
Imagen del Eje Cultural de Guadalajara, dos años después de su apertura. /Foto: M.P
Por Míriam Pindado
Los vecinos de Guadalajara han intentado dar una oportunidad al polémico Eje Cultural, pero hoy, casi dos años después, siguen pensando que “no hay por donde cogerlo”. Y es que los guadalajareños siguen sin acostumbrarse a este proyecto que no convenció ni convence. Muchas veces, los ciudadanos necesitamos un periodo de adaptación para habituarnos a los cambios. La mayoría de las veces acabamos por acostumbrarnos a estas novedades hasta el punto de olvidar cómo eran las cosas antes. Pero otras, lamentamos con resignación y cierto hastío que “habría sido mejor dejar las cosas como estaban”.
Tanto para los guadalajareños que viven en este entorno como para los que cada día tienen que llegar hasta la zona en coche, “la actuación más ambiciosa emprendida por el Ayuntamiento de Guadalajara” no ha sido más que un estorbo para su rutina. Ya lo he escrito en otras ocasiones, pero esta ciudad, de las que alardeábamos por su comodidad y su practicidad, ahora no es ni cómoda práctica. No es cómoda para los vecinos que viven, por ejemplo, frente al Palacio de La Cotilla y que para llegar a Bejanque tienen que “ratonear” por calles hasta entonces desconocidas. Y no es práctico para los que viven en la periferia y cada día tienen que acercarse al centro para trabajar, llevar a los niños al colegio o hacer papeleos en las administraciones públicas que aún sobreviven en el casco histórico, entre otros menesteres.
En las últimas semanas se está hablando mucho del casco histórico de Guadalajara: la gran asignatura pendiente de esta ciudad. Y es que los cambios tanto urbanísticos como socio-culturales que se han ido haciendo en esta zona en los últimos años no han mejorado la calidad de vida de los vecinos a pesar del montante económico invertido. Y un claro ejemplo de estas infructuosas actuaciones es, precisamente, el Eje Cultural. La ratonera. Atascos sin salida, ruidos sin paciencia, tubos de escape, coches aparcados en doble fila o en zonas prohibidas, bolardos que no dan tregua, zonas verdes, azules, etc., no ayudan a mejorar la calidad de vida de nadie. Ni siquiera de los pacientes y tranquilos guadalajareños.

Daniel Jiménez en el entorno de la plaza Beladíez./ Foto: PSOE Guadalajara
De hecho ayer, el portavoz del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Guadalajara, Daniel Jiménez, se hizo eco de estas quejas. El edil socialista denunció los problemas de accesibilidad y de movilidad que sufre el entorno de la plaza Beladíez, donde están los juzgados, la Diputación Provincial y dos colegios. “Un embudo con movilidad cero”, dijo. El estacionamiento descontrolado y la masificación de coches con los warning en horas punta invaden las entradas y salidas de garajes, dificultan el acceso a los Cuerpos de Seguridad al juzgado y ocupan las zonas de carga y descarga. ¿La solución? ¿Poner multas a diestro y siniestro? Una solución fácil para un problema difícil. Y es que aunque podamos llegar a criticar la falta de civismo de los vecinos de esta ciudad, lo cierto es que tampoco se les/nos ofrecen muchas alternativas. Ni aparcamientos rentables para estancias de dos minutos (lo que tardan los niños en bajarse del coche), ni calles alternativas que sorteen la ratonera del Eje Cultural. No hay opciones.
Y es que todos los que llegan a la plaza Beladíez acaban en un mismo punto que, si de diario es complicado, imagínense los días de lluvia en los que los viandantes cogen el coche en lugar del paraguas con muchas prisas y poca paciencia.
Yo fui a uno de esos colegios que ahora han tenido que hacer encajes de bolillos para diversificar las horas de entrada y salida de los niños y niñas. En esa época también se producían atascos con los coches que iban y venían a los colegios, los juzgados, las administraciones y los comercios (por cierto, bastantes más de los que hay ahora). Sin embargo, por aquel entonces, la plaza Beladíez podía bordearse en coche, las calles Ramón y Cajal e Ingeniero Mariño eran de doble sentido y la estrecha calle Arcipreste de Hita se vislumbraba como una alternativa práctica a Pedro Pascual. No eran muchas, pero ya eran más opciones que las que hay ahora.
Daniel Jiménez concretó ayer algunas propuestas para no colapsar la ratonera y ninguna es una invención de ahora. Entre ellas un mayor control policial (un parche disuasorio a un problema estructural); modificar los horarios de pago de los aparcamientos de la ORA (una posibilidad aunque siga pareciéndome espantoso eso de pagar por aparcar en nuestras calles, pero esto ya es otro debate); la apertura de una nueva vía de conexión entre las calles del doctor Creus y de Cádiz (proyectada pero no ejecutada); y por último, retomar la circulación de doble sentido en la Calle Ramón y Cajal al menos desde Pedro Pascual a la Glorieta de Bejanque (la idea más estructural de todas).
Estas propuestas de las que se ha hecho eco el grupo socialista son precisamente las que han rondado por las cabezas de muchos vecinos de Guadalajara desde que comenzase la polémica obra del Eje Cultural en junio de 2013. Y son propuestas que dejan en evidencia la funcionalidad de un Eje Cultural que nos vendieron por tres millones de euros como “la actuación más ambiciosa”, “como la transformación de una de las arterias más importantes de la ciudad” y como “una mejora de la calidad de vida de los ciudadanos”. Un Eje que no es ni funcional ni cultural (ni bonito, basta con ver la foto que encabeza este artículo) tal y como ha quedado demostrado en estos casi dos años. Y no lo es ni los días de diario, ni los fines de semana, ni mucho menos los días en los que hay algún evento o festejo en el centro de Guadalajara.
Totalmente de acuerdo con tu comentario, también es cierto que había que arreglar la zona de la concatedral (que para cuatro cosas que tenemos, daba pena verla) pero podrian haber dejado que la calle trasera a los maristas se pudiera subir a bejanque y desahogaria bastante esos nudos de coches. Otra cosa que me preocupa son la cantidad de solares, viviendas derruidas, que asolan el casco histórico de esta nuestra ciudad, desde Santo Domingo hasta el Infantado son innumerables.
Me gustaMe gusta
Te quejas de los coches aparcados en doble fila y de los bolardos, ¿qué contradicción no?de que no hay aparcamiento en el centro para ir a esos colegios religiosos en coche porque claro es muy bonito vivir en la periferia y luego querer llevar al niño al colegio concertardo en el que ha estudiado mami en lugar de ir al del barrio…, vamos como la gata flora.
Me gustaMe gusta
Pues si, me quejo exactamente de eso, del derecho que tengo yo y todos los que hemos nacido y crecido en guadalajara a seguir manteniendo el centro de la ciudad con vida, a que nuestros hijos sigan estudiando en los colegios, concertados o no, en los que hemos estudiado nosotros, a que cuando voy a visitar a mi familia la que sigue viviendo en el centro, pueda aparcar y no se creen las retenciones innecesarias que se crean ahora… A que quien quiera quedarse en su barrio de la periferia, lo pueda hacer por supuesto, pero que los que queremos seguir viviendo y disfrutando del centro y de todo lo que nos puede ofrecer tb podamos hacerlo
sin los problemas que existen ahora mismo!
Me gustaMe gusta
Hola Betty,
soy la persona que ha escrito este artículo. En primer lugar gracias por leernos y por dar tu opinión, que para eso tenemos abierto este espacio de ‘Comentarios’. Y si tu opinión es que no tienes nada que objetar al Eje Cultural, que los que viven en la periferia deberían quedarse en ella o que los colegios deberían salir del centro (lo de los concertados/privados/públicos ya es otro debate), me parece perfecto. Pero sería mucho mejor opinar sin poner etiquetas.
Me gustaMe gusta