La «bomba vírica»

Por Álvaro Nuño.

No hay más que encender la radio, asomarse al televisor o abrir internet para darse cuenta de la evidencia. La temida segunda ola del coronavirus se nos ha echado encima y nos está arrasando. Si desde la semana pasada, los datos de infecciones subían ya alarmantemente en todo el país, en esta ya vuelve a ser preocupante la cantidad de contagiados ingresados en los hospitales y, lo más terrible, de todo, el aumento de fallecidos diarios. En toda España, el pasado miércoles se registraron 11.289 infectados por el dichoso bicho y 130 personas fallecidas. Pero es que el martes 22 fueron 241 y el miércoles de la semana pasada 239. Son unos datos con lo que a uno de le ponen los pelos de punta y te entrar ganas de confinarte de nuevo en tu casa y no salir ni a por el pan, agotando todo lo que te quede en el congelador.

No vamos a hablar ya de la gestión que se está haciendo de esta debacle sanitaria por parte de nuestras autoridades, y aquí hay que meter a todas las administraciones de todos los ámbitos y gobernadas por políticos de todos los colores. La verdad es que uno repasa las cifras y sólo se le viene a la cabeza la palabra “desastre». Es como una de esas películas americanas apocalípticas, en las que cae un meteorito en el centro de Nueva York o un volcán estalla en pleno Hollywood arrasando la mitad de Los Ángeles. Sirenas por todos los lados, gente corriendo por todas partes, pero por lo menos en la ficción siempre hay un héroe, un científico, un meteorólogo o un vulcanólogo a quien nadie le hizo caso en el pasado, pero que antes de que se consume la debacle encuentra a
alguien que le escuche con mando en plaza y al final la mayoría de la gente se salva, abrazándose entre montañas de polvo, con la cara sucia y ensangrentada, pero salvados.

Aquí, en la cruda realidad, no acertamos a ver a ese héroe por ningún lado, salvo a un montón de epidemiólogos que pronostican lo que ya ocurrió en el pasado si no se toman las medidas adecuadas y a los responsables políticos diciendo que harán todo lo que tengan que hacer sin definir qué van a hacer,
con el consiguiente cabreo del personal.

Y después tenemos a nuestra nunca suficientemente valorado (o «puesto en valor», como les gusta decir últimamente a nuestros políticos regionales hasta la saciedad), Emiliano García Page, presidente de esta comunidad autónoma en la que nos ha tocado vivir y barón socialista con ganas de saltar de vez en cuando de la tele regional a algún informativo de la nacional con alguna frase o chascarrillo ocurrente. Porque no se puede  denominar de otra manera el día que denominó a la vecina comunidad de Madrid como «bomba radioactiva vírica«, que había explotado o estaba a punto de explotar expandiendo  su mortífero radio de acción al tranquilo paraíso manchego. Conseguía Page con esa «bomba» informativa, además dos objetivos muy preciados: el primero de ellos, cargar las tintas todavía más sobre el gobierno regional de Madrid de Isabel Díaz Ayuso, a la que se le responsabiliza en persona del desastre sanitario que está sufriendo Madrid. Y, de paso, quitarse el muerto propio (o los muertos) de encima, acusando a los vecinos castellanos pero no manchegos de ser el origen del 80% de las infecciones que se registran en nuestra región.

También consiguió Page salir en los informativos nacionales, algo que no le debe disgustar mucho. «Pobrecilla esa gente que vive alrededor de Madrid y que les están infectando» pueden pensar muchos españoles digamos que desde zonas «neutrales» (un gallego, un valenciano o un andaluz) que oyeran esta frase tan contundente. Pero desde aquí sabemos que no todos los males le vienen a esta comunidad autónoma de Madrid, sino que nosotros también nos labramos nuestra suerte desde hace tiempo.

Si bien es cierto que Toledo y Guadalajara, las dos provincias limítrofes con Madrid, tienen un alto número de casos nuevos -336 y 127 respectivamente el pasado miércoles-, no lo es menos que Ciudad Real es una de las provincias más afectadas -264 contagios y 4 fallecidos- y no está precisamente cerca, sino a casi 200 kilómetros de la Puerta del Sol. Muy extensa se nos hace la irradiación del artefacto para llegar a Puertollano o a Valdepeñas. Igual puede ocurrir con Talavera de la Reina, ya en Toledo, pero a 124 kilómetros de Madrid, o Albacete, donde también se registran considerables cifras tanto de infectados como de hospitalizados. Si la media de casos en España es de 283,26 por cada 100.000 habitantes, es cierto que Madrid la supera con mucho con 746 casos diagnosticados, pero Castilla-La Mancha también la sobrepasa con 416. O sea que no estamos para echar balones fuera!

Evidentemente, Azuqueca de Henares, Cabanillas del Campo, Marchamalo o Guadalajara capital son localidades muy interconectadas con Madrid, no solo cercanas geográficamente hablando, sino socialmente, con numerosos ciudadanos que trabajan, estudian y residen a ambos lados de la frontera de Meco, y que la cruzan a diario en los abarrotados autobuses de Alsa o en los depauperados trenes de Cercanías. Y no podemos ponernos, señor Page, el traje antiradiación para ir y volver porque nos podemos encontrar con el bicho en cualquier parte.

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