uno de los protagonistas de este último trending topic educativo es José Antonio Marina, el filósofo y pedagogo fichado por el Ministerio de Educación para elaborar el Libro Blanco del Docente, cuyas líneas maestras quedan evidenciadas en su libro Despertad al diplodocus. Una conspiración educativa para transformar la escuela… y todo lo demás (Ariel). Según el adalid de este documento, los profesores en España están desprestigiados, viven aislados y han perdido la pasión (todo eso). Para ello, Marina propone nuevos sistemas de formación y de selección del personal docente. Unas medidas bastante controvertidas que ayer dieron mucho que hablar y que pueden consultar en esta entrevista publicada por El País.
Entre las mismas está la creación de un nuevo modelo de acceso similar al MIR sanitario para «seleccionar a los mejores», una opción secundada ya por varios partidos como PSOE o Ciudadanos y que Cataluña ya ha dicho que va a poner en marcha por su cuenta. Otra de sus propuestas es la formación continua, algo que creo ya está bastante consolidada en el sistema español, pero que nunca está de más. Y otra, y la más polémica de todas, Marina propone que parte del sueldo del docente esté condicionado por los resultados. «Los profesores buenos no deben cobrar lo mismo que los malos», señala en su nuevo libro. Su propuesta plantea que una parte de la retribución del profesorado «podría estar relacionada con la evaluación del centro entero, de manera que se fomente la implicación de todos los profesores en un proyecto educativo» (¿pero esto cómo se evaluaría? porque creo que ni la herramienta más sofisticada ni los inspectores más audaces podrían hacerlo de una manera equitativa, justa y objetiva).
Por último, y retomando el tan esperado pacto de Estado por la educación mencionado en párrafos anteriores, Marina advierte que «seguirá siendo meramente político» y no tendrá «repercusiones reales» si se ciñe a los partidos políticos y no tiene en cuenta a los grupos sociales. Quizá este haya sido el gran error de las políticas educativas de este país: que no se ha escuchado a las partes implicadas, a los que pasan su día a día en las aulas. A esos docentes, alumnos y padres a los que ahora (quizá ya sea un poco tarde pues el Libro Blanco del Docente se presentará a finales de este mes) se les da la oportunidad de participar con sus propuestas a través del correo electrónico: libroblanco@joseantoniomarina.es.
Cuando un sistema educativo no deja contentos ni a docentes, ni a los alumnos, ni a las familias, ni a las estadísticas, algo tendrán que hacer los legisladores no?
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Eso mismo pienso yo, María Luz. Algo no se está haciendo bien, pero en vez de intentar llegar al fondo del asunto, se proponen medidas superficiales con las que parece que se está haciendo algo, cuando en realidad no se está haciendo nada. Evidentemente, es difícil llegar a un pacto de Estado por la Educación, pero es que ni se intenta. Y mientras se siga entendiendo la educación como arma política nunca se llegará a ello.
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