Por Álvaro Nuño.
Entre el turrón, las celebraciones navideñas y el alocado e intensísimo proceso de formación de Gobierno, sea por exceso o por defecto, una de las noticias acaecidas en nuestra provincia en este último mes ha pasado más desapercibida de lo que cabría esperar, sobre todo por su incidencia y su feliz desenlace final. Nos estamos refiriendo a la lucha de los trabajadores de la empresa Lyreco de Alovera, levantados en huelga indefinida a las puertas de la planta durante 25 jornadas -Navidades incluidas- en defensa de los puestos de trabajo de cinco de sus compañeros a los que la dirección había decidido «externalizar» de manera unilateral el 1 de diciembre, subcontratándolos a otro empresa.
No se podían imaginar los responsables de Recursos Humanos de esta multinacional francesa dedicada a la comercialización de material de oficina con sedes en 42 países de los cuatro continentes que la mayoría de los casi 250 trabajadores de la planta de Alovera, en Guadalajara, iban a paralizarla en estas fechas, oponiéndose frontalmente a la externalización de cinco puestos de trabajo que hasta el momento pertenecían a la plantilla y cuya intención era que pasaran a otra empresa externa. Los trabajadores y el Comité de Empresa debieron ver rápidamente las orejas al lobo y pensaron que en ese momento sólo serían cinco compañeros que realizaban labores de mantenimiento de la planta, pero que eso podía convertirse en un modo habitual de operar por parte de la dirección que se podría extender al resto de departamentos. Además, la medida fue tomada de manera sorpresiva y unilateral, sin el conocimiento de los representantes de los trabajadores, por lo que sentó peor todavía.
Así que estos, reunidos en asamblea -esa palabra que le suena tan mal a la patronal-, decidieron defender el mantenimiento de esos puestos de trabajo e iniciar una huelga indefinida el lunes 16 de diciembre, con la Navidad ya a la vista. Por supuesto, a la dirección no le sentó esto nada bien, acusando a la plantilla, de «causar graves daños reputacionales y económicos» a la firma y argumentado que esta medida no afectaba al núcleo de la actividad principal de la empresa -la distribución de material de oficina-, que, de hecho, ya se había tomado con otros departamentos de la planta como la jardinería o el personal de limpieza, seguridad en los accesos al recinto, -que ahora ocupaban los trabajadores con sus habituales y «molestos» piquetes- y que además prometían respetar las condiciones y derechos laborales adquiridos de esos cinco trabajadores en su nueva firma.
Pero las razones expresadas por la patronal no convencieron a la plantilla, que siguió concentrándose a las puertas de la fábrica en Nochebuena -deseando una #FelizNocheHuelga- y Nochevieja, con medio centenar de trabajadores compartiendo unas pizzas alrededor de una hoguera, en una postal típica del calendario proletario. «De momento, las uvas nos las comemos en la calle y ahí seguiremos hasta que 2020 nos traiga un acuerdo con la empresa que acabe con el miedo y la incertidumbre que vive la plantilla ante la nueva política de reducción de personal vía externalizaciones», afirmaba a las puertas de la planta un miembro del Comité de Empresa.
Por su parte, los directivos seguían yendo a trabajar, no con las pocas dificultades que un piquete informativo instalado en la puerta ofrece siempre para acceder, así como la actividad durante estos 25 días se intentó mantener contratando a operarios externos a través de empresas de trabajo temporal -las tan odiadas por los sindicatos ETTs-. A lo largo de estos días, también ha habido un intercambio de acusaciones y de baile de cifras sobre el seguimiento real de la huelga y sobre la actuación de unos y otros para impedir o mantener la actividad. Rondando el Día de los Inocentes, la dirección facilitaba cifras de seguimiento que iban en disminución constante según pasaban los días, del 31,25% del jueves 19 al 23,75% del lunes 23 -los sindicatos nunca dejaron de hablar de un 85% de la plantilla en huelga-. En esta misma dinámica, también comenzaron a sobrevolar las acusaciones de coacciones y presión a los trabajadores que no secundaban la movilización a la hora de querer acceder a su puesto de trabajo por parte de sus compañeros huelguistas apostados en la puerta.
Pero la mayoría de los trabajadores no cejó en su empeño y prosiguieron las protestas y las movilizaciones, una medida que terminó por hacer dar marcha atrás a la dirección, que anunciaba ya después de Reyes, que conseguían su principal objetivo, la reincorporación de nuevo de sus cinco compañeros a la plantilla, además de arrancar el compromiso de no externalizar ningún otro área en los próximos 3 años, de no volver a tomar medidas como esta de manera súbita y sorpresiva para los propios trabajadores y de hablar con sus representantes de futuros procesos de reestructuración.
Cada vez se hace menos habitual encontrar batallas laborales como la acaecida en esta firma del polígono de Alovera, más típicas de los ochenteros años de la reconversión industrial y de grandes empresas en las que trabajaban cientos de operarios y donde los sindicatos tenían el poder de parar la producción en un momento determinado defendiendo los intereses de los trabajadores a los que representaban.
Lo que estos 250 trabajadores han dejado claro a sus jefes de Francia o de Madrid es que el principal valor de la empresa no es su nave de 30.000 metros cuadrados, ni los 30 millones de euros invertidos en sus instalaciones en la localidad campiñera. Lo que hace posible que Lyreco tenga la capacidad de preparar 5.000 pedidos al día y de entregarlos en 24 horas a sus más de 80.000 clientes en toda la península, su principal capital, como el de todas, es el humano, sus trabajadores y trabajadoras. Y este debe cuidarse para que las cosas funcionen y las empresas den beneficios.
Y los trabajadores han demostrado de nuevo que la unión hace la fuerza, que el sacrificio y la constancia dan sus frutos, aunque hubiera sido más cómodo admitir la subcontratación de cinco compañeros mientras los otros 245 se comían el turrón tranquilamente en su casa con su familia pero con la espada de Damocles silbando sobre sus cabezas a partir de ese momento.