Conflictos laborales en la Real Fábrica de Paños de Brihuega (1756-1823)

Por Enrique Alejandre Torija (*).

La dinastía borbónica instaurada en España tras la muerte en 1700 sin descendencia del último del rey de la Casa Austria, Carlos II, una vez obtenida la victoria en la guerra de Sucesión (dos de cuyas batallas decisivas se libraron en la provincia de Guadalajara, en Brihuega y Villaviciosa), hubo de ocuparse de la maltrecha economía del país heredada del siglo anterior e impulsar la agricultura, la industria, el comercio…, para mejorar la vida de sus súbditos, y lograr sobre todo que el progreso económico produjese grandes recursos para la hacienda pública a fin de ser luego invertidos en la marina de guerra, el ejército y la diplomacia, que debían asegurar el mantenimiento de las colonias americanas y el resto del imperio.

En por esto que la nueva monarquía aplicó una política económica de signo proteccionista, consistente en impedir la salida de recursos del país -materias primas-, como también a la importación de productos manufacturados provenientes del extranjero, reduciendo con ello la salida de dinero del reino, en un intento de equilibrar la balanza de pagos.

Así se crearon las Reales Fábricas, título que se otorgó a negocios privados ya existentes, y a las que hubo de patrocinar la corona con los recursos de la Real Hacienda, pues el retroceso económico del siglo precedente no permitió la acumulación de los capitales privados necesarios para impulsar las nuevas factorías.

En 1719 se creó la Real Fábrica de Paños de Guadalajara, en 1746 la de San Fernando de Henares y en 1750 la Real Fábrica de Paños de Brihuega, esta siendo rey Fernando VI, instalándose en un edificio construido en 1752.

La empresa sirvió para acrecentar la economía local y proporcionó muchos empleos, -aunque su número varió en concordancia con la desigual marcha de la factoría- como relata un documento de la época:

…la mayor parte del vecindario de esta ciudad y villa de Brihuega vive y gana su pan de las fábricas…, y con eso ha aumentado al propio tiempo la agricultura, tanto que en esta ciudad se ha triplicado desde que hay fábrica en ella;…”

La tarea de tejer paños no les era ajena a los briocenses pues esta actividad era de antigua tradición en la villa.

La influencia económica de estas factorías se extendía por toda la región :

una multitud de pueblos de todas las Alcarrias, campiña y Mancha están ganando y sosteniéndose con el dinero que ganan mujeres y niños a hilar para estas fábricas.”

Con ello se complementaban los ingresos de las precarias economías de muchas familias campesinas, que necesitaban del esfuerzo de todos sus miembros ( niños incluidos) para poder subsistir.

Pronto surgirían las dificultades y con ellas los primeros problemas laborales. La historiadora Ana Rosa Domínguez Santamaria en su conocido artículo sobre La Real Fabrica de Paños de Brihuega” al referirse al trabajo dentro de la factoría menciona un ambiente de rebeldía, de“tensión continua”,donde reinaba la indisciplina y en el que no había autoridad capaz de hacer cumplir los reglamentos de la fábrica, Como el resultado económico no era el esperado y el gasto en la inversión y el mantenimiento de la fábrica grande, una de las medidas que tomó la Real Hacienda en 1756 fue la rebaja del salario a las categorías profesionales de tundidores (los que con sus tijeras cortaban e igualaban el pelo de los paños) y perchadores, ( los que sacaban el pelo de los paños con una carda) lo que motivó que estuvieran a punto de ir a la huelga, de no haberles persuadido de lo contrario el entonces Intendente provincial (el equivalente a nuestro actual subdelegado del gobierno) y director de las Reales Fabricas de Guadalajara y Brihuega, Wenceslao Ventura de Argumosa.

Finalmente la administración dio el paso en 1757 de arrendar esta factoría, así como las de Guadalajara y San Fernando, a la Compañía de los Cinco Gremios Mayores, corporación que entre otras actividades como la del monopolio de los gremios de droguería, especiería, joyería, mercería y sedería, ejercía las de prestamista a Hacienda, administrador de muchos tributos…, y la de arrendataria de fábricas reales.

Pero el resultado de la gestión privada no fue mejor, muy por el contrario empeoró, hasta el punto que estas factorías fueron devueltas por la Compañía -que alegó pérdidas- a la Real Hacienda “completamente arruinadas”. Esta mala gestión afectó negativamente a la mayoría de la población de las localidades donde estaban ubicadas y de su entorno, aunque quienes las sufrieron especialmente fueron sus trabajadores, pues los nuevos administradores redujeron el tiempo de trabajo en las factorías, y por consiguiente el salario, causando el subsiguiente malestar, como relató el erudito e historiador Eugenio Larruga y Boneta:

“ A poco tiempo de haber tomado por su cuenta la dirección el Gremio, hizo algunas variaciones, de que resultaron muchas quejas. Los operarios acudieron al Rey por medio de una dilatada representación, hicieron presente a su soberana comprehensión las urgentes necesidades, miserias, desconsuelos y aflicciones que su familias padecían, nacidas todas de las considerables bajas que experimentaban en las tareas de sus ejercicios desde que había cesado el gobierno de dichas reales fábricas de cuenta de la real Hacienda, habiéndoles reducido a horas señaladas su trabajo, excluyendo los días en que los permite la Iglesia, y finalmente haciendo que cortada una tela se pasase el término de algunos días sin darleotra, con que quedaban ociosos sin poder ganar su sustento…” 1

En 1767, el rey Carlos III manifestó su voluntad para que la Real Hacienda volviera a hacerse cargo de la fábrica, siendo su etapa mas próspera desde ese año hasta final del siglo, con la mejora de sus instalaciones y el empleo de métodos que se tradujeron en unos paños de superior calidad, llegando en 1791 a dar ocupación a 1.038 trabajadores entre puestos de trabajo directos e indirectos.

Cuando en 1797 la Real Compañía de Ganaderos de Soria pidió comprar la manufactura el rey se opuso alegando entre sus motivos el empleo y la formación:

“ …deben mantenerse las Fabricas administradas como están, para hacer competencia a los texidos extrangeros y dar trabajo a centenares de havitantes y crear un buen plantel de artesanos…”.

La Guerra de la Independencia agudizo la bancarrota de la Hacienda Real y con ello entraron en crisis las Manufacturas Reales, lo que unido a la corrupción administrativa, hizo que la sufrieran especialmente sus empleados, como sucedió en Brihuega:

A tal extremo había llegado el expolio que se pasaban meses y meses sin abonar los jornales a los obreros de la de Brihuega. Con este motivo se produjeron algaradas que revistieron verdadera gravedad, hasta el extremo de desarmar a la guardia de los suizos que custodiaba la fábrica y que, habiendo bajado al Coso llamados por el Alcalde para restablecer el orden, fueron encerrados a palos en el Ayuntamiento después de arrebatarles los fusiles. El noble pueblo briocenseno quiso derramar sangre y seconformó con romper las armas en las costillas de los soldados.”2

Los obreros acudieron a Fernando VII, y este dictó una Real orden, de 30 de noviembre de 1816, mandando que se les abonasen los salarios atrasados tras haber conocido el rey:

 que desde Agosto no se les han pagado sus jornales sino tan solo dos socorros que no les han sacado de la miseria en que están,…”3

La situación no era distinta en la fábrica de Guadalajara donde sus trabajadores se habían amotinado en 1814, y volverían a hacerlo en 1820, por las mismas razones.

El director de la fábrica de Brihuega, que a su vez lo era de la de Guadalajara,Felipe González Vallejo, fue destituido de su cargo por Fernando VII, el 28 de enero de 1816, así como condenado a reclusión en los penales de Ceuta por falsear informes y emitir disposiciones contrarias a los intereses de la corona.

El historiador Josep Fontana en su obra “De en medio del tiempo” menciona las expectativas de los briocenses tras el triunfo del general Riego en 1820, pues confiaban en que los liberales reactivarían la fabrica, principal impulsor de la economía de la localidad, ya que en marzo de 1820, en Brihuega se volvió a proclamar la Constitución de 1812, había sido“el primer pueblo de la provincia de Guadalajara que ha levantado el grito de libertad”.

La factoría había llegado a tal decadencia, que en 1814 solo había diez telares en marcha. La crisis de la fábrica hizo que los vecinos del pueblo se dedicasen a la fabricación popular” y que recibiesen al régimen constitucional con la esperanza de “que las nuevas instituciones la hagan florecer mas”.

Pero los liberales no hicieron nada por la fábrica, antes bien intentaron venderla en 1822. El desengaño que debió tener la población ayuda a explicar la buena acogida que tuvo la vuelta de la reacción en 1823:

Cuando el general absolutista Besseires, en enero de 1823, entraba con cuatro mil hombres “armados de escopetas, fusiles y trabucos”, (…) a pesar de entregarse a todo tipo de atropellos (…) fueron bien recibidos por los muchos realistas que había en la villa.(…)”

En 1829 se reparó algo su mermado edificio. Funcionó todavía hasta 1835. La Hacienda Real la venderá en 1840 al ser adquirida por industrial Justo Hernández Pareja, perdiendo con ello su carácter de bien público.

1 Larruga, E. “Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio …, “Vol. 16. Pág.: 49.

enrique-alejandre

(*) Enrique Alejandre Torija (Madrid, 1965), experto en movimientos sociales y sindicales, ha publicado «El movimiento obrero en Guadalajara», que suma ya más de tres ediciones, Y «Guadalajara 1719-1823. Un siglo conflictivo», así como numerosos artículos en prensa sobre la historia de las clases trabajadoras en la provincia. También es significativa su investigación sobre los conflictos laborales en las minas de Hiendelaencina a finales del s.XIX.

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