
Encuestas recientes dicen que cuatro de cada cinco españoles están de acuerdo en que haya una ley de eutanasia, quizá porque quien más, quien menos, ha visto morir a alguien de su familia con un gran sufrimiento. Foto: funerarialanueva.es
Por Gloria Magro.
El pasado martes se aprobó en el Congreso de los Diputados la Proposición de Ley que permitirá regular la eutanasia en España. Con el voto en contra de los partidos más conservadores -PP, VOX, UPN y Foro Asturias- y el apoyo del resto del hemiciclo, se ha dado el visto bueno a la tramitación legislativa que permitirá a cada ciudadano elegir individualmente como será el último capítulo de su vida en caso de enfermedad terminal. Más de un millón de firmas se entregaron el pasado junio pidiendo la despenalización de la eutanasia activa.
El espíritu de la futura ley española sobre la eutanasia es el de amparar el derecho de las personas adultas con enfermedades incurables o graves con sufrimiento intolerable a recibir ayuda para morir. No es un cheque en blanco, ni la legalización del suicidio asistido si no el derecho personal e intransferible a decidir por nosotros mismos cómo y cuándo poner punto y final a nuestra existencia en un contexto delimitado y muy específico.
En España hay derechos que han costado sangre, sudor y lágrimas ganar, derechos que se han arrancado a base de arañar las piedras de un muro con las uñas. Ocurrió con la ley del divorcio, la del aborto, la del matrimonio homosexual y en general con todos aquellos temas ampliamente aceptados hoy pero que enfrentan conceptos éticos desde la perspectiva de la razón y de las creencias religiosas (*). La sociedad va por delante de los legisladores, de eso no hay ninguna duda, y lo ocurrido esta semana en el Congreso consigue al fin que la ideología en los temas que afectan a las libertades individuales se restrinja al ámbito de la conciencia individual. La opción de decidir cuando queremos dejar este mundo si las condiciones médicas son irreversibles y hay sufrimiento es una reivindicación personal y legítima.
El episodio sin duda mas bochornoso vivido durante la aprobación del trámite parlamentario fue el de nuestro vecino de Guadalajara, el diputado popular José Ignacio Echániz, para quien el gobierno del partido socialista no tiene otro objetivo con la eutanasia que el de “ahorrar costes”, palabras textuales, con “personas que son muy caras al final de su vida”. La intervención del que fuera consejero de Sanidad del gobierno de María Dolores de Cospedal en la legislatura que más recortó el sistema regional de Salud, no ha dejado de suscitar todo tipo de reacciones de repulsa por la bajeza del argumento y su incongruencia personal y política al sostenerlo en el hemiciclo. Resultó mucho más coherente, así como esperable, la intervención de aquellos diputados que apelaban a sus creencias religiosas para oponerse.
Una vez más, la oposición a que se legisle el epílogo de muchas vidas en su recta final viene de la mano de aquellos que se amparan en la libertad individual frente al Estado en los temas que les interesan a ellos como colectivo social, económico o político y siempre desde una determinada ideología, pero que por contra tratan de imponer un determinado punto de vista ético de carácter moral y religioso a todos los españoles pese a que no todos comparten sus creencias, creencias que llevadas a ese extremo cada vez son más minoritarias. ¿Cuántos de los votantes de los partidos que se opusieron a la tramitación de la nueva ley sobre la eutanasia aprueban la postura adoptada por sus representantes el pasado martes? ¿No se acogerán por tanto a esta ley, llegado el caso, en un ejercicio personal de coherencia política y religiosa? La experiencia dice que no hay distinción ideológica entre los que se divorcian, abortan o se declaran gays y contraen matrimonio. ¡Ay, si la ideología fuera vinculante y las leyes restrictivas y no universales!
Decía esta semana Ignacio Escolar en eldiario.es que “solo desde el sectarismo religioso, desde la certeza de que la vida no es propiedad de quien la disfruta o sufre, se puede cuestionar el derecho a una muerte digna”. La ley que legislará la eutanasia será un derecho pero en ningún caso una obligación. Nada ni nadie les obligará a poner punto y final a su existencia, como nadie les ha obligado a divorciarse, abortar o casarse dentro del mismo sexo.
Es de sobra conocida la frase bíblica “parirás a tus hijos con dolor», pero a día de hoy nadie la interpreta literalmente y la opción de pedir anestesia epidural en el parto se le da a todas las parturientas sin que se les pregunten por sus creencias religiosas. En el extremo temporal contrario, que el fin de una vida tenga que ser doloroso o prolongado porque está en manos de Dios y ahí deba dejarse viene a ser a día de hoy y con la nueva ley en la mano, una vez desarrollada, una opción respetable para quien se la quiera aplicar a sí mismo y por lo tanto actúe en consecuencia llegado el caso.
Cuantas familias verán estos días un rayo de luz y esperanza. Cuantas situaciones desesperadas y agónicas podrán tener un final digno y por fin, legal. Y cuantas otras se hubieran evitado de haber llegado esta ley al Congreso mucho antes.
La asociación Derecho a Morir Dignamente defiende un marco legal y la figura del Testamento Vital. Blanca Calvo es uno de sus miembros.
Por Blanca Calvo
Los miembros de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), que somos personas amantes de la vida y la libertad, nos hemos alegrado mucho de que el Congreso haya tomado en consideración la Ley de eutanasia, porque con ella todos tendremos más fácil disfrutar de la vida mientras merezca la pena y, haciendo uso de la misma libertad de elegir que preside otras decisiones a lo largo de la vida, morir dignamente sin pasar por unos momentos terribles en el caso de que nos invada una enfermedad sin vuelta atrás. Como otras leyes importantes perfectamente normalizadas en la actualidad, la de eutanasia se ha abierto camino con una cierta dificultad. Eso es algo que muchas personas no llegamos a comprender porque, como esas otras leyes, la de eutanasia no obligará a nadie a hacer uso de ella. Pero ha habido, hay y habrá personas que sientan la necesidad de utilizarla -como la sintieron hace meses María José Carrasco o Maribel Tellaetxe– y, con la aprobación de la ley, podrán morir en paz, sin sufrimientos añadidos para ellas ni para sus familias.
Hay quienes tratan de enfrentar la eutanasia y los cuidados paliativos, argumentando que si se mejoraran éstos, ya no sería necesaria la ley de eutanasia. Pero lo cierto es que los cuidados paliativos y la eutanasia son prácticas complementarias, no excluyentes. Todo el mundo desea contar con los mejores cuidados al final de su vida, pero algunas personas también quieren decidir hasta cuándo desean ser cuidadas. La decisión de morir no tiene que ver con los síntomas que tratan los paliativos (dolor, angustia, agitación…), sino con la manera en que cada persona vive una situación de deterioro que, con paliativos o sin ellos, es irreversible.
Encuestas recientes dicen que cuatro de cada cinco españoles están de acuerdo en que haya una ley de eutanasia, quizá porque quien más, quien menos, ha visto morir a alguien de su familia con un gran sufrimiento. Para todas esas personas –y, desde luego, para las que estamos en la Asociación Derecho a Morir Dignamente- será una buena noticia la aprobación de la ley, cosa que ocurrirá previsiblemente hacia el verano. Esta ley nos aportará a todos, acabemos usándola o no, la tranquilidad de saber que, si en un momento dado nuestro sufrimiento se hace insoportable, podremos liberarnos dentro de un marco sanitario y legal.
La muerte es algo que nadie puede evitar, así que deberíamos vencer esa resistencia que tenemos para pensar en ella con naturalidad, y una buena forma de hacerlo es redactar el testamento vital, en el que podemos dejar claro lo que queremos para nuestros últimos momentos. Hacerlo y registrarlo es mucho más fácil de lo que parece. DMD anima a todas y todos a que hagan el suyo, y a participar en los talleres que, frecuentemente, nuestra asociación imparte para ayudar a rellenar los impresos que lo forman.
(*)Un teórico conservador que aborda estos temas en profundidad y con rigor desde una perspectiva católica es Javier Vega Gutiérrez, tanto en su tesis doctoral, defendida en el año 2005 en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma), como en sus muchos libros dedicados tanto a la eutanasia como a la reproducción asistida.