
Unos participantes en los actos organizados con motivo del Día Internacional de la Poesía muestran una pancarta con uno de los lemas más repetidos de la jornada cultural en la Plaza Mayor de la capital: // Foto: Cultura enGuada
(«No solo los que nos odian o nos envidian
Los que nos limitan y oprimen; quien nos ama
no menos nos limita.
Que los dioses me concedan que, desnuda
del afecto, tenga la fría libertad
de als cimas sin nada.
Quien quiere poco, tiene todo; quien no quiere nada,
es libre; quien no tienen, y no desea,
hombre, es igual a los dioses»
(Fernando Pessoa, firmado como Ricardo Reis, traducción propia)
Por Borja Montero
La celebración del Día Internacional de la Poesía consiguió poner en marcha a la ciudadanía guadalajareña durante doce horas, implicando a alrededor de setenta colectivos y asociaciones e introduciendo los versos en colegios, bibliotecas e institutos, donde ya suelen tener un importante terreno, pero también en otros centros y organismos públicos, además de los actos públicos en plazas como El Jardinillo, Virgen de la Antigua o Mayor, con la respuesta masiva que puede verse en todas las crónicas. El análisis del día siguiente no hace otra cosa que habar bien del estado de salud de la sociedad civil guadalajareña, de la que ha partido esta iniciativa, así como otras tantas decenas de citas culturales y de ocio a lo largo del año, y del poder de movilización de la cultura en general y de la literatura en particular, de la que la capital saca algunos de los principales hitos de su calendario. Guadalajara es ciudada de cuentos y, por qué no intentarlo, puede serlo de poesía.
Uno puede verse sorprendido por una respuesta tan activa hacia una conmemoración tan altisonante pero relativa a una expresión artística a priori algo pasada de moda, si es que eso es posible (“no escribimos poesía porque sea bonita; escribimos poesía porque estamos vivos”, decía aquel entusiasmado profesor de El club de los poetas muertos). Se trata de la primera vez que se convoca tan ambicioso programa para celebrar este día conmemorativo, un hecho que ha podido jugar tanto a favor, por aquello de la novedad, como en contra, por el posible desconocimiento, de su respuesta ciudadana, que ha sido incontestable.
Quizás no haga falta traducir los versos de algunos de los más añorados poetas al lenguaje del día a día, como sugiere un hilarante diario sarcástico. Quizás tampoco haya sido descabellado lo de dar el Premio Nobel de Literatura a una periodista y a un cantautor, demostrando que la belleza y la trascendencia, el conocimiento y la emoción, no tienen necesariamente forma de verso o de novela de cientos de páginas, sino que el desarrollo de la sociedad y de sus formas de informarse, de formarse, de culturizarse y de conmoverse se han diversificado y por tanto también lo han hecho las maneras de expresar lo sublime (aunque en ocasiones no nos lo parezca). De hecho, la música estuvo muy presente en los diferentes actos y sigue siendo una de las puertas de entrada más directas de la no militancia literaria a la poesía (uno puede sorprenderse recitando poemas de Miguel Hernández, Antonio Machado, Luis García Montero o Charles Baudelaire mientras tararea canciones de Serrat, Quique González o The Cure, por citar solamente unos ejemplos).
El agente del éxito ha sido nuevamente el Seminario de Literatura Infantil y Juvenil, una asociación que ya nos tiene acostumbrados a una importante movilización ciudadana para todas sus actividades y, lo que es más importante, al sostenimiento en el tiempo de sus iniciativas, por lo que se puede esperar que el próximo 21 de marzo, el de 2018, volvamos a tener otro exitoso intento de sacar los poemas de las bibliotecas y mostrarlos en las calles, quizás su espacio natural. Será después de las próximas ediciones por venir cuando realmente podremos realmente diagnosticar si la ciudad tiene la fiebre de la poesía realmente infectada, aunque los primeros síntomas, esta primera expresión pública, han sido tremendamente ilusionantes.