Recuperar la Guadalajara que ya no existe

Reconstrucción de la iglesia de San Miguel del Monte (1575). // Imagen: PAR

Reconstrucción de la iglesia de San Miguel del Monte (1575). // Imagen: PAR

Por Pablo Aparicio Resco*

Este rincón de la red de redes en el que escribo es, por fortuna, lugar en el que no caen en el olvido los cientos de solares que vacían dolorosamente Guadalajara, cada año, de lo que algún día se rodeó de vida. Se ha criticado aquí la destrucción continua del casco histórico de nuestra ciudad, en buena parte debida a la desidia histórica y a la poca sensibilidad patrimonial de los gobernantes alcarreños a lo largo de los siglos y hasta hoy día, pero también se ha dado cuenta del interés que suscita el patrimonio perdido de nuestra capital y nuestra provincia y la necesidad de defender el que aún atesoramos.

Para hacer que este interés eche raíces y crezca, para empatizar todavía más con aquella Guadalajara que algún día fue y, de este modo, sentir la necesidad de proteger con más fuerza lo que hoy aún conservamos, es fundamental aprovechar las posibilidades que las nuevas tecnologías nos ofrecen a la hora de crear ventanas al pasado y viajes en el tiempo como el que les invito a disfrutar.

Sitúense, aunque sea mentalmente y por un solo momento, al pie de la cuesta de San Miguel, frente a la Concatedral de Santa María, dejando a sus espaldas el rumor intermitente del tráfico que, a estas horas, recorre la calle Ramón y Cajal, y observen la Capilla de Don Luis de Lucena, frente a ustedes, apareciendo entre los árboles.

Fig. 1

Tienen un antiguo reloj en sus manos y, sin miedo, comienzan a dar hacia atrás en el tiempo. Poco a poco las manillas retroceden, reabre la CEPSA que dejan a su derecha y desaparece, junto con los edificios que la rodean, sustituida por un solar en el que los restos maltrechos y agujereados de la Capilla de Don Luis protagonizan un panorama un tanto desolador. Están ustedes en 1900 y hace 23 años que la iglesia que allí se levantó fue tristemente derribada dado su estado de ruina.

Pero sigamos girando esas manecillas del reloj que sostiene y viajemos un poco más atrás en el tiempo. 1844. La iglesia resurge sobre aquel solar, agrietada y abandonada desde hace unos lustros. No se escuchan los rezos y el repique de campanas ni está ni se le espera: la Comisión de Pósitos convirtió el templo en un almacén de grano y hoy se sigue agrietando, anunciando ya su futuro nefasto.

Giro tras giro a las manecillas de nuestro reloj, atravesamos el paso de los siglos y sentimos el ruido de la Historia devolver a la vida los restos patrimoniales de nuestro pasado, hoy desaparecidos.

Parémonos en 1575 y observemos la Iglesia de San Miguel del Monte en uno de sus momentos más brillantes. El campanario reluce coronado por una trabajada cruz de hierro al paso de los grajos, que confirman el frío de la mañana. Bajo el pórtico que ha surgido anexo a la entrada de aquella Capilla -que veíamos entre árboles- reposa un hombre embozado. La gente camina sobre callejuelas de tierra batida, bajo el Arco de San Miguel, por donde –recordamos- hoy en día rugían los motores de los coches camino del trabajo. La iglesia hace varias décadas que fue elegida por el doctor erudito Don Luis de Lucena como su lugar de descanso eterno, levantando una suntuosa capilla renacentista de tradición mudéjar -con una rara biblioteca incorporada- que cambia por completo la concepción del edificio.

Reconstrucción de la iglesia de San Miguel del Monte (1575). // Imagen: PAR

Atrevámonos ahora a subir al pórtico y cruzar la puerta de entrada a este curioso templo. Penetremos, en pleno siglo XVI, al interior de la iglesia que, en la actualidad, ya ha sido borrada por la sombra del tiempo. Podremos sentir entonces el olor a aceite caliente de las lámparas de metal que cuelgan del techo y que tiñen de un tono anaranjado el edificio, podremos escuchar los rezos de los fieles y disfrutar de una iglesia que, siendo de ladrillo, ha sido engalanada con blanco de cal, con retablos y tapices al estilo antiguo (que nosotros, en aquel tiempo del que venimos, llamábamos renacentista).

Fig. 3

Veremos entonces a Don Enrique de Mendoza y Aragón asomarse a la ventana que le permite asistir, desde que en 1563 consiguiera el privilegio, a los oficios religiosos cruzando por el pasadizo del Arco de San Miguel que conecta con su propia vivienda. Bajo ese vano enrejado encontramos el sepulcro del canónigo Antonio de León, que reformó la iglesia en 1520 y le dio el aspecto actual y, quizás con sorpresa, descubriremos que frente a él se levanta otro sepulcro en el que, según reza la inscripción, reposan los restos del conquistador Alvar Fáñez de Minaya.

Fig. 4

En ese momento recuerdan que Alvar Fáñez protagoniza el escudo de Guadalajara, que tantas veces han visto engalanando sus calles y sus banderas. Como despertando de un sueño, las manillas del reloj que les acompaña empiezan a girar en sentido contrario. Ven desmoronarse sobre sus cabezas la iglesia en la que estaban sumergidos. Sienten el rugido de los coches, el polvo contaminado de nuevo en el aire, y regresan, no sin cierto mareo, al siglo XXI.

Quizás ahora sea el momento de que nos preguntemos lo que podríamos descubrir de nuestra ciudad si repitiéramos este viaje, una y mil veces, en tantos otros lugares de la misma, rincones que cobijan maravillas hoy desaparecidas, espacios que esconden historias sorprendentes y desconocidas. Yo solo les he traído hoy aquí una pequeña píldora de lo que podría ser recuperar de este modo el Patrimonio de nuestra ciudad y, así, reivindicar con más fuerza la conservación de su pasado en el presente. Quizás así fuera también más fácil poner en valor Guadalajara fuera de los límites de nuestra provincia, dejando patente que nuestra ciudad, hoy salpicada de solares y deseando recuperar la vida que algún día tuvo, es mucho más de lo que se ve a simple vista. Está en nuestra mano.

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* Las reconstrucciones virtuales que pueden ver en este artículo fueron llevadas a cabo entre 2015 y 2017 por Pablo Aparicio Resco, de PAR – Arqueología y Patrimonio Virtual (www.parpatrimonio.com). Nacido en Guadalajara (1989), ha vivido durante años en Cabanillas del Campo. Es historiador del arte, arqueólogo y especialista en virtualización del patrimonio. Actualmente trabaja en Madrid llevando a cabo proyectos de documentación 3D y reconstrucción virtual del patrimonio para instituciones, museos, yacimientos o documentales. Además, es docente de Patrimonio Virtual en la Universidad de Alicante, en el INCIPIT (CSIC), y en cursos online que imparte en su propia plataforma de formación.

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