
Albert Rivera, que ya visitó Guadalajara en la campaña del 20D, volvió a pasear por las calles del centro de la ciudad junto a los militantes locales (aquí con Orlena de Miguel, candidata al Congreso) antes de la cita electoral de este domingo. // Foto: C’s Guadalajara
Por Borja Montero
Guadalajara está viviendo estos días una realidad «verdaderamente notable», parafraseando a uno de los candidatos electorales que este domingo se juegan su futuro, y el de España, cuando no entendía su propia letra durante una entrevista televisiva. Por el momento, tres de los cuatro líderes de las formaciones políticas con mayor representación en el Congreso de los Diputados, de las protagonistas principales de la nueva realidad política que viene fraguándose desde hace alrededor de un lustro, de las que, a partir del lunes, y si se cumplen las encuestas, estarán nuevamente en el alambre de formar un Gobierno con una aritmética parlamentaria inédita por estos lares hasta el pasado 20D, han visitado la ciudad de Guadalajara, precisamente en una campaña que ha sido menos intensa en lo que a apariciones públicas se refiere por parte de casi todos los candidatos y se ha centrado más en reuniones sectoriales y presencia en los medios de comunicación, lo que ha convertido a nuestra pequeña capital en uno de los centros del mundo, políticamente hablando, de este periodo electoral, ya que pocas ciudades de tamaño, por no decir ninguna, han recibido visita de tal proporción de candidatos a la Presidencia.

Pablo Iglesias, el último de los ‘presidenciables’ en visitar la ciudad hasta el momento, aprovechó para degustar una cerveza artesana local. // Foto: guadalajaradiario.es
Parece que el nuevo orden de cosas, con unos resultados electorales mucho más constreñidos que cuando PP y PSOE se repartían, con sus diferencias, la mayoría de los votos, hace que una provincia como Guadalajara, que apenas otorga tres asientos en el Congreso y tradicionalmente ha vivido abonada al 2-1 que se repartían los dos partidos mayoritarios, sea uno de los escenarios estratégicos de la batalla por los votos. Así lo fue el pasado 20 de diciembre, cuando Ciudadanos se hizo con un diputado por apenas 818 votos sobre Podemos, en aquella ocasión en solitario, un escaño que bien podría haber sido para el PP, que hubiera necesitado algo menos de 2.000 sufragios más en toda la provincia para teñir de azul, como suele ser habitual, el resultado guadalajareño. La coalición entre Podemos, IU y otras organizaciones presentes en diciembre en Unidad Popular, el desgaste cada vez mayor del Gobierno, aunque sea en funciones, del PP (nuevamente Fernández Díaz en primer plano de la actualidad informativa), el excesivo protagonismo de algunos candidatos a lo largo de la breve legislatura que termina este domingo, los pactos fallidos y el no saber medir el mandato de la ciudadanía por parte de todos, más de unos que de otros, hacen que algunas cosas estén algo mas claras que hace apenas seis meses y, a pesar de que a nivel nacional no se atisban mayorías sólidas para ninguno de los cuatro partidos principales, sí parece que, en el caso guadalajareño, el 1-1-1 está bastante claro, y con unos resultados bastante más ajustados que en la cita electoral decembrina.

Rajoy, con su cohorte de seguidores, pasea por el centro de la capital alcarreña. // Foto: guadalajaradiario.es
Sea como fuere, esta campaña electoral, con la visita de tres de los cuatro cabezas de cartel y una importante pléyade de artistas secundarios de cierta relevancia procedentes de todas las formaciones políticas (Madina, Báñez, Bono, Echinique, Bescansa, Catalá, García Escudero…), ha dado a Guadalajara la oportunidad de salir con una frecuencia en los medios de comunicación de audiencia nacional, de estar en boca de periodistas y ciudadanos, de sentirse, como apuntaba antes, el centro del mundo, políticamente hablando, por unas horas. Y eso que las visitas de los tres candidatos a la Presidencia no fueron muy diferentes entre sí: un breve paseo por el centro de la ciudad, una consumición en alguno de los locales hosteleros de la calle Mayor, unas declaraciones a los numerosos compañeros periodistas agolpados enderredor y de nuevo a la carretera. Con la evidente diferencia de mensajes, no se puede decir que los actos en sí sirvieran para convencer a los del partido de al lado a pasarse al nuestro, para ayudar a decidirse a los indecisos o para mostrar, por la vía de los actos, algunos rasgos del perfil ideológico del candidato o la formación. En este sentido, hubiera sido gracioso que la visita de Rajoy hubiera coincidido con un partido de la Eurocopa y se hubiera plantado en un bar con toda su cohorte de seguidores durante dos horas como un parroquiano más; o que Pablo Iglesias se hubiera tomado una Arriaca en La Manquilla o en un bar de La Rambla en lugar de en el Casino o hubiera participado en un sesudo acto universitario o en una asamblea en plena calle; y que Albert Rivera hubiera… La verdad es que Rivera, como yerno perfecto que quiere parecer, tanto con su actitud y su planta siempre intachable como políticamente, podría haber hecho cualquier cosa para representar a su formación, quizás la menos ideologizada de las que se presentan a las elecciones (salvando el ejemplo del PSOE, que se ha desprovisto de parte de sus características ideológicas por méritos propios, ya sea por pensamiento, palabra, obra u omisión).
Y todavía nos queda un día para que el PSOE; probablemente el más necesitado de alegrías por estas tierras, dé la sorpresa con una visita relámpago de su candidato.