
La «serpiente maldita» que se forma por las mañanas en la estación de autobuses de Guadalajara. // Foto: Foto: Javier @JaviHeavyM / Twitter
Por Patricia Biosca
Soy una ferviente seguidora de «Cuarto Milenio«, el programa dirigido por el periodista Iker Jiménez. Ahí he aprendido varias cosas: que después de la “fiebre del oro”, desde los años 70 hasta su cenit en la década de los 90 llegó la “fiebre del OVNI”, que fue parecida pero mirando al cielo en vez de al suelo; que en medio de Madrid tuvimos nuestro propio “Chernóbil” por una fuga radiactiva de la que sus responsables pasaron olímpicamente porque se iban de “finde”; o que en algunos lugares en los que se viven experiencias muy extremas queda impregnado en el aire la agonía de las gentes que padecen ese tedioso capítulo, lo que condena al lugar a repetir una y otra vez la misma escena que produjo tanto dolor y sufrimiento. Pues bien, Iker, le anuncio que en Guadalajara se está dando ahora mismo el tercer fenómeno descrito. En concreto, en la estación de autobuses de la capital alcarreña, donde las almas de los trabajadores y estudiantes de la vecina Comunidad de Madrid cualquier día acaban en uno de sus reportajes de sucesos.
Según los penitentes que “disfrutan” año tras año del servicio entre Guadalajara y Madrid, se trata de un misterio recurrente al llegar el nuevo curso. Decenas de nuevos estudiantes que, precisamente, no son fantasmas (porque si lo fueran carecerían de materia y podrían meterse en el bus como el coche de la canción del “Qué apostamos”, en el que cabía “el jefe, la familia y todo un pueblo de Teruel”) empiezan con entusiasmo las clases. La horda de jóvenes que acaban de empezar la “uni” -fenómeno paranormal con el precio actual de las tasas, pero esta es otra leyenda- se une a todos esos curritos que trabajamos en la vecina capital del reino, pero que seguimos manteniendo el cliché de “Guadalajara ciudad dormitorio”. El caso es que cada septiembre y octubre, entre las seis y media y las nueve de la mañana, la franja horaria conocida con terror por todos los madrugadores como “hora punta”, se produce la apocalíptica escena en el andén uno de la estación. Todos los años sin excepción, según testigos presenciales.
A partir de esas horas se empieza a formar la “serpiente maldita”, que parece el sello del Señor Tenebroso (el-que-no-puede-ser-nombrado-AL-SA) dibujado desde donde se supone estará la puerta del autobús, para continuar en un zig-zag con legañas y acabar en doble tirabuzón de mala leche. En esta formación demoníaca se junta más gente que para una “Alerta OVNI” -se ha llegado a la estremecedora cifra de 150 seres humanos juntos-. Pero la imagen “dantesca, apocalíptica” -que diría Iker con su característico timbre de voz- no acaba ahí. Como les decía, el drama impregna el ambiente y cuentan los declarantes que a las ya habituales psicofonías que se pueden escuchar (y que nombran recuerdos poco amables hacia las madres de los responsables de aquella película de miedo), testigos aseguran haber sentido el hálito cercano del contacto físico.
Como siempre ocurre en este tipo de historias, la primera reacción de las fuentes oficiales es la negación. “En horas punta operamos una salida cada 10 minutos. A pesar de ello, pueden producirse ligeros retrasos en alguna salida en concreto, debido a problemas de congestión en la A-2 y a traslaciones de viajeros ocasionales con motivo del inicio de curso académico u otros eventos. De acuerdo a nuestros datos, en horas punta hay plazas libres, por lo que entendemos no se puede hablar de saturación”, asegura ese “ente” llamado Alsa, que en un alarde de “Black Mirror alcarreño” ha sustituido a los taquilleros humanos por máquinas con taquilleros humanos dentro de unas pantallas que te indican amablemente cuándo caerá el cambio.
Pero volvamos al fondo del mensaje. Ese “entendemos que no se puede hablar de saturación”, ¿no les suena a la muletilla del mentalista Anthony Blake -el mismo del que circula la leyenda urbana del enano y el Gordo de Navidad– al acabar sus trucos? Cambien esa frase por la de Blake: “Todo lo que has visto ha sido producto de tu imaginación. No le des más vueltas, no tiene sentido”. La teoría conspiranoica queda tan completa como un esquema de colores elaborado por Jaigar, el colaborador más artesanal de Cuarto Milenio.
Aún así, la gente no se creyó la versión oficial -siguiendo el ejemplo del maestro Enrique de Vicente-, y continuaron las quejas a través de ese lugar donde nació Slenderman o Momo: internet. Y como el viral es la nueva magia -no suele resultar el hechizo de lo popular, pero cuando lo hace es mucho más espectacular de lo que nunca imaginaste-, el Ministerio de Fomento, quien realmente es el maestro titiritero en la sombra, anunció el milagro: se ampliará con la escalofriante cifra de DOS refuerzos el servicio entre Madrid y Guadalajara (uno por la mañana y otro por la tarde). Sin embargo, el fenómeno solo será visible entre octubre y noviembre, porque luego debe ser que los estudiantes empiezan a hacer “el Houdini” en clase y se vuelven maestros del escapismo.
Yo creo que la respuesta pasa, precisamente, por Iker Jiménez. Imaginen los sufridores del autobús esta escena: el periodista, con su pelazo, su metro ochenta (que siempre dice que la gente cree que es bajito, pero él recalca que no es cierto) esperando grave, serio, al otro lado de la puerta del bus. De repente, como un módulo lunar, la compuerta se abre con su característico gesto mecánico -por pedir, me encantaría que este momento también llevase una máquina de humo- y Jiménez, mirándolos a los ojos, suelta: “Bienvenidos a la nave del misterio”. A mí, personalmente, se me pasaría el cabreo. Mientras, paciencia. Porque todos sabemos que “la verdad está ahí fuera”.