Santo Domingo, la plaza invisible (II)

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Farolas isabelinas, parterres, bancos y mucha sombra. Las postales antiguas nos devuelven una imagen idílica y añorada aún por muchos de la céntrica plaza con San Ginés al fondo.

Javier de Irizar ha explicado para tranquilidad de lo que nos temíamos cualquier desaguisado en el ángulo este de la Plaza de Santo Domingo, que las obras del aparcamiento subterráneo no afectarán al rincón sereno y sosegado en el que el magnífico monumento al Conde de Romanones (…) antes de aprobar la futura fisonomía de la plaza. Su acertada decisión de abrir las entrañas de la plaza para construir un aparcamiento subterráneo no merece quedar oscurecida por un posible error en su urbanización posterior. Luis Monje Ciruelo, Nueva Alcarria, 14 de diciembre de 1990

 

Por Gloria Magro.

La remodelación de la plaza de Santo Domingo, el centro neurálgico y sentimental de Guadalajara, causó un auténtico revuelo entre la ciudadanía en 1990. Las obras del futuro parking municipal soterrado, las de mayor envergadura hasta la fecha, hicieron necesaria la reurbanización de todo el espacio en superficie, así como una nueva reorganización de los accesos a la calle Mayor, ya peatonalizada, en lo que se pensaba iba a ser un nuevo entorno más moderno y funcional, en consonancia con una Guadalajara que enfilaba con confianza y visión de futuro la última década del siglo XX. Hoy, tres décadas después, Santo Domingo es un mero lugar de paso, un espacio envejecido y carente de interés e identidad. Una plaza invisible.

Será una obra en la que todos vamos a participar directa o indirectamente, dado que por su envergadura y amplitud causará transitorias molestias a conductores y peatones (…) lo que resulta un tanto extraño es que a menos oficialmente no se tenga la menor noticia de como va a queda la plaza una vez que se terminen las obras. Domingo Cardero. Nueva Alcarria, 1991.

Durante más de un año, a principios de los años 1990, la plaza más céntrica de la ciudad, parecía una mina a cielo descubierto o un paisaje lunar, como decían los periódicos del momento, con todo el perímetro rodeado de unas altas vallas metálicas que no solo impedían ver la marcha de las obras, sino que obligaban a los peatones a rodear la plaza por los soportales de Simago sin apenas luz y en unas condiciones precarias e inseguras que hoy en día serían impensables.  Las obras del parking de Santo Domingo se alargaron mucho más de lo previsto y los guadalajareños siguieron su avance con avidez a través de las imágenes que publicaba puntualmente y prácticamente cada semana Avelino Antón en Nueva Alcarria y las crónicas de la sección Atalaya que escribía de manera anónima Domingo Cardero.

Hasta que no se terminó el trabajo en el subsuelo, en agosto de 1992, no se anunciaron la licitación y el proyecto para la nueva plaza, obra del arquitecto municipal José Ignacio del Castillo. Con un montante de 134 millones de pesetas, unos ciento quince mil euros actuales, el nuevo espacio urbano iba a suponer un cambio radical que modernizaba y daba más amplitud y apertura a Santo Domingo, renovaba el mobiliario y  preveía el uso de materiales nobles, pérgolas y fuentes a cambio de perder el arbolado. “Como profesional siempre se intenta encontrar un criterio estético y funcional para dar respuesta a la ciudad, por eso en este caso hemos combinado ambos conceptos para el desarrollo de Santo Domingo. Una plaza urbana nunca se puede convertir en un parque, hay que darle otro carácter”, decía entonces el responsable del proyecto (*).

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“Hemos elegido materiales nobles como el granito, las baldosas son de primera calidad, la madera de la pérgola es de teca (…) hemos escogido unos bancos catalanes que esperamos sean bonitos porque Cataluña ahora mismo está en la vanguardia (…). José Ignacio del Castillo, 1992.

La obra más compleja y ambiciosa realizado hasta la fecha en la ciudad, después del  Polideportivo San José, concitaba aplausos unánimes de los políticos de la época. Incluso el presidente de la Comisión de Urbanismo, el popular Francisco Tomey, daba en aquel momento su beneplácito público a los planes del ayuntamiento socialista para Santo Domingo, además de respaldar su ejecución: “es un proyecto muy sobrio y si se hace bien puede ser elegante, no ser un proyecto florido sino simple y funcional. Puede producir en un momento un impacto, hasta que los peatones se acostumbren”, declaraba (**).

Las obras se adjudicaron a la Constructora Cubiertas, responsable del puente del Quinto Centenario y del Pabellón de España en la Expo Universal de Sevilla 92, una empresa entonces puntera, lo que da una idea de la importancia que tenía la nueva plaza de Santo Domingo para los responsables municipales de aquel momento. Y sin embargo, la pérdida del arbolado, la desaparición de las farolas decimonónicas y sobre todo, la carencia de zonas verdes, ya tenía sus detractores, por mucho que la modernidad y el futuro se vendieran a golpe de baldosas y fuentes de hormigón. Y aunque hayan pasado casi tres décadas, los guadalajareños siguen añorando la plaza tal y como estaba antes de su remodelación. Y aún no nos hemos olvidado de las farolas.

“Era preciosa, con sus jardines y sus farolas fernandinas que han desaparecido de toda mi ciudad, sustituidas por unas horribles luminarias modernas, véase la que hay en la fachada de San Nicolás”. Pablo José García Gaona.

“Las plazas de antes eran preciosas, ahora son feísimas”. Teresa López Gamo.

”(Me gustaba) muchísimo mas antes, los dos estanques o medio fuentes son una porquería”. Florencia García.

Santo Domingo fue la precursora, el ensayo general, podría decirse, y con el paso del tiempo, el hormigón y el asfalto le han ganado el pulso a los árboles y a las plantas en casi todas las plazas de la ciudad una vez se ha ido abordando su rehabilitación. La última en caer,  la plazuela de Don Pedro. Antes ya se reformó en este mismo estilo y materiales la plaza de Dávalos y la del Palacio del Infantado. La plaza de La Llanilla también es una oda al hormigón y más de lo mismo la plazuela de Marlasca, la plaza del Palacio de La Cotilla, la de la Concatedral de Santa María… Resultó que la modernidad urbana era esto: asfalto y hormigón, al menos según lo han entendido los distintos ayuntamientos de Guadalajara en lo que llevamos de siglo XXI. El resultado son espacios asépticos, de mantenimiento fácil pero escasa personalidad y sin identidad propia, fácilmente replicables de un lugar a otro y poco atractivos para los ciudadanos.

El arquitecto e ingeniero de Edificación Eduardo Sanz Heras, cree que en las intervenciones que el Ayuntamiento de Guadalajara ha realizado los últimos años «se ha primado la urbanización plana y uniforme con elementos sueltos y dispersos de mobiliario urbano y escasa vegetación, que propician espacios vacíos y con poco o ningún uso debido a la falta de confort ambiental que se produce en estas plazas por un soleamiento excesivo, la inexistencia de sombras, espacios sin uso concreto solo de paso, etc.». Así, respecto a la plaza de Santo Domingo, Sanz Heras cree que «por su ubicación estratégica como punto de intersección de las vías más transitadas de la ciudad y entrada al casco antiguo es una excelente oportunidad para cambiar la manera que se han hecho las cosas y adecuar la plaza a las necesidades reales que demandamos los usuarios».

En opinión de este arquitecto guadalajareño, en un futuro «se pueden plantear actuaciones que posibiliten generar espacios de uso más prácticos, no solo como elementos de paso o puntualmente de reunión, sino que posibiliten plazas más utilizables donde se dispongan de zonas verdes que pisar, tumbarse y disfrutar. Instalar zonas de descanso con sol y sombra, es importante valorar el lugar y el soleamiento para disponer correctamente los espacios, de nada sirve poner un banco junto a un árbol si la sombra de este no se proyecta sobre el banco. Y contar con el máximo número de zonas de reunión donde prime la interacción ciudadana y dirigidas a la vida en común. En resumen de generar espacios que permitan que la vida de la ciudad sea más apetecible».

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Propuesta de jardín vertical para el Edificio Cívico. Foto: GuadaPress.es

La tendencia actual en ciudades de todo el mundo es una apuesta por los espacios verdes tanto por motivos estéticos como de sostenibilidad y habitabilidad urbanas. En este sentido, el experto en restauración de espacios y licenciado en Medio Ambiente, Alberto Martialay, cree que «parte del futuro está en ganar espacios verdes en las ciudades, ya sean plazas o en las cubiertas de las viviendas». Y señala que «las plantas son seres vivos que al  evapotranspirar hacen que el entorno en algunas épocas tenga hasta cuatro o cinco grados de diferencia, algo parecido a lo que se consigue con los microdifusores pero de manera natural».

Martialay, que ha participado en obras urbanas como el parque sobre los depósitos del Canal de Isabel II de Madrid o la restauración de la cubierta arbolada de la M30, conocida como salón de pinos, apuesta por volver a sustituir el hormigón por árboles: «en las zonas nuevas de Guadalajara plantaría más árboles que den sombra natural, aunque se tengan que confinar en mega maceteros enterrados, como se ha hecho en el salón de pinos de la M30. Otra opción muy de moda son los jardines verticales, jardines sobre una estructura en la que se incrustan las plantas, combinándose plantas que florecen en distintas épocas del año». De hecho, un jardín vertical era la apuesta estrella del anterior equipo de gobierno municipal para actualizar el edificio Cívico de la plaza del Concejo, aún en obras.

No sabemos lo que deparará el futuro a la plaza más céntrica de la ciudad. Lo que de hecho si sabemos es que su restauración no aparecía en los programas electorales de las últimas elecciones municipales pese a que basta con pasar por allí, como hacen a diario muchos guadalajareños, para darse cuenta de que Santo Domingo pide a gritos una rehabilitación que le devuelva sus señas de identidad. A ser posible sin hormigón y con tanta vegetación como se pueda. Esperemos que acabe siendo una realidad.

 

 

 

 

 

 

 

(*) José Ignacio del Castillo, en Nueva Alcarria, 21 de agosto de 1992.

(**) Entrevista de Teresa Aguado Taberné. Nueva Alcarria, 21 de agosto de 1992.

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