
Concierto de Camela, en Cabanillas del Campo. Fiestas 2019
Por Sonsoles Fernández Day
Escuchamos y leemos constantemente cómo será la ‘nueva normalidad’ a partir del próximo 21 de junio cuando finalice en España el estado de alarma. De todas las expresiones y vocabulario acuñado y aprendido en la era del coronavirus, la NN es, con diferencia, la que menos me gusta. Llevar mascarilla, mantener una distancia de un metro y medio, reducir el aforo en los lugares públicos y evitar contactos y aglomeraciones es necesario y obligatorio si queremos acabar con este bicho. No queda más remedio que aceptarlo y lo más responsable por parte de todos es cumplir con estas medidas, pero llamarlo ‘nueva normalidad’ suena a que haya venido a quedarse para siempre. Yo prefiero pensar que está de paso.
Y ya que se trata de evitar aglomeraciones en este verano de la ‘doble N’, no les ha quedado otro remedio a los ayuntamientos que cancelar las fiestas patronales. Aunque al principio del estado de alarma se pensaba que se podrían retrasar, las Fallas de Valencia o la Feria de Abril de Sevilla estaban inicialmente aplazadas para septiembre o para octubre, la realidad es que las circunstancias obligaron a cancelarlas. Y poco a poco, según se va acercando la fecha, vamos conociendo la suspensión de todas las fiestas, aunque algunas poblaciones, tal vez por su tamaño o por su osadía, aún se resisten a confirmarlo.
Alberto Rojo, alcalde de Guadalajara, comunicó en un acto solemne a primeros de junio la suspensión total de las Ferias y Fiestas de 2020 en la capital, porque ‘no existen garantías’ para proteger la salud y porque es ‘inviable’ mantener la distancia social en encierros, conciertos, espectáculos culturales y peñas. Sucesivamente, hemos tenido la misma noticia de casi todos los municipios más grandes de la provincia: Cabanillas del Campo, Azuqueca, Marchamalo, Brihuega, El Casar, Sigüenza, Yebes, Yunquera, Alovera… Cada consistorio se ha reunido con peñas, hermandades y asociaciones y han tenido que tomar la decisión de anular las fiestas. José Salinas, alcalde de Cabanillas, argumentaba que ‘es imposible celebrar unas fiestas como las de julio imponiendo restricciones de capacidad en los aforos y manteniendo distancias prudenciales de seguridad´. Las razones son de peso. El año pasado asistieron unas 12.000 personas al concierto de Camela en Cabanillas. ¿Cuánto y cómo se tendría que reducir el aforo para asegurar metro y medio entre el entregado público? Imposible. Y las mascarillas acabarían todas por el suelo, como suele pasar cuando no se usan.
Desde mi punto de vista de vecina sin tradición por celebrar las fiestas de ningún pueblo, considero que, en tiempos de crisis, viene muy bien a los ayuntamientos ahorrarse un gasto tan grande como debe ser organizar y celebrar una semana de fiestas patronales. Ahora toca decidir en qué van a emplear ese dinero. La mayoría están prometiendo ayudas a los sectores locales más perjudicados, como proveedores y hosteleros. Negocios que llevan meses cerrados y que en esos días hubieran hecho una buena caja. No hay que olvidar que bares y restaurantes descansan apenas unas horas en cualquier población en una semana de ferias.
Las orquestas y los grupos de las verbenas lanzaban un mensaje desesperado en la cuarentena: ‘No canceles tu fiesta, aplázala’. Como ya sabemos, no han tenido éxito y dicen que podrían desaparecer debido a la falta de trabajo. Igual que los feriantes, pasan toda la temporada de pueblo en pueblo y casi ganan en unos meses lo que necesitan para el resto del año. Como no pertenecen a una localidad en concreto, están reclamando que alguien se acuerde de ellos. Insisten en que sus espectáculos no son multitudinarios, por lo que tal vez sí se podrían celebrar. El problema es que, si se celebrase un solo concierto, por muy desconocida que fuera la banda, seguramente aparecería público de todos los pueblos de alrededor y más allá. Sería un descontrol.
Por otra parte, habrá mucha gente en los pueblos que se alegre de tener un verano tranquilo y silencioso. La primera razón para quejarse en la semana de fiestas es el ruido. Después viene el mal olor y la suciedad. No hay que olvidar que es verano y las ventanas están abiertas. Hay muchas personas que se quedan sin dormir unos días. No solo a los que vienen de fuera buscando unos días de paz y descanso, sino también a muchos locales no les interesa el bullicio, ni la juerga, ni el bingo a las cinco de la mañana. Este va a ser su verano. Y a lo mejor aprendemos a divertirnos sin necesidad de armar tanto escándalo.
El 16 de agosto se celebra San Roque, que resulta ser el santo más festejado de la diócesis de Sigüenza Guadalajara. Las fiestas por San Roque se celebran ni más ni menos que en treinta y dos poblaciones de Guadalajara, y en la capital también tiene paseo, parque y ermita. Por si no lo saben, San Roque protege contra la peste, las plagas y las enfermedades infecciosas en general. Resulta que es patrón de los contagiados por epidemias y también de los enfermeros. Cada uno que se lo tome como quiera, que esto es muy personal, pero igual, en tiempos de coronavirus, no es mala idea llevar encima una estampita de San Roque, por si acaso. Esta vez no habrá conciertos multitudinarios, encierros por el campo ni chupinazos en su honor, pero tampoco creo que los necesite. Igual se nos han ido mucho de las manos las celebraciones y va siendo hora de recogerse un poco. Por lo menos este año.

Procesión de San Roque en Sigüenza