
Textos de Buero en el escaparate de una librería. // Foto: Jesús Ropero. Ayuntamiento de Guadalajara
Por Concha Balenzategui
Para todos los que han regresado a Guadalajara a finales de agosto, o la están visitando estos días de septiembre con motivo de sus Ferias y Fiestas, ha sido una agradable sorpresa encontrarse las calles salpicadas de frases y títulos de obras de Buero Vallejo. Es una iniciativa original, que sobre todo transmite la sensación de que todos en la ciudad -los comerciantes y hosteleros, los primeros- están inmersos en el centenario del ilustre escritor, considerado uno de los más grandes dramaturgos del siglo XX.
Me gusta esa idea, la de llevar a Buero a pie de calle, con los vinilos de los escaparates, o con el vídeo en el que varios vecinos recitan sus letras, precisamente por el carácter participativo y popular, con el que todos pueden sentirse invitados a la fiesta. Porque la fiesta, la del homenaje, está a punto de comenzar. Hace solo unos días que se presentaba el programa de actos preparado por el Ayuntamiento para glosar su figura, que desarrollará la mayor parte de las actividades desde finales de septiembre, una vez pasadas las Ferias.
Llevar a Buero a todos los rincones de Guadalajara es importante, además, porque durante algunos meses de este año del centenario, existía el resquemor respecto a cómo y quién iba a celebrar más o menos la efeméride. Ustedes han sido testigos: El centenario de Buero Vallejo ha sido arma política arrojadiza desde que comenzara el año 2016. El hecho de que coincidiera con el centenario de Camilo José Cela o con el cuatro centenario de la muerte de Cervantes parecía servir en bandeja las comparaciones, probablemente más odiosas que nunca.
Las respectivas biografías de Cela y Buero, sus posicionamientos ideológicos, podían inducir a la idea de que las administraciones de distinto signo podrían establecer diferencias de bulto. Cuando en primavera arreciaban los actos en recuerdo del Nobel de Literatura, había quien se preguntaba si las administraciones se habían olvidado de Buero. Lo hacía el PSOE, asegurando que el Ayuntamiento de la capital no estaba preparando actividades; lo hacía el PP, denunciando que la Junta no colaboraba; y lo reclamaban en el Pleno los grupos de oposición.
Finalmente, Cela ha tenido su momento, amplio y con dedicación, y Buero parece que lo empieza a tener, también de campanillas. Y para el ciudadano de a pie, a la vista de los hechos, todo parece simplificarse con una especie de acuerdo tácito: la Administración regional se ha volcado con la figura de Cervantes, quien dio a La Mancha la categoría de universal; la Diputación Provincial ha echado el resto con Cela, autor del Viaje a la Alcarria, que ha dado a conocer su principal comarca; y ahora le toca mover ficha al Ayuntamiento con el dramaturgo local. No olvidemos que, en todos los casos, además del sentimiento de gratitud hacia los personajes, existe el legítimo móvil de aprovechar la fecha para nuestros intereses, es decir, para promocionar esta tierra en su vertiente cultural, de forma que tenga su eco también turístico o comercial.
Guadalajara no es ajena al insigne literato. El nombre de Buero lo llevan el gran teatro auditorio, con su busto en el vestíbulo, un instituto de enseñanza, o un premio de teatro con 31 ediciones a sus espaldas. Dentro de poco, así se ha anunciado, habrá además una sala dedicada a su figura y su obra en el palacio de la Cotilla, en lo que será el germen de un futuro museo de la ciudad.
Antes de llegar este septiembre, en el que el Ayuntamiento ha tomado las riendas del homenaje, como corresponde, ya ha habido momentos para el recuerdo por parte de otras entidades: Una conocida marca de refrescos celebró en Guadalajara la gala de un premio de teatro joven con el nombre del escritor; la Junta de Comunidades recuperó un Manifiesto escrito por Buero en el Día del Libro, momento en que las actividades de la Biblioteca de Dávalos se centraron en su figura, y la Escuela Municipal de Teatro realizó un homenaje a su obra. Hubo, además, una exposición dedicada a su faceta de ilustrador gráfico en el Cuartel del Henares, en primavera, mientras la Junta de Comunidades convocaba los premios llamados “Los tres grandes”, en los que reunía de forma salomónica a Cela, Cervantes y Buero, del mismo modo que el Congreso aprobó el apoyo a las efemérides de los tres literatos. El Servicio de Cultura de la Diputación Provincial, por su parte, anunció que está trabajando en la edición de un libro y alguna otra actividad que todavía no se ha conocido. Fuera de Guadalajara, la Biblioteca Nacional también ha tenido hueco para un programa de actividades sobre el dramaturgo.

Acto de presentación de la programación del Centenario. // Foto: Jesús Ropero. Ayuntamiento de Guadalajara.
El grueso, como estaba anunciado por el Ayuntamiento, llegaba en el último cuatrimestre del año. Ya lo tenemos aquí, y en él han participado distintos colectivos de la ciudad, lo que también suma. Analizando lo anunciado, veo tres ejes claros. En la vertiente de homenaje, destaca el hecho de que el pregón de las fiestas, la pasada semana, haya corrido a cargo de Carlos Buero, el hijo del centenario, con solemnidad, en el teatro que lleva su nombre. En este capítulo podemos enmarcar el acto institucional, con la presencia de destacadas personalidades del mundo de la cultura y del teatro, que se celebrará el 28 de septiembre; o la placa conmemorativa que se inaugurará en la casa natal, en la calle Miguel Fluiters, al día siguiente. Ajustado y merecido, sin duda.
En la parte de difusión, ya lo hemos dicho, enmarcamos la fantástica campaña de los escaparates que mencionábamos al principio; la presentación de los actos la pasada semana, con presencia de Carlos Buero y de la viuda del genio, Victoria Rodríguez; la emisión de un sello de Correos conmemorativo; o el estreno de dos obras para piano de Velasco Sánchez en homenaje a Buero. También cumplimentado este apartado de la divulgación, y con nota.
Pero, ¿qué ocurre con la programación cultural en sí misma? ¿Qué se hace para divulgar el conocimiento de la figura, la vida, el pensamiento y especialmente la obra de nuestro paisano, que debería representar lo mollar de esta celebración? Pues este capítulo, sinceramente, se queda corto. Es cierto que se promueve una publicación de un libro de 400 páginas con los dibujos de su infancia, y que se ha abierto una exposición (pequeña, pero francamente interesante y novedosa) sobre su faceta como pintor, previa a la de escritor. Hay prevista además una mesa redonda, dedicada a la vida y obra de Buero, con la participación de Ana María Leyra, Mariano de Paco y Virtudes Serrano, con Carlos Buero como moderador; la proyección de la película Esquilache (basada en Un soñador para un pueblo); incluso el recital de su obra poética, a cargo de reconocidos actores como Manuel Galiana, Luisa Martín y Emilio Gutiérrez Caba.

Otro texto de Buero, esta vez en el teatro de su nombre.
Pero, ¿dónde queda el teatro? ¿Cómo podemos conectar con el Buero dramaturgo, que es la faceta que le lleva a los «altares» de la cultura española? Pues al margen de dos lecturas dramatizadas y una representación estudiantil de fragmentos de obras, el programa se reduce, en concreto, a dos representaciones teatrales en su integridad: El sueño de la razón y En la ardiente oscuridad. El hecho de que ambas se programen en el Moderno, un teatro de aforo reducido y pensado para obras de pequeño formato, ya escama. En definitiva, solo unos pocos tendrán a su alcance presenciarlas. Parecería oportuno, por ejemplo, que una de estas lecturas teatralizadas tuviera hueco entre las representaciones que se ofrecerán en el Infantado en Ferias, o que una de las cuatro ferias temáticas que acogerá la plaza Mayor girara sobre Buero.
Pero la pregunta clave es: ¿por qué no hay un montaje de entidad con la firma de Buero para llevarlo al teatro de su nombre? ¿Era tan difícil promover que las compañías ligadas a la ciudad -que las hay, y de mucho prestigio- pusieran en escena obras de Buero este año? Probablemente era solo cuestión de diálogo o de lanzar una convocatoria a tiempo. Pero da la sensación de que se ha preparado una programación espectacular, con mucho acto y mucha pintura, con mucho nombre propio, para callar las voces que criticaban que no habría homenaje. Pero que debajo de tanto ropaje, queda la evidencia de que se ha vestido muy poca escena.
Llevar a Buero a todos los rincones está bien, pero sobre todo había que haberlo llevado a los escenarios.