Un museo sobre la cárcel

Por David Sierra

Si hay algo de lo que adolece Guadalajara es de edificios históricos que visitar. Se podrían contar con los dedos de una mano aquellos que pudieran causar un atisbo de impresión en un visitante poco aderezado en la materia. Y son también escasos los que contienen un recorrido didáctico institucionalizado. Sé que al escribir estas líneas, muchos alcarreños me recordarán los encantos de la ciudad y toda una retahíla de sugerencias de considerable valor histórico artístico que visitar pero que, a mi juicio, siguen, en líneas generales, sin aprovechar su potencial.

La capital alcarreña alberga y ha albergado numerosos edificios emblemáticos a lo largo de su historia. Sin embargo, muchos de ellos, de un valor excepcional y una significación sin la cual no se comprendería su evolución e historia, han sido menospreciados

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El edificio de la cárcel de Virgen del Amparo data del siglo XIX. // Foto: A. Sanz

hasta el punto de acabar en ruina o derruidos. Una vuelta por el casco histórico es suficiente para darse cuenta de la situación, ya que a los ojos está como algunas de las reliquias constructivas mantienen a duras penas un hilo de vida acogiendo negocios y actividades comerciales que les restan méritos, tal y como es el caso del Palacio de los Condes de la Coruña; mientras que otros, en la UVI, esperan un rescate a última hora que impida su derrumbe, como le ocurre al Palacio de los Medina.

En la memoria de los guadalajareños queda ya el parque de la aeroestación y los restos de la Hispano, que difícilmente pueden hacer imaginar que en ese lugar hubo una fábrica de aviones y fue el más puntero de España en lo que a navegación aérea se refiere, allá por el principio del siglo XX.

La visita, el pasado lunes, del presidente regional Emiliano García Page abrió la puerta a la necesidad de encontrar una funcionalidad a otro de los grandes emblemas de la capital alcarreña durante el pasado siglo, la prisión provincial. Desde que sus puertas fueran cerradas de manera definitiva en 2012, el inmueble ha sufrido un evidente deterioro fruto del abandono en el que se encuentra y al que no ayuda el entuerto burocrático para hacerse con su propiedad. Si bien es cierto que durante la pasada legislatura el Ayuntamiento manifestó su intención de darle un uso, el hecho de que el inmueble pertenezca al Estado a través de su departamento de Instituciones Penitenciarias fue justificación suficiente para no encontrarle una viabilidad.

Durante la campaña electoral de las pasadas elecciones municipales, el actual alcalde de la ciudad, Alberto Rojo, propuso en su programa destinar la antigua prisión a centro de formación profesional ligado a las nuevas tecnologías, desestimando de esta manera la propuesta planteada por sus compañeros de partido en la campaña electoral de 2015 para convertirlo en un espacio expositivo dedicado a la imagen y la fotografía; en un proyecto que contaba con el nombre de “Art Media” y que fue defendido por la fallecida exconsejera Elena de la Cruz.

Ahora Page ha tomado el pulso de Rojo para que la cárcel albergue entre sus muros a estudiantes y que poco a poco se vaya diluyendo esa visión que aún mantiene como lugar de encierro y castigo. La idea, aún en fase de estudio, tiene visos de prosperar en tanto que el gobierno de España en las próximas elecciones acabe teniendo influencia socialista. Y probablemente su adaptación a esta nueva finalidad sería suficiente para que el espacio perdiera gran parte de su esencia.

En cambio, Guadalajara desaprovecharía una nueva oportunidad. Una ocasión única de reconciliarse con aquellos recovecos que sirven de narradores de su historia y la de un edificio de más de 125 años por el que detrás de sus muros han pasado estancias personajes con relatos singulares, algunos de ellos trágicos, otros épicos y muchos cargados de sentimientos.  Sin duda alguna, la prisión provincial es, en sí misma, una prueba en perfecto estado de conservación de cómo estaban configuradas y estructuradas estas instalaciones hace más de un siglo y un espacio inédito para ofrecer al visitante una experiencia museística novedosa sobre una temática como la penitenciaria, tan desconocida y enigmática. Contribuiría a contener en la ciudad un valor turístico diferente sobre el que pivotar, ofreciendo una propuesta diferenciadora que, a estas alturas, la capital aún no posee. Y apostar de una vez y con los barrotes adecuados por evitar que la historia se difumine.

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