
Plano del parque zoológico de Guadalajara instalado junto a la puerta de entrada y en el que se pueden consultar las especies residentes en el mismo. // Foto: B. M.
Por Borja Montero
Cuando me dedicaba diariamente a la noble tarea de informar a mis conciudadanos, tenía una particular debilidad. Supongo que cada plumilla tiene su tema estrella o su fuente de información de referencia, pero mi caso era un poco distinto porque el protagonista recurrente de mis torpes desvelos periodísticos era un lugar bastante consolidado y relativamente inmutable, generador de poca actualidad inmediata, por tanto: el Zoo de Guadalajara. A pesar de ello, me las ingeniaba para, periódicamente, poder publicar algún reportaje o noticia sobra algún aspecto de este parque, quizás porque siempre me sorprendió que una ciudad de un tamaño medio (tirando a pequeño) como Guadalajara contara con un zoológico con un nivel de variedad animal bastante amplio y totalmente gratuito para sus visitantes. Un parque para pasar una jornada familiar o para pasear todos los días, y siempre con un toque especial.
El hecho de actualidad que me permite traer a este foro la figura de zoo municipal son unas obras de rehabilitación de espacios para los visitantes y hábitats para los animales, realizadas por los alumnos de los talleres de empleo del Ayuntamiento, y la consiguiente visita del alcalde, Antonio Román, que ha puesto de manifiesto un dato de cierto interés: el de Guadalajara es, dentro de la Asociación Ibérica de Zoos y Acuarios, el parque más especializado en fauna europea. Y es que, dentro del debate acerca de la conveniencia o no de mantener animales en cautividad para su exhibición y las condiciones de vida de los mismos, parece que, sea cual sea la postura, la opción menos mala es ésta, la de respetar el hábitat y la climatología en la que normalmente viven las diferentes especies que componen la familia zoológica. Entiendo la excitación de, en una misma visita y con apenas unos metros de separación, poder ver osos polares y leones de la sabana africana, pero sin duda se trata de una opción poco sostenible para el bienestar de los animales y de un exotismo un poco trasnochado en pleno siglo XXI, era de internet, de la profusa información sobre cualquier tema a golpe de clic y de la realidad virtual. De este modo, y quitando el caso de los monos capuchinos y los emúes, la opción guadalajareña es relativamente sensible al bienestar de sus inquilinos, comparada con el ambiente de de explotación que se puede ver en otros zoológicos más grandes, componiendo lo principal de se menú con especies autóctonas, tales como lobos, osos pardos, linces (bastante escurridizos para los visitantes), cérvidos de todo tipo, jabalíes…
A ello hay que añadir además la labor educativa que predominantemente se da a este espacio, con frecuentes visitas de colegios (unos 12.000 niños al año) y convenios con universidades, lo que también lo aleja de ese carácter únicamente lúdico que tienen otros parques. La web oficial del parque, zooguadalajara.es, creada en 2011 y un pelín demodé incluso para aquella época, resalta mucho esta labor, además de ofrecer una guía introductoria a todas las especies contenidas en el parque.
Los fríos números. Al margen de las obras que se están llevando a cabo actualmente, y que son unos arreglos de mantenimiento, el presupuesto con el que anualmente cuenta el Zoo municipal para su funcionamiento es de unos 400.000 euros, más de 1.000 euros al día que salen íntegramente de las arcas municipales. Es por ello que siempre está sobre la mesa el debate acerca de la conveniencia o no de cobrar entrada por acceder al recinto, una opción que pareció tomar forma cuando se instalaron tornos en la entrada principal. Sin embargo, desde entonces y hasta ahora, no ha habido novedades en este sentido, y los 50.000 visitantes que el Ayuntamiento calcula que pasan cada año por estas instalaciones pueden hacerlo libremente. Creo que la gratuidad es uno de sus atractivos ya que permite su uso no solamente como divertimento familiar para toda una jornada dominical, sino también como zona de paseo a diario.

La nutria es una de las especies que más expectación causa a los visitantes del Zoo de Guadalajara. // Foto: Ayuntamiento de Guadalajara
La joya de la corona. Uno de los servicios más llamativos e importantes que presta el Minizoo de Guadalajara, utilizando su vieja denominación, es el Centro de Recuperación de Fauna Salvaje, abierto apenas un par de años después de su fundación, en 1987, gracias a la colaboración de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Solamente tres parques de estas características en toda España, Guadalajara, Jerez y Cabárceno, cuentan con instalaciones parecidas: veterinarios no dedicados al cuidado y bienestar de los animales que viven dentro del parque sino a la recuperación de aquellos ejemplares encontrados heridos en su hábitat natural. El director del Zoo, Fernando López Herencia, calcula en unos 200 los animales que cada año salen sanos y salvos de este centro médico, en muchas ocasiones de urgencias, para especies en libertad, siendo precisamente la primavera y el verano su momento de mayor actividad, tanto por la mayor presencia de personas en ambientes naturales que pueden detectar y encontrar animales dañados y trasladarlos a este servicio como por la coincidencia temporal con el nacimiento y periodo de aprendizaje de las crías de muchas especies, mucho más tendentes a tener accidentes. Una provincia con una biodiversidad tan interesante como es Guadalajara no puede permitirse prescindir de un centro de referencia como éste.