Por Borja Montero
Se habla mucho de las ironías de la vida. Habitualmente se trata únicamente de un lugar común, de un recurso estético que empleamos para enriquecer nuestro discurso, tratando de elevar nuestras anécdotas a un plano más universal, como si formaran parte de algún gran plan divino o algo así. Pero las ironías de la vida existen, y algunas de ellas son de un calado suficiente como para que nos paráramos a reflexionar sobre ellas. Propongo una: el agua cubre una superficie tremendamente mayoritaria de nuestro planeta, sin embargo es un bien escaso, cada vez más.
La reflexión, ya en clave más provincial y no tan filosófica, viene a colación por una reciente noticia sobre el agua en nuestra tierra. Esta vez no se trata de un nuevo trasvase que venga a horadar el ya débil estado de salud del río Tajo y de todos los municipios que lo rodean: el Ministerio de Medio Ambiente decidió dar un respiro por fin a los embalses de Entrepeñas y Buendía aunque no parece que los meses veraniegos en los que este se ha producido vayan a ser de mucha ayuda para mejorar el nivel de las reservas hídricas. La noticia viene de los otros pantanos, de los que habitualmente no dan qué hablar. La Mancomunidad de Aguas del Sorbe ha decidido poner en marcha el estado de prealerta de sequía con el fin de concienciar a los usuarios de su red de la necesidad de moderar su consumo.
La situación no es de vida o muerte. Queda agua hasta el otoño, según los cálculos de la entidad, y tienen en la manga el plan B de utilizar agua del embalse hermano de Alcorlo una vez que las reservas de Beleña comiencen a escasear, pero se trata de una decisión tomada ante una situación de incertidumbre cada vez más habitual: las temperaturas veraniegas han llegado con un adelanto importante, incluso mayor que en los últimos años, en los que el estío también ha comenzado a notarse varios días antes de su comienzo astrológico, y con una intensidad imprevista; las tormentas de verano, nunca excesivamente caudalosas pero que pueden suponer un cierto respiro para los pantanos en algunos casos, son cada vez más de tipo eléctrico y sin prácticamente lluvia, y ya no se puede confiar tanto en que la lluvias otoñales vayan a llenar el embalse ya que, como indican igualmente los datos primeros factores, el cambio climático ha trastocado gran parte de las evidencias en las que se ha basado nuestros cálculos anteriores, afectando a cuestiones como la gestión del agua o la agricultura, entre otras.
De este modo, y al margen de una nueva ironía de vida que encontramos en este caso como es el hecho de que se pida a los vecinos de Guadalajara que ahorren agua cuando precisamente un descenso del consumo ha propiciado recientemente que se les suba el recibo del agua para cumplir con los requisitos económicos de la privatización, el estado de prealerta de sequía establecido por la MAS para los próximos meses, así como las otras muchas medidas que se tendrán que tomar este verano, tanto en nuestra provincia como en el resto del país, para asegurar el suministro a la población, deberían hacernos pensar. Y es que, probablemente, el estado de prealerta deba convertirse en nuestro estado natural y las recomendaciones de uso, ahorro y consumo responsable del agua en el pan nuestro de cada día.
Por mucho azul que veamos en los mapas, el agua es un recurso finito y cabe recordar que es la madre de todo, desde nuestra propia biología a cuestiones más peregrinas como las hortalizas que comemos, la base de nuestros guisos, el caldo en el que se baña la cebada de las cervecitas fresquitas o nuestra higiene personal. Quizás de aquí a unos años no nos parezca tan buena idea eso de que todas las urbanizaciones tengan piscina… Habrá que hacer algo por intentar no llegar a consecuencias realmente graves.