
Pedro Sánchezen el balcón de la sede del PSOE en Ferraz. //Foto: David Castro – El Periódico
Por Patricia Biosca
Andaba el viernes por la calle mayor a primera hora de la noche cuando un grupo de unos cinco chavales que seguramente no superaban la veintena subían los adoquines. Con la misma actitud chulesca que la panda de “Reservoir dogs”, pero ataviados con sudaderas de capucha (puesta) y barbas pulcramente recortadas, portaban banderas de España en la mano. El que se podría calificar de líder -iba con la barbilla casi mirando al cielo mientras escrutaba la cara de todo aquel que pasaba cerca- portaba el plástico de tamaño A3 en el bolsillo trasero del pantalón, en una clara actitud desafiante, como si ese símbolo fuese una pistola. A su lado, aunque un poco más rezagado que el resto, estaba otro de los chicos. Pero su actitud era muy diferente: cabeza gacha y banderita arrugada en la mano, la sensación era más parecida a la vergüenza. Dos actitudes diferentes ante la fiesta de la democracia, aunque seguramente en la práctica significaran lo mismo. Sigue leyendo