
La casa de Pioz donde se cometió el crimen. Foto: ABC.
Por Julio Martínez
Uno de los principales problemas que surgen a la hora de informar sobre Tribunales es la realización de juicios paralelos. Muchas veces es difícil no ponerse del lado del más débil. Apoyar a la víctima es inevitable –e incluso humano– en multitud de casos, como el terrorismo o la violencia de género. En ejemplos como éstos la equidistancia roza la inmoralidad.
Sin embargo, no debemos perder el norte. Nunca se debe atacar al supuesto agresor. Ni dialéctica ni, por supuesto, físicamente. Aunque el acusado sea declarado culpable, no se le ha de lapidar en la plaza pública, por muy bárbaro y execrable que haya sido su crimen. Debemos intentar que esta persona se vuelva a integrar en el sistema. Así lo determina la Constitución de 1978 en su artículo 25.2, cuando menciona que: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social […]”.
Además, no debemos olvidar que España es un Estado Social y Democrático de Derecho, y que la Justicia es un poder ejercicio por profesionales, en el que hay previstas una serie de garantías para todas las partes. Por no hablar de la presunción de inocencia. En consecuencia, ¿y si el acusado es declarado finalmente inocente? ¿Qué hacemos con su derecho al honor? ¿Cómo lo reparamos? Por ello, los periodistas, al informar de determinados sucesos, debemos ser extremadamente cuidadosos. No podemos hacer conjeturas a la ligera.
El último ejemplo de este tipo de situaciones ha estado relacionado con Guadalajara. Se ha tratado del brutal asesinato de una familia brasileña en Pioz. Un suceso en el que aparecían muertos los dos padres y sus dos hijos –de apenas uno y cuatro años–. Tal ha sido el impacto y la crueldad de estos homicidios, que los medios nacionales se han hecho eco de los mismos.
Pero, a pesar de la gravedad del asunto, las especulaciones no han dejado de aparecer. En un inicio se señaló que este execrable crimen había sido cometido por una banda de sicarios. ¡Ya teníamos a los responsables! Incluso se habló de deudas y ajustes de cuentas como posibles causas de los asesinatos. ¡También sabíamos el móvil! Caso resuelto.
Mientras tanto, la investigación judicial y policial continuaba. De hecho, dio un giro inesperado. Las pesquisas comenzaron a señalar como posible culpable a Patrick Nogueira, sobrino de las víctimas. Nogueira, tras cometer los asesinatos, huyó supuestamente a Brasil, donde se encontraban otros familiares suyos. No obstante, el pasado 19 de octubre regresaba a España de forma voluntaria –prefería ser procesado en nuestro país– y, una vez aquí, reconocía que había sido el autor de las muertes. Parece que las pruebas le incriminaban.
Sin embargo, esto no es razón para hablar de hipotéticos mensajes whatsapp enviados por inculpado insultando a su tío, o para describir los presuntos rasgos psicológicos del joven. “Narcisista”, “solitario”, “con irrefrenables ganas de matar”, buen fumador y mejor bebedor. Éstas han sido algunas de las cosas que se han dicho sobre Patrick Nogueira. Se trata de informaciones –en muchas ocasiones ofrecidas por las propias fuerzas de seguridad– que no aportan nada a las noticias emitidas por los medios. Por tanto, ¿por qué se dan? ¿Para saciar a los impulsos más morbosos?
Por tanto, lo mejor que se puede hacer en casos tan mediáticos como éste es dejar trabajar a los profesiones de la investigación. No incitar al morbo y, sobre todo, evitar los juicios paralelos, tan habituales desde algunas tribunas. Así, la Justicia y los expertos policiales podrán realizar su trabajo de forma más certera y sin tantas influencias externas. Porque el respeto al procedimiento en casos como el de Pioz es fundamental para que diluciden los crímenes. De esta forma, se evitarán aseveraciones erróneas como la de la banda de sicarios y, al mismo tiempo, el acusado se podrá defender en los Tribunales conforme a derecho.