Por David Sierra
Cuando Javier conoció a su mujer, allá por el año 2007, vislumbraba una Guadalajara nueva con un halo de proyección esperanzador. A pesar de contar con un empleo humilde y de aún no haber dado el paso completo para independizarse, su vida transcurría entre la languidez del pueblo en el que habitaba por las noches y las palpitaciones de una ciudad que miraba al futuro con el ánimo de cambiar su suerte como estercolero de la gran capital. La crisis económica, que después fue recurso para justificar cualquier cosa, aún no estaba presente y las ilusiones de avanzar hacia la modernidad convertían a la ciudad alcarreña en un entorno capaz de aunar en un mismo espacio la tranquilidad de un núcleo urbano de provincia con la vanguardia de las urbes más avanzadas.
Sobre la mesa, en los despachos de las administraciones se perfilaban grandes proyectos que atraían el interés de gentes venidas de numerosos rincones. Urbanizaciones espectaculares, viviendas de promoción pública cuyas construcciones supondrían la creación de nuevos barrios e iniciativas promovidas por entes públicos, que permitirían dar el servicio adecuado y satisfacer las nuevas demandas surgidas de ese crecimiento predictivo.
Eran otros tiempos. Tiempos en los que el Día de los Enamorados abarrotaba comedores como cualquier otro día. Tiempos en los que la reserva no aseguraba un lugar en el salón si no había puntualidad. Eran tiempos en los que no valía cualquier regalo porque las expectativas siempre eran altas. Y no sólo en política.
Javier celebró su primer día de tortolito al año siguiente de conocer a Paula. Cuando los cantos de sirena clamaban un cambio en lo económico, que repercutiría también en lo social. Joyas aparte, decidieron emprender el camino juntos. Y decidieron hacerlo en la ciudad que hasta ese momento se situaba a la cabeza del crecimiento y de oportunidades con tres proyectos en el horizonte que entusiasmaban: un hospital, un campus universitario y una gran autovía que traería más prosperidad aún si cabe. Los tres aún siguen siendo agua de borrajas a consecuencia de las diferencias en las voluntades políticas que el Partido Popular ha mostrado dentro de sus responsabilidades en las administraciones que ha gestionado.

Obras de ampliación del Hospital de Guadalajara. / Foto: Cadena Ser
Javier imaginaba la convivencia en esa ciudad en la que en caso de enfermar, tanto él como cualquiera de los miembros de su familia podría ser atendido en un centro de referencia moderno, accesible, amplio y cómodo. Con nuevas especialidades que evitarían a los pacientes traslados a otros sanatorios para ser tratados de sus afecciones. Quizá, por su carácter universitario, surgirían decisivos proyectos de investigación que atraerían no sólo inversión, sino también a investigadores capaces de situar a este centro hospitalario como referente en este ámbito.
Quizá, y sólo quizá, las plantillas de facultativos sanitarios se incrementarían y surgirían nuevas oportunidades de negocio para emprendedores. Como lo era él. Que vendrían a satisfacer las necesidades y demandas requeridas para el habitual funcionamiento de un complejo de tal magnitud. Que reduciría las listas de espera. Que sería el orgullo de toda una región.
Cuando Javier conoció a Paula ya era licenciado. En Filosofía y Letras. Nunca llegó a ejercer y cuando asentó de alguna manera su vida pensó muchas veces en retomar sus inquietudes estudiantiles. La distancia y el tiempo siempre fueron sus principales adversarios. Era otra época. Y sólo una ventana se mantenía abierta desde que en abril de 2006 el entonces presidente autonómico José María Barreda anunciara un nuevo campus en Guadalajara. Echó cuentas, tanto en el calendario como en el monedero. Y cuando el empleo empezó a escasear lo tomó como seria opción. Había voluntad para iniciar un nuevo camino. Lo que faltaba políticamente.
Para Javier y para el resto de mortales con idea de emprender una carrera universitaria, que la ubicación fuera en el polígono de El Ruiseñor, en el colegio de las Cristinas, en Marchamalo o Cabanillas no tendría tanta relevancia como el simple hecho de que Guadalajara abrazase por una vez el conocimiento y la investigación.
Y quizá con una infraestructura educativa de esta índole, no serían tan “necesarias” las políticas de formación para el empleo y los incentivos al emprendimiento que tanto el Consistorio capitalino como el ejecutivo autonómico han vendido como apuestas decididas y eficaces para frenar la sangría del desempleo. Y que son, sin embargo, parches que aletargan la provincia, convirtiéndola en la bolsa de mano de obra barata que reclama la logística para mantener los márgenes en el beneficio empresarial.

Rafael Esteban, alcalde de Marchamalo.
La estrategia política hace que ahora Marchamalo propugne su candidatura a albergar las instalaciones universitarias si el Consistorio guadalajareño no cede los terrenos donde ubicarlas. Y su alcalde, que también es diputado socialista en las Cortes regionales ha puesto contra la espada y la pared a su homólogo en la capital alcarreña para que tome una decisión. Una amenaza velada para desbloquear una vergonzosa situación donde los argumentos cada vez carecen más de credibilidad para posicionarse en la oposición por oposición. Javier tiene dos hijos y aún desconoce si tendrán la posibilidad de, el día de mañana, cursar estudios superiores en su ciudad natal. Ni con Román al frente del Ayuntamiento y Cospedal primero en la Junta y luego en el Gobierno central han hecho obrar el milagro.
Cuando Javier se enamoró de Paula la autovía A-2 se colapsaba. El AVE había llegado a Valdeluz y las Alcarrias reunían todas las condiciones para que el desarrollo urbanístico siguiera su curso, revalorizando terrenos rústicos antes de convertirse en industriales o urbanos. Y para ello, qué mejor que una autovía. Planificada como el nexo de unión de la A-1, la A-2 y la A-3 a la altura de Tarancón. Encauzar el desarrollo logístico hacia el Corredor del Henares y descongestionar al mismo tiempo la N-320 eran los objetivos estimulados. En 2009 el proyecto obtuvo la declaración de impacto ambiental y pasó a ser de Interés General por lo que las competencias para su ejecución pasaron a manos del Ministerio de Fomento, que aún no ha licitado ninguno de los tramos proyectados. El tramo de Venturada a Guadalajara, que uniría la A-1 y la A-2, se encuentra aún pendiente de un nuevo estudio informativo. Ese avance en las comunicaciones llevaba aparejado un cambio sustancial en la configuración de la capital con modificaciones inclusive en el trazado de la Autovía de Barcelona, que abriría así el futuro de la ciudad al otro lado de la misma.
Otro fraude al ciudadano que ve ya impasible como algunos alcaldes, cuyos municipios se verían gratamente afectados por esa infraestructura, siguen clamando contra una puerta cerrada.
Eran otros tiempos. En los actuales, Javier se ilusiona porque su ciudad se ha convertido, previo pago, en la cuna europea del deporte. Javier se ilusiona en ese esfuerzo por salvar al Depor y presenciar a la selección femenina de baloncesto. Por enamorarse de nuevo.