Por Sonsoles Fernández Day
Estos días se está debatiendo en el Senado una ley del Ministerio de Igualdad, promovida por una iluminada Irene Montero, llamada Ley para la Igualdad Plena y Efectiva de las Personas Trans. La Ley Trans defiende la despatologización de la transexualidad y la autodeterminación de género.
Para los ajenos a este galimatías, se trata de que las personas transgénero, aquellos que no están de acuerdo con el sexo con el que han nacido, puedan modificar su nombre y sexo en su DNI sin necesidad de ningún certificado médico o informe psicológico. Igualmente serviría para autorizar a menores de edad, incluso sin el consentimiento de sus padres. La ministra se ha encontrado con el rechazo frontal de un amplio grupo de organizaciones feministas y parte del PSOE.
La ley actual, de Identidad de género de 2007, obliga a las personas trans a contar con un informe psicológico que les diagnostique ‘disforia de género’ y a haber estado al menos dos años en tratamiento para poder cambiar su sexo en el Registro Civil. Además, excluye a los menores de edad, aunque en julio de 2019 el Tribunal Constitucional lo modifica y sentencia que los menores ‘con suficiente madurez’ y ‘en situación estable de transexualidad’ podrán cambiar sus datos en su DNI.
Irene Montero se apunta a las teorías de que ser hombre o mujer es una mera elección y en eso se basa la ‘autodeterminación del sexo’ que ella defiende. Montero pregunta sin pudor: ‘¿Existen los hombres y las mujeres?’ o ‘¿Cuál es el nivel de hormonas que tenemos que tener para ser consideradas hombres o mujeres?’ Me he acordado de mi abuela, que diría que vaya una cantidad de sandeces dice esta señora.
Las organizaciones feministas se han agrupado contra la Ley Trans y la autodeterminación de sexo formando plataformas como Contra el Borrado de las Mujeres o la Confluencia Movimiento Feminista. Defienden que una ley que elimina el concepto de sexo biológico pone en peligro los derechos de las mujeres. Si cualquiera puede cambiar de sexo en el Registro Civil solo con decirlo, sin diagnóstico médico, sin un examen que descarte trastornos psicológicos, sin hormonarse ni someterse a ningún tratamiento podría tratarse de alguien que quiera eludir la justicia por violencia de género o pederastia, por ejemplo. Un hombre que decida ser mujer sin más pruebas podría acceder a un vestuario femenino, participar en categorías deportivas femeninas, aprobar oposiciones con una marca física más asequible, ir a una prisión de mujeres, etc.
En el caso de los menores, los colectivos feministas alertan de que el cerebro infantil y adolescente es inmaduro y la idea de ‘nacer en el cuerpo equivocado’ no es un concepto científico y necesita asesoramiento y apoyo de profesionales, ya que la mayoría de los niños y niñas la dejan atrás cuando crecen.
El PSOE lanzaba el pasado junio un argumentario interno ‘contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres’. Carmen Calvo, Ábalos, Santos Cerdán y Gómez de Celis firmaban que ‘El denominado ‘derecho a la autodeterminación sexual’ carece de racionalidad jurídica’ enfrentándose así a Podemos y al Ministerio de Igualdad. En el escrito, el PSOE subraya su ‘compromiso con las personas transexuales’, pero defiende que debe darse una ‘situación estable de transexualidad debidamente acreditada’ para que cuenten con efectos jurídicos plenos.
En Castilla-La Mancha, Emiliano García Page acaba de presentar un anteproyecto de Ley de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI. Las plataformas feministas perciben ‘incoherencias’ con el argumentario interno del PSOE y aunque dicen que la propuesta es más sensata, también ‘introduce conceptos sexistas‘. La consejera de Igualdad, Blanca Fernández, defiende que para no abrir polémicas ‘hemos huido del reconocimiento de la autodeterminación de género.’ Sin embargo, destacan que en su propuesta sí aparece garantizada la despatologización de la transexualidad. Ahora que ya sabemos a qué se refieren los términos, diría que van a tener razón los colectivos feministas en lo de la falta de coherencia. Por otro lado, la consejería asegura que analizará todas las alegaciones que se han presentado.
El martes, Irene Montero anunciaba victoriosa en el Senado que el 96% de las respuestas recibidas a la consulta pública sobre la Ley Trans son de apoyo. Sin embargo, la alianza Contra el borrado de las mujeres se queja de llevar meses solicitando reunirse con ella y la ministra las ha ignorado. ‘El Ministerio de Igualdad actúa como el Soviet. No quieren voces críticas. Por eso nos estigmatizan llamándonos tránsfobas a quienes denunciamos las consecuencias que derivan de sus leyes’. Así se defendían desde la plataforma.
El cabreo monumental de estos colectivos feministas con un Ministerio de Igualdad que, a priori, se debería suponer afín, es lo que me llamó la atención para interesarme sobre este tema. Irene Montero podría empezar por plantearse que, aunque en su gabinete de igualdad solo hay mujeres, su partido, llamándose Unidas Podemos, tiene como líder a un hombre. Unidas Podemos está lleno de contradicciones, pero ese es otro tema. Cuando Inés Arrimadas, la única mujer al frente de un partido político nacional, se hizo cargo de Ciudadanos no le cambió el nombre a Ciudadanas, porque no hace populismo. El valor no está en una vocal, sino en su trabajo, su esfuerzo y en estar ahí. Una mujer haciéndose oír en terreno masculino. Como Angela Merkel, dieciséis años Canciller de Alemania. Para mí ese es el verdadero feminismo y la igualdad de género.
Señora Montero, sí hay hombres y mujeres. Yo soy mujer y estoy orgullosa de mi sexo. He educado a mis hijos, un hombre y dos mujeres, como iguales. También soy sobrecargo, que acaba en ‘o’ y periodista, que no es solo femenino, aunque acabe en ‘a’. Y me preocupan las leyes sacadas deprisa y corriendo, mientras andamos distraídos en otras cosas.