
Por Juan Palomeque Torres.
Con unas previsiones poco halagüeñas de cara a las Navidades y una tendencia general hacia un posible endurecimiento de las restricciones en España y en Europa, esta semana hemos conocido que el alcalde de Guadalajara Alberto Rojo ha anunciado que los vermús multitudinarios de nochevieja y nochebuena este año van a pasar a mejor vida. El anuncio lo que parece que viene a indicar es que, aun con todo, después de nueve meses de pandemia, todavía hay gente con ganas de jugársela con el coronavirus.
No obstante, las declaraciones de Rojo del martes pasado, de momento no pasan de ser eso, anuncios a la prensa que no tienen forma legal todavía. Según fuentes municipales, a principios de la semana que viene, casi a las puertas de nochebuena, estará listo el dispositivo de seguridad encargado de regular este asunto. Lo que presumiblemente ya sabemos es que lógicamente la concurrencia del gentío abarrotando barras de bares no se va a producir. Y es de agradecer que en el caso de Guadalajara nuestros representantes políticos opten por el sentido común y antepongan la protección de la salud pública a otros intereses. Nada que ver por tanto con la pasividad institucional protagonizada por ciudades como Madrid que ante las aglomeraciones de gente registradas con motivo de las compras de navidad y el encendido de luces durante el fin de semana del Black Friday optaron por desentenderse de la gravedad del asunto.
En cuanto al propio vermú en sí, he de decir antes que nada que este tipo de eventos nunca me han llamado especialmente la atención. Incluso debo añadir que nunca he estado en ninguno de estos vermús precisamente por el motivo que acabo de señalar. De cualquier manera, aun con detractores o simplemente gente indiferente a ellos, la realidad es que estos macrovermús en los últimos cinco o seis años se han convertido en todo un fenómeno social en Guadalajara ciudad. Desconozco si en otras localidades de la provincia este fenómeno ha sido acogido con tanta pasión como en la capital, pero, a día de hoy, lo que está claro es que en Guadalajara los vermús de nochebuena y nochevieja son ya tradición. Desde luego las fotos que en prensa aparecen publicadas de las recientes ediciones de los vermús navideños atestiguan aglomeraciones de gente que en Guadalajara solo se pueden comparar a las que pueden verse durante las ferias o algunos otros eventos puntuales como grandes manifestaciones o las cabalgatas de los Reyes Magos precisamente.
De cualquier manera, a pesar de no tener una opinión favorable hacia este tipo de eventos, tampoco quiero venir a demonizarlos, no se trata de eso. Que no les encuentre ningún tipo de atractivo no es sinónimo de que no se lo puedan encontrar otras personas. Sí encuentro favorable por ejemplo, pese a todos los peros que podamos encontrar los no adeptos, que este tipo de eventos pongan en contacto a la gente y creen sentimiento de comunidad. Es evidente que este tipo de celebraciones si alcanzan seguimientos tan multitudinarios algo bueno tendrán que tener. Lo que quiero venir a reflejar más bien es que, en un contexto como el actual, en el que la situación sanitaria no está ni muchos menos controlada, las declaraciones del alcalde del pasado martes parecen venir a decir que habría gente dispuesta a seguir conductas irresponsables reuniéndose de forma masiva sin respetar distancias sociales. A ese tipo de gente, que se parece tanto a la de las fiestas y los botellones ilegales, o a la de las grandes aglomeraciones de la calle Preciados de Madrid durante el fin de semana del Black Friday, habría que pedirles un mínimo de empatía con el resto de la ciudadanía que sí seguimos las recomendaciones y obligaciones prescritas por las autoridades sanitarias. Lo sangrante del caso es que cuando yo me abstengo de realizar conductas de riesgo pensando tanto en el bien individual como en el colectivo, mi entorno se beneficia de mi prudencia, pero vistas las cifras de denuncias por incumplimiento de las normas sanitarias que se publican regularmente, este tipo de gente me hace desconfiar de que efectivamente también los demás estén actuando recíprocamente.
Parece evidente que uno de los puntos de mayor fricción de las próximas navidades que vamos a vivir en Guadalajara va a estar en la limitación de los vermús de nochebuena y nochevieja. Podría ser que incluso se llegasen a no celebrar habida cuenta de que hay una tendencia ahora mismo tanto en España como Europa al endurecimiento de restricciones por las incertidumbres comentadas y de que por otra parte todavía el Ayuntamiento no ha presentado el operativo de seguridad de estas navidades. Sea como sea en caso de que haya vermús, quiero seguir confiando en que mis conciudadanos que vayan a los vermús navideños van a mantener de forma general una actitud correcta que no va a poner en peligro los avances logrados durante estos nueve meses de pandemia.
Y es de agradecer que en el caso de Guadalajara nuestros representantes políticos opten por el sentido común y antepongan la protección de la salud pública a otros intereses
Usted debe vivir en otra ciudad. A qué llama usted a realizar una caótica organización de personas para conseguir unas entradas para un espectáculo de Navidad? Es responsable tener a cientos de personas en la calle, juntas en grupos, por no ser capaces de prever la situación? Es normal que no hubiera un sistema informático para repartir entradas?
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