Por David Sierra

Inundación provocada por el río Cañamares.
Si hay una época del año en la que el paisaje alcarreño es realmente bello es en primavera. Más aún cuando las lluvias han arreciado en cantidad y la vegetación, tanto agrícola como silvestre abunda, convirtiendo el territorio en un gran manto de colores agradecidos a la vista. Las consecuencias, sin embargo, cuando el temporal no amaina pueden ser desastrosas si los caminos, las sendas, las acequias, las regueras, los arroyos, los barrancos y las riberas de los ríos no han tenido una adecuada limpieza.
Hace unas semanas, la Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos de Guadalajara (APAG), hacía pública una denuncia sobre el mal estado de los cauces que son competencia de la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT), lo que había provocado desbordamientos que afectaron gravemente a parcelas agrícolas y caminos rurales, dejando éstos últimos prácticamente intransitables. A esta denuncia se sumaron también algunos consistorios que, además, insinuaban que el propio organismo que gestiona el curso del Tajo y sus afluentes había puesto numerosos impedimentos cuando las instituciones locales habían planteado acometer esa limpieza utilizando sus propios medios.
No hace falta avanzar muy lejos de Guadalajara para encontrarse un sinfín de puntos donde la maleza, junto con troncos secos y ramajes caídos por la acción del viento esconden el cauce de los pequeños ríos y arroyos, incrementando considerablemente el riesgo de desbordamientos ante una crecida.
Uno de los ejemplos más palmarios de esta situación lo vivían los vecinos de las localidades de Espinosa y Cogolludo donde el desbordamiento del río Aliendre afectaba a un buen número de parcelas y dejaba caminos con incluso tuberías, que estaban soterradas, al descubierto. Una situación similar sucedía en Arbancón donde su alcalde, Gonzalo Bravo, manifestaba que a pesar de que todos los años escribe a la Confederación Hidrográfica del Tajo para que cumpla su cometido “nunca me han contestado y estoy limpiando el tramo urbano por mi cuenta y riesgo”, aseguraba refiriéndose al arroyo Salcedo que transita por su municipio.
El malestar podría trasladarse a cualquiera de los municipios de la provincia en los que cursa alguno de los ríos o afluentes competencia de esta Confederación, que ha obviado por completo una de sus principales funciones en la gestión de los ríos, la de mantenerlos en un estado óptimo. Lo peor de esta situación es que a pesar de que muchos de los alcaldes de los municipios afectados han intentado acometer actuaciones por su cuenta, siempre han encontrado la oposición de la entidad mediante la exigencia de numerosa documentación que implica una larga tramitación en el proceso de aprobación, por lo que al final los interesados acaban desistiendo.
Lo inadmisible de esta historia aparece cuando la propia Confederación Hidrográfica del Tajo, a través de su presidente y reunido con el Subdelegado del Gobierno en la región, ofrecía como única salida la agilización en el procedimiento de la solicitud para los consistorios que, como el de Bravo, hubieran decidido actuar. De Cea, el presidente de este organismo, obviaba así los daños ya causados y que han supuesto un gasto extraordinario en las cuentas municipales y en las de los particulares propietarios de los terrenos agrícolas afectados. Tampoco han anunciado medidas, con presupuesto por delante, que permitan acometer en el futuro una limpieza integral de los cauces y que éstas sean periódicas para evitar situaciones como las denunciadas cuando se presentan episodios prolongados de lluvias.
Si bien la preocupación social por el estado y la conservación de los ríos es cada vez mayor, prueba de ello son la presencia de las plataformas en la defensa de estos espacios, los medios técnicos, humanos y la financiación dedicada a mantenerlos en un estado óptimo se ha convertido en el eslabón más débil de la estrategia impulsada hace ya una década por el Ministerio de Medio Ambiente, que presidía en su día la socialista Cristina Narbona. Y en el desarrollo de esa estrategia y de su buen hacer tienen mucha responsabilidad las confederaciones. La del Tajo aún está lejos de encabezar esta iniciativa. Quizá algún día, cuando tenga el agua al cuello, lo veremos.
Así que, según los agricultores, y según el autor del artículo, un arroyo con un cauce pequeño (como el propio autor dice) si lo limpias aumenta mágicamente de capacidad y no habrían ocurrido estas inundaciones.
Vamos a ver si tenemos un poco de cabeza, la no limpieza puede afectar parte en el caso de que tapone puentes, etc, pero no habría evitado estas inundaciones porque la cantidad de agua es mayor de la que el cauce puede conducir aun cuando no hubiese ningún puñetero árbol y todo fuese hormigón (como a algunos les gustaría). Esas zonas que se inundan se llaman «llanuras de inundación», animo a los agricultores y al autor del artículo a buscar información sobre ellas, aunque imagino que el propio nombre ya le apuntará de qué va la cosa. Si tienes un campo agrícola en una llanura de inundación lo mínimo que puede pasar es que esta, ¡sorpresa!, se inunde, valga un ejemplo, en la zona del río Henares entre el puente atirantado y el puente árabe se procedió a una de esas «limpiezas» que arrasan con todo y que tanto gusta a los agricultores y este invierno se ha podido ver el campo adyacente totalmente inundado, esa limpieza no ha evitado la inundación, simple y llanamente porque el agua que discurre es mayor que la capacidad del cauce; lo que sí ha hecho esa limpieza que arrasa con todo es fomentar que el agua erosione de manera más fuerte el suelo, seguramente la tierra de ese agricultor hubiera sufrido menos si se hubiesen dejado árboles y arbustos junto al cauce.
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