Los Manantiales y la inseguridad (II)

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La Isabela en obras en 2009. Foto: barriolosmanantiales.blogspot.com

 

«Yo fui joven en ese barrio. Llevaba melena, camisetas negras, muñequeras… bebí litros de cerveza. Imagino que habría gente que se asustase de mí. Ahora en los veranos voy al barrio con mi hija, la llevo a los parques y a la plaza. En ningún momento he tenido sensación de inseguridad. Pero veo a chavales que llevan collares dorados, camisetas de tirantes y gorras sobre su piel oscura y a veces también me resulta extraño y echo de menos aquella juventud de barrio y heavy metal que siempre fuimos; una minoría que dimos algo de color, identidad y orgullo a nuestro barrio obrero».

 

Por Gloria Magro.

La inseguridad ciudadana erosiona el tejido social y hace mella en la cohesión de los barrios. También siembra desconfianza, devalúa calles enteras y llena de desasosiego a sus habitantes. Muchos guadalajareños perciben Los Manantiales como un barrio problemático de extrarradio pese a que las cifras oficiales lo desmienten. Algunos vecinos están convencidos de que viven en un barrio peligroso mientras que otros permanecen ajenos por completo. Incluso hay una encuesta en la App Nextdoor en la que se puede puntuar el nivel de seguridad que se percibe en sus calles.

Los coches de policía patrullando son una presencia constante en Los Manantiales. Y no porque haya una mayor incidencia de delitos sino porque los vecinos así lo demandan. Es la pescadilla que muerde la cola de la inseguridad: la presencia de policías agrava la sensación subjetiva de que se necesita más policía. A finales del año pasado las distintas asociaciones del barrio se reunieron con el Subdelegado del Gobierno para tratar este tema pese a que no hay cifras que avalen que se producen más delitos allí que en el resto de la ciudad. La misma respuesta se ha dado desde el Ayuntamiento a quienes han manifestado en los Plenos su preocupación por la seguridad en el barrio.

«El otro día, el sábado de las fiestas, intentaron raptar a un niño del colegio de 6 añitos. Utilizaron a un niño del colegio del que eran conocidos (…) le llamaban por su nombre y gracias a Dios a los padres que estaban en la terraza de un bar y al dar la voz de alarma los otros niños diciéndoles que había alguien a quien no conocían llamando al niño, se levantaron a ver que pasaba (…) salieron corriendo con un VW Golf negro. «

A pesar de todo, muchas familias jóvenes han elegido en los últimos años Los Manantiales para instalarse, aprovechando que tanto las viviendas como los alquileres tienen precios más moderados que en otros nuevos desarrollos de Guadalajara. La vida de barrio consolidado, con comercios tradicionales, gente en las calles durante todo el día y vecinos de toda la vida, de confianza, resulta atractiva, un plus a tener en cuenta. La presencia de dos agencias inmobiliarias puerta con puerta, así lo confirma y viene a avalar el hecho de que la zona despierta interés y confianza. Seguramente donde más hacen negocio los agentes inmobiliario es en el mercado del alquiler. Se puede alquilar un piso en Los Manantiales por poco más de trescientos euros. Para encontrar precios similares habría que ir a la zona de la Era del Canario, o alejarse hasta Ciudad Valdeluz. Esto atrae a un determinado tipo de vecinos. Por menos de cien mil euros también se puede comprar un piso; el tope del barrio en vivienda en altura de segunda mano estaría en los ciento cincuenta mil euros.

Pero en Los Manantiales se dan a día de hoy dos realidades paralelas que conviven en el mismo espacio aunque no perciben de igual manera la vida en sus calles. De un lado el cogollo originario y primigenio, entorno a los primeros edificios construidos a finales de los años 1960, aquellos que costaban en la promotora 140.000 pesetas frente a las 300.000, en la misma época de los pisos del Polígono de El Balconcillo, el otro gran barrio obrero. Y después, como en círculos concéntricos cada vez más alejados, los pisos y adosados que se han ido construyendo después como zona residencial. Las diferencias socioeconómicas entre ambos son notables.

«Desde el otro día, cuando hubo el intento de llevarse a un niño, las mamás tenemos mucho miedo y no dejamos a los niños solos en el parque. Por eso exigimos una policía de barrio, alguna patrulla que vaya a pie y no en coche, de esas que dan una vuelta en medio minuto y se van. Alguien a quien los niños vean como cercana y no les tengan miedo.».

Según nos vamos distanciando de la avenida principal, La Isabela, la percepción de seguridad es más firme y sus habitantes más ajenos al barrio. De hecho, no se ven rejas en las casas de Los Manantiales, ni mayores medidas de seguridad en las viviendas adosadas que algunas placas de seguridad privada. Generalizando, los vecinos de los últimos edificios en construirse y de las múltiples promociones de adosados no perciben ningún tipo de inseguridad, aunque la realidad es que tampoco frecuentan el vecindario más allá de entrar y salir de sus casas. No hacen vida aquí, si por ello entendemos comprar en los comercios de la calle principal, llevar a los niños al colegio Isidro Almazán e incluso frecuentar la iglesia. Tal es así, que es frecuente que se buzoneen pequeños folletos recordando a los feligreses que hay una iglesia a su disposición. El párroco, Braulio Carlés, es por cierto una de las personas con más experiencia y bagaje en multiculturalidad de la provincia.

Un barrio y dos mundos distintos que viven de espaldas pese a que no se puede decir en ningún caso que Los Manantiales sea un barrio de extrarradio y ni mucho menos que a día de hoy se halle en estado de abandono. De hecho, sus especiales características y su concepción original hacen que esta zona mantenga un área comercial que funciona a pleno rendimiento. Hay más vida en La Isabela un lunes por la mañana que en cualquiera de los bulevares colindantes con la Ronda Norte, habitualmente desiertos.

«Yo me crié allí y bueno… en los años 1980 era un barrio duro, aunque yo no tuve ningún problema. Aún teniendo un piso ahí, hace años que no voy pero lo que he oído no es bueno, tampoco lo he oído todo, claro.». 

Habría que destacar que en los últimos años las inversiones públicas en infraestructuras han sido cuantiosas. En 2009, La Junta de Comunidades -a través del Fondo Estatal de Inversión Local, del Fondo Regional de Cooperación Local y fondos municipales- invirtió dos millones de euros en el acondicionamiento de las calles La Isabela, Lanjarón, Archena y colindantes, y en la rehabilitación de la Plaza de los Manantiales. La mejora de la calle Francisco Aritio también repercutió en los accesos al barrio, un lavado de cara muy necesario. Por otra parte, la renovación del Cuartel del Henares y su incorporación como espacio social ha supuesto también un añadido importante a la imagen y al contenido de toda la zona. De hecho y a futuro, este espacio podría ser la sede de la nueva policía municipal de barrio si es que este proyecto municipal llega a ejecutarse. También la última obra del Ayuntamiento, un parque infantil en el antiguo campo de fútbol, aún en construcción, ha recobrado un espacio sin mantenimiento e infrautilizado. El carril bici, sin embargo, ha generado controversia y rechazo tanto por su concepción como por la utilidad de la inversión municipal realizada.

«El camino escolar seguro que dice el alcalde es un infierno para los niños. Tienen que estar sorteando la carretera, el carril bici, etc. Y siguen sin hacernos una parada decente para el transporte escolar y que los niños puedan subir y bajar del autobús de una forma segura». 

Si algo hay inseguro a día de hoy en todo el vecindario y sobre lo que hay una opinión unánime son los accesos desde la calle Buenafuente debido al carril bici, un proyecto calificado de inútil y chapucero. El carril bici, su señalización y su diseño provocan una continua inseguridad, en este caso de tipo vial. Si hay algún peligro manifiesto a día de hoy en Los Manantiales es el de sufrir un accidente de tráfico o un atropello debido a la nueva ordenación de la circulación.

«El carril bici ha supuesto un punto negro en la calle Buenafuente. Si vas a salir de las bocacalles que lo surcan, no hay visibilidad. Hay que ir con mucho cuidado porque invades el carril de la izquierda. Y para remediarlo han puesto un espejo en el Centro Social y se han quedado tan panchos. Piensan que así solucionan el problema».

Quitando este hecho puntual, se puede decir sin faltar a la realidad que no es más inseguro vivir en Los Manantiales que hacerlo en la calle Sigüenza o en Aguas Vivas: no se denuncian más delitos en Los Manantiales que en otras calles de Guadalajara y pese a todo, la sensación de inseguridad existe aunque sea subjetiva y no tenga una correlación directa con la realidad.

«Soy una madre trabajadora con tres hijos y a veces no se puede, pero si pudiera, probablemente y con toda la pena de mi corazón, porque tengo aquí muchos amigos y a la familia… me plantearé irme, no quiero que mis hijos tengan problemas derivados de la situación que hay en el barrio».

Con datos objetivos en la mano, Guadalajara es una de las ciudades más seguras de España. En 2017 ocupaba el puesto 38 por número de delitos, detrás de Salamanca y por delante de Logroño. Guadalajara ni siquiera aparece en el ranking de ciudades en las que tener cuidado al caminar por la calle, efectuado por empresas como Prosegur, cuyo nicho de negocio está precisamente en lo que perciben de forma subjetiva los propietarios de viviendas. Y un dato más: cuando el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pregunta a los españoles cuáles son sus preocupaciones, la inseguridad ciudadana figura como una de las respuestas menos repetidas. 

Entre algunos vecinos de Los Manantiales esto no es así a día de hoy. Esperemos que las circunstancias puntuales que lo causan cambien pronto. Los vecinos de la plaza de Las Burgas merecen recobrar el sosiego.

 

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