Galve, Retiendas, Cifuentes

Por Raquel Gamo

“La mayor cultura de nosotros mismos y las generaciones venideras son la mejor guarda de nuestro patrimonio”. Lo dejó escrito en varias ocasiones el malogrado profesor José Luis García de Paz, investigador del patrimonio, y la frase sintetiza el espíritu que recorre algunos pueblos de nuestra provincia que han encontrado en la reivindicación del patrimonio una manera de acentuar sus raíces y de pelear por su futuro.

Cartel de la exposición organizada por la Asociación Castillo de Galve con motivo del décimo aniversario de su fundación.

Cartel de la exposición organizada por la Asociación Castillo de Galve con motivo del décimo aniversario de su fundación.

Un caso paradigmático, de actualidad estos días, es Galve de Sorbe. Este mes cumplen diez años de pelea por el castillo de esta localidad serrana, uno de los monumentos de mayor valor histórico y artístico de la Sierra de Guadalajara. Para ello, la Asociación “Castillo de Galve organiza desde el pasado lunes la exposición El castillo: un futuro para Galve de Sorbe, en la sala de arte de la Junta de Castilla La Mancha en Guadalajara. La muestra, que permanecerá abierta hasta el día 1 de julio, está formada por medio centenar de fotografías antiguas y recientes con las que la asociación busca seguir alimentando su denuncia alrededor del avanzado deterioro de este monumento.

El estado de conservación del castillo galvito hace necesaria una intervención urgente para apuntalar sus cimientos, tras años de un ignominioso mantenimiento por parte de la propiedad privada a la que pertenece. Y hay que recordar que la Torre del Homenaje de este edificio, del siglo XV, fue considerada por Layna Serrano “la más bella de las conservadas en los desmochados castillos de la provincia”.

El tenaz compromiso de los galvitos para salvar a su castillo de un futuro en ruinas demuestra cómo la movilización ciudadana cumple un papel importante de vigilancia y alerta a los propietarios, sean públicos o privados. En Galve no han logrado aún parar la ruina del castillo, pero sí han conseguido visualizar el problema y ponerlo en lo alto de los dosieres pendientes en los despachos de la Administración. No es baladí.

El interior del castillo de Galve, convertido en un vertedero. Esta es una de las fotos que forman parte de la muestra 'El castillo: un futuro para Galve de Sorbe'. // Foto: Asoc. Castillo de Galve.

El interior del castillo de Galve, convertido en un vertedero. Esta es una de las fotos que forman parte de la muestra ‘El castillo: un futuro para Galve de Sorbe’. // Foto: Asoc. Castillo de Galve.

Guadalajara posee más de medio centenar de castillos y un vasto patrimonio cuajado alrededor de fortalezas, iglesias, monasterios, alcazabas, murallas, torreones, molinos y hasta una catedral. Es evidente que el Gobierno de Castilla-La Mancha, que dispone las competencias en la materia, no tiene a su alcance los recursos suficientes para garantizar la conservación de todo el patrimonio de la región. Tan evidente como que Castilla-La Mancha, a diferencia de Castilla y León o Madrid y lastrada por la falta de una consejería que se ocupe en exclusiva de la Cultura, no invierte lo suficiente en estas partidas.

Resulta lógico que los gobiernos de Castilla-La Mancha confíen en la responsabilidad de los propietarios de edificios con una catalogación histórica para su cuidado y rehabilitación. El problema es la falta de determinación cuando éstos incumplen sus obligaciones. Y esto es lo que explica que el castillo de Galve, como el de Riba de Santiuste y otros muchos, atraviesen un estado deplorable de conservación.

Tanto la ley estatal (que data de 1985 y ningún Gobierno la ha actualizado) como la reciente Ley de Patrimonio Histórico de Castilla-La Mancha obligan a las administraciones a adoptar medidas coercitivas si los dueños particulares no cumplen. Pero ambas normas son ambiguas hasta el extremo, lo que en la práctica permite a la Administración moldear a su antojo, y a sus ritmos, cada una de las actuaciones.

No habrá nunca recuperación del patrimonio sin una voluntad decidida para conseguirlo. Y no habrá nunca esta voluntad si no exista una sensibilidad previa. Y hablamos no sólo del patrimonio más notorio o vistoso -léase la catedral de Sigüenza o el castillo de Molina-, sino de aquellos elementos, quizá más modestos, pero vertebran la personalidad de nuestros pueblos o incluso de las ciudades, y ahí está el ejemplo lacerante del poblado de Villaflores en la capital.

Cifuentes busca impulsar la rehabilitación de su castillo a través de una asociación recientemente creada. // Foto: Turismo CLM

Cifuentes busca impulsar la rehabilitación de su castillo a través de una asociación recientemente creada. // Foto: Turismo CLM

La conservación del patrimonio es sinónimo de cultura, pero también de turismo y desarrollo económico. La ecuación es fácil de formular, pero muy difícil de llevar a la práctica en una provincia con casi 400 núcleos de población y una densidad demográfica raquítica en comarcas como la Sierra o el Señorío de Molina. La Junta anunció que Castilla-La Mancha ya ha comenzado a implantar por ley el 1% cultural, extensible a un 1,5%. Esto significa que, imitando el modelo nacional, el 1% del presupuesto de la Consejería de Obras Públicas irá destinado a la conservación del patrimonio. “Todos los contratos que realice el Gobierno de Castilla-La Mancha en cualquiera de sus empresas públicas de obras o servicios, tendrán la obligación de destinar el 1% a la conservación del patrimonio”, confirmó recientemente el vicepresidente, José Luis Martínez Guijarro.

Es una magnífica medida, pero insuficiente. Hace falta altitud de miras, voluntad política y capacidad gestora. En Guadalajara urge una actuación integral que permita ir afrontando la puesta en valor del patrimonio de forma coordinada, paulatina y priorizando las intervenciones en función del grado de conservación del inmueble. Así es cómo se planteó en su día la restauración de las ermitas del Románico Rural y así es cómo podría actuarse en el conjunto de los bienes patrimoniales de la provincia.

Lo que sí ya parece imparable a estas alturas, y en Guadalajara debemos alegrarnos de ello, es el del empuje social en esta materia. La entrega de entidades como la mencionada Asociación Castillo de Galve, o la plataforma “Salvar Bonaval” -ahormada alrededor de la asociación “Buen Valle de Retiendas”- o la reciente asociación creada en Cifuentes demuestran que el pálpito por el patrimonio sigue vivo en nuestra provincia. Sobre Bonaval y la larga agonía de este monasterio ya escribimos aquí un artículo monográfico en marzo.

Los tres ejemplos (recomiendo ver este programa que emitió recientemente la Castilla-La Mancha TV), más allá de los resultados prácticos de sus acciones, dejan claro que la presión social tiene la virtud de extender la conciencia sobre el patrimonio no sólo entre la calle, sino en las administraciones. Y eso no es poco en una tierra que, después de la Guerra Civil, reconstruyó antes la plaza de toros que el Palacio del Infantado.

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