
Los periodistas Raúl Conde (centro) y Rubén Madrid (derecha) durante la charla sobre periodismo en la Biblioteca Pública de Guadalajara.
Por David Sierra
Cuando Julio Martínez me llamó hace unas semanas para ofrecerme ser el relevo en su espacio semanal de El Hexágono de Guadalajara no lo medité ni un instante. El reto es complicado y el listón que deja está muy elevado. Por este estrado digital han pasado grandes plumas provinciales a las que, de un modo u otro, admiro y ocupar ahora un escaño aquí es toda una responsabilidad y un compromiso con vosotros, lectores.
En un principio pensé en esta primera entrada abordar algunos de los muchos temas que inciden en el acontecer diario de nuestra provincia. Sin embargo, tras mucho meditarlo, decidí antes presentarme en sociedad y mostrar unas pinceladas sobre lo que me gustaría que fuera mi espacio en este singular medio de comunicación.
Quienes me conocen saben que no soy mucho de opinar en mi faceta de comunicador. Siempre he creído que habiendo expertos sobre cada tema, la opinión del periodista es lo que menos importa. Y más aún en esta última etapa de mi vida profesional que he querido enfocar a los datos. Pero sin que sirva de precedente, esta será la única entrada en la que daré mi punto de vista a pecho descubierto.
Acudía el pasado lunes a una charla debate en la Biblioteca Pública de Guadalajara sobre Periodismo: ¿información o manipulación? en la que dos compañeros, Raúl Conde y Rubén Madrid – fundador del soporte que ahora me permite escribir – analizaban la situación de los medios a nivel nacional y local. Ambos coincidían en achacar a los lectores una parte de la responsabilidad en la debacle de la prensa aludiendo a que es complicado hacer ‘periodismo de calidad’ cuando no se está dispuesto a pagar por él. La pregunta es: ¿en algún momento hemos hecho periodismo en Guadalajara dirigido a esos mismos lectores?. Comparto la visión del escritor argentino Martín Caparros y que mostró de manera reciente en una entrevista en la que argumentaba que “Durante un tiempo, los editores timoratos inventaron un monstruo inverosímil que es el lector que no lee. Entonces transformaron muchos periódicos en aparatos para captar a los que no quieren leer”. En Guadalajara la historia tampoco ha sido muy diferente.
A la ponencia me presentaba esperando reencontrarme con camaradas de escritorio, antiguos amigos. Mi sorpresa es que entre los asistentes, sin contar a los ponentes, apenas éramos dos los plumillas que identifiqué como tales. Lo que me hizo reflexionar en negativo acerca de la respuesta a la pregunta anteriormente formulada. Sobre el tapete, Rubén puso al Hexágono como un ejemplo de periodismo local libre de influencias. Una tribuna destinada a satisfacer lo que en otros círculos periodísticos está prohibido exponer. Un aliciente más a la hora de sumergirme en una aventura como ésta.
Desde que hace unos años comenzaron a proliferar las tertulias y los debates entre periodistas – en televisión fundamentalmente – junto con los millones de blocs que ofrece la red, la opinión se ha convertido en un género maltratado. Vilipendiado. Ante ese panorama, son los menos como el Hexágono, los que han abordado el artículo opinativo mostrando una fundamentación sostenida en dos aspectos que nunca deben faltar, a mi parecer, en cualquier género periodístico: los datos y las referencias.
La sociedad del internet de las cosas, la sociedad de la robótica y la sociedad en la que se pueden guardar, por poner un ejemplo, todos los archivos de la Biblioteca Nacional en un chip del tamaño de un tubo de ensayo, demanda que el periodista deba hacer un esfuerzo selectivo descomunal para separar el grano de la paja. La información prolifera por los mismos canales que la desinformación. Las ‘fakes news’ inundan las redes y distorsionan la realidad. La falsean. Y modifican la opinión hacía intereses concretos. Por ello es fundamental que las opiniones estén sostenidas por datos y referenciadas para encuadrarlas en el contexto adecuado.
Hoy día, cualquier organización, institución o colectivo, e incluso cualquier persona de manera individualizada, almacena datos. Los datos están en diversos formatos y circulan por la red. Están expuestos. Están ahí. En forma de datasets, ocultos en informes o presentados en estadísticas. Y detrás de ellos, de las cifras, está lo verdaderamente interesante: las historias.
Me gustaría que el espacio que me brinda el Hexágono sirva para desenmascarar esas historias que hay ocultas entre los datos. Y mostrarlas para que permitan a mis/nuestros lectores, bajo una base fundamentada, generar su propia opinión. La mía estará, de manera intrínseca, en cada una de mis entradas. En la exposición de los temas, en la reproducción de los datos y en la elección de las fuentes. En el enfoque, en la mirada o en el prisma desde el que esté dispuesto a afrontarlas.
Me encantaría que en este espacio que me brinda el Hexágono, el sustantivo tuviera la relevancia necesaria que nunca debió perder. Y que el adjetivo, en todo caso, sólo cumpla la función para la que se le encomendó. Dejar al margen los juicios de valor y que las conclusiones sean aquellas que cada cual pueda extraer tras la lectura y el análisis en la exposición de cada tema.
La tarea será ardua y apasionante. El reto, siempre, proporcionar piedras sólidas en el itinerario de la maduración del criterio personal y sortear los nenúfares que aparecen en la charca informativa de la actualidad.