
La calle Ramón y Cajal, en una imagen de 2014 // Foto: ANP
Por Álvaro Nuño.
El primer artículo que escribí en este blog fue un domingo de hace casi seis años, un 23 de marzo de 2014, todavía como firma invitada y en él hacía un ejercicio de periodismo empírico y descriptivo. Nos encontrábamos en plena polémica sobre la transformación de la antigua travesía de la carretera de Zaragoza -en el callejero oficial calles Ingeniero Mariño y Ramón y Cajal- en el pomposamente denominado por el anterior equipo de gobierno como «Eje Cultural». Defendía entonces y sigo defendiendo ahora que como peatón militante de esta ciudad, fue una buena obra, una de esas que generan mucho debate porque cambian en profundidad la fisonomía de la ciudad, y ya se sabe que los cambios muchas veces nos sacan de nuestra zona de confort y no son bien aceptados.
Contaba entonces, y lo recuerdo de nuevo ahora, que a mi paseo matutino escudriñando las características y pormenores de la actuación municipal -que costó la friolera de 3,2 millones de euros- le añadía mi condición de sufrido vecino de una de esas calles, Ingeniero Mariño, durante tres años, y las penurias que sufrimos mi familia y yo por aquellas estrechas aceras en las que sólo se podía andar en fila india y donde los vehículos que iban a excesiva velocidad, autobuses o camiones -muy frecuentes en la década de los noventa, época anterior a la construcción de la Ronda Norte- te ponían a caldo cuando sus ruedas pisaban los días de lluvia los charcos que los numerosos baches del sufrido e histórico pavimento. Todo eso cambió con esa gran obra que convirtió la antigua travesía en una calle de una sola dirección para los vehículos y que ensanchó las aceras para que situaciones de ese tipo no volvieran a ocurrir, además de cambiar el colector y conducciones subterráneas y asfaltar la capa superficial para terminar para siempre con esos socavones.
Lo que también provocó aquella obra fue un encendido debate entre los que la defendíamos y entre los que la criticaban y, por lo que parece, esa llama sigue viva después de más de un lustro. Al igual que yo estoy a favor y muchas personas que piensan que el urbanismo moderno y sostenible -un concepto muy manido hoy entre nuestros políticos y dirigentes de todos los estamentos- debe ir ganando espacio para el peatón en detrimento indefectiblemente del vehículo, otras muchas -vecinos de la zona centro, usuarios habituales y trabajadores de los servicios públicos cercanos como la Diputación Provincial, los juzgados o el mismo Palacio de La Cotilla y padres de los alumnos de los dos colegios privados que hay en la zona, pusieron el grito en el cielo, al considerar que la medida había convertido toda esa parte del casco histórico en una auténtica ratonera.
Con esas palabras lo definía mi compañera Miriam Pindado en 2016, mientras que el entonces portavoz del PSOE en el Ayuntamiento, Daniel Jiménez lo describía como “un embudo con movilidad cero”, en la peatonalizada plaza de Beladíez ante los medios de comunicación. Si los populares convirtieron su «Eje Cultural» en su revolución particular e hicieron apología de ello con numerosas e innecesarias campañas publicitarias ante la ciudadanía, los socialistas por contra hicieron bandera desde la época ya de Magdalena Valerio en 2013 por la vuelta al ordenamiento anterior de esas calles, incluyendo como eje de la actuación el restablecimiento del doble sentido de la circulación en la calle Ramón y Caja desde Bejanque hasta la calle Pedro Pascual, dando salida directa a todos esos vehículos en dirección a Bejanque y no dando el rodeo por la calle Doctor Creus, que en el proyecto original debería haber sido prolongada y no se ha hecho.
Pasados los años, los socialistas parecen mantener clavada esa espinita bien profunda y ya en sus fugaces presupuestos participativos -dieron menos de una semana a los ciudadanos para dar su opinión-, en el mes de noviembre, encabezaron el apartado de obras a priorizar para el presente ejercicio con la recuperación de este doble sentido por un importe de 220.000 euros. ¿Cuál ha sido el resultado de esa encuesta? Por el momento se desconoce. El Consistorio no ha vuelto a dar ningún tipo de dato al respecto, ni de participación, ni de los aspectos más apoyados por los vecinos, a pesar de que los presupuestos de verdad se piensan votar a finales de este mes de febrero. Nada ha trascendido de esta consulta púbica, saltándose una de sus propias bases, como era presentar «a la ciudadanía la propuesta o propuestas más votadas», remitiéndolas posteriormente «a los Servicios Técnicos Municipales para continuar con su tramitación».
Aun así, el alcalde, Alberto Rojo y su teniente de alcalde y socio de Gobierno, Rafael Pérez Borda, la anunciaron como una de las principales inversiones en el actual proyecto de presupuestos del Ayuntamiento para 2020, atendiendo a las peticiones recogidas en los presupuestos participativos, de los que, sin embargo, la ciudadanía desconoce los resultados, con lo que no sabemos si fue priorizada esta obra o cualquier otra.
También se echa de menos en esta decisión el informe de los técnicos de la casa, del departamento de Urbanismo o de tráfico por parte de la Policía Local. Opiniones aparte, no se sabe si la medida ha sido positiva o realmente problemática en estos más de siete años y en qué se basa el equipo de Gobierno de PSOE y Ciudadanos para derogarla. Tampoco se sabe cómo se va a hacer, si la recuperación del doble sentido supondrá la eliminación de plazas de aparcamiento o, de nuevo, del estrechamiento de las aceras porque lo que está claro es que no se puede ensanchar la calzada de uno a dos carriles por arte de birlibirloque. Al menos Román y Carnicero, tenían el famoso estudio de movilidad de una empresa externa para llevar a cabo esta medida, se supone que vigente hasta el año 2023.
La intención del actual Ayuntamiento es que los presupuestos se aprueben antes de que finalice este mes de febrero y que Ramón y Cajal recupere su doble sentido perdido antes de 2021. ¿Qué ocurrirá si dentro de tres años, por ejemplo, el gobierno cambia de manos o de opinión, nos gastaremos otros 200.00 euros en restringir la calzada a una sola dirección de nuevo? ¿Decisiones estructurales de este tipo no deberían conllevar una seria reflexión basada en la opinión de los expertos para que no estuvieran al albur del viento y que conllevaran una solución definitiva? Como afirma el dicho popular, «hacer y deshacer, todo es quehacer».