
La «Alkarriña», la bandera del debate que contiene el morado alcarreño y el rojo de Castilla. // Foto: Los Guadalajarareños no son manchegos
Por Patricia Biosca
Recuerdo con especial cariño a una profesora del instituto que despertó en mí la curiosidad por la Historia moderna, más allá de leyendas de romanos, griegos y egipcios, con fechas y datos claros que me enseñaron que el presente está regido por lo que pasó en el pasado. Evoco muchas veces una frase, que se me quedó grabada a fuego, cuando nos explicaba cómo se repartieron los vencedores los territorios tras la Segunda Guerra Mundial. Pasó hace 15 años y me acuerdo de las palabras textuales: “Los límites de los países se escribieron sobre un mapa con tiralíneas”. Años más tarde descubrí que no había que irse muy lejos (en realidad, nada) para ver otro de esos ejemplos: Castilla-La Mancha. Esa región en la que en el sur se canta copla y en el norte se bailan jotas. Simple ejemplo que refleja muy bien la diversidad de una enorme tierra en la que las calvas de la despoblación no hacen más fácil la cohesión entre castellano-manchegos (gentilicio largo y feo donde los haya, y perdonen mi apreciación subjetiva).
En estos últimos años hay algo que ha hecho de altavoz de esas diferencias: internet. Sobre todo las redes sociales se inundan de comentarios a favor, en contra, debates que se libran de manera encarnizada en los tablones de grupos de Facebook. El último caso ha sido la “polémica” (lo pongo entre comillas porque ha sido un poco como los Caminantes Blancos de Juego de Tronos, no ha conseguido aún atravesar el muro, pero demos tiempo a la cuestión) en torno a la “Alkarriña”. Se trata de la bandera del País Vasco (la Ikurriña), adaptada con el morado representando a Guadalajara y el rojo de Castilla. Un “invento” de los ingeniosos hinchas del Deportivo Guadalajara que ha generado cerca de 180 reacciones al post y decenas de comentarios que han derivado en las posibles implicaciones políticas, históricas e incluso personales de los creadores.
Desde “ascazo” a “sinceras enhorabuenas”, el repertorio en torno a una imagen que al parecer, ya ha cumplido años de existencia, es un rosario de dimes y diretes, con lecciones de historia desde la bandera de Castilla a la mención de la Union Jack. Pero no ha sido hasta ahora, que se ha filtrado del hilo al JPG en Twitter, cuando ha levantado la polvareda. Se ve que antes no había molestado a nadie y que cuando ondeaba en el Pedro Escartín todos miraban a otro lado. O a lo mejor era el contexto, que era menos serio que las redes sociales o más complicado de debatir en el cara a cara. Quién sabe las razones.
También es cierto que el entorno en el que ahora se debate está mucho más enfocado a este tipo de diatribas. El nombre delata sus intenciones: “Los Guadalajareños no son Manchegos” (que acumula 8.825 miembros y creciendo, así como toda la población censada de Cabanillas del Campo). Ya se puede intuir que de Extremadura no se hablará demasiado, aunque sus integrantes son libres de expresar sus opiniones y muchas veces se hace referencia a otras zonas, eso sí, que tengan relación con Guadalajara de alguna manera. Estas ideas se vierten en manera de comentarios y enriquecen la mayoría de las veces la cultura de quien las lee (las imágenes de pequeños pueblos como joyas escondidas inundan los post). Pero otras se convierten en discusiones que se pierden en su contexto, con inquinas que rayan lo absurdo y caen en los argumentos que critican (por ejemplo, defensa de un símbolo menospreciando otro u olvidando de donde viene: un simple chascarrillo inofensivo sin ínfulas de convertirse en algo político).
Estas críticas y sensibilidades de patria herida no solo se muestran en las redes sociales. Seguiré con mi exposición, totalmente subjetiva. La profesora a la que me he referido antes también me enseñó que las mismas intrigas que se gestaron en las épocas de Felipe II y Felipe V (nombro a ambos porque los dos se casaron en el Palacio del Infantado, el primero con Isabel de Valois y el segundo con Isabel de Farnesio. Orgullo de ciudad, vuélvanme a disculpar) se libraban en la actualidad con igual crudeza o más, pero que en vez de recurrir a los juglares, todo estaba escrito en los periódicos y se podía seguir en tiempo real en la radio y la televisión (por aquél entonces internet no había fagocitado todo el espacio de los medios). Y así despertó mi curiosidad por lo que pasaba a mi alrededor. Entonces pensaba que quien escribía o estaba al otro lado del micrófono era un ser superior que tenía las respuestas de todo y al que yo solo podía soñar con alcanzar una decimonovena parte de su vasto conocimiento.
Pero, casualidades de la vida, una década después de aquello me convertí en algo parecido a ese ente inalcanzable. Y descubrí que eran personas. Y que se equivocaban muchas veces, que opinaban casi sin argumentos pero con un discurso embellecido por palabras rimbombantes (aquí hay un claro ejemplo). Y diez años después se puede criticar libremente a través de los comentarios, muchas veces quejándose por el gentilicio en vez de reconocer que se da espacio a zonas que normalmente pasan desapercibidas (me refiero sobre todo en noticias a nivel nacional, las regionales o provinciales tienen delito si no conocen la procedencia exacta de la noticia). La mayor parte de estos errores forma parte del desconocimiento. Ese desconocimiento del que todos somos partícipes, porque somos capaces de poner decenas de comentarios, pero no vamos más allá cuando hay que defender de verdad “lo nuestro” (me viene a la cabeza la manifestación hace dos veranos contra el trasvase, en la que apenas se juntó un centenar de personas en Sacedón. Cien contra ocho mil del grupo de internet. Cierto que luego se “remendó” en Guadalalajara y se llegó a los mil participantes. En una ciudad de 80.000 personas).

Manifestación en Guadalajara capital contra el trasvase Tajo-Segura. // Foto: EFE
Soy la primera a la que se le hincha el pecho cada vez que cruza de vuelta al hogar el cartel de “Provincia de Guadalajara” (con ese “I corazón Peñalver” del que siempre me pregunté la historia detrás del “héroe” que se bajó en medio de la autovía para poner un mensaje tan tosco, claro e ilusionante con spray negro. Petición en Change.org para que lo cambien por esa aberración que hace alusión al Quijote). La primera que corrige cuando se dirigen a los guadalajareños como manchegos. Incluso quien ha utilizado proclamas vascas, como “Guadalajara independentzia” (dicha con una sonrisa y para hacer ver mi orgullo de tierra, no como una llamada a las armas, no se alteren demasiado) para referirse a una provincia que, quieran o no, poco tiene que ver con La Mancha y mucho con Castilla. Que tiene más relación con la Comunidad de Madrid (y aquí se abre otro debate diferente que servidora está dispuesta a abrir en otra ocasión) en competencias tan importantes y propias de las comunidades como Sanidad y Educación. Pero que muchas veces se pierde en debates descontextualizados que se difuminan en la levedad de un clic y no van más allá.
Buen post
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¿Desde cuándo en el sur se cantan coplas? ¿Y desde cuándo no se bailan jotas? La Mancha y La Alcarria son comarcas diferentes, estamos de acuerdo, pero de ahí a decir que no tienen nada que ver… es no querer ver una realidad aplastante. La Alcarria es tan castellana como La Mancha, parece que os molesta ya que lo habéis erigido como el principal elemento diferencial, y no, La Mancha es Castilla también.
Salud.
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Pues eso recuérdeselo a sus paisanos manchegos, que parece que se les ha olvidado o que les gusta obviarlo para imponer a Guadalajara su mancheguidad. En esta Comunidad Autónoma, por deseo del lobby manchego que la maneja desde hace treinta y cinco años, la palabra Castilla está sepultada. Quieren que creamos, y que toda España crea, que Castilla empieza en el Sistema Central. Pero en Guadalajara nos oponemos a que nos travistan. Su reivindicación es correcta teóricamente, pero sería más útil que defendiera la teoría en su tierra, de donde nos llegan estos males. Saludos alcarreñistas.
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Ya claro, la Extremadura Castellana es tan castellana como la Murcia occidental o las fincas privadas de las órdenes militares. ¡Pues no lo flipas!
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