
«La Cultura», mural de Carlos Santiesteban en el palacio de la Diputación Pronvincial de Guadalajara. Foto: L.R.
Por Gloria Magro.
En la calle Teniente Figueroa, olvidada entre dos solares, hay una desvencijada casa señorial cerrada a cal y canto que aguarda desde 2015 a que se cumpla el acuerdo firmado entre su propietario, el pintor Carlos Santiesteban (1927-2015) y el Ayuntamiento de Guadalajara para convertirla en su Casa Museo póstuma. Casi cuatro años después de la muerte del artista, el Grupo Municipal Socialista volverá a llevar al Pleno municipal una moción reclamando la preservación del legado del pintor.
Y no es la primera vez. Ya en 2016 este grupo reclamó en Pleno el cumplimiento del acuerdo al que habían llegado en vida el artista alcarreño y el equipo de gobierno del por entonces alcalde, José María Bris, por el cual el Ayuntamiento se convertía en su heredero universal a cambio de una renta vitalicia de algo más de dieciocho mil euros anuales y la cesión de su casa con vistas a su futura rehabilitación y musealización. En ese momento, el alcalde actual, Antonio Román, explicó que en un principio se había encargado el proyecto a la Escuela Taller, pero que había sido rechazado «por motivos de seguridad”. La siguiente opción era la de derribar el inmueble, a instancias de los técnicos municipales pero que «esa no era la finalidad de la cesión que Santiesteban hizo al Ayuntamiento”, según el alcalde. Y desde entonces hasta ahora, el silencio, pese a que la moción socialista salió adelante. De momento es una incógnita si el grupo municipal popular volverá a apoyarla. Algunas herencias resultan ser, a la postre, un regalo envenenado para quien las recibe.
Podríamos decir, apropiándonos de las palabras de Antonio Machado, que la infancia de Carlos Santiesteban transcurrió en un patio de naranjos donde crecía el limonero, en la calle Capitán Arenas. Tal vez la imagen no sea real, sino figurada, en parte debido a la herencia andaluza de su padre, un militar fallecido cuando el pintor apenas tenía cinco años, pero que nos remite inmediatamente al artista alcarreño, su genio y su obra. En el obituario publicado en el diario ABC tras su muerte, se puedo leer que Santiesteban había sido el artista, «más internacional que ha dado la provincia, expuso su obra en museos de Nueva York, Madrid, Florencia o Nápoles, además de en los Reales Alcázares de Sevilla, ciudad en la que fue ampliamente reconocido y donde una calle fue bautizada con su nombre, al igual que en la capital alcarreña. Fue también figurinista de vestuario y escenógrafo para obras de teatro en grandes compañías».
También se hace mención a las numerosas distinciones con las que fue galardonado en vida: «Entre los numerosos reconocimientos que cuenta en su haber, destacan los títulos de Hijo Predilecto de Castilla-La Mancha e Hijo Predilecto de la Ciudad de Guadalajara, además de ser galardonado con la Legión de Honor Franco-Británica».
Me siento a charlar sobre el pintor, su casa y su legado artístico y personal con dos de las personas que tuvieron una relación más cercana con Carlos Santiesteban: Josefina Martínez y Fina, amigas y confidentes, guardianas de su memoria y de sus recuerdos. En Guadalajara siempre se ha valorado al pintor, pero tal vez no tanto a la persona que sostenía los pinceles. El pintor y el personaje. La estela de Santiesteban aún perdura, calle Mayor arriba, calle Mayor abajo, siempre elegante aún en su decadencia física; conjuntado en tonos claros, con su bufanda, el sombrero y aquel perrillo faldero que acusaba la edad tanto como su amo. Una figura vista como estrafalaria en la pacata ciudad de provincias que era Guadalajara hace unas décadas, donde se prefería el gris monótono a la explosión de color que transmitía el artista.
Josefina y Fina, sus íntimas amigas, dan cuenta de una persona extremadamente amable y generosa que pese a que manejaba su producción artística con mano férrea, no dudaba en donar sus cuadros siempre que hubiera una buena causa detrás, como Cruz Roja y la Asociación Contra el Cáncer, para las que donó obra. Ambas desmienten la imagen un tanto distorsionada que rodeaba al artista en sus últimos años. Me confirman la veracidad de las historias que contaba el pintor y su relación de estrecha amistad con Cayetana, la duquesa de Alba, que tantas suspicacias generaba en Guadalajara. La correspondencia entre ambos así lo atestiguaría. Y dan fe de la relación profesional y de amistad que mantuvo con Antonio «El Bailarín«. Las dos describen a una persona poca dada al chismorreo pero de conversación efervescente y con mil anécdotas que contar. Santiesteban vivió intensamente y apuró la vida al máximo hasta su repentina muerte en 2015 a los 88 años. De formación autodidacta, el artista trascendió la Guadalajara provinciana de mediados del siglo pasado y se codeó con la alta sociedad nacional. Además de las distinciones ya mencionadas, Josefina y Fina confirman que el pintor era Caballero de Yuste y que pertenecía a la Soberana Orden de Malta, cuyos titulares son reconocidos por sus servicios asistenciales y sociales.
Josefina Martínez, concejal de Fiestas Tradicionales de Guadalajara durante la legislatura de Jesús Alique (2003-2007) defiende a ultranza su memoria y recuerda como se ofreció desinteresadamente a trabajar para el Ayuntamiento de la ciudad en aquel momento, a sabiendas de que no había presupuesto con que renumerarle. Santiesteban se hizo cargo de toda la cartelería festiva -Navidades, Carnaval, Semana Santa, Ferias…- así como de la decoración del consistorio, lo que le granjeó no pocos recelos por parte de otros artistas locales de renombre. Los originales aún permanecen expuestos en las dependencias municipales. Su obra también se puede ver en el palacio de la Diputación Provincial. Los murales «La Cultura» y «La Beneficiencia» aluden a dos de las competencias tradicionales de esta institución. También hay obra suya de gran formato en edificios privados de la ciudad, como en el Edificio Hercesa de la Avenida de Castilla.
La pintura de Carlos Santiesteban, circunscrita al movimiento surrealista, resulta un tanto desfasada a ojos actuales, «un pintor de provincias sobrevalorado», según algunas opiniones. Poca generosidad para definir una carrera artística que abarcó ocho décadas y se extendió por dos siglos. Y pese a todo, muchas familias de Guadalajara guardan celosamente sus cuadros como si de las joyas «de pasar» de la Corona se tratase. Y no es una exageración. Durante mucho tiempo, para muchos guadalajareños poder hacerse con un Santiesteban era incorporar una pieza artística de primer nivel a sus casas y el pintor accedía en muchos casos a rebajar su caché en función del poder adquisitivo del comprador. A día de hoy se pueden encontrar cuadros suyos a la venta en Galerías de Madrid y también entre particulares. Sus cuadros se cotizan a partir de los mil euros, en función de su tamaño.
La última exposición del pintor tuvo lugar el pasado mes de septiembre en el Palacio del Infantado. La muestra, organizada por el Patronato Municipal de Cultura, la componían retratos femeninos y paisajes de Guadalajara y de la región. Con tal motivo, se editó un catálogo donde se hacía un repaso de su obra y de su trayectoria vital.
Hace ya cuatro años que no hay luz en la casa familiar de los Santiesteban en la calle Teniente Figueroa, ni extravagantes haces de plantas en las ventanas enrejadas. Nadie abre la puerta cada vez que alguien llama pidiendo una ayuda, como ocurría en tiempos del pintor, para horror de sus amistades, temerosas por la integridad física de una persona ya mermada por el paso del tiempo. Tampoco hay alumnas que acudan a su estudio, ni nadie que cuide el patio de inspiración andaluza que era su orgullo. Cómo estará ahora ese jardín, qué habrá sido de sus muebles, de sus enseres personales, de los cuadros que allí quedaron, de sus porcelanas, los recuerdos materiales de toda una vida apreciando el arte, la belleza, la distinción… Si nada cambia, el inmueble podría ser en breve un solar más de los que abundan en el casco histórico de Guadalajara. Los vecinos temen que tarde o temprano la casa resulte vandalizada y se pierdan los valiosos enrejados, el farol tan característico, los enseres del pintor, y observan preocupados las consecuencias del descuido y del abandono.
Sin hijos, ni familia cercana, Carlos Santiesteban nombró al Ayuntamiento de Guadalajara heredero universal de sus bienes para que su legado no cayera en el olvido. Su casa familiar, en franco deterioro, continua siendo testigo mudo de los deseos póstumos del artista. Su futuro volverá a debatirse en el Pleno Municipal del próximo viernes en el Ayuntamiento de Guadalajara. Las sesiones son públicas, por si tienen interés.