Un parque submarino en el Henares

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El nivel de la crecida de 2018 aún es bien visible en los árboles del fondo de la imagen, más de un metro por encima de la subida del agua del pasado fin de semana.

 

Por Gloria Magro.

El pasado fin de semana tuvimos un pequeño aviso de lo que previsiblemente está por llegar en el nuevo parque sobre el Henares a su paso por Guadalajara. Las primeras lluvias del invierno hicieron crecer el río, sumergiendo la nueva senda ecológica en su tramo más bajo y dejando por unos días bajo las aguas uno de los recién renovados miradores. Y aún podría haber sido peor: para evitar convertir toda la ribera en un parque submarino se tomó la decisión de abrir el Canal del Henares en Humanes, desviando así el agua e impidiendo que la crecida del caudal llegara hasta Guadalajara.

Cerca de millón y medio de euros de inversión provenientes de fondos europeos se acabará llevando por delante el agua si 2020 viene lluvioso. Apenas seis meses después de ser inaugurado, el nuevo tramo urbanizado sobre el río Henares ha registrado su primera inundación. Los restos del barro y la suciedad arrastrados el pasado fin de semana son testigos de lo sucedido. Y eso a pesar de que las autoridades competentes tomaran la decisión de abrir el Canal del Henares y desviar el grueso del caudal. La policía municipal cortó los accesos por precaución.

El nivel hasta donde llegó el agua en la última gran crecida, la de abril de 2018, aún es bien visible. Se sitúa a más de un metro por encima del nuevo parque, como atestiguan los restos de ramas y suciedad que cuelgan de muchos árboles dos años después. La Ley de Aguas establece que salvo permiso explícito, no se puede intervenir en un Dominio Público Hidráulico. Esto es, que para garantizar la protección de los recursos hídricos y su ecosistema, en los ríos de manera general y salvo permiso explícito, no está permitido hacer obras, extraer áridos, plantar o cortar vegetación, establecer puentes, pasarelas, hacer embarcaderos o navegar. Ni tampoco hacer parques o urbanizarlos.

El grupo municipal popular presentó para su financiación, dentro de los Planes EDUSI de la Unión Europea, un proyecto (pág.86) que daba continuidad a la mota existente sobre el río Henares y preveía su ampliación desde Los Manantiales hasta la finca de Castillejos. La obra, una vez acabada, suponía la incorporación a la ciudad de una senda ecológica de más de ocho kilómetros de uso peatonal, así como una nueva oportunidad para esta finca municipal, hoy infrautilizada. Para su ejecución, se preveía presentar el proyecto a las asociaciones vecinales y a los grupos ecologistas. También ser respetuosos con el ecosistema existente, un paraje natural de ribera de gran valor que queda dentro del término urbano de Guadalajara y cuya competencia es municipal.

La dotación del proyecto era de más de 1,4 millones de euros a emplear también en dotar de mobiliario urbano y áreas de recreo a la extensión de la mota. La obra suponía lograr acuerdos con propietarios de tierras más allá de la Ronda Norte, expropiar o comprar terrenos, ponerse de acuerdo con la Junta de Comunidades en otros tramos y en definitiva, llevar a cabo un proyecto complejo que al anterior Ayuntamiento de Guadalajara le quedó grande. Así que la obra que finalmente licitó el equipo municipal popular poco tuvo que ver con esto.  Sorpresivamente lo que salió a concurso fue una intervención urbanística en apenas kilómetro y medio, el tramo que va desde el puente árabe al de Julián Besteiro, como se puede ver en la Plataforma de Contratación del Sector Público del Ministerio de Hacienda. (https://contrataciondelestado.es/wps/portal/!ut/p/b0/DcqxCoAgEADQr2m-apLAoaE5GtJyiSuljk4zMOnza3zwwMAEJmCmHRNdAfn3bJ2LTOFsrEvI7BamjRJufwANBgzZLjPMIvU4ijgUpdL-rqvnPVZUg5QQvW8_OLbZkQ!!/)

En ese espacio se tuvo que comprimir la inversión de los fondos europeos, una perita en dulce para las empresas contratistas: poco trabajo y mucho margen de beneficio, lo que se tradujo en un aluvión de pliegos. Así, mientras a unos kilómetros río abajo, Alcalá de Henares publicita su río como un ecosistema a conservar que aporta valor a la ciudad en su estado natural y un poco más allá, en Madrid, la renaturalización de algunos tramos del río Manzanares ocupa espacio en los titulares de los periódicos -y cada especie de fauna y flora recobrada es celebrada con alborozo-, aquí en Guadalajara, donde ya teníamos un ecosistema de ribera natural y consolidado, se optó por destruirlo sin atender a las protestas de expertos y asociaciones vecinales.

La maquinaria pesada se llevó por delante la vegetación autóctona, después se amplió la senda ya existente junto al cauce -y que mostraba bien visibles los efectos de la subida periódica de las aguas del río en ese tramo- y se allanaron amplios tramos de ribera para cubrirlos de hormigón y dar cabida a decenas de farolas, artilugios para hacer ejercicio e incontables piezas de mobiliario urbano -atornillado al suelo- importado desde Nueva Zelanda (Kiwiplaygrounds). Incluso toboganes gigantes. También se ubicó un área de juegos infantiles junto al cauce aún a sabiendas de que la ley prohíbe vallar los ríos y hace por tanto inviable su uso con cierto margen de seguridad. Justo al otro lado de la mota, en  La Chopera, hay desde que hace años una amplia zona de parque profusamente dotada y completamente segura para usos recreativos y deportivos.

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Un nuevo parque a pie del río pese a que a pocos metros, en La Chopera, ya había una zona de ocio bien dotada y segura, lejos del agua.

 

El pasado invierno, las asociaciones de vecinos y los grupos ecologistas, junto a Ahora Guadalajara se manifestaron en protesta por el curso de las obras, organizaron sesiones informativas y se sopesó recurrir a los tribunales para parar el proyecto. De hecho, hasta una eurodiputada sueca, Bodil Valero, vino hasta Guadalajara en plena crecida del río en la primavera de 2018 para conocer en primera personal el proyecto y el paraje donde se preveía la inversión EDUSI. Según declaró entonces la política europea, “el dinero que viene de Europa viene de los contribuyentes de su país” así que “es tirar el dinero” emplearlo en infraestructuras que “nosotros mismos no nos permitimos, más todavía si la obra se la va a llevar el agua”. Y sin embargo, el gobierno municipal del Partido Popular hizo oídos sordos a las protestas y continuó adelante con el proyecto.

A día de hoy y a consecuencia de esta obra, la ribera del Henares ha perdido su ecosistema natural y su fauna. Decenas de farolas la convierten en la zona más iluminada de la ciudad, algo a todas luces disparatado, alejando a las aves y a los pequeños mamíferos de su hábitat. La nueva vegetación y los sistemas de riego artificial hacen que la orilla del río tenga un aspecto irreal, de parque de atracciones. Y todo para nada porque tarde o temprano el agua acabará reclamando lo que es suyo.

¿Qué hacer entonces? El ex vicealcalde de Guadalajara, Jaime Carnicero, afirmaba estos días en las redes sociales que en el pliego de condiciones de la empresa que ejecutó el proyecto -la consabida y omnipresente en Guadalajara, Agricultores de la Vega de Valencia– consta que se harán cargo de los posibles desperfectos ocasionados por el agua durante cinco años. No obstante, y a la espera de saber que planes tiene el actual equipo de gobierno para esta zona y conociendo ya de antemano que la Confederación Hidrográfica del Tajo se ha inhibido hasta ahora en el asunto pese a tener competencias para ello, los grupos ecologistas y la oposición municipal que en su día se opuso al proyecto tienen bastante claro que la mejor opción es dejar que la naturaleza siga su curso.

El concejal de Unidas Podemos, José Morales, «en línea con lo que proponen Ecologistas en Acción  -apuesta por- quitar o limitar el alumbrado y dejar que se vaya recuperando el bosque de ribera. Que las actividades humanas se limiten al talud y volver a la idea de desbrozar el camino en el tramo desde Los Manantiales hasta Castillejos». La ex concejal y presidenta de Aike, Susana Martínez, muy activa en su día en contra de la obra, cree que «gastar millón y medio de euros en asfaltar y amueblar el río no solo era innecesario, sino además irresponsable e irreparable. Lo dijimos alto y claro desde la oposición, desde las organizaciones ecologistas y también desde las asociaciones vecinales. Les dio igual, no quisieron escuchar, prefirieron seguir construyendo un parque al lado de otro parque, destrozando un ecosistema de ribera y ocupando una zona inundable. ¿Qué sentido tiene meter dentro del cauce del río costosos equipamientos? Era evidente lo que iba a pasar pero no hubo manera de parar el desastre». 

Desde la Plataforma Henares en Vivo (*), por su parte, se plantean solicitar a las administraciones competentes la recolocación del mobiliario urbano, así como pedir responsabilidades políticas y otras posibles medidas de caracter regulatorio en zonas inundables. Y manifiestan que «los responsables municipales (el señor Román, señor Carnicero y técnicos involucrados), así como los responsables de la Confederación Hidrográfica del Tajo y de la Delegación de Agricultura y Desarrollo Rural (ahora Desarrollo Sostenible), deberían costear subsidiariamente los daños ocasionados presentes y futuros». Ya que de esta manera, señalan «la realización de proyectos inviables e irracionales con dinero público, como advertimos a todos los estamentos, se evitarían en un futuro. Si los caprichos de unos señores gobernantes, con el beneplácito de determinadas administraciones, fuera costeado de sus bolsillos, se lo plantearían antes de actuar». 

Y mientras, el tiempo nos ha dado una tregua estos días a la espera de las próximas lluvias que sin duda llegarán y cuyas consecuencias no tardaremos en ver por muy atornillados al suelo que estén los bancos y las farolas en el Henares.

(*) Henares en Vivo está integrada por WWF Guadalajara, Ecologistas en Acción, vecinos y otras organizaciones sociales. 

1 comentario en “Un parque submarino en el Henares

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