
Canredondo, al igual que otras pequeñas localidades de la provincia, espera ocupar todas las viviendas durante este verano, multiplicando su población. Foto: Diego Delso.
Por Gloria Magro.
Poca densidad de población, naturaleza y aire puro. Nuestros pueblos han disfrutado de una primavera excepcionalmente tranquila dadas las circunstancias, preludio del verano que más visitantes se espera que acojan desde hace décadas. Una vez desconfinado Madrid, ha comenzado el éxodo a las localidades de origen, las llamadas este año vacaciones de interior. Muchos pueblos de Guadalajara registran ya estos días un incremento de vecinos notable, tal y como se preveía, a pesar de que aún no ha llegado julio. Y otra novedad, muchos de los retornados prevén quedarse ya no solo todo el verano sino también en otoño ante el temor a futuros rebrotes de la pandemia y el miedo a un nuevo confinamiento.
Los pueblos rebosan de nuevos y no tan nuevos vecinos. La provincia está multiplicando su población, algo que no se veía desde la década de 1980 si es que no hay que remontarse incluso más atrás. Semejante boom demográfico es una oportunidad económica pero también un desafío para los pequeños ayuntamientos que tienen que incrementar sus servicios de la noche a la mañana. En la Sierra Norte han lanzado una campaña de publicidad dando la bienvenida a los veraneantes e incluso tienen mascota, la vaca Bienvenida. Los alcaldes de Albendiego, Cantalojas, Campisábalos, Galve de Sorbe, La Huerce, Somolinos, Valdepinillos y Villacadima, quieren aprovechar la oportunidad que representa este verano tan atípico, conjugando turismo con las medidas de protección que exige la pandemia. La comarca de la sierra de Guadalajara es un tesoro por descubrir donde los visitantes son bien recibidos pero también tiene una población envejecida que exige que se extremen las precauciones, algo que se podría aplicar a la práctica totalidad de la provincia.
En la Alcarria, Canredondo (75 habitantes) es un pequeño pueblo más allá de Cifuentes, a poco más de una hora de Guadalajara por la A-II. Durante el confinamiento apenas fueron medio centenar de vecinos los que pasaron allí la cuarentena, en aislamiento, pero la cifra ya se ha doblado estos días pasados con la llegada de la población retornada y esperan recibir mucha más. Los nuevos vecinos proceden de Madrid, Zaragoza e incluso Barcelona, destinos de la emigración económica de los años 60 y 70. En Canredondo llegaron a rozar los quinientos habitantes a mediados del siglo pasado, lo que da idea de la despoblacion paulativa que ha sufrido la comarca.
Este verano la situación se revertirá. Con una economía rural basada en las explotaciones agrarias y una población envejecida, en Canredondo se da la paradoja de que durante los meses estivales es la población joven la que se multiplica hasta llegar al centenar. Sin piscina municipal ni una oferta de ocio más allá de la opción a desplazarse a la cercana Trillo, la alcaldesa y diputada de Despoblación en la Diputación Provincial de Guadalajara, Carmen Gil, explica que la solución allí ha pasado por llenar de contenido el centro social de la localidad, El Olivo, que funciona a pleno rendimiento durante el verano. «Tenemos mucha gente joven, muchas familias jóvenes y niños que vuelven cada verano, El olivo está equipado completamente para doscientas personas. Se pueden celebrar meriendas, cenas, matanzas… es un modo de atraer y fijar a la juventud». El pueblo también cuenta con bar municipal abierto durante todo el año e instalaciones para jugar al pádel, zona deportiva e incluso un centro para los más pequeños, La casa de muñecas.
Como en otras muchas localidades el verano en Canredondo se plantea a la antigua usanza, con baños en el río -el Tajo en Ocentejo-, siesta y relax. Vida de pueblo, en definitiva, con sus muchas posibilidades si se saben apreciar los pequeños placeres de la vida en el campo. «Este verano va a a ser una oportunidad –dice la diputada de Despoblación-, el turismo rural va a crecer muchísimo y lo tenemos que potenciar. Desde la Junta de Comunidades se está potenciando con rutas que muestran la provincia».
A algunos kilómetros de allí, sobre el pantano de Entrepeñas, Alocén (168 habitantes) también se inunda de nuevos vecinos cada verano. Para hacer el embalse en su día se anegó la estación de ferrocarril que conectaba con Madrid, la línea del ferrocarril del Tajuña, marcando el inicio de la despoblación. El turismo y las segundas residencias han recuperado el pueblo en los últimos años, aunque dependa de la cercana Budia para los servicios. Encaramada sobre la plaza se encuentra una de las casas rurales más bonitas de España, aclamada por las principales publicaciones de lujo -VOGUE, Harpers Bazar, AD…- : Place du Port. Lo excepcional de este verano hace que aunque estos meses sean realmente temporada baja para ellos, la casa ya ha registrado visitantes en junio. También han tenido numerosas consultas para ocuparla los próximos meses, mucho más allá de un fin de semana ocasional. De hecho, su propietaria, Olga Mediano, cuenta sorprendida que les han tanteado la posibilidad de alquilarla por semanas o incluso meses llegado el otoño. «No es un año para ir a hoteles, las casas rurales vamos a tener trabajo», explica. Y añade que establecimientos como el suyo, que se alquila en su totalidad, se prefieren a los hoteles por la nuevas normas de distancia social, las limitaciones de aforo en las zonas comunes, en los restaurantes y en las piscinas de los complejos turísticos, donde además «si se da un contagio nos arriesgamos a que se ponga el hotel en cuarentena y quedemos atrapados». En su caso, en Place du Port han establecido unas estrictas normas de higiene y seguridad para la total tranquilidad de sus huéspedes.
Además de propietaria, Olga Mediano es una reputada neumóloga que en los últimos tiempos ha tenido una exposición pública notable al participar en debates televisivos sobre la pandemia. Como profesional médico, valora además que Alocén es una localidad concienciada donde los vecinos cumplen con las medidas de esta nueva normalidad.
La vuelta a los pueblos implica este año una inusitada actividad. Ante la falta de otra perspectiva estival, muchos se afanan en poner a punto las casas familiares de veraneo, lo que llamamos la casa del pueblo. Después de los largos meses de ausencia, todas las reformas que tradicionalmente se hacen en primavera se están concentrando ahora. Ahí está la oportunidad de negocio de muchos autónomos y pequeñas empresas. A día de hoy es difícil encontrar un pintor, albañil o carpintero que acepte un encargo para este verano. A ello se suman las prisas por concluir todos aquellos trabajos que el cese de actividad inesperado debido al COVID dejó inconclusos. Hace algunas semanas mencionaba en esta misma página lo atareados que estaban en La boutique del colchón, donde no paran de llegar encargos con destino a los pueblos. Algo parecido sucede en Horche, en la fábrica de muebles de cocina Ruiz Verde, donde no solo han recuperado el ritmo anterior al obligado cese de actividad, sino que ha aumentado su porcentaje de negocio, especialmente en las reformas de pequeño alcance. «La gente ha estado mucho tiempo en casa, ha cocinado y han visto las necesidades de sus cocinas», explica su gerente, Laura Ruiz. Y también incide en la influencia que han tenido los programas de reformas, tan populares cuando no teníamos otra cosa que hacer que ver la televisión. «Hemos descubierto la decoración, esos programas impulsan las ventas», añade. A veces con peticiones singulares y plazos más televisivos que reales, cuenta esta experta diseñadora, que no oculta que esta inesperada carga de trabajo está siendo muy bien recibida.
El verano de la nueva normalidad va a ser excepcional. La prudencia y la economía aconsejan quedarnos cerca y nuestros pueblos son el mejor destino posible. Aprovechémoslo, con prudencia y sensatez.