Cuando Marchamalo eligió la independencia

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Recorte del extinto periódico Guadalajara 2000 con la noticia de la indeendencia de Marchamalo, con su alcalde sacado a hombros. // Foto: Guadalajara 2000 – Cedida por Rafael Esteban

Por Juan Enrique Ablanque*

Fue un 8 de Enero de 1973 cuando el Consejo de Ministros aprobó la anexión del municipio de Marchamalo como barrio de la ciudad de Guadalajara. Antonio del Vado, por entonces alcalde de Marchamalo, y en una entrevista concedida al desaparecido «El Decano» comentaba las razones de aquella decisión y su acatamiento sin rechistar: «Todo fue a causa de un Decreto que estaba en marcha, venían a por nosotros, por las buenas o por las malas, y fue cuando pensé que sería mejor por las buenas…«.

De esta forma tan «campechana», el alcalde marchamalero que fue nombrado, automáticamente, concejal de la ciudad, explicaba como se tomaban la mayoría de las decisiones políticas durante la dictadura franquista mediante el «ordeno y mando», sin que la ciudadanía tuviera ni voz ni voto en aquella decisión que les afectaba directamente.

Mientras esto ocurría en aquel año de 1973, algunos con la mayoría de edad recién estrenada  -pero no con derecho a votar- nos dedicábamos a escuchar a los Rolling Stones en la calle del Infierno, esquina a la Plaza de la Cruz, mientras pasaba la procesión. Por aquellos años, los sueños de independencia para los jóvenes volaban, como voló el ogro, en pos de la libertad que, como el mar, ya se adivinaba. Para la mayoría de los gallardos el hecho práctico de la anexión no fue mucho más allá del que se acuesta en un pueblo y se levanta en un barrio y nadie notó nada raro, ni extraño a la mañana siguiente. No tuvo mayor trascendencia ni nadie soñó, como en aquella inolvidable película de Berlanga, con tractores que caían del cielo o con un polideportivo con piscina climatizada.

Por aquellos años, en los estertores del franquismo, Marchamalo progresaba adecuadamente a pesar de todo. Algo que, por otra parte, siempre fue una constante a los largo de su historia: desde los años sesenta se habían generado muchos puestos de trabajo con la llegada de las fábricas y la construcción, fundamentalmente. La mecanización de la agricultura simplificaba las tareas del campo que cada vez necesitaban menos mano de obra y, junto a ello, la llegada de numerosos inmigrantes desde otras regiones de España, sobre todo de Extremadura, que terminaron echando raíces en el pueblo sirvieron para colaborar en su desarrollo y riqueza en todos los sentidos. Se arreglaban las calles y se procedía a la conducción de las aguas potables y residuales, las gentes se bañaban en aquella improvisada piscina como era el cauce de el Canal y hasta la Guardia Civil se compró un vehículo de segunda mano para patrullar por el término.

Que otros decidieran por los demás a nadie extrañaba después de 40 años de dictadura y el Ayuntamiento era un sitio ajeno a los marchamaleros. Casi tanto como la carencia de servicios públicos, por ello no hubo lugar a protestas, ni manifestaciones, ni pancartas, ni pintadas, ni nada que se le pareciese… En realidad, para la mayoría de los marchamaleros que cruzaban el puente árabe sobre el Henares, como lo habían hecho durante siglos, para trabajar, estudiar, comprar o vender, la ciudad no era algo distante, ni ajeno, todo lo contrario. Marchamalo vivía con Guadalajara, no a espaldas de ella como pudiera ser el caso de Azuqueca (si se me permite la comparación). No en vano, a lo largo de la Historia, Marchamalo, primero como aldea del Común de Villa y Tierra de Guadalajara desde los tiempos de Alfonso VII (1127) hasta la época del reinado de Felipe IV (1627), en la que se proclamó Villa con jurisdicción propia y se apartó de la Ciudad (no si algún pleito de por medio), aunque nunca perdió su especial relación con la capital y con sus gentes.

La Villa de Marchamalo gozó del privilegio de abastecer de pan a la la ciudad en tiempos de Felipe V (1710) y a la Real Fábrica de Paños que levantó a la ciudad postrada por la Guerra de Sucesión. Ocho hornos, a pleno rendimiento cocían el preciado pan a cuya industria se dedicaban numerosos panaderos (de ahí la merecida fama del pan de Marchamalo). No lo fue menos la de los hortelanos, que aún siguen vendiendo en el mercado sus apreciados productos de las huertas.

En resumen, andando los años, ya en plena democracia, el Ayuntamiento de Guadalajara fue mejorando los servicios públicos que demandaban los vecinos del barrio Sobre todos los autobuses, autentico «buque insignia» del transporte público, tan importante y necesario en aquella época en la que Fernando Olalla, alcalde pedáneo, negociaba con Javier de Irízar los servicios públicos y las necesidades del barrio.

Pero hete aquí que la política se vuelve tornadiza. Los vientos cambiaron de dirección y comenzaron a abrirse las zanjas y a tardar en ser tapadas y eso, ya se sabe, genera mucho independentismo. Máxime cuando los votos de los marchamaleros, que eran bien recibidos porque «sumaban» a los intereses de un lado, comenzaron a «restar» para el otro. La independencia estaba servida.

Después de una consulta popular, en la que solo participaron el 55% de los gallardos, pero se registraron un 85% de votos favorables a la «secesión», Marchamalo iniciaba el viaje de vuelta a su independencia como ocurrió en aquel año de 1627. En esta ocasión no se levantó otro Rollo Jurisdiccional, como el que orgullosamente conserva Marchamalo de aquel sacrificio que tuvieron que efectuar los gallardos para comprarse a sí mismos y conseguir el titulo de Villa; ni tampoco hubo pleitos, ni enfrentamientos la mojonera del término. Todo lo contrario: todo fueron parabienes y «tanta paz lleves como descanso dejas». José Maria Bris junto con Juan Armando Monge firmaron todos los documentos necesarios para que Marchamalo volviera ser «Villa de por sí y para sí» en los albores del Siglo XXI: 1999.

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Acto de celebración de la independencia. // Foto: Rafael Esteban

Nunca dejaré de ponderar el buen rumbo y la mano firme que como buen timonel llevó a cabo el nuevo alcalde. Juan Armando Monge (el bueno de Fernando Olalla falleció en 1996) al frente del nuevo Ayuntamiento por la dificultad que suponía llevar aquella nave a buen puerto, sorteó todos los escollos administrativos y económicos que surgieron con la independencia, a los que había que añadir «los cantos de sirena» que surgían con «el Dorado» de la construcción en el que se embarcaban varios pueblos vecinos del Corredor del Henares.

De aquella difícil y complicada singladura surgió poco a poco y esta vez capitaneando una nave de mucha mas complejidad, otro «gran navegante», con una excelente tripulación y marinería diversa con una oposición remando a favor: el actual alcalde Rafael Esteban.

El modelo de pueblo conseguido en estos años de independencia se me
antoja ejemplar en todos los aspectos urbanísticos, servicios públicos y participación ciudadana. Un pueblo que ha crecido y crece de una forma equilibrada y en armonía (actualmente 7500 habitantes) basándose en tres pilares fundamentales: TRADICIÓN-INTEGRACIÓN Y PROGRESO. ¡¡Casi nada¡¡

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Carta de Independencia de Marchamalo. // Imagen: cedida por Rafael Esteban

 

whatsapp image 2019-01-17 at 22.50.23*Juan Enrique Ablanque ha ejercido múltiples profesiones, aunque siempre ha demostrado un profundo amor a Marchamalo, Villa de la que es cronista. Ha publicado un libro sobre la historia del pueblo gallardo, así como colaboraciones con revistas municipales y otros escritos editados por el Ayuntamiento.

 

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