
La cantante Rosalía en un momento del videoclip «Pienso en tu mirá». // Imagen: YouTube
Por Patricia Biosca
Rosalía. Rosalía. Rosalía. Si dices este nombre delante del espejo… solo te verás a ti mismo, posiblemente con cara de bobo, recitando el nombre de la cantante de moda. Pero si en algún momento se te ocurre ponerlo en un buscador de internet, millones de entradas, fotos, artículos, vídeos e incluso cejas teñidas de rojo -lo juro, hagan la prueba- asolarán tu pantalla, en una pesadilla que ya la habría querido para sí Candyman. “La artista del momento”, “la Beyoncé española” y -mi favorito y casi blasfemo- “la Lola Flores del siglo XXI”, estará desde este miércoles grabando su último videoclip en Campo de Criptana (Ciudad Real). La chica catalana que mezcla flamenco y lo que ahora llaman música urbana, ataviada con chándal y tacones, que quiere parecer en la portada de su disco una Virgen moderna, ahora llega a tierras manchegas a rodearse de molinos. Como cuando de pequeños juntábamos plastilina de colores en una bola enorme solo por el gusto de ver cómo se convertía en un engendro multitono. ¡Tiembla, Lady Gaga con traje de chuletas!
“Algo se habrá hecho bien en el pueblo para que la cantante más premiada del momento venga a Campo de Criptana a grabar”, decía el alcalde Antonio Lucas-Torres, no sé si hablando de más, tras anunciar en primicia que la autora de “Malamente” estará en sus dominios. Yo no deseo retirarle el mérito a la localidad ciudadrealeña (faltaría más), pero me da que quien ideó el siguiente videoclip de Rosalía puso “molinos España” en Google a ver qué le salía, y apareció Campo de Criptana. Pero que si en Moratalaz o en Valverde de los Arroyos hubiera molinos, allí que se habrían ido a grabar exactamente igual. Aunque en este caso no importa apropiarse de lo ajeno, porque a la misma artista también le han acusado en multitud de ocasiones de quedarse con símbolos y lenguaje de culturas a las que no pertenece. Los que más, los gitanos; pero tampoco se han quedado callados puristas del flamenco, católicos y raperos, en una amalgama de ofendidos que ya la quisiera para sí el propio Risto Mejide. Y no creo que pare ahí: ya oigo a los dothraki en la próxima temporada de Juego de Tronos reclamar en un capítulo que la coleta alta la inventaron ellos y no Rosalía, con cara de pocos amigos y el ceño fruncido.
Ojo, que nadie que lea estas líneas y que sea de Guadalajara piense “a nosotros poco nos toca de La Mancha”, entornando los ojos y esbozando una sonrisa de superioridad, como si fuésemos una raza aparte de la manchega -y del batiburrillo del universo Rosalía- y solo ensalzásemos lo nuestro. Para darnos cuenta de nuestro error solo hay que recordar la Feria de Abril, que se celebra por el centro de Guadalajara en primavera, con sus farolillos, sus trajes de topos e incluso una calesa tirada por caballos con la banda sonora de las sevillanas a todo trapo. O el iceberg de cartón piedra de Azuqueca de Henares, que es visible desde el Cercanías y que da ¿sentido? a que se llame “plaza de la Antártida” a una rotonda en medio de un secarral, al lado de polígonos con fábricas que sueltan humo y contribuyen a que se estén derritiendo los Polos.
Mientras, los guadalajareños nos afanamos en acabar con nuestra propia identidad, destruyendo el patrimonio que empapa nuestra cultura y que no parece tan “chic” como para salir en los videoclips de la MTV. Ejemplos de destrucción también hay unos cuantos: en la Lista Roja elaborada por Hispania Nostra -organización aliada con el Ministerio de Cultura y Deporte- señalados como edificios históricos en peligro de desaparición están el poblado de Villaflores, el monasterio Jerónimo de Tendilla, el convento de Jesús del Monte en Loranca de Tajuña, la ermita de la Soledad en Sigüenza, la iglesia de San Simón en Brihuega, el castillo de Pelegrina… y así hasta 25 conjuntos más. Por no hablar de la zona por donde pasea la calesa de antes: la capital tenía decenas de palacios, conventos, monasterios, iglesias y ermitas que han sido arrasadas bien por las máquinas o bien por la desidia. Decenas de posibles sets de rodaje que le hemos quitado a Rosalía, por la que hincharíamos pecho si anunciara que graba en nuestros dominios, igual que los criptanenses y su alcalde. Afortunadamente, siempre nos quedará Melendi.
PD: Vaya por delante (aunque escrito al final) que la autora del texto sabe bailar sevillanas, le gustan las canciones de Rosalía y adora la mezcla de lo poligonero y lo cervantino a ritmo flamenco. Y que pagaría por la fantasía de Rosalía vestida de alcarreña bailoteando encima del iceberg de Azuqueca. Lo dejo escrito, por si su productora no tiene ideas para el próximo trabajo.